EL PAJARILLO VALIENTE
Por Begoña Varela Folgueiras
10/12/2021
En un hermoso y frondoso bosque de la comarca catalana de la Garrotxa, donde el árbol predominante era el roble, sucedió un acontecimiento inesperado.
En la copa del árbol de más edad y altura se encontraba un hermoso nido habitado por una pareja de pájaros. Debajo de la hembra descansaba un huevo de gran tamaño que estaba siendo picoteado ansiosamente por el polluelo que estaba a punto de nacer. Cuando la costra se quebró salió un bonito pajarillo que destacaba por su abundante pelaje de tonalidad oscura y brillante. La mamá pájaro daba cobijo y calor al pajarillo recién nacido mientras el padre volaba en busca de alimento. Rufino, que así se llamaba el pajarillo, no se separaba ni un instante de su madre y ésta le propinaba fuertes cabezazos para que espabilase.
Iban pasando los días y fueron naciendo más polluelos que en ese momento requerían más atenciones que Rufino. Rufino se sentía un poco celoso de sus hermanos y lamentaba ser el hermano mayor por la responsabilidad que conllevaba. Dentro de poco tendría que asumir la función de su padre y ni siquiera se atrevía a volar. De hecho no sabía volar porque estaba tan cohibido y tenía tanto miedo de ser adulto que sus alas se paralizaron y sus padres en vez de animarlo y estimularlo lo picoteaban en la cabeza y se burlaban de él por su torpeza. Asimismo sus hermanos habían adoptado una actitud hostil y desafiante que lo hacía sentirse aún más miserable. Los pajarillos iban evolucionando con el paso de los días, cambiaban su plumaje, movían sus patitas, e iban creciendo como todos los pajarillos del bosque pero Rufino iba un poco más lento, le costaba alcanzar a sus hermanos. Lo llamaban Rufito el cojito, aparte de inútil, no sirves para nada y otra serie de insultos que tenía que soportar.
La vida estaba siendo muy dura para él que no contaba con el apoyo de sus semejantes ni de su propia familia. Durante su temprana infancia asumió situación como normal y nunca derramó ni una lágrima y motivos no le faltaban. Se consolaba diciendo -”soy así y debo aceptarlo,” pero a medida que crecía y tenía más capacidad para reflexionar, se comparaba con sus hermanos u otros pájaros y veía que sus circunstancias no eran comunes.
Se refugiaba y se aislaba construyendo nuevos nidos que alquilaba a aves migratorias y a pesar de sus limitaciones se convirtió en un gran saltador y acróbata de los árboles. Era capaz de moverse hábilmente por las ramas de los árboles sin caer y pasar de árbol en árbol mediante el salto. Sus patas se hicieron fuertes y robustas por la práctica diaria de esa habilidad. De hecho era su único modo de desplazamiento y pese a ello conseguía realizar sus tareas diarias pero empleando más tiempo y esfuerzo que su padre.
Un día estando él en el nido familiar tuvo una fuerte discusión con su padre por una nimiedad, como siempre – Rufino -le decía el padre- eres tan torpe que se te cae todo del pico, ¿cómo puedes llegar a ser tan inútil? ¡Ni vuelas, ni haces rápido las tareas, ni nada!-le dijo su padre. Y luego le propinó un fuerte empujón de tal manera que Rufino se precipitó al vacío pero tuvo la gran fortuna de ser recogido por un halcón cuando estaba a medio camino entre su nido y el suelo, evitando así una caída con resultados devastadores. El halcón lo acogió entre sus amplias alas mientras Rufino permanecía tembloroso sobre su gran lomo y éste lo tranquilizaba con su voz amigable pero al mismo tiempo firme y segura. El halcón voló durante toda la noche a gran velocidad hasta llegar a su nido. El lugar era paradisíaco. Constaba de una gran área rocosa en lo alto de las montañas de la cual brotaban pequeñas cascadas que iban a parar a un caudaloso río. Aparte de espectacular era muy acogedor. Habitaban allí varias familias de halcones que cuando vieron a Rufino se mostraron algo distantes y desconfiados y reflejaron su descontento armando un gran alboroto. – Calma, calma-dijo el Halcón- viene conmigo en son de paz- reía el halcón- pero quién es ése que llevas sobre tu lomo y qué hace aquí?-preguntaron al Halcón el resto de pájaros. Ante su silencio mostraron un gran enfado porque aquel que llegaba al lugar debía pasar por un protocolo muy estricto. El halcón les dijo que ya les daría las explicaciones oportunas cuando fuese necesario y enseguida se quedaron más tranquilos. – Así que, por favor, recibidlo como se merece que es buena gente-dijo el Halcón. -No me hagas quedar mal pajarillo porque si no perderé la confianza de mis fieles- le susurraba el halcón a Rufino mientras reía.
