LA AVENTURA CONTINÚA – Mar Ramos Sanz
Por Mar Ramos Sanz
«¡Este maldito Sudoku… cómo se resiste!», pensó Paco volviendo a comprobar en la portada de su librito, el grado de dificultad. Efectivamente, medio. Debía estar mal etiquetado. Otras veces, era capaz de sacar Sudokus mucho más difíciles de lo que supuestamente era éste. «Luego le preguntaré a Bolli», pensó. Seguro que él sabe el número correcto. Bolli (diminutivo de Bollito), cuyo nombre en realidad es Víctor, es su nieto de siete años y medio, autista. Apenas sabe hablar, pero siempre acierta los números del Sudoku, entre otras cosas. Paco cree que es un genio o, por lo menos, que tiene unas habilidades fuera de lo común, pero no lo dice porque no quiere poner tristes a su hija Mar y a su yerno Antonio.
Es entonces cuando un pensamiento cruzó su mente, «¡Vaya cuatro años de emociones!». Y es que, atrás quedaron valoraciones de: neuropediatras, psicólogos, psiquiatras etc., para saber ¿Qué le pasa al niño? Cosa que, en su humilde opinión, se habría respondido con un simple: nada. Lo pensaba antes y lo piensa ahora, pero no lo dice.
Ya han sufrido bastante. Ya pasaron por la incredulidad de tener un niño “normal” con 18 meses, a “algo pasa con Víctor” con 24 meses. Toda la batería de pruebas, entrevistas y expertos concluyeron en lo mismo: El niño es autista, grado 2. Y eso, ¿qué significaba? A decir verdad, Paco no lo sabe muy bien. Se lo han explicado varias veces, pero es de esas cosas que prefiere no escuchar o no saber.
Él está muy cómodo en su papel de abuelo gracioso, y de ahí no le van a mover. Además, el niño se lo pasa en grande con él, se ríe mucho y ambos tienen una relación especial, diríase perfecta para ambos. Sabe que su actitud ante el autismo es fría, distante, de hacer como si no pasara nada. Sin malas interpretaciones, no es que no le importe el bienestar de su nieto, es que le da miedo involucrarse. A veces se siente culpable, pero piensa que con estar y apoyar las decisiones de Mar y Antonio es suficiente. ¿Le asusta el futuro de su hija y nieto? Muchísimo, pero egoístamente sabe que no le tocará vivirlo a él, así que, aunque le duela, su postura ante el tema es ponerse de perfil.
La Cadena Ser le sacó de su ensimismamiento con su característico pitido de la hora. Miró el televisor para comprobar que efectivamente eran las doce. Todavía le quedaba tiempo. Anda que… «¡Menuda escena, Paco!», pensó entonces. Un jubilado de banca a medio vestir, haciendo (o más bien intentando terminar) un Sudoku, con la radio a todo volumen en la cocina y el Canal 24 horas de noticias sin sonido en la televisión. Bueno, por lo menos así se mantiene informado. En el fondo toda la escena tiene una razón de ser, al menos para él.
Y es que Paco tiene muchos secretos. Uno de ellos es su miedo visceral a perder la cabeza, la memoria y en definitiva dejar de ser un humano, para convertirse en un mueble con la mente perdida en vete tú a saber dónde. Por eso, se propone a sí mismo retos mentales. Acordarse de noticias, resultados de fútbol, números de la lotería y hacer muchos Sudokus o ejercicios mentales matemáticos le hacen sentirse mejor y de paso mantiene activa su mente.
Es verdad que, luego lo arruina todo con el alcohol, pero sigue considerándolo un mal menor. No se identifica a sí mismo como alcohólico, sino como “bebedor social”, aunque en el fondo sabe que es un problema. En general, porque su aguante ya no es el mismo y en particular, porque su próstata casi no le deja vivir y tiene que parar cada dos por tres a mear en los sitios más insospechados.
