VEO ORO DONDE OTROS NO QUERÍAN VER NADA – JUAN ANTONIO MORALES ÁLVAREZ
Por Juan Antonio Morales Álvarez

Contar la historia de cómo se construyó un polígono industrial posiblemente no sea muy atractiva, pero contarla como yo la viví, tiene su interés por las aventuras y avatares pasados durante los años de su construcción, sobre todo al principio.
Nuestro pueblo contaba entre sus propiedades con una finca municipal de más de 100 hectáreas, que lindaba con la salida de la Autovía A5, entre las dos capitales de la provincia, Badajoz y Mérida. Dicha finca estuvo dividida muchos años en lotes pequeños de tierra de secano que se adjudicaban a los vecinos de Lobón, cobrando el Ayuntamiento por la renta anual de todos los lotes unas 700.000 pesetas de entonces (4.200 € de ahora).
Aquello dejó de ser rentable y había que buscar otros usos, de ahí, que uno de los posibles fuera la construcción de un polígono industrial.
Esa idea y la posición en la que se encontraba el terreno fue la que nos hizo embarcarnos en una aventura apasionante que contó en sus principios, hasta con la presencia del embajador de Israel en España. Afortunadamente, hoy es un referente industrial en la provincia de Badajoz. Pero para conseguir eso tuvimos que esquivar y saltar muchas piedras que nos encontramos en el camino.
Nuestro municipio tiene unos 3.200 habitantes, y en aquellos momentos no tenía capacidad de promover la construcción de un polígono industrial, por lo que busqué el apoyo de otras administraciones, como lo fue el ministerio de fomento en Madrid, y la dirección general de promoción industrial de Extremadura. A los primeros no les interesó, al segundo, después de muchas peticiones de entrevista, conseguí que me recibiera en su despacho para nada, pues aunque mostró su interés en el proyecto, actuó, como diría el locutor José María García de Pablo Porta, “Sin una mala palabra por delante”, ofreciéndome todo su apoyo en el despacho, pero “ni una buena acción por detrás”, pues me envió a un esbirro los días siguientes a visitar el terreno, y éste señor me espetó en la puerta del campo de fútbol, lindando con el terreno: “Juan Antonio, aborta, que aquí no hay futuro. Hemos estudiado el proyecto y no podemos participar en ello…”. Le dije: ¡¡Cómo… pero si el director general me dijo que si nos apoyaría… y además, yo veo oro en este terreno…!!. Me insistió, “Aborta, que aquí no hay nada que hacer…” y desapareció. Este fue el comienzo de lo que es hoy una de las mayores superficies industriales de Extremadura. Mientras más problemas me ponían, más me crecía para conseguirlo, pues yo tenía claro que allí había oro y lo tenía que demostrar.
En ese momento me puse a buscar posibles inversores que quisieran entrar a participar en dicho proyecto, encontrando a uno al que le ofrecí una parte de los terrenos a cambio de que los urbanizara y posteriormente los pusiera en el mercado.
Esta empresa me puso a disposición a todo su equipo de técnicos, topógrafos y diseñadores, con los que empecé a diseñar lo que sería la primera maqueta del futuro Polígono Industrial de Lobón, ocupando unas 20-30 hectáreas inicialmente.
Cuando ya tuvimos todo el diseño de cómo sería el trazado y la superficie a ocupar en ese primer proyecto, volví a ofrecerle los terrenos al empresario, el cual me pidió que primero se realizara el proceso administrativo de recalificación de los terrenos a uso industrial y luego lo sacara a subasta.
A partir de ese momento, primeros del año 2.000, y teniendo definido el perímetro del primer proyecto del suelo a Industrial, apareció el primer interesado en comprar una parcela para instalar su almacén de productos de la flor para venta al por mayor en toda Extremadura, creando en torno a 6-8 empleos, al que le vendimos 6.400 M2.
El segundo interesado fueron unos inversores israelíes que estaban interesados en instalarse en nuestro pueblo. Querían una superficie de 35.000 M2. Como era bastante superficie y en el diseño realizado no habíamos previsto parcelas de ese tamaño, lo que hicimos fue aumentar la superficie en una de las calles principales, con el fin de poder licitar la venta de esta, una vez recalificado todo el nuevo perímetro designado. Se dio la circunstancia que, a estos inversores, les “invitaron” en la Junta de Extremadura a instalarse en otro municipio, debido a que un servidor era del Partido Popular, y los de la Junta no querían que saliese adelante la construcción del polígono industrial. Los inversores se negaron a cambiar de pueblo, argumentando que ya habían apalabrado el terreno y las condiciones, y ellos eran gente de palabra. Poco menos que le insinuaron con quitarles las subvenciones si finalmente se instalaban en nuestro pueblo, respondiéndoles que a ellos no les hacía falta las subvenciones para instalar la industria que habían planificado como inversión. Afortunadamente, todavía quedaban personas que, con el apretón de manos, aquello se consideraba un contrato, y así fue.
