RELATO – MARÍA JOSEFA SÁNCHEZ ÁVILA

Por MARÍA JOSEFA SÁNCHEZ ÁVILA

Era más temprano de lo habitual, la abuela despertó a josefina. Vamos, vamos, date prisa, ponte este vestido nuevo y el abrigo que te trajo ayer la mamá, hoy vas de estreno, tenemos que salir pronto, está a punto de venir un taxi a la puerta, el abuelo ya ha salido. La niña despertó sobresaltada, se incorporó y miró a la abuela, estaba vestida toda de luto muy riguroso, una grande mantilla negra cubría parte de su silueta «dicho sea de paso su estatura era más bien pequeña. En esa época las mujeres se ponían una mantilla para asistir a misa de una gasa finísima, más cuando se trataba de luto el manto era más tupida. La que llevaba la abuela era super grande, le cubría desde la cabeza hasta media pierna, apenas asomaba un palmo de la falda que por supuesto también era larga y negra. Josefina sentada en la cama quedó quieta, sorprendida. Vamos insistió la abuela Antolina, no te quedes hay, como un pasmarote, mira qué bonito abrigo beige con sobrerito a juego, lo ha confeccionado la mamá, y a tu hermana le ha hecho otro de color rojo granate con sombrerito de media pamela ondulada, seguro que en contraste con su pelo negro y esa cara tan bonita parecerá una preciosa muñeca. La abuela al tiempo que hablaba estas cosas le salía grandes lagrimones que no podía reprimir, sollozaba y se limpiaba de continuo las lágrimas, Josefina vio como sacaba varios pañuelos de un cajón y los metió a un bolso, sus manos temblorosas, casi no atinaba a llevar el pañuelo a los ojos que ya estaban rojos de tanto llorar y restregarse. La abuela no era una mujer de dar cariño, josefina no recuerda de ella una caricia amable, ni un beso, siempre hablaba con autoridad y dando órdenes, Según sus hijos ambos cónyuges eran así, como si fuese la mejor forma de educar a los hijos con rectitud y honestidad. La sensibilidad de la abuela en ese momento le pareció a Josefina fuera de lo habitual, a pesar de ser una niña, con menos de siete años, pensó que algo grave pasaba, le vino a la cabeza que días antes oyó decir que el abuelo paterno estaba enfermo y después de esa noticia soñó con su muerte y despertó llorando…Como si fuera verdad, ¡qué bien que solo fue un sueño! Pero…»en este momento podía ser ¡verdad» Pensó.
Un día antes, vino la mamá de Josefina en bicicleta desde Benijófar pueblo donde vivía, a Benijófar donde vivían sus padres, ambos pueblos son de la provincia de Alicante. Josefina estaba con ellos, con los abuelos maternos pasando algunos días. Josefa trajo los regalos de reyes, un vestido, un abriguito beige con un sombrerito del mismo paño que el abrigo, esto lo confeccionó Josefa que era modista. La abuela llamó a Josefina que estaba jugando en la calle, ven, ven pronto ha venido la mamá vino a verte, cuando llegó Josefina la mamá la abrazo y atrajo hacia sí, cogiéndola por el talle Josefina contenta y feliz por los regalos. La madre la besó al tiempo que dijo lo siguiente … si alguna vez me pasa algo… tú siempre con la abuela. Al poco, cogió su bici y marchó a Benijófar. (Era víspera de Reyes).
Mientras se vestía, la abuela Antolina le trajo la ropa nueva que le trajo su madre el día anterior. Ella se sintió bonita y no comprendía porqué lloraba tanto la abuela, se preguntaba si acaso el abuelo de Benijófar estuviera muy mal, la situación era triste, pero ella estaba ausente del drama que se avecinaba. Enseguida estaban en la calle, era muy temprano, posiblemente las ocho de la mañana.
El abuelo ya estaba el primero esperando, el taxi llegó. Como siempre el yayo no paraba de refunfuñar, la tía Manuela hermana del abuelo Antonio salió al mismo tiempo de su casa y también subió al taxi, dijo… ¿le habéis dicho algo a Josefina? el abuelo secamente respondió ¡no! Josefina siempre alerta exclamó, sé que alguien se ha muerto, todos lleváis ropa negra, solo veo esto cuando hay entierro. Transcurrida media hora de trayecto sin que cruzaba palabra, era evidente la amargura que se reflejaba en sus rostros, la abuela con profundos suspiros y lágrimas, su pañuelo moquero estaba empapado, solo Josefina hablaba sin parar mientras miraba a través de la ventanilla del coche expresando que algún día tendría un bonito coche y viajaría mucho.
