LA MARIONETA QUE SIEMPRE QUISO CORTAR SUS HILOS
Por Maria del Carme Martín
05/12/2019
PROLOGO
MI NACIMIENTO E INFANCIA
Nací un 25 de diciembre de 1965. Todos esperaban la llegada de papa del trabajo para celebrar la cena de nochebuena; pero en cuanto papa llego, mama dijo: cariño tenemos que ir al hospital, la niña ya viene. Como podéis imaginar era una mala moche para ir a un hospital, todos estaban celebrando las cenas de esa noche especial; parece ser que después de ir a unos cuantos hospitales, por fin en el hospital de la paz ya salí fuera del vientre de mi madre, apenas le dio tiempo a llegar al quirófano, pero todo salió bien. Era la cuarta de hija delos que luego seriamos 5.
Todos decían que era preciosa, pues siempre sonreía, jamás dejaba de sonreír y eso que desde los primeros días de mi vida ya empecé con millones de pruebas médicas algunas menos duras y otras más duras. Nací con los oídos mal y me pasaba el día de médico en médico. Pero siempre con esa sonrisa, que imagino hacia a mi familia todo mucho más fácil.
Pasaban los años, siempre sonriendo y bailando, siempre hacia fácil todo y yo me sentía feliz, querida por todos. Protegida y cuidada.
Empecé con algo más de tres años a practicar ballet, algo que me hacía feliz, aunque era duro ser la única de clase que tenía sobrepeso. La única de casa que tenía sobre peso, la única de las amigas que tenía sobrepeso. Pero jamás dije nada, era muy difícil.
Pase mi vida con dietas desde pequeña, jamás conseguía adelgazar, y eso que era estricta con lo que me mandaban, lo cual me frustaba bastante la verdad.
Siempre era la niña feliz que todo el mundo cuidaba y protegía. Es como esa sensación de vivir entre algodones; claro algo a lo que es fácil y sobre todo muy cómodo acostumbrarse. Simplemente tenía que obedecer y dejarme hacer. Nunca me dio por pensar que pasaría si me caía algún día de ese mundo de algodones.
No tengo demasiados recuerdos de cuando era pequeña lamentablemente.
Es verdad que siempre todo el mundo decía de mis hermanos que guapos son y cuando llegaba mi turno la palabra era y esta niña que simpática. En aquellos momentos para mí todo era incluso normal. Pero si es cierto que en ocasiones me hacía sentir triste e incluso lloraba a escondidas.
En el barrio, los niños como siempre hemos sido tan crueles, me llamaban la gorda borrachosa, nadie sabe lo que me dolía y nadie imagina las veces que aun hoy escucho retumbar esas palabras dentro de mi cabeza.
PUBERTAD Y JUVENTUD
En casa siempre nos manteníamos muy unidos y mis padres nos enseñaban a jugar siempre juntos, querernos y respetarnos.
Éramos una familia de clase media, pero jamás nos faltó de nada, gracias a mis padres aprendimos a conformarnos con ser felices con lo que teníamos y disfrutábamos muchos fabricando nuestros propios juegos.
Ya empiezas a crecer y tener tus propias amistades, lo que hace que empieces a tener una vida más independiente, por llamarlo de alguna manera.
Apenas tenía amistades y pasaba muchos fines de semana en casa. Cuando salía con amigas yo siempre era la que rompía el hielo a la hora de hablar, pero al final, siempre me volvía a casa sola, nunca contaba nada, es cierto que tenía hora diferentes para llegar a casa, pero los chicos nunca elegían quedarse conmigo, es decir, ya empecé a sentir como la gente me utilizada; aunque verdaderamente no puedo culpar a nadie, pues yo lo consentía; por no estar sola, por salir, por sentir que al menos valía para algo….
No puedo decir que fueran tiempos felices, siempre hacia lo que los demás esperaban que hiciese, apenas tomaba decisiones propias, la verdad que siempre tenía miedo a confundirme y hacerlos mal. Nunca supe confiar en mi misma.
Con 15 años sufrí un hecho que me traumatizo durante mucho tiempo, un intento de abuso por parte de un hombre. Eso me marco hasta el punto, que no quería estar con ningún hombre.