Por ese motivo lo acogieron gratamente y le dieron la bienvenida. Cóncor, que así se llamaba el halcón, estaba muy bien considerado entre todas las colonias de pájaros y era reconocido como el gran maestro de la parvada por su madurez, experiencia y también por sus conocimientos curativos.
Rufino se mostraba muy tímido y reservado al principio y le costó bastante integrarse en la colonia. De hecho, pensaba que sería devuelto a su nido de procedencia pero conforme iban pasando los días se iba sintiendo cada vez más cómodo no echaba en absoluto de menos a su familia y estaba seguro de que el sentimiento era mutuo.
Rufino no estaba acostumbrado a que lo valorasen y lo tratasen con respeto y en la colonia sí lo hacían, lo cual hizo que cada vez adquiriese más confianza en sí mismo. Con el tiempo Rufino se convirtió en el hijo adoptivo de Cóncor y lo acompañaba a todos los sitios posado sobre su lomo, ya que era incapaz de volar Cóncor le transmitía y compartía con él sus enseñanzas. Aunque Rufino no se lo había explicado, Cóncor detectaba que Rufino no había sido bien tratado por su família y tenía muchas carencias emocionales que habían repercutido en su desarrollo. Cuando llegó estaba siempre a la defensiva y siempre iba equipado con su careta de protección que ocultaba su alto potencial tanto físico como psicológico, además del buen fondo que poseía. Cóncor ya se había fijado en sus fuertes patas formadas a raíz de los métodos compensatorios que utilizaba para sobrevivir a pesar de su incapacidad para volar, lo cual denotaba sus grandes capacidades.
Rufino no encontraba ninguna motivación que lo animase a lanzarse a volar y ademá el lugar no era el propicio puesto que al ser un paraje rocoso carecía de árboles.
Un día una paloma mensajera llegó a la colonia y le entregó una misiva a Cóncor.
– Rufino- dijo Cóncor- ha llegado una carta de tus padres Y se la entregó-. Rufino leyó atentamente la carta la cual decía que su padre estaba muy enfermo y lo requería para darle instrucciones para dar apoyo a su madre y ejercer la labor de la que él ya no se podía hacer cargo. Rufino sintió lástima por su padre pero al mismo tiempo rabia y odio porque solo se acordaban de él en situaciones de urgencia y ni siquiera se habían preocupado en buscar su paradero e interesarse por él. Rufino le entregó la carta al a Cóncor por la confianza que le tenía para que la leyese, y tras leerla Cóncor le dijo que debía tomar una decisión. Además agregó que él no lo iba a llevar al nido. Rufino se metió en su coraza y se puso a cavilar. Por un lado se sentía responsable de su família pero por el otro reconocía que no se merecían su ayuda por la penosa infancia que había vivido. Además cómo iba a llegar al nido si no podía volar se preguntaba Rufino.
-Rufino- dijo Cóncor- tengo que ausentarme unos días para hacer unas gestiones así que delego mis responsabilidades con la tribu en ti .-Pero Cóncor, si yo no sé hacer nada sin usted- dijo Rufino.
– Rufino estoy completamente seguro de que sí podrás hacerlo y ha llegado el momento de que lo demuestres, además cuentas con el respeto de todos los pájaros que a diferencia de ti, sí confían en ti, -dijo Cóncor convencido de sus palabras-. No te preocupes que ya están informados de mi marcha-dijo Cóncor.
-Hasta la vista Rufino- se despidió el maestro.
Cóncor abrió sus amplias alas y emprendió el vuelo.
Cóncor se acercó al nido familiar sin que Rufino lo supiese para cerciorarse de que lo que se decía en la carta era cierto y que la decisión que había tomado Rufino era la más apropiada, dadas las circunstancias.