Al llegar al pueblo de Benijófar, Josefina quedó muy sorprendida y asustada, la Calle Abajo donde vivían sus padres estaba abarrotada de gente, todo el pueblo acudió al lugar por semejante desgracia. Ha Josefina le pareció que aquel gentío, esperaban la aparición de ella y de los abuelos, intentó abrirse paso de entre tanta gente que con sollozos le abrazaban al paso. Se deshizo de los brazos que intentaban decirle algo que ella no quería escuchar, se apresuraba para alcanzar el dormitorio, alguna vez estuvo en un sepelio con la abuela y siempre en el cuarto estaba el difunto. ¿sería el abuelo? «había estado enfermo “buscó a su madre segura de que su madre le diría que es lo que ocurría, ¡que estaba pasando! todavía no sospechaba la magnitud del drama que se le venía encima. «Al llegar al dormitorio no vio a mamá,» empezó a reflexionar sobre las frases sueltas que alguien quiso decirle cuando la vieron desenfrenada, en busca de mamá, Taciturna, sin saber a dónde dirigir sus pasos, decidió escabulléndose de tanto bullicio, se negaba a escuchar de lo sucedido. salió a la calle en busca de una gran piedra donde solía sentarse a comer un bocadillo. Se dejó acariciar por el sol. Triste, cabizbaja pensativa. Vió venir al papá y corrió a su encuentro, dio a su padre un fuerte abrazo, quedo quieta, así apretada a su padre. Pepe, le dijo con apagada voz…La mamá ha muerto. Josefina le dio un fuerte empujón hacia atrás al tiempo que como era su costumbre para mostrar inconformidad pegó fuerte patada contra el suelo diciendo a la vez… ¡¡¡Tú
también…!!!¡Con mucha rabia y enojo! por alguna razón creyó que su padre le diría algo diferente a lo que ya sospechaba. Aturdida del todo, corrió y decidió mezclarse entre la gente para saber qué decían, hablaban entre sí, al advertir la presencia de ella callaban, esto le hizo adentrarse más entre grupos disimulando su interés de escuchar y saber, es así que se iba enterando de tanta información, cada grupo comentaban más y más diferentes escenarios. En otro grupo también dijeron que esperaban que vendrían los familiares más cercanos y la aparición de el Señor Juez, vino un sacerdote y dirigió unas palabras a los presentes, también hizo acto de presencia un Pastor Evangélico, este fue Fermín, tío de mamá la familia de Josefa eran Evangélicos luteranos, también dirigió a las presentes palabras de consolación.
Seguidamente El Señor Juez leería una carta que Josefa dejó escrita. Tardé muchos años en saber el contenido de aquella misiva. Alguien la vio escribir, también la vieron bordando las camisas de papá, Josefina de un sitio iba a otro cuando alguien se daba cuenta de que ella estaba cerca callaban, pero ella se iba enterando cada vez más Alguien aconsejó a Josefa que fuera al médico porque estaba mal y ella se negó. Al parecer después de regresar de ver a Josefina y llevarle los regalos de Reyes se fue, a hacer algunas compras, llegada la noche desapareció, nadie la había visto, empezaron a buscar por donde creyeron, la noche era muy fría. Los que salieron a buscarla llegaron a un pueblo cercano y entraron a un bar a tomar un café. Alguien entró a la cafetería y dijo…han encontrado en las vías del tren a una mujer, iba vestida de hombre. Los que la buscaban se dirigieron al lugar, estaba tapada con una sábana.
Junto a su cuerpo la carta que escribió pillada con una piedra, según se podía suponer, que su intención era, para que no la llevara el aire con la velocidad del tren, también los pantalones pensados para que las faldas no dejarían al descubierto su figura. Con los años Josefina supo mucho más sobre la decisión tremenda de su madre de no querer vivir y no padecía depresión.
¡No paraba de escuchar aquella horrenda frase, ¡se ha tirado al tren! ¡en un sitio, y otro, y otro! Despavorida siguió descubriendo frases horribles que quedarían para siempre en su memoria. Por primera vez conoció la palabra suicidio, escucho a alguien decir que estaba embarazada, que llevaba un niño en su vientre, al verla callaban, entre aquel gentío una mujer de pelo blanco y muy religiosa dijo… ¡No estará en el cielo, esto es obra de diablo! La misma señora al darse cuenta de que Josefina estaba cerca se acercó, la abrazó parecía arrepentida, pero no, le habló lo siguiente. Te llevarán a una iglesia que no creen en la Virgen, no te olvides de lo que te hablo, le dijo severamente, con el dedo índice alzado… ¡acuérdate siempre de la virgen santísima! ¡Todo era horroroso! una buena mujer observó la situación, se acercó y quiso aliviar su sentir. Josefina hacía esfuerzos para no llorar y gritar con rabia, ¡se reprimió! aquella buena mujer le dijo palabras para aliviar su sentir, Josefina apreció la bondad de la señora, esta le acariciaba el pelo y limpió sus ojos de las lágrimas que asomaban y recorrían por su rostro, besó su frente, con tono pacífico dulcificó su sentir. Josefina espontáneamente se abrazó a ella, la buena mujer le apretó contra su pecho diciendo…acuérdate siempre que hay un Ángel que siempre estará a tu lado seguro serás una niña buena.

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