En este momento de mi vida, ya percibí que algo no estaba bien, yo me encerraba demasiadas veces en mi cuarto a llorar, no era capaz de mirarme en un espejo e incluso me daba asco el reflejo de mi cuerpo. No decía nada, quería que todo el mundo fuese feliz a mi alrededor. Pensaba que con sentirme yo desgraciada ya era suficiente. Nadie tenía culpa de que yo sintiera que era un monstruo.
Mis amistades empezaban a salir con chicos, yo no tenía éxito, y hoy sé que los valores que tenía, jamás supe explotarlos. Hoy entiendo la vida de otra manera y está claro: Para que los demás te quieran primero tienes que quererte tú mismo.
No fue tampoco buena estudiante, dejé mis estudios de bachiller sin terminar solo por una asignatura, me volví rebelde, era como un modo de llamar la atención, pero eso tampoco me hacía sentir mejor. Con lo cual empecé a buscar y apuntarme a cualquier trabajo, eso sí, en mis trabajos siempre fui muy responsable y me lo tomaba muy en serio, disfrutaba de cada cosa nueva que aprendía, no me daba miedo lo nuevo, tenía un gran poder de adaptación, aunque no lo reconociese.
Trabaje en varios sitios y haciendo varias cosas, pero sobre todo trabaje como secretaria o mecanógrafa. Me gustaba mucho la verdad. Me sentía afortunada de tener un trabajo que me gustase.
Un día mi padre me comento que había oposiciones para trabajar en la Universidad, en aquella época yo ganaba mucho dinero vendiendo chalets de alto standing. Pero claro un trabajo como funcionaria, era un trabajo seguro para siempre. Decidí empezar a prepararme y conseguí entrar como contratada en la Universidad Complutense como auxiliar de biblioteca. Era maravilloso, descubrí un mundo en el que empecé a entrar y cada día amaba más, aprendía tanto, me sentía súper realizada, aunque siempre pensaba que todos valían más que yo.
Ese olor a libros, rodearte de miles de libros que contenían historias maravillosas, sin darme cuenta empecé a amar ese mundo, se me pasaba el tiempo volando y era feliz pudiendo ayudar a un alumno, profesor o cualquier visitante, localizando algo sobre el tema que deseaba, me sentía muy feliz. Fue el trabajo más maravilloso que jamás podía encontrar y además me pagaban por ello, era magnifico.
En cuanto a mis relaciones personales, jamás me acompaño la suerte. Mi primera pareja bebía mucho y el trato que recibía no era nada bueno, no puedo decir que fui feliz durante los 7 años que estuvimos juntos, pero como una cobarde prefería eso a ese maldito miedo a la soledad.
Mi segunda pareja era de fuera de Madrid, yo siempre me desplazaba para poder estar juntos, apenas salíamos ni teníamos conversaciones, el pasaba horas y horas frente al ordenador. Pero aun así cuando ya todo era muy difícil de sostener, mantuve la relación más de 4 años. Es decir, otros 4 años de vida, mendigando cariño, que yo si daba y sin recibir nada a cambio.
Yo no contaba nada a nadie, nunca decía que no me sentía feliz, siempre pensaba que la culpa era mía, pero ahora sé que mi problema estaba en mi autoestima que era nula.
Apareció mi pareja más importante, fue muy bonito, él tenía una actitud muy diferente a la mía, apenas hablaba, aunque cuando estábamos solos conmigo cambiaba, pero tenía un carácter muy cerrado y yo sin embargo era mucho más abierta. Yo consideraba que era feliz, pero cuando uno madura, se da cuenta que en realidad una relación no es eso. Una relación es un compañero de viaje en todo y para todo. Pero él no quería problemas y siempre me tocaba quedarme solo ante los problemas y solucionarlos. Siempre decía, es su forma de ser, pero ahora sé que eso no es excusa. Pues en realidad yo no quería eso. No era plenamente feliz.
Siempre discutíamos porque decía que era como una niña pequeña que cuando pensaba madurar, pero siempre le conteste lo mismo. En mi trabajo soy madura, ante una enfermedad, soy madura y muy fuerte, pero siempre quiero mantener esa niña que todos tenemos dentro y que me hacer ser feliz.
