INVASIÓN – Alberto Miguel Guillen Morán

Por Alberto Miguel Guillen Morán

INVASIÓN
La vida de Michael cambió aquella noche de primavera en la que él y su padre, John, iban por primera vez de acampada al bosque nacional de Carson, en el norte de Nuevo México.
Era tradición en su familia que padre e hijo fueran a ese lugar cuando el primogénito cumpliera los trece años. Se trasladaban desde Santa Fe hasta ese bosque donde pasarían una semana entera juntos compartiendo grandes y buenos momentos en los que el padre le inculcaría a su hijo su pasión por la naturaleza y por la fauna y la flora que hacían de ese lugar un sitio mágico.
John había ideado un itinerario acorde con las condiciones físicas de su hijo, eligiendo buenos y seguros senderos por los que caminar hasta las zonas de acampada en pleno bosque donde pasarían las dos noches.
Cuando llegaron a la entrada del bosque, multitud de senderistas rodeaban las inmediaciones y, aunque iniciaron la ruta acompañados de algunos de ellos, pronto se quedaron solos.
Padre e hijo disfrutaron de un agradable recorrido hasta que al atardecer ambos se prepararon para acampar. Montaron juntos la tienda de campaña y prepararon un pequeño, pero cálido fuego con el que mantenerse calientes hasta que se fueran a dormir. Para esa primera noche llevaban provisiones traídas de casa y el resto de los días John le enseñaría a cazar a su hijo.
Mientras su padre le contaba unas historias familiares observaron cómo una estrella fugaz surcaba el cielo y ambos se quedaron atónitos contemplándola. Cuando terminaron de recoger todo, se dispusieron para acostarse en la tienda de campaña.
A mitad de la noche, Michel se levantó y salió de la tienda, mientras su padre estaba profundamente dormido, y se acercó detrás de un árbol para orinar. Cuando se dispuso a regresar, algo se lo impidió. Michael atemorizado gritó, cuando unas extremidades lo cogieron por la espalda, le taparon la boca y le inutilizaron los pies.
Inmediatamente, John se despertó, vio que no estaba su hijo y, con una linterna, trató de localizarlo durante el resto de la noche. Cuando amaneció pidió ayuda al guardia forestal, que inició una batida de búsqueda con ayuda policial.
Michael se despertó en la margen de una carretera. Estaba amaneciendo y no sabía dónde se encontraba, una sensación de frescor recorría el ambiente y no tenía ningún medio para pedir ayuda. El paisaje era árido y no se divisaba rastro alguno del bosque en el que estaba con su padre. Decidió seguir la carretera y poco después oyó el motor de un coche. Un Cadillac paró, una mujer lo conducía y juntos fueron a la comisaría del pueblo más cercano, Amarillo en Texas.
En la comisaría y una vez que sus padres llegaron, le tomaron declaración, estudiaron el caso y determinaron que había estado una semana desaparecido. Tras unas horas interminables, la familia retornó a su hogar intentando olvidar el angustioso momento vivido tras estar varios días separados.

 

En los años posteriores, Michael se preguntaba constantemente qué pasó durante esa semana que estuvo desaparecido. Las primeras respuestas aparecieron al final de su adolescencia cuando una voz le empezó a susurrar palabras que no comprendía. Con el tiempo esa voz desapareció, pero pasó a tener visiones premonitorias sobre la materialización de unos atípicos fenómenos meteorológicos que provocarían inestabilidad en el planeta.
Al principio no le dio mucha importancia, pero cuando estas visiones catastrofistas empezaron a materializarse, se alarmó y decidió que debía analizar el origen de estos fenómenos.
Durante ese tiempo, conoció, en El Cairo, a Aya, una chica que compartía su curiosidad sobre los fenómenos meteorológicos que se estaban produciendo y que, al igual que él, investigaba la reciente nevada copiosa que cayó sobre su país.
Quince años después y según lo que Michael había visto en sus visiones, el planeta había experimentado un gran cambio y la población, aunque sabían que cualquier suceso nuevo podía ocurrir, se había acostumbrado a estos fenómenos extremos.
Él y Aya seguían con su investigación, buscando conexiones pasadas y presentes que pudieran dar respuestas de hacia dónde se encaminaba esta situación. En esos momentos, se encontraban en Miami investigando una red de depósitos de magma sobre las Antillas, donde, según la visión que tuvo Michael, emergería una erupción volcánica que provocaría un gran tsunami arrasando gran parte de la costa.
Una de esas noches volvió a oír la voz, que había desaparecido años atrás y ahora le susurraba una clara y nítida advertencia: “una especie alienígena muy hostil vendrá a invadir la Tierra, no ganaréis. Otro alienígena cuyo mundo fue destruido por estos hostiles, salvará a algunos de vosotros. Estas personas, serán seleccionadas teniendo en cuenta quién podrá ayudar a los demás a sobrevivir. La fecha de su llegada será inminente. Busca el origen”.
Al sentir esta advertencia y, sospechando cuál podría ser el origen, se apresuró a llamar a su fuente del Gobierno americano.
–T. J., soy yo, Michael ¿alguna anomalía recientemente? –inquirió sin rodeos Michael.
–Sí, varios objetos no identificados se acercan a la Tierra con trayectoria de colisión en los próximos días –le confirmó–. ¡Me están vigilando! No podremos contactarnos más –cortó bruscamente la llamada.
Michael tras conocer esta información esperó a que Aya llegará esa noche de Bahamas, donde estaba recopilando información sobre el terreno. Una vez juntos, relacionaron las evidencias recopiladas por ella en las Antillas y la información que él tenía a través de su última visión y su contacto. Las respuestas que tantos años llevaban esperando parecían que por fin se estaban revelando ante ellos.
Cuando estaban de camino hacia el bosque de Carson, un fuerte temblor sacudió la carretera, bajaron de su caravana, ambos se miraron fijamente sabiendo el caos y las pérdidas humanas que se estaban produciendo a unas millas de allí.
De repente, un rugido llegó del cielo, centenares de estrellas fugaces surcaban a toda velocidad el tormentoso cielo. Michel presintió lo peor, Aya le sacó de sus pensamientos zarandeándole por los brazos y le señaló la dirección que tomaba una de las naves. Se pusieron en marcha en dirección al bosque siguiendo la estela que dejaba a su paso la oscura nave que los había sobrevolado.
Llegaron de noche a la entrada del bosque, había un ambiente extraño y el frío penetraba en los huesos. La sorpresa con la que se encontraron ambos fue enorme, miles de personas se concentraban desde la entrada hasta el interior del bosque donde parecía vislumbrarse un gran objeto extraño. Decidieron aparcar su caravana en una zona apartada y se acercaron a uno de los grupos de personas que se concentraban frente al calor del fuego. Entablaron conversaciones con ellas para averiguar el motivo de tanta actividad en la zona y al no obtener ninguna respuesta satisfactoria, se retiraron a descansar a su caravana.

