DESDE LO MÁS PROFUNDO – María Micaela Romero-Nieva González-Albo
Por María Micaela Romero-Nieva González-Albo
Han pasado siete años desde que su vida cambió de manera radical. Va a venir a la consulta de Carmen, (psicóloga de profesión) dentro de media hora y ahora Carmen está leyendo en un periódico local lo que sucedió en la vida de Miriam.
“El día quince de Julio del año dos mil dieciséis, festivo en la pequeña localidad de Moraleda, provincia de Zaragoza, sobre las seis una ambulancia con luces intermitentes y sirena con sonido zumbón comenzó a oírse por todo el pueblo. Se acercaba a casa de Felipe, un veterano enfermero del hospital de Moraleda. Al llegar los servicios sanitarios, se encontraron un ambiente trágico: en una puerta de una habitación de la casa se encontraba un hueco de ascensor y dentro se oían voces pidiendo socorro. Después dar aviso a los bomberos, que llegaron en pocos minutos, bajaron unos cuatro metros, y se encontraron con una mujer de unos cuarenta años, delgada, tenía la mano izquierda rota, se le podía ver perfectamente el cúbito y el radio rotos, y se quejaba de un fuerte dolor en la espalda.
Según nos informaron, el suceso tuvo lugar cuando la chica accidentada, iba a pasar a un aseo, se equivocó de puerta, con tan mala suerte que, si bien esta habitación había estado siempre cerrada con llave, se abrió el día anterior para que el ingeniero viera el hueco para poner un ascensor, el dueño no encontraba la llave de la puerta para cerrarla, acababan de llegar algunos amigos y compañeros de trabajo para comer y bañarse en la piscina. Se me olvidó por completo, con tanto jaleo, declaró llorando, cuando ocurrió el accidente.
La chica fue trasladada al hospital provincial, fue intervenida de la espalda, tenía una vértebra rota con un desplazamiento cercano a la médula ósea. Su pronóstico es reservado”.
Carmen cerró el periódico en el mismo instante que llamaron a la puerta. Frente a mí se encontraba una mujer, de ojos grandes color verde oscuro. Una mirada limpia, transmitía sinceridad.
Hola, eres Miriam, ¿Cómo estás? -dijo Carmen- sonriéndole.
Hola, tú debes ser Carmen, Isabel me ha hablado mucho de ti –dijo Miriam-sonriéndole también.
Carmen, se quedó pensando en esa sonrisa, enigmática, como la de Mona lisa de Leonardo da Vinci, aún no podía adivinar si esta mujer era una persona triste u alegre.
Pasa, por favor, ponte cómoda-dijo Carmen-
Gracias, Carmen aquí estaré bien. Isabel me aconsejó que viniera a verte, que eres una buena profesional, si bien creo que voy saliendo del bache, sé que me vas a ayudar- dijo Miriam sonriendo-
Carmen, cogió su libreta de anotaciones, cuando quieras puedes comenzar-dijo Carmen- “Ese día era sábado, todavía me quedaban unos días de vacaciones, por eso cuando mi amiga
Virginia me invitó a una comida en su casa (se casaba su hija) no lo dudé y le dije que por supuesto, iría a la comida, su marido iba a preparar una paella y carne asada.
La noche anterior no dormí bien, recuerdo que tuve varias pesadillas e incluso soñé que me caía al vacío desde una montaña muy alta, antes de llegar al suelo me desperté sobresaltada.
Me levanté temprano, era un día maravilloso de verano, ni una nube en el cielo, se esperaba una máxima temperatura de treinta y cinco grados centígrados, según decía el locutor de radio.
Desayuné ligero y me fui con mi bicicleta de montaña a practicar el deporte que más me gusta. Con el aire dándome en la cara dirección oeste, sorteando las piedras del camino que estaban bastante levantadas, pues hacia días que no llovía, pasé al lado de una casa de campo, llegó un perro a saludarme, con unos ladridos tan impertinentes que casi me caigo de la bicicleta del susto; no podía imaginar lo que más adelante me deparaba el día.
