EL NECESER AZUL – Susana Sonia León y Velásquez
Por Susana Sonia León y Velasquez
Mi madre, era una mujer avanzada para su época. Sofisticada de pensamiento. Cosmopolita. Una viajera mundana de carácter fuerte y muy inteligente para los negocios, pero tenía una obsesión con la fotografía. Toda nuestra vida, debía ser fotografiada. Desde que nací: el bautizo, el primer año, el segundo, la primaria. Toda la primaria. Las olimpiadas del Belén, las fiestas que organizaba en casa. Teníamos un fotógrafo particular que iba a todos lados con nosotros. Recuerdo que hasta en nuestros viajes iba él, Don Papo. Muchas veces, cuando a la dama se le ocurría sesión de fotos en casa, con vestimenta elegida para la ocasión y por ella, por supuesto, todo se paralizaba. Una pose en la silla virreinal, con gobelino de la sala de mi casa, en el cuadro, cogiendo el teléfono dorado; en el patio, típico español de azulejos, con mi cachorro Rusty. Y en cuanto rincón eligiera mi madre.
Mi abuela y yo solo seguíamos sus directivas. Ella era una cineasta frustrada. Recuerdo haber hecho pataleta porque no quería ser fotografiada. Lloré tanto, pero mi madre siempre ganaba. En esas fotos, mis ojos salen llorosos. Mi abuela también la secundaba. En mi primera comunión, todas las chicas llevaron el mismo vestido blanco y corto, con una corona sencilla. Claro, que ella mandó a preparar otro vestido, exclusivo para su hija, largo, como de novia, con guantes de encaje y vanité; una corana preciosa, eso sí. Como odiaba ese vestido. Hizo que me cambiara después de las fotos grupales. Tuve que pasar la vergüenza de todas las miradas de mis compañeras y sus familias. Mis mejillas iban a explotar, sentía que me iba a morir de la vergüenza. Pero, así era mi madre.
Imagínense lo que fue mi fiesta de 15 años. Dentro de ya mi convulsionada adolescencia, las fotos retrataron mi tristeza, aún en medio del lujo, de mis quince años. Como a mí me botaron del colegio en cuarto de media ahí pararon las fotos.
Luego ya llegaron tiempos más difíciles en casa. Mi mamá enfermó de cáncer y murió sin un retrato más. Todas esas memorias estaban almacenadas en el neceser azul, grande, antiguo, de mi mamá. Debo confesar que muy pocas veces, lo revisé después de su muerte. Pasados los años, el laboratorio farmacéutico para el cual laboraba me envió a Chiclayo como residente. Así que mi hijo y yo, nos mudamos a la ciudad de la amistad. Pasé un año en y luego renuncié, por mi sueño empresarial. Volví a casa de mis abuelos.
Unas cosas fueron a parar a la casa de mi ex, que estaba preso en Argentina; su papá me dejó guardarlas en su azotea. Y ahí estaba el neceser azul. Creo que, en algún momento, sentía que ese neceser, era como una cosa, un todo, un mueble. Simplemente iba, en cada mudanza. Estaba desligada de lo que había adentro, desapegada de mi corazón, que no quería ver mi niñez, mi madre, mi novio que murió, incluso las de mi niño; y tantos otros recuerdos dolorosos de felicidad que no quería enfrentar en ese momento.
Esta señorita tiene complejo de beneficencia y de recoger arañas panteoneras para darles terapia. Recuerdo que ayudé a mi ex con una fuerte cantidad de dinero, para abogados y comida. Yo lo amaba mucho, hasta que me di cuenta de que él estaba con otra persona en Argentina, mientras a mi me sacaba plata y me pintaba pajaritos de colores; yo le enviaba dinero, al final, para los dos. ¡Hasta vendí mi carro! Una tarde de verano, en el club Terrazas, estaba bebiendo unas cervezas con una amiga y la amiga de esta. Resultó, que esta señora y su esposo, era uno de los mejores amigos de Ivo y estuvieron con él en el momento de su detención y me contó todo. ¡Que mala suerte la de él! Pero como narraré más adelante, tengo ángeles. Mis cosas seguían en su azotea. El neceser azul de mi madre también.