Durante estas relaciones mi salud no ayudo mucho a que fuese mucho más feliz con 14 años me lesione una pierna y a día de hoy continuo con ese problema, después de 7 intervenciones quirúrgicas se podría decir que estoy aun peor que antes.
Con 16 años me diagnosticaron un cáncer de tiroides, en aquella época la enfermedad no estaba tan avanzada como hoy en día, tuvieron que intervenir dos veces y darme radioterapia, fue tremendamente duro, pero nunca perdía la sonrisa de cara a los demás continuaba siendo la niña feliz y luchadora. Nadie sabía lo sumamente desgraciada que me sentía
Juventud, bonita palabra cuando se vive como tal. Siempre he pensado que no he sabido vivir mi vida. He vivido la vida de los demás y ahora quiero vivir la mía. Espero que no sea demasiado tarde.
Hace 6 años falleció una persona muy importante MI MADRE, la prometí que cuidaría a papa hasta el final de sus días y aquí continuo. Manteniendo mi palabra, aunque no puedo negar que es duro y que como dice mi psiquiatra, he abandonado mi vida y felicidad por la de él. No me arrepiento, aunque es cierto que sé que a sus 90 años cada día es más complicado todo. Que no se si sabré que hacer con mi vida cuando él no este.
Desde que decidí romper las cuerdas de la marioneta, me siento la mayor del tiempo caída. Aunque por fin, puedo decir bien alto que soy fuerte. Que soy una mujer valiente. Que no quiero hacer daño a nadie, pero que ahora lo primero es mi vida. Ya son 53 años y no puedo dejar que los demás la sigan manejando. Soy la culpable de todo, fui demasiado débil. Solo espero estar a tiempo.
Ahora comienza la madurez tal vez lo más complicado, o lo que me ha hecho ver la vida real.
HISTORIA DE LA MARIONETA
Cuantas veces me preguntaba, ¿y si corto los hilos? Pero el miedo era mayor al deseo de cortar esos malditos hilos que hacían que no me sintiese protegida y segura.
Siempre acechando ese maldito miedo a no saber vivir sin depender de los demás, siempre pendiente de que los demás me asesoraran en cómo debía actuar; es curioso pues casi nunca era la opción que yo hubiese escogido, pero tampoco me sentía capaz de dar el paso y decir NO, se terminó, la decisión la tomó yo y si me confundo será mi opción.
Cuando naces con dolencias (llamémosle así) porque nunca me gusto la palabra enferma, está rodeada de gente que la quiere haciendo que su vida sea mucho más cómoda. Más sencilla y, sobre todo, siempre deciden por ti, esto hace que tu ni tan siquiera tengas que plantearte la opción de que hacer en momentos cruciales de tu vida.
Siempre me di cuenta que todo aquello no me gustaba, pero es verdad que cuando las cosas te persiguen de esa manera, es muy cómodo tener quien decide por ti.
Cierto es que hoy no culpo a nadie ni de lo bueno ni de lo malo que he vivido en vida, pues la decisión siempre fue mía, solo mía.
Mi salud, una salud frágil. Múltiples operaciones, dolores, pero no recuerdo en verdad haber dejado de sentir que era feliz.
Ahora cuando ya tiene más madurez mental, todos tendemos a hacer eso que no sé si es bueno o malo, pero hacemos el balance de nuestras vidas.
Cuando hice el mío, no podía creerlo pues mi cabeza únicamente me repetía una y mil veces, si esta es mi vida hasta el fin…no la quiero.
Eran un médico tras otro, un ingreso, otro, una operación otra, y poco resultado positivo de ninguna de todas estas pruebas, ingresos e intervenciones.
Sólo quiero una vida tranquila, una vida que, aunque tenga problemas como todo el mundo tenga algún que otro resultado positivo.
La lesión de mi rodilla, ha marcado mucho mi vida; se podría decir que incluso mi cáncer de tiroides y eso que este lo padecí a los 24 muy joven, pero luche mucho, lo pase muy mal, aun hoy me he acostumbrado a vivir con esa espada de Damocles que los que padecemos esto, nos acostumbramos a vivir.
