SENSACIONES INTRASCENDENTES QUE DEJAN HUELLA – Mª Mercedes Ger Martín

Por Mª Mercedes Ger Martín

En positivo
Siempre fui miope. Tenía que llevar gafas y esto se convirtió en un complejo que sorteaba como podía, principalmente en la calle porque me negaba a llevarlas. Las lentillas fueron mi tabla de salvación.
Aquella tarde había acudido a la óptica para seguir con el proceso de adaptación. Paco, el optometrista, me dio las lentillas para que me las colocase. No me dijo que eran con mi graduación. Me quiso sorprender. Me las puse y al levantar la cabeza vi desde lejos mi cara reflejada en el espejo. ¡Descubrí mis ojos! Todos ponderaban su color verde grisáceo.Tenía 20 años. Hasta entonces no lo entendí y fue inolvidable la sensación de verme de lejos por primera vez.
Años después cuando me operé de miopía también se repitió esa sensación cuando me levanté y me asomé a la ventana de mi casa y aparecieron de forma nítida y clara las letras enormes de un cartel que decía: “OFICINAS EN ALQUILER”. Antes, cuando me levantaba, ese cartel era un inmenso borrón.

En negativo
Estudiaba Turismo. Y la escuela programó una excursión a Barcelona para visitar la feria HOGARHOTEL. Para mí significaba una ilusión inmensa porque allí estaba estudiando, Javier “mi amor” por aquel entonces. En el viaje comencé a sentir molestias en el estómago. Durante la noche fueron en aumento y amanecí con fiebre. El director de la Escuela pensó que eran problemas menstruales y me aconsejó que permaneciera en el hotel. Afortunadamente Javier llamó a la Cruz Blanca y me ingresaron para operarme de apendicitis.
Cuando me estaba recuperando de la anestesia, aparecieron en la clínica mi madre y su hermana (era enfermera y vivía con nosotras). Acababan de llegar de Zaragoza. Mi madre asustada. Mi tía asumió el papel que para ella tenía que ser una madre. Solo le importaba demostrar que yo era una “cabeza loca”. Me increpó con argumentos como que yo tenía que haber tenido dolores antes y que había salido de Zaragoza ya con molestias. Una apendicitis así no se presenta de repente, decía. ¡Pero tenías que venir a Barcelona por encima de todo! Intenté explicar cómo ocurrió pero ni me escuchó, ni me creyó. Mi madre no dijo nada. Me sentí hundida por ver a mi madre tan indefensa frente a ella. Me sentí humillada.
Al entrar al quirófano y escuchar que posiblemente tenía principio de peritonitis le dije a Javier que si me moría dijese a mi madre lo mucho que la quería.
No había sentido con anterioridad ningún síntoma de apendicitis.

RELATO DEL TALLER DE:
Taller de Autobiografía

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Esta entrada tiene un comentario

  1. Mercedes

    Muy original tu relato. Conozco bien la sensación de verse los ojos . Un saludo.

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