Un golpe en la puerta y el zarandeo de la caravana los sacó del descanso. Michael se dirigió a coger un bate de béisbol que guardaba al lado de la puerta y ella atemorizada esperaba sentada en la cama, abrió la puerta y vio una criatura humanoide de color azul que emitía un destello inusitado.
–¿Qué eres tú? –preguntó Michael contrariado antes de golpearle.
–Soy aquel que has estado escuchando todos estos años y el que te ha enviado esas visiones –le tranquilizó–. Nos vimos cuándo eras un niño, aunque seguro que no te acuerdas.
–¿Qué quieres de mí? ¿Qué has querido todo este tiempo? –le inquirió.
–Ha llegado el momento del que tantas veces os he avisado en este tiempo –le aseguró–. Yo soy “el Campeón” y vengo a salvaros de la invasión de los “hostiles” –afirmó.
–¿Cómo? ¿A quién más has avisado? –preguntó desconcertado.
–Sí, Michael –Aya hizo una pausa y se acercó–. Tengo las mismas visiones y voces que tú. Perdóname, pero no podía decírtelo, me lo prohibió –le aclaró mientras Michael se quedaba sin palabras.
–Como estáis aquí, habréis deducido lo que se avecina –planteó el alienígena–. Aunque no sabéis a lo que os enfrentaréis y cuál será vuestra misión.
–Sabíamos que la inminente llegada de unos seres a la Tierra y los cambios meteorológicos que se producían por todo el mundo están relacionados con su llegada –afirmó Aya y Michael asintió.
–Esto es solo el principio –dijo el alienígena y se dispuso a relatarles la historia–. Vengo de un planeta muy lejano, nuestra población pereció a manos de esta raza alienígena que acaba de invadir vuestro planeta. Estos seres grises con largos tentáculos necesitan una climatología propicia para su reproducción y posterior cría. Una vez han criado a su progenie abandonan el planeta, pero lo dejan deshabitado en busca de otro para la siguiente generación –hizo una pequeña pausa y continuó–. Yo logré escapar con la nave que habéis visto ahí afuera, pero soy el único. Mi ciclo vital es mucho más largo que el de ellos y los he podido observar en la lejanía, estudiándolos y vigilándolos. Tarde o temprano sabía que llegarían aquí. Contacté con varias personas de este mundo, entre ellas vosotros dos.
–¿Por qué nosotros estamos aquí? ¿Por qué nos elegiste? –preguntó Michael.
–Vuestro nacimiento en el equinoccio de primavera determinó la función en esta contienda. Vosotros dos lideraréis a esta nueva sociedad y vuestra descendencia comandará el asalto final en una dura y cruenta guerra que se avecina.
–¿Qué pasará con los miles de personas que aguardan aquí fuera en el bosque? ¿Y las que no son las elegidas? –continuó interrogándole Aya.
–Los elegidos junto con vosotros cogeréis esta nave que os llevará a otro planeta para allí haceros fuertes y crear una sociedad que acabe con esta raza inmunda –continuó respondiendo–. El resto de las personas perecerán rápidamente al igual que les pasó a todos los de mi raza. Los invasores desplegarán su poder para acabar con cualquier resistencia humana que les pueda hacer frente y así dejar el planeta libre de amenazas antes de que llegue su momento de vulnerabilidad.
–¿Por qué nos van a seguir esos miles de elegidos? –Michel preguntó con interés.
–Al igual que le prohibí a Aya que te desvelara sus visiones, a ellos le he indicado su cometido en el nuevo mundo, os seguirán. La nave y los elegidos os esperan, no os demoréis –sentenció.
–¿Tú, por qué no vienes? –preguntó Aya.
–Mi viaje termina aquí, mi misión ha sido encontrar a una raza con seres que cumplan una serie de cualidades para acabar con estas criaturas en un futuro, pero no ahora –les anunció–. Una profecía que existía en mi mundo requiere de este sacrificio a cambio de vuestra salvación –concluyó.
El alienígena desapareció mientras Michael y Aya asimilaban toda la información que habían escuchado. Tardaron mucho rato en aceptar los designios de ese ser, pero tenían que ponerse en marcha en dirección a la nave que estaba lejos de ellos y liderar a sus compañeros de viaje. Recordaron la ingente cantidad de naves alienígenas que habían visto en el horizonte y prefirieron acercarse a su destino antes de que esos seres los pudieran interceptar.
Unos ocho mil habitantes de la Tierra pusieron rumbo a un planeta desconocido en busca de la salvaguarda de la humanidad.

 

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