LOS COLORES DE LA CEGUERA – Julio Pulido Moulet
Por Julio Pulido Moulet
A las personas que, como yo, en algún momento de
nuestras vidas, algún tipo de ceguera nos nubló el
pensamiento y nos adentró en caminos de difícil
tránsito y que, por fortuna, en otro momento
recuperamos parte de la visión.
María es ciega. Su desgracia no le impide llenar su vida de colores, de la ternura que derrama cuando su voz de terciopelo llena de sabiduría cualquier conversación. Ejerce una atracción especial por lo bondadoso de su rostro. María es la sencillez. Vive sola. Cuando murieron sus padres se mudó al piso bajo de nuestra urbanización. Lo comparte con su perra Kika y pasa horas meditando en un pequeño jardín lleno de plantas y flores. Rosa, mi pareja, es su amiga desde la infancia. Nos confesó que había elegido el sitio para no sentirse tan aislada ya que su hermano Luis es uno de esos enfermeros que encontraron trabajo y seguridad laboral en Londres y allí reside felizmente casado con una colombiana de su misma profesión. Viene en verano y Navidad a llenar su sed de ausencias y a darle muchos abrazos a su hermana. María es feliz esos días. El resto del año, Rosa, mis dos hijas y yo somos su única familia. Aun así su afán de aprender, su deseo de crecer, su curiosidad por todo lo que no puede ver la mantiene llena de vitalidad. Hace tiempo acordamos que tanto Rosa como yo le teníamos que ir leyendo libros al tiempo de hacerle compañía. Conocía el Braille pero siempre decía que leer de aquella forma no la impactaba tanto como oír una voz amiga.
Hoy me ha recibido con un monólogo. Cuando me disponía esta tarde a iniciar la lectura, su mano buscó el libro, lo cerró cuidadosamente y me dijo:
– Cada día, cuando vienes a llenar mis sombras con la luz de tu palabra, doy gracias infinitas por tenerte como amigo.
-Bah, ya sabes que para nosotros es un placer compartir estos momentos contigo.
– Mis reducidos espacios se ensanchan cuando le entregas el eco de tu voz a mi esperanza y mi soledad es más llevadera cuando te escucho y te imagino ahí, sentado a mi lado, haciéndome la caridad de tu impagable compañía pero ayer tu libro, nuestro libro, discurría por los colores de la primavera y he pensado que hoy en lugar de leer me enseñes cómo son los que me rodean. La oscuridad es la vida de mis ojos y del resto nada sé.
Repuesto de mi inicial sorpresa por tan brusco cambio en nuestros hábitos comencé:
-Amiga, el color de tus ojos es azul como el mar cuando el sol refleja sus rayos en las aguas. Y por decirte algo que tienes cercano todos los colores se condensan en tu jardín. Por cierto, sabes lo que es el arco iris.
-Claro que lo sé. Cuando llueve la luz atraviesa las gotas de agua y forma un arco en el horizonte.
-Pues ese arco es como una diadema que se posa en tu cabeza y sobre ella se concentran todos los colores: el rojo que es pasión, el naranja que es sensualidad, el amarillo que es energía, el verde que representa la naturaleza, el azul que indica paz y seguridad, el índigo que significa tranquilidad y el violeta que es la calma, la creatividad y el misterio. Los colores, amiga mía, están en ti, viven en ti. Tú eres la suma de esos colores. Y ya que hablamos de arco iris te recuerdo que la bandera de esos movimientos sociales que representan las distintas formas de amar adoptaron precisamente esos colores para demostrar esa diversidad de maneras de atraerse las personas.
-Hoy me has dicho que llovía ¿De qué color es el agua de lluvia?
-La lluvia no tiene color
-¿Cómo mis ojos?
-Tus ojos tienen color, lo que no tienen es vida porque la oscuridad los asesinó al nacer. No sé cómo explicarte el color de lo incoloro. Es algo así como si las personas no ofrecemos nada porque nuestro vacío interior, nuestras frustraciones nos convierten en seres sin alma.
-¿Tú tienes frustraciones Julián?
-Todos tenemos alguna, un deseo que no puedes cumplir, algo que quisieras poseer y es inalcanzable para tu economía, visitar algún país lejano, no haber sido capaz de terminar la carrera que comencé, no encontrar la manera de reanudar la relación rota con mi hermano, haber perdido alguna de las ilusiones que empujaron mi juventud, no haber mantenido una relación más fluida con mi madre para poderle contar mis cosas, y un montón más que serían motivo de una charla más larga. Pero anda volvamos a los colores.
-Me hablabas de seres sin alma, ¿de qué color es el alma?
-Según si está viva, si ama, si sabe reír y llorar está llena de colores. Pero si es fría, ausente, nada entrega, nada comparte y nada siente, entonces es negra como boca de lobo. Y naturalmente los dueños de esas almas son mucho más ciegos que tú porque pudiendo mirar no ven y tú, sin embargo, sabes mirar y esto se aprecia en la dulzura de tu rostro que se ilumina tanto que hasta el silencio de tus ojos nos entrega un mensaje de bondad.
-Y las cosas que me gusta oler ¿de qué color son?
