DOS Y UN FRACASO – Jose Luis Ruano Neira
Por Jose Luis Ruano Neira
Todos los cuentos terminan con un ´´ FUERON FELICES Y COMIERON PERDICES ´´, pero las historias de la vida real son diferentes, por eso vamos a relatar una de ellas que puede ser tan general, que todos podemos haberla vivido. Ocurrió hace pocos años en este periodo de la postpandemia en Madrid y en un cercano barrio dormitorio del sur de la capital.
Que deciros, que la infidelidad está asentada en nuestra sociedad como algo normal, pero esta no solo mata en el momento de ocurrir, sino que su recuerdo dura a veces toda la vida y el dolor más de lo que duró el amor.
Alina y José, eran felices o al menos lo creían, su historia como muchas había comenzado por casualidad (si es que esta existe), una llamada, un si te ayudaré, un proyecto, un vamos a intentarlo, y este coctel había derivado en una relación personal, en un proyecto de vida. El amor vino añadido sin quererlo.
Ella era el tipo de mujer que todo el mundo admira, alegre, simpática, con una mirada que embrujaba y seducía a la vez, sus grandes ojos verdes, su piel morena y una llamativa nariz respingona por encima de una boca perfilada y de labios carnosos que atraía como la miel, todo era perfecto en ella. Sus femeninas curvas y sus piernas la hacían la mujer deseable y deseada. Su tono de voz sus frases envolventes, con ese toque sudamericano que te transportaba a paisajes salvajes y sueños irrealizables, todo en ella era sensualidad, lujuria y arrebato. Ella era una superviviente, lo que deseaba lo conseguía, ahora amaba a José.
José era un tipo corriente de rasgos poco destacables, pelo moreno, ojos marrones, labios finos y bigotito que no destacaba mucho, nadie se hubiera fijado en él. Trabajador infatigable introvertido de pocas palabras, que con gran esfuerzo conseguía las cosas, era lo que había hecho siempre. Era un soñador, idealista, que siempre creyó que algo conseguido era ya para siempre, su mundo era tan perfecto que nunca se rompería.
Pero la vida se encarga de ponerte en tu sitio, con baños de realidad que endurecen tu piel y tu alma y son los pequeños detalles los que alteran la trama de la historia de una pareja.
Era feliz, trabajaba más de 12 horas al día, pero era admirado por sus compañeros, su ego alimentado todos los días, tenía dinero y posición social, todo iba según sus planes, era como un niño feliz con su estrellita, que solo el veía, no había madurado nada.
Alina era otra cosa, desde niña tenía grabadas en sus pupilas imágenes de mujeres que se acercaban a su padre, todas buscaban algo, favores, dinero, consuelo, estas últimas eran las peores, se pegaban al cuerpo y alma de su padre y lo trastornaban. Las odiaba mucho, porque siempre le aparecía la imagen de su madre llorando en un rincón del salón, sacando adelante a cinco hijos con las migajas que recibía, el resto para mantener el mundo de su padre. Alina tenía una cosa clara a ella jamás le pasaría, usaría a los hombres a su antojo, ella no iba a llorar jamás.
La vida continuó para ellos, todo igual eran ya diez años de relación, tres hijos adolescentes que convertían a veces la vida en algo difícil, pero la gangrena que apareció se llamaba MONOTONÍA.
Alina empezó a sentir que algo de su plan de vida, hacia aguas, recordó a su madre, los malos momentos, que todo podía desaparecer y estallar como una pompa de jabón, y entonces pensó que tenía que haber una solución, había usado a tantos hombres en el camino, como para que ahora todo se fuera al garete.
José saltaba y brincaba en su mundo, era feliz, en los descansos de sus guardias se decía a si mismo que bien estaba todo, en su nube, nunca pensaba que las tormentas existen que la vida es una ruleta con altibajos, pero a él, eso no le iba a pasar.
Era la noche del lunes, José estaba de guardia y ella había recibido una llamada inesperada, su pasado volvía, trayendo recuerdos de su adolescencia, su época más feliz.
Hola¡¡ ¿Cómo estás?,¿reconoces mi voz, después de tantos años?
Si claro, te reconozco, ¿Cómo te va? ¿Qué haces aquí?
Me gustaría verte, ¿cenamos?
Estaría bien, así te podría ver de nuevo, si…si, nos vemos.
Su mente que estaba en blanco empezó a funcionar a toda máquina, sintió que algo dentro de ella se removía, amaba a José, pero él solo, sabía trabajar no estaba nunca con ella…y sonrió.
Unos días después Alina tenía una excusa preparada, caminaba nerviosa de un lado a otro del baño al espejo, pintando sus cejas, delineando sus labios, dando color a su cara, el ¨rouge de Dior ´´ y el perfume de avainillado olor, leggins apretados que destacaban sus curvas y ese top ligero resaltando sus pechos, todo coordinado con pasión, era una cita, al fin y al cabo.
