PERICO Y EL AMULETO
Por M. José Amoros
08/04/2016
Fue en primavera, en un día soleado, cuando comenzó mi extraña aventura.
Estaba caminando con mi hermano pequeño por el paseo de la playa cuando apareció Miguel, el bromista de mi clase. Claro que sus bromas sólo eran graciosas para él, ya que al resto nos fastidiaba bastante.
– Hola, “gafotas“, ¿qué haces? – dijo Miguel.
Así me llamaba para burlarse delante de mi hermano.
– Hola–contesté de mal humor-.Sabes que me llamo Perico, ¿o tu memoria de mosquito lo ha olvidado?
Mi hermano me miró con ojos de búho y me susurró: ¿qué le has dicho?
Miguel se puso rojo, parecía una olla a presión a punto de estallar. Pero cambió de expresión y continuó la conversación tranquilamente (o eso me pareció a mí).
– ¿Vas a ir al partido del sábado? Jugamos contra los del colegio de “San Martín”,ya sabes, esos estirados.
Miguel siempre tenía una palabra amable para todos(estirados, gafotas, pareces un conejo con esos dientes…)
– No sé, tengo que hacer varias cosas – le dije.
– ¿Pero qué cosas?, lo que pasa es que no quieres ir. Eres un torpe y te da vergüenza hacer el ridículo.
– Bueno, a lo mejor me apunto, ya veré. Hasta luego, Miguel – le dije.
El caso es que Miguel tenía razón, era bastante torpe para los deportes en general. A mí lo que de verdad me gustaba era leer historias de aventuras e imaginar que viajaba por mundos lejanos. Las tardes pasaban rápidas en mi habitación,leyendo.
Pero no penséis que sólo leo, también salgo a jugar con mis amigos Pedro y Javi. Nos gusta ir de excursión, a explorar.
Tenía que hablar con ellos para poder entrenar y no quedar mal en el partido ante ese fanfarrón de Miguel. Ellos sí que saben darle a la pelota.
Esa misma tarde llamé a Pedro.
– Hola, Pedro – le dije.
– Hola, Perico, ¿qué tal, qué cuentas?
– Esta mañana me encontré con Miguel.
– ¡Qué suerte! ¿Qué te ha dicho?
– Si me iba a apuntar al partido del sábado.
– Y tú has caído, ¿verdad? Ya sabes que lo hace para picarte.
– Bueno, quiero que Javi y tú me entrenéis para no hacer el ridículo.
Quedamos a la mañana siguiente en el parque que hay cerca de mi casa. Allí hay un campo bastante amplio para poder jugar.
A las diez de la mañana bajé y ya me estaban esperando. Pedro tenía las cejas levantadas y Javi estaba con los brazos cruzados y el morro arrugado.
– Pero, ¿no habíamos quedado a las 09:30? – me dijeron.
– Es que… me he quedado dormido. He pasado mala noche.
– Menos excusas, nunca llegas a la hora – me dijo Javi.
– Bueno, manos a la obra. Vamos a comenzar haciendo unas carreritas de aquí hasta ese pino – dijo Pedro.
– ¡Buf! ¡Quélejos!
– Venga, venga, menos quejarse – me dijeron los dos a la vez.
– Vale, ya voy.
Fui corriendo hasta el pino,me pareció una eternidad. Cuando llegué,empezó a soplar un viento bastante frío. Me puse a temblar.Pero,¿qué ocurre?¿Dónde están mis amigos? Los oía hablar, pero no los veía.
– ¡Pedro! ¡Javi! –grité.
– ¡Qué pasa! – les oí chillar amilado.
– Jolín, ¡qué susto!
– Pero ¿dónde estamos? ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? – dijeron Pedro y Javi.
– Yo sólo sé que ha soplado el viento y me he encontrado aquí dentro –dije.
Parecía que estábamos dentro del pino. Era muy extraño.
– Mirad, hay un camino iluminado. Vamos a ver a dónde nos lleva – les dije.