El atractivo que tenían las parcelas que íbamos a poner a la venta era la posición que tenían con respecto a las dos capitales de la provincia, conectadas por la Autovía A5, y el precio de venta que pusimos al inicio para atraer inversores a nuestro pueblo, pues comenzamos a vender a 50 pesetas el metro cuadrado (0,30 céntimos de € de los actuales).
Ese precio fue aumentando a medida que íbamos vendiendo parcelas para poder ingresar los costes de urbanización que el Ayuntamiento tenía la obligación de realizar. Al vender esas dos parcelas comprobé que lo que le dije al “esbirro” que me enviaron de la Junta de Extremadura, era cierto: “veía oro en aquellos terrenos”, pues a partir de ahí, se vendieron como “Churros” el resto de pequeñas parcelas que habíamos diseñado. A partir de ese momento decidí que ya no vendería los terrenos al empresario que me ayudó con el diseño y topografía del primer proyecto, pues no le veía con mucha ilusión de llevarlo a cabo, siendo el propio Ayuntamiento el que promovería tanto la construcción y desarrollo del proyecto, como la promoción y venta de las parcelas resultantes.
El comienzo del incipiente polígono industrial no pudo tener mejor bautizo, pues contamos con la presencia del entonces embajador de Israel en España, cuestión ésta que nos dio un espaldarazo importante de apoyo a lo que sería nuestro proyecto.
Desgraciadamente, para la Junta de Extremadura aquel hecho no tuvo mucha relevancia por tratarse de un alcalde del PP y, ante la inauguración de aquella industria de capital israelí, que invitaron al gobierno de Extremadura, no acudió ni el presidente, ni un consejero, ni un director general, enviaron al director de la entonces sociedad de fomento industrial de Extremadura, (Sofiex). Todo porque a pesar de haberles pedido que no se instalaran en nuestro pueblo, ellos tuvieron muy claro desde el principio que sería aquí
donde llevarían a cabo su proyecto de inversión.
En mi discurso de inauguración de aquella empresa, recuerdo las palabras que dije: “Estoy muy emocionado y contento de poder inaugurar la primera empresa que se va a instalar en lo que deseo que sea una de las mayores superficies industriales de Extremadura”. El Embajador de Israel correspondió en su discurso diciendo: “Al igual que el alcalde, yo también estoy muy emocionado y contento de poder inaugurar la primera empresa israelí que se va a instalar en lo que será, seguro, una de las mayores superficies industriales de Extremadura”. Aquellas palabras fueron un apoyo muy importante para nuestro proyecto por venir de quien venían, en un foro de inauguración muy significativo, pues fueron invitadas muchísimas empresas de la región y numerosos medios de comunicación extremeños.
Aquella inauguración corrió como la pólvora y comenzamos a vender pequeñas parcelas para varios proyectos posteriores, incluyendo la posibilidad e interés de que un gran proyecto de capital americano, del grupo PepsiCo, se posicionara también en nuestro polígono industrial para construir una planta de tratamiento de maíz para consumo humano.
La captación de esta inversión fue uno de los logros más importantes de nuestro polígono, pues, si ya lo fue que los israelíes se vinieran con nosotros, conseguir que los americanos también se decidieran, sería una muestra más del éxito que podríamos tener con las siguientes ventas futuras.
Resulta que esta sociedad llevaba muchos años colaborando con la cooperativa “El Pradillo” de Talavera la Real, pueblo a 15 km del nuestro, por lo que era este pueblo la principal opción para la instalación del proyecto.
Recuerdo que visitaron varios pueblos de las “Vegas Bajas del Guadiana”, entre los que se encontraba el nuestro. Después de muchas e intensas reuniones en todos los
ayuntamientos, se decantaron por el terreno sito en el polígono industrial de Lobón.