Llego apresurada al sitio elegido, todo era perfecto, espectacular, mesas de blancos manteles flores por doquier que embriagaban el ambiente y al fondo un blanco piano hacia destacar la figura de su amigo, que con un perfecto traje, le hacía señales con la mano, más de cerca lo vio, su pelo entrecano, su cara, sus destacables ojos azules y recordó, le llamaban ´´ gringo´´.
Los platos desfilaron en perfecta armonía y toda la cita salió a la perfección por la magia de estas situaciones apareció cada vez los momentos de intimidad y Alina percibió el final de estos, tenía la necesidad de besarlo, cada vez mayor, lo necesitaba. Eran tantos años de no sentirse correspondida, que puso toda la pasión, solo durante una fracción de segundo pensó en José, él no se enteraría, solo le importaba su ridículo mundo. El beso les duro hasta el amanecer.
Era de día cuando Alina llego a la casa, no debía hacer ruido, despertaría a todos, giró la llave con cuidado y entró. El no haría preguntas, era tan ingenuo, se dirigió a la ducha, donde el agua borraría toda señal de su pecado.
La infidelidad para Alina se convirtió en una necesidad, era como la adicción a la droga la buscaba y la deseaba, con la impunidad que daba el no ser descubierta, le añadía un plus de compulsividad haciendo que el atrevimiento fuera mayor. Ante cualquier situación en la que había un hombre se convertía en un desafío para ella, desplegaba todas sus armas de seducción, perdió el norte y los límites y su lema de vida desde ese momento fue ´´usar y tirar´´ . Algunos días esta sensación era desagradable y pensaba pobre ingenuo, pero inmediatamente recitaba ¨no hay peor ciego que el que no quiere ver´´.
Aquel sábado por la tarde mientras José descansaba en su sillón preferido, aparecieron sus hijos, serios con la cara desencajada, no eran portadores de buenas noticias, así de sopetón se lo dijeron todo, directo y a la cara. Las infidelidades, las veces que la vieron, pillada en su casa, por la calle, casi en cualquier sitio y tantas veces que ni lo recordaban.
Todo comenzó a dar vueltas, el tiempo paró su paso y todo su mundo de felicidad se desmoronó y lloró tanto que su rostro se inundó de un amargo sabor a sal y dolor y en su mirada apareció por primera vez el odio que sentía, extrañamente apareció en su cabeza la imagen de ella y quiso aferrarse a un imposible, no podía ser y se desvaneció.
Salió de la casa de su madre deprisa no soportaba lo vieja que estaba y sobre todo esa demencia senil, que la hacía pensar que su marido había sido el amor de su vida, que asco pensó Alina, si hubiera sabido la verdad y giro la esquina de su casa.
Levemente recuperado, la esperaba en la puerta de la casa ella entraría con su mejor sonrisa y el sintió un asco visceral, ya no era su amor, su verdad, el centro de su mundo, ya no. La pilló tan desprevenida que le dijo toda la verdad, él se quedó mirándola a la cara y sintió por dentro la amarga sensación de haber sido robado, violado y estafado por aquella mujer.
Desde ese momento Alina decidió ser más prudente, después del primer golpe, ella le habló y le convenció, usando lo que ella llamaba sus´´ milongas´´, estaba claro que no podía perder esta relación que tanto le rentaba, casi todo estaba muerto entre los dos, pero tenía que disimular. Aunque el precio de mantener esta mentira fuera alto lo lograría o eso pensaba ella. Pero los días pasaban lentos y tediosos y la necesidad de aventura le roía por dentro, cualquiera servía, pensó, pero todas las miradas estaban encima de ella.
Tres días después se decidió a salir ya daba igual, no podía más, sabía por que calles ir para encontrase con su penúltima conquista, por allí nadie la reconocería, esa zona de bares era poco frecuentada.
Aquella guardia llego a su fin y José cansado se fue hacia su coche, debía descansar, total ya todo le daba igual, aceleró pasando por las estrechas calles de aquel barrio, cambió de ruta sin saber porquè, la zona de bares estaba casi vacía, y fue cuando a lo lejos, los pudo ver. Cogidos de la mano con su brazo rodeando su cintura, atrayéndola hacia él, acompañando a un largo beso, que terminó cuando la luz de aquel semáforo se puso verde.
Aceleró de forma instintiva llegando al semáforo y paró, les pudo ver tan de cerca que la sonrisa de Alina iluminó la calle, iban tan distraídos, tan metidos en su amor que no le vieron. Tantas personas le habían dicho que arreglara su vida, pero su vida estaba pasando delante de él, tan distraída. El miró el semáforo que en verde indicaba acelerar, alguien pitó, y decidió pasar tan cerca de la pareja, clavándole su mirada, a cambio esta se la devolvió, con una sarcástica sonrisa.
Giró el volante, pero sabía que no lo haría, enderezó el coche y sintió alivio cuando entrando por la ventanilla el aire levemente le acaricio su rostro, solo notó, dos lagrimas saladas y amargas que acompañaron a su leve sonrisa….y se alejó.
RELATO DEL TALLER DE:
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Carolina Rincón Florez
04/11/2024