Fuimos por dicho camino y nos encontramos con más gente, estaban perdidos como nosotros. Pero eran diferentes, más bajitos. Algunos tenían el pelo rojizo y las orejas puntiagudas. Otros tenían los pies extremadamente grandes y de sus pantalones asomaba una cola.
– ¡Qué raro! ¿Estamos soñando? – les dije a mis amigos.
– Yo me froto los ojos y sigo viendo lo mismo – dijo Pedro.
– Yo estoy dándome bofetadas en la cara y todo sigue igual – dijo Javi.
Pedro, Javi y yo nos mezclamos con el resto y nos dijeron que a ellos les había pasado como a nosotros. Que sopló un fuerte viento frío y de repente estaban allí.
Llegamos a una gran sala en la que había concentrada muchísima gente de todo tipo. Todos estaban mirando al frente. Allí arriba estaba sentado un ¡MONO! Nos miramos, subimos los hombros y dijimos:
– ¿Y esto? ¡Pero si tiene una corona! – dijo Pedro.
– Es el rey del pino.
– ¡JA, JA, JA! – reímos los tres a la vez.
De repente, vinieron hacia nosotros tres pajes del “rey mono” y nos llevaron a empujones delante de su majestad.
– ¿De dónde sois? ¡Sabéis reír! – dijo el mono.
– Venimos del parque que hay ahí a fuera–le dije.(Lo de las risas, no quise contestar,por si acaso).
– ¡Bueno, bueno! – dijo el rey mientras nos miraba de arriba abajo y se tocaba la barbilla despacio-. Vosotros sois ideales para realizar el viaje.
– ¡Un viaje! – dijimos los tres a la vez.
– Sí, tenéis que ir al país de los “vainas” y buscar nuestro amuleto robado.
Elreynoscontóquehacemuchotiemposuamuletofuerobadoporlosvainas.Lagente empezó a estar triste, y a nunca reían. Los niños que nacían no sabían son reír.Y poco a poco abandonaron el juego, la diversión, los bailes, todo lo divertido.
Lo que el rey nos contó del país de los vainas se parecía bastante al nuestro. Le pregunté por el amuleto, cómo era, qué forma tenía, qué color, si era grande o pequeño. Esto fue lo que su majestad me respondió:
– Nuestro amuleto es redondo, grande, poderoso, ya que nos hace reír. Los tres nos miramos con asombro y nos dijimos:
– Vaya, cuánta información.
– Podría ser hasta un coco –dije.
Los tres sonreímos y dijimos al rey que iríamos a buscar su amuleto.
De repente vino un viento,no sé de dónde, y volvimos a estar en el parque. Allí todo era normal. La gente paseaba, los niños jugaban. No parecía que nadie se hubiese dado cuenta de lo sucedido.
– ¿Cómo vamos a encontrar ese amuleto? – dijo Javi.
– Algo se nos ocurrirá. Continuemos con el entrenamiento, que mañana es el partido–les dije.
Se nos hizo casi de noche. Estaba muy cansado de tanto correr. Nos fuimos a casa. Me duché, cené y me metí en la cama. Estaba nervioso por lo del partido y por lo del amuleto. Empecé a pensar en cómo encontraríamos el dichoso amu… ¡Ahhh! ¡Qué sueño!
Al día siguiente, cuando me desperté, salté de la cama. Ya eran las diez y el partido era a las once. ¡Jolín! Se me va a hacer tarde. Me duché y bajé a todo correr a desayunar. Saludé a mis padres y a mi hermano y de un tirón me tomé la leche con galletas.
– Adiós, me voy al partido.
– Pásalo bien. Luego vamos a verte – dijeron mis padres.
Fui corriendo hasta el colegio. Pedro y Javi estaban mirando el reloj cuando me vieron llegar.
– Pero Perico, ¿nunca vas a llegar pronto a lossitios?
– Se me pasa el tiempo rápido – les dije.