Me senté a la sombra de un árbol, situado a un lado del camino, ya me estaba reponiendo del susto, cuando mi teléfono móvil comenzó a sonar: te aseguro que tu vida va a cambiar para peor a partir de hoy. Me digo una voz al otro lado, y colgó. No había número, sólo ponía desconocido en la pantalla ¿quién me había llamado? No dijo quién era y no reconocí la voz. Traté de olvidar el suceso y regresé a casa para prepararme e irme a comer e a casa de Virginia. Pero no conseguía olvidar esa llamada, entonces llamé a un amigo informático, que me aseguró que podía rastrear la llamada y descubrir el número de teléfono desde donde me habían llamado, le tenía que dejar el teléfono. Se lo llevó y me dijo que en un par de horas lo tendría.
Y así fue, a la una y media se acercó a casa, me dijo que el teléfono lo tenía en mis contactos, el nombre era el de Virginia, no me lo podía creer, ¿con qué intención me había dicho eso?
Dudé en ir a comer a su casa, pero por qué no iba a ir. Todo tiene una explicación, y le preguntaría en cuanto llegase.
A las dos del mediodía llegué a casa de mi amiga Virginia, llevaban unos años viviendo allí, era una casa muy grande, tres plantas con sótano y garaje. Cuando pasé ya se encontraban allí algunos de mis amigos. Antes de sentarme a la mesa, pregunté por Virginia, estaba muy ocupada preparándolo todo, y para colmo me dijeron que no encontraba su teléfono móvil, estaba esperando que le llamase su hija pues venían desde Madrid a comer con nosotros.
Bueno no te preocupes, seguro lo has dejado por cualquier sitio, murmuré. Por un instante, un pensamiento de preocupación cruzó por mi mente.
Comimos un arroz magnífico, y sobre las seis de la tarde me decidí bañarme, antes tenía que ir al baño. No sabía que allí encontraría el nuevo rumbo de mi vida.
¿Dónde está el baño? Pregunté.
Alguien me dijo que estaba dentro de la casa, al fondo a la izquierda.
Pasé y abrí una puerta a la izquierda, no estaba el baño, era una despensa. Después abrí otra puerta, era un dormitorio con dos camas. Ya solo quedaba una puerta, y la abrí, al intentar ir a encender el interruptor de la luz con la mano derecha, adelanté también el pie derecho y entonces caí en las profundidades de la casa.
¿Dónde voy? ¿qué me está pasando? ¿Qué hay en esta casa, un pozo? Todo esto pensaba mientras iba cayendo, en milésimas de segundo.
¿Acaso estoy en el cuento de Alicia en el País de las Maravillas? En ese momento llegué al suelo, estaba en un agujero muy estrecho y no podía moverme. ¡No podía moverme!, y la espalda me dolía muchísimo. Comencé a gritar: ¡Virginia! por favor, que alguien me ayude ¡socorro!
No recuerdo mucho más de lo que sucedió hasta que me encontré en el hospital del pueblo, mi querido hospital donde yo trabajaba. Recuerdo ver a los compañeros, todos muy preocupados, y algunos llorando.
Una vez me trasladaron al hospital provincial, recuerdo que pasó a verme un neurocirujano, de los que me iban a operar, lo primero que me dijo fue: Vaya mal de ojo que te han hecho. Es broma, mujer, después me sonrió y me digo, que todo iba a salir bien.
Pero yo me quedé pasmada cuando me digo eso, pues pensé en la llamada telefónica que me
hicieron ese día, cuando estaba con la bicicleta en el campo:” Te aseguro que tu vida va a ir a peor a partir de hoy». Desde el teléfono de Virginia, ¿lo habrá encontrado?
Me han operado dos veces de la espalda, tengo tornillos y barras, gracias a los cuales puedo andar, pues no me ha afectado a la médula, también me han operado otras dos veces de la muñeca izquierda, una vez del hombro, y estoy en espera de otra intervención. No he podido volver a
trabajar de celadora, me gustaba mucho mi trabajo. Mi vida cambió de manera radical.”
¿Y ahora qué? – le preguntó Carmen-
-Ahora Carmen, hace unos días que ha salido el juicio, quien efectuó la llamada desde el teléfono de Virginia fue una compañera de trabajo, también fue ella la que me dijo que el baño estaba al fondo, ella sabía que allí estaba el hueco del ascensor y fue ella la que abrió de manera intencionada la puerta, pues le quitó al marido de Virginia las llaves, por eso cuando éste fue a cerrar no las encontraba. Según consta en el informe del forense.