-Buenos días señores- dijo Cóncor vengo a constatar la gravedad de la situación que están viviendo tras la carta recidiva. Así comprobó con sus propios ojos que no era tanta la urgencia de la petición del retorno de Rufino por parte de su familia.
-Supongo que serán ustedes conscientes de que ahora mismo están recibiendo los frutos de lo que han sembrado durante años-dijo Cóncor Rufino ha estado sufriendo exigencias continuas sin ningún tipo de elogios y ha sido tratado con desprecios y vejaciones y veo que ustedes no son ni conscientes de este hecho-dijo Cóncor con enfado-. Sepan que Rufino nunca me ha informado sobre esa situación pero lo intuyo por su comportamiento y por la depresión que está padeciendo puesto que la opinión que ustedes tienen de él es muy importante para Rufino y para cualquier hijo, ya que los padres constituyen su primer referente en la vida. Y sepan que están totalmente equivocados. Se ha pasado toda su infancia intentando obtener la aprobación y la valoración de ustedes sin ningún resultado y está tan bloquedado que es incapaz de volar-.dijo Cóncor. Les indicó que habían obrado muy mal y bajaron la cabeza avergonzados. Cóncor se ofreció a dotarlos de las herramientas necesarias para comunicarse con su hijo y los demás pájaros, sin juicios de valor ni reproches, y a aceptar a las personas tal y como son con sus virtudes y defectos. Ellos asintieron gratamente.
-Si les parece bien vamos a establecer un plan- dijo Cóncor-.-Le diremos a Rufino que usted, su padre, está padeciendo una enfermedad terminal y que apenas le quedan unas semanas de vida y su madre tiene que proporcionarle los cuidados paliativos que requiere y no puede hacerse cargo de otras tareas esenciales ni del cuidado de sus otros hermanos, que son demasiado pequeños aún para valerse por sí mismos. La familia estuvo de acuerdo y le comunicaron a Cóncor que era necesario que Rufino aprendiese a volar puesto que el modo de compensación utilizado hasta el momento en sus trasllado enlentecía todo a pesar de la fortaleza de sus patas.
De eso ya me encargo yo-dijo Cóncor. De igual modo les prometió que Rufino aprendería a volar en breve porque tenía esa capacidad y sólo tenía que creerse de que la poseía, además de muchas otras y que él lo acompañaría en ese proceso.
Cóncor volvió a su nido y tal como habían planeado le explicó a Rufino que había comprobado personalmente la petición de su família y que realmente su ayuda era necesaria en ese momento, y aunque no lo mereciesen que lo hiciese solo por responsabilidad filial. Rufino en realidad tenía tan buen corazón que rompió a llorar con desconsuelo por la situación que estaba pasando su familia y por la ardua empresa que tenía que llevar a cabo.
-Así que ya sabes lo que tienes que hacer- le dijo Cóncor a Rufino-.
Cóncor le recordó a Rufino lo bien que se sentía en la colonia colaborando en el día a día con el resto de los habitantes y también con las misiones que llevaban a cabo juntos. Lo bien que había sido acogido, lo mucho que se le quería y valoraba.
-Además Rufino- dijo Cóncor tienes el don especial de atraer a las buenas personas y conectar y cuando te abres y te quitas tu coraza eres emprendedor, espontáneo, divertido, inteligente y capaz de superar cualquier barrera que se interponga en tu camino como ahora mismo, volar. Solo estás bloqueado temporalmente pero estás en plenas facultades para hacerlo. Tienes que alejar esas voces negativas que invaden tu cabeza.
De repente el cielo se abrió y empezaron a caer grandes piedras que se interponían en su camino y provocaban desprendimientos, Rufino entró en pánico pero conforme se iba abriendo paso, más piedras se desprendían. Evocó las palabras de Cóncor y se dejó llevar y todos miraron al cielo con asombro.
RELATO DEL TALLER DE:
Taller de Escritura CreativaDeja una respuesta
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Precioso. Me ha encantado. No puedo decir más. Bueno, sí, que tras ese aparente cuento infantil hay una gran lección de psicología y estrategia: la de Cóncor ideando esa historia que hizo volar a Rufino.