Vino nuestro entrenador y todos nos pusimos a correr para calentar, antes del partido.
– ¿Has pensado en lo del amuleto? – dijo Pedro.
– Claro. Le he estado dando al “coco” toda la noche.
– Venga, todos en fila que esto ya va a empezar – dijo el entrenador.
Elárbitropitóyelpartidocomenzó.Javifuecorriendohacialapelotaylediounagranpatada.
– Venga, Perico, ve a por ella, es tuya – dijoPedro.
Fui a por la pelota y me topécon Miguel, que venía como un rinoceronte.¡BUUMMM!Tremendo golpeelquenosdimos.Lasgafassalieronvolandoynopodíavermuybien.Alira buscarlas
Tropecé con la pelota y caí. Fue Pedro quien me las trajo. Me las puse y entonces pude ver de cerca la pelota y lo que tenía dibujado. Era el dibujo de un mono con una corona.
– Mira, Pedro, me parece que hemos encontrado el amuleto.
– ¿A ver? Tienes razón.
– ¿Y cómo vamos a hacer para llevárnosla? – dijo Javi.
Elárbitropitó.Nonosdimoscuentadequeeltiempopasabaynosotrosahíhablando,mirando la pelota.
– ¿Pero qué os pasa, chavales?- nos dijo el árbitro.
– Perdón –le dijimos los tres.
Durante el resto del partido los tres íbamos como locos tras la pelota, parecía que nos atraía como un imán. La gente nos animaba, el partido estaba a nuestro favor. Miguel nos miraba con extrañeza, sobre todo a mí, que nunca me había visto correr de esamanera.
Hubo un descanso y los tres nos juntamos para decidir de qué modo íbamos a sacar la pelota del campo.
– Bueno, el partido está a punto de finalizar y vamos ganando. He pensado que con el lío que se va montar cuando acabe, la gente va a estar distraída yentonces….
Salimos de nuevo como leones, todos queríamos ganar. La pelota iba de un lado a otro del campo. Entonces vino Miguel y marcó el golazo que nos llevó a ser loscampeones.
– ¡Goool, goool! – gritabantodos
– ¡Hemos ganado! – se oíagritar.
Todos salieron al campo saltando y gritando. Casi no nos podíamos mover. Entre la multitud, vimos la pelota en manos de Miguel, que empezó a correr conella. Javi, Pedro y yo nos miramos, y con gran esfuerzo fuimos tras él. Le alcanzamos y cogí la pelota mientras mis amigos le intentaban entretener felicitándolo por su gol.
– Vaya golazo has marcado. ¡Eres un tío grande! – le decían.
– Gracias, gracias, estoy en racha – decía Miguel.
Mientras,yocorríacomoenmividahabíacorridoyfuidirectohaciaelparque.Miréhaciaatrás y me seguían Pedro, Javi y¡Miguel!
– Devuélveme la pelota. ¿A dónde vas con ella? – gritaba éste.
Seguícorriendocomosimividaestuvieseenpeligroycuandoyapensabaqueloshabíaperdido, una mano tocó mi hombro. Me di la vuelta y era Miguel. Detrás de él estaban mis dos amigos, colorados como dos tomates.
Estábamos junto al pino donde todo comenzó y cuando intenté contarle la historia, vino un viento frío…
RELATO DEL TALLER DE:
Taller de Literatura Infantil y JuvenilDeja una respuesta
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Carolina Rincón Florez
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PERICO Y EL AMULETO.
Me ha gustado mucho la historia. Está muy bien relatada, con un lenguaje fácil de entender. Es imaginativa y tiene algún toque de humor. Un acierto dejar el final del cuento sin terminar.
Una pena que algunas oraciones estén escritas todas seguidas, sin separaciones entre unas palabras y otras. 🙂
Gracias Natalia por tu comentario. Lo de las palabras juntas fallo a la hora de adjuntarlo, creo que era por el tamaño.
Una historia muy divertida y llena de imaginación. Enhorabuena. Buen trabajo.