Por eso, para prevenir perder la cabeza por efecto del alcohol, tiene un plan, consistente básicamente en salir lo más tarde posible de casa, para así ir directo a hacer los recados y no estar de bar en bar. De esta manera, la ingesta de botellines de Mahou se reduce junto con las ganas de hacer pis después de beberlos y de paso, siente que va ganado poquito a poco la batalla, al menos de momento.
Otra cosa que hace para mantener ejercitado el cerebro es descifrar misterios e historias que saca de las conversaciones que escucha por la calle, en el banco y sobre todo en bares. Puede hacerlo porque tiene un superpoder, que consiste en tener un oído muy fino. Y para un cotilla como él, este superpoder supone una ventaja. Su oído le permite captar muchas conversaciones y hacer con ellas lo que le apetezca, acumularlas en la cabeza, olvidarlas, buscar finales inventados, cambiar la trama e incluso escribirlas en un papel.
Sea como fuere, disfruta mucho con esas historias y más si las comparte con su nieto. Es cierto que utiliza como excusa al niño para cambiarlas a su gusto, o hacer de detectives resolviendo misterios juntos. Pero ambos se lo pasan muy bien haciéndolo, no hacen daño a nadie y, a su juicio, ya llevan resueltos unos cuantos en secreto.
Pero como todo superpoder, su super oído también tiene inconvenientes, como el no poder dormir porque lo escuchas todo, los ruidos súbitos que asustan y sobre todo aguantar la frustración de querer intervenir en conversaciones ajenas. Aunque esto último, a veces se le olvida y se mete en pequeños líos de los que se salva contando chistes malos, haciéndose el loco o quitándole importancia a la disputa. Bien cierto es, que se siente protegido por el hecho de vivir en un pueblo pequeño. Digamos que ya le conocen, e incluso muchas veces nota como le buscan ciertos personajes para ver si entra al trapo. Como el guardia civil del pueblo, José Luis, que siempre está pinchándole con noticias falsas o de política.
Pensar en José Luis en ese momento le sacó una sonrisa, porque forma parte de uno de los “casos resueltos por Bolli y Paco” de un par de semanas atrás. Al acordarse pudo visualizar el momento exacto y cómo ocurrió todo.
Paco estaba esperando a su mujer, Pilar, que como todos los lunes venía del hospital en autobús. Se había sentado en su misma esquina en el bar de Carlos y estaba haciendo como que leía el periódico, cuando en realidad estaba escuchando las conversaciones de la clientela. Entonces, entró José Luis saludando a los parroquianos con un gesto de su cabeza acompañado de su habitual gruñido y se sentó en frente de Paco. Paco ni le miró, aunque esperaba expectante que empezara la conversación.
Pasados unos minutos escuchó complacido.
—¿Cómo cojones lo sabías, Paco? —espetó José Luis de repente.
—¿El qué? —respondió Paco con tranquilidad.
—Lo de la riñonera. La que se encontraron en el sector de los pescadores —la voz de José Luis denotaba algo de cabreo.
—¡Ah! Eso. Pues es que mi nieto resuelve misterios. Con mi ayuda, claro —respondió Paco sin darle importancia esbozando una sonrisa.
—¡Anda, déjate de coñas, Paco! ¡Si tu nieto ni habla! —el enfado de José Luis parecía ahora más que evidente.
—Tú puedes pensar lo que quieras, pero te juro que fue así. Recuerdo perfectamente que llegaste a este mismo bar con una riñonera de un color rosa fucsia con dibujos de palmeras, muy hortera la verdad, que se había encontrado una señora en el sector de los pescadores. Dentro había dinero, no comentaste cuánto, pero eran monedas seguro, por el volumen de la riñonera y lo que parecía pesar. Y recuerdo que nos dijiste que la dejabas en el cuartel y si nadie la reclamaba iba a objetos perdidos —Paco hizo una pausa entonces y observó a José Luis buscando un gesto afirmativo para poder continuar.