Pero la rodilla, ya van 7 intervenciones y mucho dinero gastado en ella, muchas lágrimas derramadas por el dolor, pero la verdad, nada de mejoría. Podría decirse que a mis 53 años me siento peor. Es doloroso cuando un médico no es sincero, no se sienta contigo como dos personas adultas y te cuenta lo que sucede. En la última intervención padecí una bacteria de quirófano y un linfoedema de grado II que dicen que no tiene solución.
No dejo de luchar cada día, pero la pierna no deja de fallar y yo caerme, cada día con más miedo por si me lesiono de una manera más grave. Pero según ellos la operación está bien.
Desde el 94 estoy diagnosticada de una depresión, eso no quiere decir que este loco, no. No entiendo porque se nos trata de esa manera especial, somos como los demás únicamente necesitamos unas medicinas que nos ayuden a controlar esos estados de pánico y ansiedad.
En el el año 2013 mi madre cayó enferma, yo siempre he vivido con mis padres, para bien o para mal, tal vez por ello me di cuenta antes de nadie que algo no estaba bien en la cabeza de mama, rápidamente acudí con ella al neurólogo, y el diagnóstico fue una parálisis cráneo encefálica progresiva; si alguien no conoce la enfermedad, solo decir que es tremendamente dura.
La cuidé lo mejor que pude desde el principio, nos turnábamos los hermanos, somos 5, pero en estos días cuando mama aún podía hablar me declaro muchas cosas que la verdad que duelen mucho. Procure no fallar ni un día, al final la enfermedad se hizo más larga de lo que todos esperaban, falleció un 1 de septiembre del 2013; en su lecho de muerte le prometí, que cuidaría de su mejor legado, mi padre, y aquí estoy viviendo con mi padre que ya tiene 90, es el hombre más maravilloso del mundo, pero es cierto y jamás lo pensé que la vida del cuidador es muy dura, tal vez demasiado dura, y la culpa es nuestra, pues abandonamos todo, incluso nuestra propia vida por cuidar de ellos.
Desde que falleció mama la vida en casa cambio, dio un giro de 360 grados, está claro, mi familia era un matriarcado. Y con su marcha todo se echó a perder, la alegría, la unión; claro que si nos planteamos las cosas en realidad todo lo demás era ficción, al menos así lo siento yo.
Durante todos estos años mis relaciones personales, han sido un auténtico desastre, tal vez por un abrazo, permitía cosas que jamás tendría por qué haber permitido. Mi última con Juan fue la única relación que podríamos decir fue la más verdadera, pero aun así no fue tan sincera como yo esperaba.
Siempre he sido una persona que no he podido con la mentira, y que además he vivido en una familia en la que mis padres desde el primer día me han enseñado que el amor existe, que lo único que nos falla es la comunicación, y de vez en cuando ponernos los zapatos del compañero, andar un rato su camino y así poder entender demasiadas cosas.
Yo no soy la mejor persona del mundo, tengo miles y miles de fallos, pero no me pidas que viva una mentira. No me pidas que pierda esa niña que habita dentro de mí, no me pidas que haga algo, sugiérelo, no me ordenes, explicame. No me chilles, susurrame, pero sobre todo hablame.
Estoy luchando en estos momentos con muchos muchísimos puntos abiertos, pero quiero seguir adelante, quiero demostrar que tras esta inmadurez existe una mujer fuerte, luchadora y muy valiente.
Dejame aprender cada día algo nuevo. Me quitaron mi trabajo, ahora dejame que disfrute a mi manera. Pero, sobre todo. SI YO NO ENTRO EN TU VIDA INTIMA Y PERSONAL, PORQUE TODO EL MUNDO SE CREE CON EL DERECHO DE ENTRAR EN Y LA MIA, JUZGAR Y ADEMÁS NO ACONSEJAR DAR ORDENES.
REPITO PONTE MIS ZAPATOS, CAMINA MI CAMINO Y DESPUES CAMINAMOS JUNTOS O AL MENOS PODREMOS HABLAR DE TU A TU.
RELATO DEL TALLER DE:
Taller de Escritura CreativaDeja una respuesta
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Es un relato muy íntimo de una vida no vivida, me identifico con lo de niña gorda. Nadie puede entender lo q marca está situación, tardas en soltar el lastre años y años, te hace insegura y te aferras a la soledad. El relato en algún momento resulta repetitivo también trasmite la angustia que aún sientes en la búsqueda para encontrar tu vida.