VIVIR PARA MORIR EN VIDA
Por Belén Nieva
11/03/2021
Capítulo 1: Yo confieso
Juro que soy un buen hombre pese a lo que pueda parecer. De pequeño era la mofa del poblacho: llorica, cobarde y enclenque. Tuve todo sin quererlo y me muero vacío, y en ese todo también incluía un padre con un capital importante, así que ser “hijo de papá” me venía al pelo. Siempre me persiguió ese no sé qué de los pueblos, un incesante sentimiento de odio y no sabría expresar el porqué: si me casaba era porque “iba p’alante”; si estaba soltero era por ser un “mermelada”; si mi mujer no quedaba embarazada era porque “me había salido hueca”. Nunca tuve por costumbre hacer matanza en casa, la compraba hecha porque me era imposible clavar el cuchillo a un animal. Llevo cuarenta y siete años en silencio, aguantando malas miradas, escuchando letras de canciones que sólo dicen patrañas. Ya tuve bastante con ser “hijo de” y quiero irme en paz, joder. Me queda poco tiempo y el pueblo necesita conocer la verdad.
Mucho se ha dicho de lo que sucedió aquel verano de 1939 pero nadie ha sido capaz de preguntarme por aquello. Han intentado emborracharme, como a los tontos del pueblo que con tres carajillos largan lo más grande, pero nunca fui de esos. El bar lo pisé poco, sólo en las fiestas grandes. No temblaba en decir que no y de tanto decirlo los pocos que quedaban sin envenenar el pueblo me fueron dando la espalda. Pero cómo iba a beber, ya sería el colmo: cornudo, apocado y borracho. Así que decidí no probar ni una gota de alcohol a la vista de nadie, me lo reservaba para las ocasiones especiales.
Pero remontémonos a agosto de 1934. Eulalia tenía dieciocho años recién cumplidos y muchos pretendientes detrás. Se podía decir que era la joven más bella del pueblo y Anselmo, que también era “el Guapo”, andaba tras ella. En el grupo de amigos al que pertenecía este, Eulalia era considerada un trofeo. Mis padres no paraban de decirme
que debía buscarme a una buena mujer y ella aparentaba serlo. Aun así ellos me vetaron hablar con Herminia, decían que ya había conocido demasiado mundo; con Jacinta tampoco porque era hija de “El Chulapo”; con Sonsoles ni la hora, no tenía buena reputación. Así que aproveché la coyuntura de que el padre de Eulalia trabajaba con el mío en el ayuntamiento por las mañanas para rondarla. De modo que cuando ella iba a buscar a sus hermanos al colegio o venía de la compra, yo siempre estaba cerca de su casa para ayudarla o saludarla. Y así estuvimos varios meses hasta que me decidí a mostrar mis respetos a su padre para casarnos. Aunque poco duró nuestro romance, al siguiente año de contraer matrimonio me tuve que ir a luchar al frente.
Capítulo 2: “El Guapo” también llora
En el pueblo me llamaban “El Guapo”, menos mal. Mis padres no fueron los que eligieron mi nombre sino el santoral, como era costumbre. Y a pesar de las gracias que pueda llegar a tener, vivo en un tormento. Bebo los vientos por una mujer casada, y no con cualquiera sino con Tomás, ahora en el frente. Corazón y mente me dicen que es el momento de actuar. Seguramente que Tomás no tenga la misma suerte que yo, que regresé a los pocos meses porque quedé cojo por culpa de una bala que no me quitaron a tiempo y me hizo volver antes. Y digo suerte porque él es un enclenque y no creo que su cuerpo resista tanta miseria y desaliento.
Tengo todo planeado: iré calentando mi cama poco a poco; me convertiré en un paño de lágrimas cuando reciba la noticia de que su marido ha muerto. Mientras tanto me ganaré su confianza.
Capítulo 3: Eulalia no era trigo limpio
Me casé con Tomás porque era un chico de bien. Mi padre, al trabajar con el suyo en el ayuntamiento, sabía el dinero que manejaba y el capital del que disponía, y estaba claro que era un buen partido, podría vivir cómodamente sin padecer por nada. Sin embargo, tuve que aguantar dimes y diretes desde que contraje matrimonio por no quedarme embarazada. Cuando se fue al frente me di cuenta de que el aparente amor que nos teníamos era más fraternal que otra cosa y que no quería tener hijos con Tomás, tan solo una vida cómoda, heredar y huir de aquel asfixiante pueblo de envidiosos. Cuando me enteré de que se fraguaba una guerra civil, mis planes se tornaron: una vez terminada la guerra, vendería todas las tierras, me iría a Alemania a trabajar y a encontrar un verdadero amor más allá del eco de mi familia.
Capítulo 4: Ver para creer
Con la Guerra Civil concluida, Tomás se encontró con todo el pueblo saqueado, tierras perdidas y casas derruidas. Eulalia se encontraba en la casa de sus padres, era mejor permanecer unidos. Y cuando entró por la puerta vio una estampa que se le quedaría grabada de por vida. Sus suegros no pararon de alabar a Anselmo por cuidarlos durante todo este tiempo. ¡Anselmo parecía haberlo suplantado! Él venía con la idea de que era el único del pueblo que aguantó todo su ejercicio, ya no era el débil, el cobarde, volvió sano de aquel infierno, pero al ver aquello se le pasó esa sensación. En ese momento fue consciente de la huella que le había dejado la guerra.