-Blancos los jazmines de tu patio, rojos los claveles que cuelgan de la maceta de la pared y, fíjate, color rosa las rosas que tienes junto a la enredadera, y rosa también el color que os ponéis en las camisetas por el Día de la Mujer.
-Ahora que lo dices, oigo en la radio que este año se están disparando las agresiones y los asesinatos de mujeres. ¡Cómo es posible tanta maldad ¡
-Es cierto María, parece que la llegada del verano desata todas las perversiones. Antes no teníamos datos precisos. Vivíamos aferrados al molde impuesto por una sociedad en la que la mujer era una actriz secundaria, sin derechos, casi sin consideración de persona, con la única misión de parir. Y esa calculada definición de ama de casa o de persona dedicada a las labores propias de su sexo como rezaba la terminología oficial. Al fin vino la democracia y la mujer empezó a ocupar su lugar en la sociedad y ahí las tienes ahora al frente de empresas de primer orden o destacando en el deporte, en la vida política y hasta en la militar. Ha sido un camino largo que aún guarda reticencias y tics del pasado que devienen en esos crímenes pasionales o en esas agresiones sexuales tan canallas.
-Esto me lleva a preguntarte por cosas negras como el color que envuelve mi ceguera
-Bueno, lo negro es la oscuridad, la ausencia de color vivo y alegre. Cuando queremos representar la tristeza, lo negativo, lo que nos sume en la desdicha y la desazón decimos que esta vida es negra como noche nublada. Sin embargo, no todo lo negro es malo. Baste un ejemplo: millones de seres de este mundo tienen ese color en su piel.
-Ahora que lo dices, también oigo con frecuencia en la radio eso de la inmigración de personas de esa raza negra que vienen en barcos de madera destartalados, que muchas de esas criaturas son niños y mujeres encinta que no consiguen ni llegar y mueren por esos mares de Dios y que están dando lugar a problemas entre los políticos porque algunos no quieren que vengan y otros no quieren que se concentren en un solo punto.
-Es cierto María, ese problema se acrecienta y si no se toman medidas originará conflictos entre las regiones y con otros países. Además, muchas de esas personas son menores que llegan sin familia a intentar labrarse un porvenir y hay quienes piensan que como jóvenes son impulsivos y causantes de discordia.
– Cómo puede haber gente tan deshumanizada que no entienda que son seres que en su mayoría huyen de guerras y de situaciones de hambre y miseria y que tratan de alcanzar un futuro mejor. A veces pienso que existe más ceguera en los videntes que en aquellos que tenemos esta desgracia de no ver.
-Llevas razón, amiga mía; a veces los progresos se malinterpretan y los egoísmos se acentúan. En lugar de ver hermanos en los otros vemos enemigos que vienen a quitarnos lo nuestro. Por eso querida amiga la vida se viste a veces de color negro
-¿Negra la vida?
-Cuando los humanos nos llenamos de ambiciones, de deseos de poder, de intolerancia, de odios indisimulados, cuando un hombre maltrata a una mujer, cuando mueren niños de hambre en ese cuerno de África o en los campamentos de refugiados, cuando los hombres se matan unos a otros en guerras absurdas y las pandemias se han llevado por delante la vida de millones de criaturas, muchas de ellas jóvenes, la vida se convierte en un oscuro desierto lleno de almas negras, luces negras, soledades negras. Sí, María, la vida a veces también tiene el color de la tristeza: negra, muy negra.
-Triste me dejan tus palabras, Julián, pero tiene que haber alguna esperanza. La vida no puede ser una sucesión de aconteceres a los que asistimos impávidos como si nada ocurriera. Tiene que haber algo más que la tristeza y el llanto porque de lo contrario me reafirmaría en lo que antes te dije acerca de la ceguera de los videntes.
-Solamente el amor en todas sus acepciones puede evitar que el mundo se vaya a pique. Vivimos en un hogar común que nos empeñamos en destrozar, no somos esas hormigas ejemplares como sociedad que tanto nos enseñan, malogramos día a día el don de la inteligencia y hasta puede ser que algún día las máquinas se hagan cargo de nuestras incapacidades y pasaremos a ser esclavos. Si eso llegara a ocurrir, el mundo habría escrito su propio epitafio.
-¿Me dejas que te abrace?
-Claro que sí
Junté mi cara con la suya y sentí cómo resbalaban mis lágrimas.
-¿Por qué lloras?
-Por no poder darte uno de mis ojos para que pudieras llenar con tu mochila de buenos sentimientos mi ceguera.
RELATO DEL TALLER DE:
Taller de Escritura Creativa SuperiorDeja una respuesta
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María Isabel López Ben
07/10/2024
Una pequeña corrección. Mi nombre es Julio, si bien Jorge no me disgusta.
Rectificado Julio. Gracias y mil disculpas!
Es un relato lleno de ternura, comprensión, empatía… maravilloso.Es tan real como lo es la vida de tantas personas que,a pesar de sus problemas,encuentran a otras que le dan ayuda, compañía y amor..
Mi enhorabuena a Julio Pulido,poeta y escritor notable
Me ha encantado.Un gran abrazo 🦜🕊️🍀🌹