PAUSA Y REBOBINA
Por Ana Cobacho
06/08/2021
Esta es la historia de una anciana, que ya en sus últimos días de vida, decidió dejar su historia en la memoria de sus siguientes generaciones.
–Cariño, quiero que escuches una historia, –le dijo a su nieta a quien sentó frente a ella.
Muy obediente se sentó a la vera de su abuela a la que llamaban Nani.
Nani, no sabía apenas por dónde empezar, así que le tomó unos cuantos minutos ordenar sus ideas. Cuando lo tuvo todo organizado en su mente, comenzó a contar la bonita historia de cómo conoció a su marido, el abuelo de su querida nieta.
Nani inició el relato de su vida diciendo: Hace más de cincuenta años, dos años después de la pandemia de 2020, conocí a tu abuelo. Ese verano me fui de vacaciones con unos amigos a los que se unió de forma imprevista el primo de uno de ellos. Yo no lo había visto nunca en persona, solo por redes sociales, pero ver sus fotografías me dio una idea de cómo era, y la verdad no me gustó lo que vi. Así que, no me ilusionó demasiado el hecho de que él viniese con nosotros. Al llegar a la casa en la que nos alojábamos, todos nos saludamos y planeamos lo que haríamos en el día, contaba Nani con alegría.
Fueron pasando los días y Dylan y yo, el primo de mi amigo, terminábamos siempre juntos, y un poco separados del grupo. Cuando íbamos a la playa, nos poníamos a andar por la orilla y nos hablábamos de las cosas de la vida que nos importaban, nos frustraban o simplemente nos daban miedo. Al final del viaje, sentí cómo mi perspectiva de él había cambiado. No era tan superficial como parecía, era listo, le gustaba entablar conversaciones con cualquiera, y a pesar de lo que en las redes sociales pudiera parecer, era cariñoso y amable con los suyos.
Tenía claro que quería continuar soltera por un largo periodo de tiempo más, pero Dylan me gustaba de verdad. Quisiese o no reconocerlo, dijo sonrojándose un poco.
Al llegar de las vacaciones, tenía un dilema muy grande, no sabía qué hacer con mis sentimientos. Además de lo que pensase y quisiese yo, también debía pensar en mi familia. Mi madre, tu bisabuela, estaba enferma y yo tenía que encargarme de cuidarla, así que no fue una decisión fácil, explicó Nani, con una tristeza que invadió su rostro.
Días después, quedé con una amiga para irnos a comer fuera. Estuve contándole lo que me pasaba y cómo me sentía. Intenté camuflar mis sentimientos por él, diciendo que era un chico majo pero que no era el momento, que ahora no quería nada con nadie. Aunque en realidad, sabía que estaba muriéndome por dentro, por la ilusión de tener a alguien a mi lado, que me quisiese y respetase tal y como era.
Emma, mi amiga, me escuchó con atención.
–Amiga –me dijo tras procesar toda la información recibida- a ti este chico te gusta, ¿verdad que sí? –me quedé callada y avergonzada, y no supe qué responderle.
–Mira Nani, es un chico guapo y con muchas chicas detrás de él -continuó diciéndome–, si te gusta, aprovecha, díselo y estoy segura de que podréis tener algo bonito. Pero si no te gusta, no te hagas ilusiones, ni tampoco se las hagas a él, lo único que lograrás es hacerte daño a ti y a los que quieres.
Al principio no entendí muy bien qué significaba “hacerle daño a los que quieres”, así, en plural, como si entablar o no una relación con Dylan fuese a repercutir en más personas.
Con el tiempo entendí a qué se refería. Pero, ya te contaré eso más adelante.
Estuve toda la noche pensando en qué hacer, si llamarle o no hacerlo, si contarle lo que sentía por él y liberarme de la angustia, o si callar para poder tener todo el tiempo necesario para cuidar de mi madre. No sé en qué momento me armé del valor necesario para coger el teléfono, y decirle: “Hola, soy Nani. Estos últimos días me lo he pasado muy bien, y he pensado que podríamos quedar algún día, ¿qué te parece?”.
Para mi sorpresa, tu abuelo también había estado pensando en mí, y aunque en su vida había hablado con muchas chicas, su corazón solo era de una. Aunque prefirió dejarme con la intriga de saber quién era la que guardaba su corazón, hasta quedar en un parque para hablar cara a cara de la situación.
Mi cabeza no paraba de dar vueltas, pensaba: “Si esa persona soy yo, voy a tener que lidiar con las miradas de muchas chicas. Pero, si no lo soy, mi afecto hacia él ha llegado a un punto en el que no sé, sinceramente, si podré retener todos mis sentimientos”.
