EL PRIMER VIERNES DE CADA MES
Por Pilar María Navarro
Abro los ojos aturdida; me cuesta. La luz de la habitación me molesta. No sé muy bien dónde estoy. Intento mover los dedos de la mano y no puedo; lo mismo me sucede en los pies. El cuerpo está paralizado y no consigo entender qué me está pasando. Oigo un pitido intermitente y una conversación difusa a lo lejos, o quizá sea cerca. Mi debilidad es tal que mi único esfuerzo repara en abrir y cerrar rápidamente los ojos por si esto alertara a alguien. Nada.
Acabamos de salir del restaurante. Maca y yo vamos detrás comentando el evento del próximo lunes; tenemos todo preparado y tan solo nos queda incorporar los catálogos de todas las empresas patrocinadoras a la bolsa que cada invitado se llevará al concluir el acto. Estamos nerviosas, pero muy ilusionadas; la empresa ha confiado en las dos para llevar a cabo uno de los encuentros más importantes del año. Maca es mi mejor amiga, nos conocemos desde hace siete años cuando me incorporé a la plantilla. Ella había llegado tan solo un mes antes. El apoyo de la una hacia la otra fue fundamental para superar con éxito las primeras semanas. Solo teníamos que mirarnos para saber qué estábamos pensado o qué necesitábamos. Esta complicidad ha sido siempre nuestra mejor baza para ganarnos la confianza de la dirección de la empresa y no tanto la del resto de compañeros.
Parados en el paseo marítimo, Rober y Toni están conversando cuando llegamos a su lado.
-Qué calma se respira -digo abrazando a Maca por los hombros.
Y los cuatro callamos un instante para escuchar el carismático cantar de las olas.
Intento mover mis dedos de nuevo; imposible. Ahora creo que llega a mis oídos el estrépito de unas ruedas deslizándose por el suelo; me recuerda al carrito del supermercado. Nadie acude a mí. Nadie me ve. Una lágrima cae por mi mejilla mientras sigo preguntándome qué pasa.
-La cena ha estado buenísima. Este lugar es sin duda para repetir -le dice Maca a Toni, quien se apunta el tanto esta vez, y Rober y yo nos sumamos a la felicitación por el fantástico descubrimiento.
Desde que Toni llegó a la vida de Maca hace tres años, ambas parejas hemos hecho muy buenas migas. Cada primer viernes de cada mes, uno de nosotros tiene la misión de llevar al resto a un local nuevo para todos. Cada búsqueda se ha convertido ya en un reto personal y realizamos individualmente una minuciosa labor de investigación para sorprender a los demás. Todo comenzó cuando Maca nos presentó a Toni y le gastamos la novatada de que este reto lo llevábamos haciendo mucho tiempo y que él tenía que hacer lo posible para no defraudar en su primera vez. No solo nos dejó con la boca abierta por el lugar, sino que el menú fue completamente personalizado por él y para los cuatro, teniendo en cuenta los gustos y preferencias de cada uno de nosotros. Se había implicado tanto que ninguno se atrevió a confesarle que aquello formaba parte de una broma. Maca se enamoró perdidamente de Toni aquella noche y, desde ese momento, la cena del primer viernes del mes es un plan indispensable e inamovible.
Veo una imagen moverse sobre mí, creo que es una persona. Se hace más nítida; no sé quién es. Solo le veo los ojos, su boca y nariz parecen tapadas. Todo es extraño. Intento moverme, pero no puedo. Siento que me toca el brazo y abro los ojos al máximo, quizá así entienda que no puedo hacer nada más.
-Tranquila -creo escucharle antes de que todo vuelva a negro.
-Chicas, ¿preparadas para triunfar el lunes? -nos pregunta Rober-. Estamos seguros de que vais a dejar a todos impresionados.
-Ojalá sea así -le respondo-, llevamos muchas semanas preparándolo y nuestro objetivo es que nos lo vuelvan a encomendar el próximo año, además del suculento aumento, claro está -río y Maca ríe conmigo.
-Nosotros no tenemos duda alguna -concluye un Rober orgulloso de mí y de su hermana Maca.
Conocer a mi mejor amiga significó conocer también, meses después, al hombre de mi vida. Maca fue un poco reticente a que pasara algo entre su amiga y su hermano, pero aquello fue amor a primera vista y ella no pudo, ni quiso, impedirlo. En aquel momento, Rober estaba preparando unas oposiciones y tampoco pudimos estar juntos todo lo que nos hubiese gustado al principio. Aquello nos unió mucho más aún y sirvió para que Maca se diera cuenta de que nuestra relación era verdaderamente especial. Rober me cautivó por su físico desde el principio, y su personalidad, humildad y honestidad hicieron el resto.