Eulalia estaba completamente ida. Apenas lo besó. Anselmo, por su parte, aunque no era santo de su devoción, solía mantener cierta cordialidad con él, pero se debió de perder en el campo de batalla, como todo… El tío Fortu puso al día a Tomás con el papeleo que debía seguir ahora que sus padres habían fallecido, mientras que Eulalia seguía con su trama: lo convenció para vender las tierras y el poco ganado vivo que
quedaba y así tener liquidez para cuando empezaran a llegar los hijos. Así que todos los viernes ponía rumbo a la provincia para hablar con tratantes para que hicieran todas las gestiones. Ganó una gran suma de dinero que fueron ahorrando y guardando en un maletín. Ser el hijo del terrateniente del pueblo no le aportaba nada más que disgustos, así que aceptó a buen seguro la proposición de su esposa.
Anselmo y Eulalia consumaron su relación en uno de sus encuentros a escondidas. Estaba claro que sus idas y venidas no eran sólo de dos amigos. “El Guapo” se había transformado en ese galán alemán que ella había soñado encontrar; no fue un flechazo sino una conquista diaria, sin público, no había miradas que los condicionaran, y se hacía visible el deseo (y también un vientre incipiente). Ahora que Tomás había vuelto y que las aguas tenían que volver a su cauce, no pudieron soportarlo. Así que Eulalia dio unas pistas a Anselmo del maletín que guardaban, de lo que podrían llegar a hacer con él y sin Tomás de por medio, de cómo sería su vida…
– Podría parecer un suicidio. De sobra se sabe que es débil y soportar toda una guerra hace mella.
Anselmo no parecía convencido de aquella diabólica maquinación, pero por Eulalia… Así que las fiestas de La Asunción de la Virgen fue la fecha escogida para el desenlace.
Capítulo 5: La Asunción
Las campanas avisaban de que pronto daría comienzo la misa. Era un día largo: misa de doce a una; después la procesión y la subasta de banzos; limonada de dos a tres y comida familiar. Eulalia madrugó poco, debía parecer enferma. Quedaban escasos minutos para las doce y apenas había comenzado a ponerse las medias, su plan estaba
en marcha, solo faltaba que irrumpiera Anselmo con una soga y construir aquel suicidio.
Tomás repasaba su raya del pelo y apremiaba a su mujer para que se terminara de vestir. Llegaban tarde, Anselmo no aparecía y Eulalia se moría por dentro. ¿Qué le sucederá?
¿Se habrá puesto enfermo? ¿o en el fondo no me quiere tanto como dice? – se preguntaba –.
Llegaron empezada la homilía y Anselmo no estaba allí. Dos bancos más adelante el hermano de “el Guapo” preguntó por él y todos se extrañaron de que no acudiera a la misa. Alberto fue a buscarlo, pero no estaba en casa, se había ido y con él su ropa. No quedó rastro. A la semana siguiente se presentó la Guardia Civil para hacer una serie de preguntas a los vecinos, aunque todo parecía que se fue para no volver. Pocos días después Eulalia recibió un telegrama.
“Querida Eulalia;
No quería un asesino para tu hijo, así que he reconsiderado mis actos y he decidido probar suerte en Alemania. Seguro que Tomás será un buen padre para el hijo que esperas.
No me busques porque estaré bien. Cuídate.
Anselmo.”
Eulalia empezó con un hipo desconsolado. Menos mal que era viernes y Tomás se había marchado a la capital con los tratantes. De no ser así hubiera sido un auténtico escándalo. Cuando por fin se tranquilizó dio aviso a la Guardia Civil y al Ayuntamiento de que Anselmo estaba bien y se había ido a Alemania. Entregó el telegrama como prueba a la Guardia Civil y así quedó zanjado el tema.
Capítulo 6: Adiós
A pesar de que hacía todo lo que me pedías, Eulalia, no querías cama conmigo, así que pasaba las tardes en mi tasca particular intentando dar normalidad a todo aquello, aunque no encontraba la inmunidad que esperaba. Tú, sin embargo, atinaste. Di a mi pobre hija bastarda, hecha a imagen y semejanza de su madre y aquel cobarde, que se prepare porque el dinero no la curará de este pueblo.
“El Guapo” y mi mujer intentaron asesinarme, pero antes lo hice yo: a Eulalia la maté en vida y a Anselmo lo degollé y lo lancé al pozo de “los regüeldavenenos” – los vecinos de al lado–. El día de antes tramé todo mientras tú te veías con él en el pajar de «los aldeanos» como si fuerais unos cerdos. Mi bella esposa, ama de su casa, decente y honrada… ¡Qué mentira más grande! Ella fue la que engatusó a Anselmo para matarme, llevarse el dinero de mi familia y vivir plácidamente. Pero no lo conseguisteis. Anselmo se encerró en casa aquel 15 de agosto, el día que debía simular mi suicidio; pero “el Guapo”, el bravo, el valiente, no pudo. ¡No se atrevió a poner fin a mi vida e irse contigo! Las paredes oyen en este pueblo. Pero ¿qué os habéis creído?
Verte tan triste me empujó a mandarte un telegrama en su nombre con el fin de que pasaras página y me amaras, para que fueras la esposa que debías ser, la mujer con la que me casé. Qué iluso fui y tú qué caprichosa y retorcida. Que sepas que Anselmo murió sin mencionarte, rehusó de vuestra relación y tu embarazo.
Y ahora, ¿quién es el cobarde?
RELATO DEL TALLER DE:
Taller de Escritura CreativaDeja una respuesta
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Carolina Rincón Florez
04/11/2024
Muy bueno. Mantienes hasta el final la rama en vilo cambiando lo que los lectores no se esperaban encontrar. Me ha gustado mucho. Muy bien narrado. Enhorabuena