La noticia de que el grupo PepsiCo se instalaría en Lobón, provocó una Moción de Censura en el Ayuntamiento de Talavera la Real, pues supuso un shock en dicho pueblo que el principal socio de muchos años de su principal cooperativa agrícola no eligiera Talavera la Real para la instalación de la nueva central que iban a construir.
Moción de censura, que protagonizaron la mitad de los concejales del Psoe, que gobernaban aquel ayuntamiento, y que fueron a la casa del PP para ofrecerles la alcaldía porque entendían que el entonces alcalde socialista no defendió convenientemente el hecho de que PepsiCo se quedara en Talavera para su inversión de más de 1.000 Millones de las antiguas Pesetas que iba a instalar en Lobón.
Dicho y hecho, se juntaron, sumaron mayoría absoluta, y se fueron al pleno municipal, en menos de un mes Talavera la Real pasó a tener una alcaldesa del partido popular, apoyada por la mitad de los concejales del psoe. Todo porque los americanos se decidieron por Lobón para instalar su inversión y su alcalde no consiguió que se quedaran en Talavera.
Ante aquella decisión me puse en contacto con la empresa consultora del proyecto para que me contaran donde, o en qué estuvo la decisión de instalarse en nuestro pueblo.
Me dijeron que en todos los Ayuntamientos que iban se encontraban con un montón de técnicos municipales y otros tantos políticos que no resolvían nada, pues solo ponían pegas y discusiones entre ellos. Sin embargo, llegábamos a Lobón y solo nos recibía el alcalde, hablando un poco de inglés con el americano John, que traía su traductor para preparar las reuniones, y ante cualquier problema que pudieran ver los consultores, el alcalde lo resolvía en un instante. Fue la determinación por solucionar los problemas burocráticos, y la clara y rápida toma de decisiones, la que hizo que los americanos optaran por instalar su industria en Lobón. Este proyecto supuso la segunda ampliación de suelo del polígono industrial, aumentando en otras 12 hectáreas la superficie a vender.
Para mí, personalmente, aquel éxito me reafirmó que estábamos ante una oportunidad única de conseguir que nuestro pueblo albergara aquel impresionante proyecto, pues al igual que el anterior, este tuvo una resonancia exponencial, no solo por quienes venían a invertir, sino por el efecto que produjo en el pueblo de al lado, cayendo la alcaldía del mismo.
La noticia de que PepsiCo se instalaba en nuestro pueblo y los efectos posteriores hizo que otros inversores optaran por venirse a nuestro poligono, cuestión que aprovechamos para abrir las puertas a otros tantos proyectos que vinieron después del anuncio de esta inversión. De hecho, las ampliaciones de suelo rustico, a uso industrial las aprobábamos de 20 en 20 hectáreas y varias de ellas en un mismo año, debido a la alta atracción y petición de suelo que tuvimos de importantes empresas.
Lo grande de esta historia es que la construcción del polígono industrial fue ejecutada íntegramente por el Ayuntamiento con los pocos medios propios que disponíamos y la colaboración de empresas externas (Topografía y maquinaria) con las que empezamos la construcción de los viales del polígono. Aprendí a utilizar herramientas informáticas utilizadas por arquitectos e ingenieros, como el AutoCAD, que lo manejaba principalmente para medir, insitu, la extensión de las parcelas que luego tendríamos que vender, o para dibujar la siguiente ampliación de suelo que tendríamos que diseñar.
Después de todo lo vivido en esta aventura, me alegro por haber optado a ejecutar el polígono de la manera que lo hicimos, pues, de otra forma, no se hubiera logrado lo que es el magnífico polígono industrial de Lobón en la actualidad.
Hoy en día, contamos con una de las grandes superficies industriales de Extremadura, principalmente por aquella iniciativa y visión que tuvimos, por el enclave en el que se situaba, y por el tesón y la perseverancia con la que me empleé para sacar adelante este proyecto, pues en estas líneas solo he contado una parte de las muchas historias vividas para conseguirlo.
El Oro que al principio veía, se plasmó en que el Ayuntamiento cobró, por la venta de todas las parcelas, más de 1.000 millones de las antiguas pesetas, que empleó en la urbanización del polígono industrial, y en la construcción de diversas e importantes obras públicas en el pueblo, consolidando un espacio de creación de empleo y sobre todo de generación de riqueza, pues en impuestos ya consolidados, los ingresos del Ayuntamiento se duplicaron con la nueva superficie creada. Todo un hito para un municipio pequeño como el nuestro, del cual me siento muy orgulloso
RELATO DEL TALLER DE:
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