Quedamos un domingo en un parque que estaba relativamente cerca de nuestras casas. Al verle, mi corazón se revolucionó y sin control ninguno mis mejillas empezaron a sonrojarse. Cada vez nos acercábamos más el uno al otro, y mientras llegábamos a una distancia oportuna para conversar, mi cabeza no paraba de pensar en qué decirle.
Al fin estuvimos a menos de dos metros de distancia, y entonces fue cuando empezó “la conversación”, la cual cambiaría el rumbo de mi vida.
–Es la primera vez que me declaro a alguien. Así que permíteme unos segundos -me dijo Dylan mirándome a los ojos, con la sonrisa que le caracteriza.
¿Acaba de decir que se está declarando? ¿A mí?, pensó mi inocente cabeza.
–Como sabrás –prosiguió Dylan–, hay personas a las que les gusta más o menos el compromiso, yo soy partidario de la compañía en soledad. Pero, no sé qué me has hecho en el corazón que siento vértigo al estar contigo. Y si quieres, me gustaría compartir ese sentimiento junto a ti durante muchos años más.
–Vi cómo abrió una cajita –Nani tomó aire para poder continuar la historia–, la cual contenía un anillo, y toda la felicidad que tenía dentro de mí se convirtió en miedo. Solo teníamos veinte años, y yo necesitaba conocerme aun a mí misma.
–Quédate con el –me dijo al mirarme y ver en mi rostro reflejados todos los miedos del momento-. Sé que estamos hechos para estar juntos, quizás ahora no sea el momento, pero quédate el anillo y cuando estés lista, yo estaré aquí para ti. Esta es mi promesa de no romperte el corazón.
Mis ojos se empaparon de lágrimas, al igual que ahora –dijo Nani con un pañuelo en la mano–. Y asentí con la cabeza, porque no podía siquiera hablar.
Años después me enteré de que a mi amiga Emma, le gustaba mucho Dylan, y que antes de las vacaciones habían estado hablando. De ahí que me dijese que decidiera bien para no hacerle daño a los que quiero.
Emma y yo nos distanciamos y tres años más tarde de aquella bonita proposición, Dylan y yo nos casamos. Cuidamos juntos por años de mi madre, hasta que tristemente su corazón no aguantó más. Con el tiempo, tuvimos dos niñas preciosas y una nieta que quita el sentido.
Y esta, es la historia de cómo conocí a tu abuelo, dijo Nani para terminar con su relato.
Lo cierto es que, si hubiese decidido tomar todas esas decisiones, tendría enfrente ahora mismo a una preciosa nieta, a la cual contarle esta historia. Pero no lo hice. Así que no la tengo.
La historia que habéis leído es cierta hasta cierto punto. Al contarle a mi amiga lo que sentía noté cómo no le gustaba lo que le estaba diciendo. Pensé en mi madre, y en que, en realidad, no quería estar con nadie, así que no escribí a Dylan.
Por el contrario, hubo alguien que sí lo hizo. Emma, mi amiga, ella fue la que acabó casándose con Dylan, la que tuvo dos hijas y una nieta preciosa. Y yo tuve que ver cómo todo eso pasaba frente a mí, inmóvil ante aquella situación, porque en el momento que quise, ya no pude.
A partir de ese momento, me centré en cuidar de mi madre y en cuidar de mí misma, me encargué de que no me volvieran a hacer daño, creando un muro entre mis sentimientos y yo.
He querido crear esta versión de mi vida para hacerme, y haceros entender, que toda nuestra vida está plagada de decisiones que marcarán cómo será nuestro futuro. Pero, como comprenderéis, no podemos vivir pensando en qué haremos en cada mísero instante por ir construyendo un futuro. Hay que vivir el presente, si yo lo hubiera hecho, probablemente la historia que os estaría contando hoy sería diferente, pero, hay que asumirlo, no lo es.
Así que, querido lector, si has llegado hasta esta parte del relato, por favor, hazme caso, dale una oportunidad a las cosas buenas que te vengan en la vida. Si quieres amar, ama. Si quieres vivir eternamente contigo mismo, hazlo. Pero nunca tomes por tuyas ideas de otros. Sí, es cierto, el amor puede doler a veces, pero es lo único que nos mantiene vivos. Es lo que nos mueve a cada una de las personas que estamos sobre la Tierra, incluso el amor a uno mismo, el cual debemos aprender a cultivar antes de amar a nadie más. Por ello, querido lector, ama, vive, pásatelo bien, ve la vida con perspectiva y si no te gusta el final, siempre puedes reescribirlo. Tú decides cómo y cuándo termina tu historia. No lo olvides.
RELATO DEL TALLER DE:
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