Cuando Maca me invitó a casa de sus padres la primera vez, Rober estaba en su habitación estudiando. Bajó a cenar.
-Inés, te presento a mi hermano Rober. Rober, ella es Inés. Trabajamos juntas desde hace cuatro meses -dijo Maca mientras ponía la mesa y, al mirarme, se dio cuenta de que mi cara mostraba cierta perplejidad.
Efectivamente mi cara era un poema. El pelo rubio y los ojos azules de Maca y sus padres contrastaban con la piel oscura, el pelo negro y los ojos marrones de su hermano Rober. Estaba claro que Maca había algo que no me había contado, pero me daba igual. Era el hombre más guapo que había visto en mi vida. Me ruboricé.
Durante toda la cena intenté disimular mi nerviosismo. Maca, a mi lado, se dio cuenta de que allí saltaban chispas. Rober esa noche no estudió más, lo que sorprendió gratamente a su familia, y estuvimos charlando los cinco hasta la medianoche. Como al resto de su familia, Rober me dio un beso en la mejilla antes de irse a la cama. Me volví a ruborizar.
-Rober fue adoptado antes de que yo naciera -me dijo Maca una vez nos encontrábamos las dos en su dormitorio-. La verdad es que nunca lo cuento porque para mí es algo normal, pero he de reconocer que me hace gracia la cara de quien nos ve juntos por vez primera, como la tuya esta noche. ¿O era otra cosa? -pregunta irónica mientras apaga la luz.
-¡Anda ya! Buenas noches, Maca -le replico a oscuras y con una gran sonrisa dibujada en la cara.
-Inés, ¿me oyes? Inés, ¿puedes oírme? -alguien me habla.
Tras escuchar varias veces mi nombre, abro los ojos con bastante dificultad. Es un hombre, una mujer. Son dos, ambos de blanco. Frunzo el ceño, no los conozco. Solo puedo ver sus ojos. Me insisten. Intento hablar y me quitan algo que cubre mi boca y mi nariz.
-¿Dónde estoy? No puedo moverme -les manifiesto aterrorizada.
-Inés, tranquila, todo irá bien. Estás en el hospital y tu familia está fuera -le oigo a uno de los dos, pero no sé a cuál.
Me colocan de nuevo lo que parece una mascarilla sobre la boca y la nariz. Repaso en mi mente las palabras que acabo de escuchar. Hospital. Familia. Irá bien. Hospital. Hospital. Familia.
-Amigos, va siendo hora de irse -les digo a los tres y abrazo fuertemente a Maca-. El lunes nos vemos, el lunes lo bordamos -le susurro al oído antes de soltarla.
Toni y Maca viven muy cerca, pero Rober y yo tenemos un tramo en coche hasta llegar al piso que compartimos en el centro. Nos despedimos y cada pareja emprendemos un camino en distintas direcciones. Antes de subirnos, Rober se gira para ver a su hermana, ella hace lo mismo y se lanzan un beso al aire; es como una especie de ritual que tienen los dos cada vez que se separan.
El reloj del coche marca las once y media de la noche, y en la radio suena de fondo Material girl de Madonna. Solo nos queda atravesar toda la Gran Avenida, llena de cruces y semáforos, para llegar a la puerta del garaje. Rober y yo estamos comentando lo deliciosa que había estado la cena, desde el entrante al postre. En ese mismo instante, una luz intensa se acerca muy deprisa por el lado de Rober. Apenas hemos girado la cabeza cuando se oye un fuerte golpe y nos deslizamos bruscamente hacia la derecha. Intento agarrar a Rober, pero dejo de verlo. Chocamos contra algo. Grito. Y, de repente, silencio.
Abro los ojos. Los conozco. Son mis padres. Lloro.
-Papá, ¿dónde está? -pregunto con dificultad.
Se miran, me miran y cogen mi mano. Cuando las lágrimas caen por las mejillas de los dos, un fuerte pinchazo atraviesa mi estómago. Empiezo a negar con la cabeza, mis ojos se abren como platos, intento gritar, quiero moverme, pero no puedo. ¿Dónde está Rober? ¿Dónde está Rober?
Contemplo el mar de noche; disfruto del cante de su oleaje. Quiero levantarme y Maca me ayuda; aún intento recuperarme de las dos operaciones que lleva mi pierna derecha, repleta por dentro de hierros y tornillos. Una vez de pie, Toni me sostiene del otro lado. Maca se acerca a la barandilla y lanza un beso al aire.
Acabamos de cenar juntos en el mismo bar que Toni nos descubrió aquella noche. Hoy es viernes, el primero del mes de octubre. Mi querido Rober se marchó el primer viernes del mes de octubre del año anterior.
RELATO DEL TALLER DE:
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María Isabel López Ben
07/10/2024