Hace años que trabajábamos juntas, me tenía envidia ¿lo puedes creer? yo trataba de realizar mi trabajo de la mejor manera posible, ayudando a los pacientes y familiares dentro de mis posibilidades, ella siempre criticaba mi trabajo, no soportaba mi manera de ser, siempre sonriendo a todo el mundo, pareces tonta, me decía algunas veces.
Pero, nunca pensé que llegase a realizar algo así. La mente humana es tan complicada.
Lo que ella no se imagina, o tal vez sí, desde la cárcel donde se encuentra encerrada, que mi vida ha cambiado para mejor.
He vuelto a recuperar a mis hijos, estoy divorciada, después de un divorcio traumático, mis hijos sufrieron alienación maternal y no querían verme. Gracias al accidente, los recuperé, pues quisieron volver a estar conmigo, con su madre.
He pasado mucho tiempo en rehabilitación, y el que me queda, que será permanente, gracias a esto he conocido gente muy valiosa, excepcional y valiente. Tienen una capacidad asombrosa para aguantar el dolor, y siempre están dispuestos a darte ánimos y regalarte una sonrisa. He tenido la gran suerte de conocerlos dentro y fuera de la rehabilitación, tenemos un grupo y quedamos regularmente.
Me compré un piso cerca del hospital, pues quería estar cerca de mi trabajo. Ahora tengo la suerte de vivir cerca y cuando tengo que ir a las consultas, rehabilitación, y a las analíticas (que suelen hacerme muy a menudo) no tardo nada en llegar.
Además, he podido disfrutar de mi anciano padre, yendo cada día a verlo a la residencia donde vivía, sí, falleció hace unos meses, pero el tiempo que me ha regalado estos últimos años ha sido maravilloso y único.
Qué tengo dolores permanentes, pues claro, pero me he acostumbrado a ellos, y forman parte de mí, como mis manos y mis pies. A todo se acostumbra una-dijo Miriam.
Te encuentro muy bien Miriam. Sinceramente, creo que has sabido gestionar tu accidente de manera muy positiva, y te admiro por eso-dijo Carmen-
También he venido a hablar contigo porque quería pedirte un consejo ¿crees que, aunque no puedo seguir con mi trabajo, por mis incapacidades físicas, podría a llegar a ser escritora?
Siempre me ha gustado leer, desde pequeña, los libros han sido mi refugio y consuelo, también escribía un diario, que luego leía y me ayudaba a sentirme bien.
En la cama del hospital provincial, cuando no podía moverme, y únicamente podía mover la mano derecha, me pusieron el e-book cogido al palo del suero de la medicación, con solo deslizar el dedo por la pantalla podía leer y era feliz, no necesitaba nada más.
Cuando falleció mi padre hace unos meses, me quedé un poco desamparada en mis rutinas, era un aliciente ir a verlo cada día y escucharlo hablar con esa sabiduría que sólo dan los años y la vida.
Recuerdo sus últimas palabras:” Siempre has sido una luchadora, hija, desde que naciste, no dábamos un duro por ti, siempre estabas enferma. Ahora todavía tienes que seguir dando guerra. Escribe todo lo que veas, como lo hacías desde pequeña, sé que puedes hacerlo, hija”
Tu padre era un hombre sabio. Por supuesto, que puedes hacerlo-dijo Carmen- lucha por lo que crees, y confía en ti. Nunca te rindas. Eres una mujer muy valiente, Miriam.
Gracias Carmen-dijo Miriam- volveré a verte. ¡Hasta pronto!
Fin
Para mis padres: conservo en mi ser vuestra sangre y vuestro dulce recuerdo.
RELATO DEL TALLER DE:
Taller de Escritura CreativaDeja una respuesta
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04/11/2024
Un relato muy emocionante y didáctico
A seguir escribiendo!!
Maravilloso relato, adelante «Miriam»tú puedes ,a pesar de las piedras que encuentras en el camino. Un relato emocionante!!!!!!!
Excepcional, estupendo maravilloso, como tú.
Excepcional, estupendo ,maravilloso, como tú. Sigue adelante tú puedes.