LA ROSA VANIDOSA – Isabel Murillo Contreras

Por Isabel Murillo Contreras

Érase una vez, un jardín repleto de flores preciosas de distintos colores fuertes y brillantes. También llamado Florilandia. Estas, se sentían felices y llenas de ilusión porque sus días estaban repletos de las visitas que hacían todos los niños y niñas que vivían alrededor.
Entre todas aquellas flores, destacaban tres, las cuales eran muy amigas.
La primera se trataba de una margarita pequeña y sencilla, todos la querían por su dulzura y ternura.
La segunda era un clavel, más alegre que un cascabel y a todo el mundo animaba con su color rojo reventón.
Por último, una rosa muy elegante, que con su color hacía honor a su nombre, además desprendía un olor muy agradable que gustaba y atraía mucho a todo el mundo que se acercara a ella.
Todos los visitantes que se acercaban a ellas miraban a la margarita ilusionados recordándoles sus mejores momentos y la ilusión por la primavera.
A los niños sin embrago, les gustaba mucho el clavel, pero con la que todos, mayores y pequeños se quedaban admirados era con la rosa.
– ¿Os dais cuenta de cómo me quieren todos? Le decía la rosa a la margarita y al clavel.
La realidad era que se estaba convirtiendo en una flor un poco vanidosa y eso hacía que sus amigas se sintieran menos bonitas.
Hasta que un día, uno de los niños que paseaban por allí de excursión junto a su maestra dijo:
– ¡Cogeré a la rosa y me la llevaré a casa!
– ¡AY, AY, ¡AY! Me he pinchado ¡Qué daño!
El niño lloraba desconsolado y su maestra mientras le curaba la herida le explicó que las rosas son muy bellas, pero hay que tener mucho cuidado porque todas tienen espinas.
La rosa al escuchar esas palabras se sintió muy avergonzada y pidió perdón a sus compañeras.
– Siento de corazón haberme portado así, he comprendido que nadie es mejor que nadie por su apariencia y que hasta la más bella rosa tiene sus cosas buenas y malas.
Aquel día, la rosa comprendió que nunca hay que creerse mejor que nadie.

Margarita y Clavel le perdonaron y las tres vivieron muy felices siempre en su precioso paraíso.
Sin embargo, La lección de la rosa no terminó con su sincera disculpa. A partir de ese día, un cambio comenzó a florecer en su interior. La rosa, antes tan vanidosa y ensimismada en su propia belleza, empezó a fijarse en las virtudes de sus compañeras. Admiraba la dulce sencillez de la margarita, que con su pequeña estatura y aroma sutil alegraba los corazones de los niños. Apreciaba la contagiosa alegría del clavel, que con su color vibrante y su espíritu animado llenaba de vida el jardín.

La rosa comprendió que la verdadera belleza no reside solo en la apariencia física. Descubrió que la belleza también se encuentra en la bondad, la amabilidad y la amistad. Aprendió a valorar las cualidades únicas de cada flor, entendiendo que la diversidad era lo que hacía del jardín un lugar tan especial.

Este cambio no solo la hizo más feliz, sino que también la convirtió en una flor más querida por todos. Los niños, que antes solo la admiraban por su belleza exterior, ahora la buscaban por su calidez, su empatía y su disposición a compartir historias y juegos. La rosa se convirtió en un símbolo de amistad y de la importancia de la humildad en el jardín.

Las tres amigas, la margarita, el clavel y la rosa vivieron juntas durante muchos años, llenando de alegría y color el jardín. Su historia se transmitió de generación en generación, enseñando a las nuevas flores que la verdadera belleza reside en la bondad, la amistad y la humildad.

Moraleja:

• La verdadera belleza no reside solo en la apariencia física.
• La humildad y la bondad son cualidades que nos hacen más bellos y queridos.
• La amistad y la diversidad son esenciales para crear un mundo feliz y armonioso.

Además de la moraleja original, este breve relato también destaca los siguientes valores:

• La importancia de la empatía: La rosa aprende a ponerse en el lugar de los demás, especialmente cuando el niño se pincha con sus espinas.
• El valor del perdón: Las amigas de la rosa la perdonan cuando ella se disculpa sinceramente.
• El aprendizaje continuo: La rosa nunca deja de aprender y crecer, incluso después de cometer errores.

Relato Isabel Murillo_

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