DERRAME DE CULTIVO – Edson Edgardo Zanabria Uscata
Por Edson Edgardo Zanabria Uscata
El deseo agresivo de lo humano, tan característico como insinuante. La tranquilidad que nace de nosotros, como el cauce que florece del río, la sangre que brota del suicidio. Pasamos largo tiempo intentando explicar con infieles palabras lo que remansa en nuestras almas.
Los siguientes poemas son la memoria de cada una de las delectaciones coléricas a las que se sucumbe, cuando sumidos en el potaje de las cavilaciones. Acompañadas siempre por el silencio del ruido, la acentuación del sonido, capaz de exaltar la realidad de lo banal. Cómo recorremos distintos senderos de un mismo camino, con la transición que mismamente vanagloria la comprensión y el aceptamiento. Solo después de haber entendido, mas no escrito, las revoluciones que toman lugar en nuestro «ser»ebro.
Esclavo de lo Banal
Mis jarrones de flores son entre tanto
despropósitos seculares,
piezas de greda para alimentar
una miríada mis carnavales.
Las malnutre mi breve desistencia
pues extintas se rifan sus atuendos,
aunque te halle cerca no las podrás ver
gozar del cielo un riachuelo,
pues marcho a mi prisión
en la unción de su diadema.
Delectación Colérica
Tanto exulte bruñida
como pétrea a menester de talión
y se ensalce garrida
acotada a su sillón
el rescoldo aherroja
presta a exención.
Si tan capaz de bruñir
y torcida la mano al arrebol das
e incesante par lucir
cómoda entre muescas
remedada a uncir
ligeras grietas.
Conquiste el Sonido
Dicho capricho de tierra tomar
vierto al túmulo párpados ardidos
cual fuere destino abrigo olvidar
que arduamente gozan conflictivos
donde una Castilla raída acucie el costillar
y cierne etérea mis latidos
de la naturaleza el rezo, el halago
como sueño irrigo mal pagado.
Memoir
Era como si el cielo me hablara,
se pronunciara en cada movimiento,
una presión palpable,
cada vez que levantase la mirada
aullaba con locura en su silencio,
la humedad se filtraba,
inundando mis cuencas,
sustituyendo por lágrimas mis legañas—
Derrame de Cultivo
Cuando halle mi carne,
tendida en la escalinata,
mi otra mitad en el alambre,
la blancura póstuma travestida escarlata.
Cuando lo blando torne hierro,
con aires de destierro,
destemplado como el metal,
reverenciando estarán mis dedos,
bendecido de un cariño nupcial.
Hallará mi cadáver,
la negrura de este cuerpo,
tácito al ser descubierto,
emanando con ternura demencial,
ahora merced de resolver,
cuyo flujo no me permita volver.
Y el cristal no me mire más,
sino una bruma obnubilada,
y la locura sea grotescamente cortejada,
por retorcidas muecas a su espalda.
Entonces la insensatez me será a mí,
una libertariedad escuchada,
un caótico festín,
por cultivos de susurraciones hiladas,
sus tallos nítidos al fín.
Como príncipe fértil, mi estéril despedida,
de herencia el compuesto, que nutre esta herida.
RELATO DEL TALLER DE:
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Carolina Rincón Florez
04/11/2024