José Luis asintió con su cabeza.
—Con esos datos, yo le presenté el caso a mi nieto y le pregunté directamente ¿De quién puede ser la bolsa? Y me contestó claramente ¡Feria! Así que deduje que era de un feriante de los del mercadillo de los sábados. Juntos dedujimos que no era de la zona y que no debía ser mucho dinero, porque, en tal caso se hubiera trasladado hasta aquí en busca de su botín enseguida. Pero, para corroborarlo le pregunté a Víctor ¿Cuándo crees que aparecerá el dueño? Y él me contestó ¡Siete! Siete días entonces…
—Vale, todo eso es evidente, lo deduce cualquiera —interrumpió José Luis con un tono de indiferencia —pero ¿Cómo sabías que el número de la riñonera era el de la licencia del feriante?
—Eso me lo dijo Víctor también. Empezó a repetir 58741K y pensé que era un número importante. Lo que no sabía es que la riñonera tenía el número pegado por dentro ¡Qué casualidad! ¿No? Porque tú no lo comentaste ¿Verdad? —llegado a este punto Paco sabía que se estaba pasando de listo, pero estaba disfrutando demasiado del momento. Lanzó una mirada pícara a José Luis instándole a contestar.
—¡Claro! Será eso. Lo habré comentado de pasada y no me acordaba —ahora José Luis ya sonaba mucho más tranquilo. Tanto, que empezó a reírse y decir con sorna. —El detective Paco… Casi me lo creo —José Luis siguió con la burla un rato, para pasar rápidamente a otra conversación dando por finalizado el tema.
Sin embargo, ambos sabían de sobra que no lo había dicho. De hecho, «sería muy mal profesional, si se le hubiese escapado esa información, y más en un bar lleno de personas que podían reclamar el dinero», pensó Paco. Y José Luis sería muchas cosas, pero mal que le pesara, mal profesional no era una de ellas.
Lo que José Luis no sabía, es que Paco había actuado por su cuenta. Guiado por su instinto y las palabras que no paraba de repetir su nieto, entremezcladas con sus característicos gruñidos y grititos en todas las videollamadas; feria, siete, bolsa y 58741K.
Con esta premisa, se había presentado en la feria siete días después de que se encontrara la riñonera, en el puesto con el número de licencia 58741K. No sin esfuerzo, porque muchos de los puestos tienen el papel oculto o debajo de los productos. Así, una vez localizado el puesto, se encaró al dueño y echándole una mezcla entre jeta y valor, le había dicho al comerciante que su riñonera se había localizado en ese mismo sector el domingo pasado. Que si la quería recuperar se tenía que acercar al puesto de la guardia civil y dar el número de licencia de su puesto.
Añadiendo a continuación que saludara a José Luis de parte de Paco. El hombre al principio le miró desconcertado, pero debió haberle hecho caso, si no esa conversación con José Luis en el bar nunca habría sucedido. En fin, todo un éxito de los detectives “Bolli y Paco” o “Los golfos”, aún no tenía decidido el título de su alianza.
Otro pitido le devolvió a la realidad de su salón y sobresaltado miró de nuevo la hora en la televisión. La una, ahora sí que se tenía que poner en marcha y salir a hacer sus recados. La compra no se hace sola y mucho menos las bonolotos, primitivas y demás apuestas que echa religiosamente todos los días.
Paco abandonó su Sudoku por el momento, luego le preguntará a Víctor sino lo saca. «Anda que» … Pensó riéndose. «El niño es capaz de descifrar Sudokus y misterios, pero el muy cabrón no es capaz de decirme la combinación ganadora de la lotería». Con este pensamiento, ahora sí se puso lentamente en marcha.
RELATO DEL TALLER DE:
Taller de Escritura CreativaDeja una respuesta
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Carolina Rincón Florez
04/11/2024
Una maravilla de principio a fin.
Me ha encantado!
Una historia muy bonita, bien llevada y amena