Cuando él regresó a Lima nos vimos; sin embargo, de la persona que yo me había enamorado hace años, no quedaba rastro. Un tipo que fumaba marihuana compulsivamente, bebía alcohol en exceso, no tenía mayor interés por el progreso en el que yo ya estaba encaminada con un hijo de 10 años. Ese hombre alto, guapísimo, vestido de Hugo Boss, en su “Meche” negro y oliendo a Armani, de carácter único y deslumbrante, se había extinguido. No había forma. En aquel tiempo me dijo que me iba a devolver mi dinero. Nunca lo hizo. Hasta que un día sí lo necesité y fui a cobrarle. Esa vez peleamos en la puerta de su casa y no le quedó mejor idea que botar de su azotea todas mis cosas, muebles y el neceser azul de mi madre.
Como lo odié. Hoy no tengo ni una foto de aquella época dorada de mi casa, de mi bautizo, de mi primer año, de mis fiestas, de mis padres antes del divorcio, felices, de mi comunión, de mi colegio, de la promoción. Incluso las de mi pequeño estaban ahí. Y hoy me siento desolada muchas veces por ello. Es por eso que hoy tomo fotos de todo. Hace poco una tía me envió de mi madre el día de su matrimonio. Y una que estamos riendo cuando estaba pequeña, en su casa. Es lo que más atesoro y la miro todos los días. Mi madre me adoraba. Llámenme loca, pero yo la siento. Incluso cuando voy a “meter la pata”, siento su mano detenerme; siento que me saca a la fuerza a las personas que me van a hacer daño y siento como se las cobra cuando me lo llegan a hacer. La siento, aquí conmigo. Otro día les contaré de nuestro antiguo linaje de brujas.
Leo muchos comentarios criticando a las personas que se toman fotos de si mismas, de las comidas, de los viajes, de la ropa, de la familia, autos, lujo, de todo. Yo les doy gracias a todos ellos por compartir sus fotos, su vida. Bueno ya hay algunos a quienes ya los “selfies” los volvieron patológicos. Sin embargo, no dañan a nadie.
Toma foto de todo. Tómate fotos. Déjales recuerdos a tus hijos a tus nietos. Siéntete en libertad de fotografiar, tú vida y la de los tuyos, de los que amas, tus lugares favoritos y, por favor, no dejes de compartirlo. Y si alguien te critica por ello, que te valga madre sus opiniones. Las redes sociales son un gran álbum de fotos; conócelo y sácale el jugo. Eso sí, solo te recomiendo hacer una copia.
Susana León y Velásquez
RELATO DEL TALLER DE:
Taller de AutobiografíaDeja una respuesta
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Carolina Rincón Florez
04/11/2024
Me encanta la frescura y la naturalidad de tu texto, y aún cuando está lleno de altibajos de vida, se puede sentir la actitud positiva frente a las vicisitudes. Y sí, tener recuerdos en fotos y videos nos hace revivir momentos lindos, pero también es cierto que todos los extremos son negativos. Sigue escribiendo, Susana. Un abrazo.
Fantástico relato. Me emocionó. La crudeza del inicio deja paso a la esperanza , a la ilusión. Hay una futura escritora en estas pocas cuartillas. Mi más sincera enhorabuena.
Me ha encantado, muchas veces, solo valoramos las cosas cuando las perdemos
Precioso, enhorabuena Susana😘
Muchas gracias por tonarse el tiempo de leer mi relato. Sencillo, ligero y pasional como yo .
Me encantó, hermoso relato
Susana, he podido ver con tu relato tu infancia y adolescencia en imágenes. He sentido con tus palabras el dolor de la traición de tu «ex»…. Te felicito, gran trabajo.