HISTORIA DEL AUTOBÚS AGRESIVO
Por Sergio Colado
16/06/2015
Tono cercano
Estábamos parados en el semáforo cuando, de repente, oímos un estruendo al tiempo que notamos una fuerte sacudida. No podíamos creérnoslo. Un autobús había pasado rápido por nuestro lado derecho sin parar y llevándose consigo nuestro retrovisor.
Bajé como un rayo a ver qué había sucedido.
Nos había marcado todo el lateral. Corrí tras el autobús que, por suerte, había tenido que parar en el semáforo más adelante.
El tipo no me abría la puerta así que me puse delante de él exigiéndole que me dejara entrar. ¿No habrías hecho tú lo mismo?
Al final, después de mucho insistirle, me dejó pasar pero el conductor no quiso hacerme caso, a pesar de mi insistencia. Era increíble, había pasado arrasando todo a su paso y destrozando nuestro coche pero no quería ni bajar a mirarlo. La gente del autobús nos miraba sorprendida mientras discutíamos. Era un tipo desagradable que no atendía a razones y me invitó a bajar de nuevo despreocupándose de lo sucedido.
Anoté su nombre y matrícula y acabé denunciándolo a la policía.
Mi seguro se encargó de todo y, por lo que me dijeron, el servicio de transportes metropolitanos asumió el accidente, aunque creo que no sancionaron a ese impresentable.
Tono cercano revisado
Estábamos parados en el semáforo cuando, de repente, oímos un estruendo al tiempo que notamos una fuerte sacudida. Menudo tortazo nos dieron. Los pelos se me pusieron de punta y me entró una mala leche por todo el cuerpo que no pude evitar salir dando un salto del choche al ver mi espejo retrovisor colgando.
Nos había pasado a toda velocidad por nuestro un autobús.
Nos había marcado todo el lateral. Corrí tras el autobús que, por suerte, había tenido que parar en el semáforo más adelante.
Aunque le dije de todo, el tipo no me abría la puerta así que me puse delante de él exigiéndole que me dejara entrar. ¿No habrías hecho tú lo mismo?
El tipo no me abría y me estaba poniendo histérico de rabia. Menos mal que, al final, después de decirle unas cuantas cosas, me dejó pasar. Pero el conductor no quiso hacerme caso. Ese tipo maleducado y engreído pasaba de mí. Le dije que había pasado arrasando nuestro coche pero el tipo no quería ni bajar a mirarlo. Vi que la gente del autobús nos miraba sorprendida. ¡Encima iba yo a ser el malo!
El tipo desagradable me invitó a bajar de nuevo pasando de lo que había hecho así que anoté su nombre y matrícula para poder denunciarlo a la policía.
Mi seguro se encargó de todo y, por lo que me dijeron, el servicio de transportes metropolitanos asumió el accidente, aunque creo que no sancionaron a ese impresentable.
Tono distante
El vehículo estaba parado en el semáforo cuando un autobús de línea pasó a toda velocidad por su derecha golpeándolo y llevándose el espejo retrovisor.
El copiloto saltó fuera del vehículo a toda velocidad para observar el destrozo. Al ver lo sucedido, salió a toda prisa detrás del autobús gritando y gesticulando airadamente pidiendo que bajara el conductor.
Había tenido que parar en el semáforo siguiente pero no hizo el más mínimo caso.
El copiloto, a la vista del pasotismo del conductor, se puso delante del vehículo para exigirle que abriese la puerta. Éste, tras un rato tenso, accedió.
El copiloto entró y ambos discutieron. Los pasajeros observaban estupefactos ante la ira del copiloto.
El conductor se negó a reconocer los hechos e invitó al copiloto a que bajara del vehículo. Éste salió del autobús maldiciéndole, no sin antes tomar la matrícula y el nombre del conductor, a quien luego denunció a la policía.
Unos días después el seguro del conductor del vehículo siniestrado se encargó de todo y acabó consiguiendo que el servicio de transportes asumiera la fechoría. Pero la víctima del accidente no quedó del todo contenta puesto que esperaba un escarmiento para el conductor del autobús.
RELATO DEL TALLER DE:
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