RITA Y RAMÓN

Por Carmen Portabella

Cuando Rita se despertó, comprobó que Ramón no estaba en la cama, pero las sábanas  revueltas conservaban aún el olor y la temperatura de su cuerpo. El desorden de la habitación dejaba bien claro su paso por allí. Ramón sacaba los almohadones por la noche y los encestaba en el sillón; si acertaba, bien y si no, se quedaban esparcidos por el suelo. Cuando se dirigía al baño,  chutaba despreocupado lo que se le ponía ante sus pies. El objetivo de Ramón por la mañana al levantarse era  no llegar tarde  a la oficina y el ejercicio matutino de Rita consistía en buscar sus zapatillas por debajo de la cama y recuperar las prendas  caídas en los sitios más absurdos.

Aquella madrugada, Rita, semidormida, había oído el despertador del móvil, el agua de la ducha y la rutina matutina de su compañero, pero el ruido de la puerta principal al cerrarse la acabó de despertar.

“Una vez más lo ha hecho, se ha marchado sin despedirse, siempre el mismo rollo” – pensó malhumorada.- La misma llamada a última hora de la tarde, las mismas excusas y  como siempre,  las mismas respuestas: “No, no tengo planes para esta noche”- contestaba invariablemente, sin pensar en otra posibilidad.- “Claro que sí, sí Ramón estaré en casa,  a partir de las nueve, ya sabes que puedes venir” y terminaba  la llamada también con la misma frase. “Te espero entonces, hasta la noche, un beso.”  Con este horario establecido, se dejaba margen a la salida de su trabajo para arreglarse y poner la casa en condiciones.

Repasó mentalmente la situación que se repetía casi cada noche. Se había convertido en una rutina que empezaba a aburrirle, pero no era capaz de  cortar, sabía que después de una cena, rápida e improvisada, irían a la cama y allí empezaría el juego de las seducciones. Él era un embaucador nato y, entre besos y caricias, ella se dejaría convencer nuevamente con las promesas de siempre, hasta el punto  que ya no escucharía más su conciencia y  se entregaría sin más condiciones.

Rita solo le pedía tomar juntos el café de la mañana y que se quedara a desayunar como lo había visto  en las películas; las parejas a medio vestir bromeando y comentando con prisas  los  distintos planes. Y un último  beso.

“¿Tanto le cuesta cumplir sus promesas?”-se preguntó.

Sin embargo, aquella mañana iba a ser diferente. Cuando entró en el cuarto de baño, vio algo que no le gustó nada; en el espejo con su barra de labios, Ramón había escrito un número.

“¿Un número de teléfono? ¿De quién y de dónde?, – se preguntaba, sin poder asociarlo a ningún prefijo conocido de ninguna población. Una llamada  al móvil le devolvió al mundo real y  tuvo que  decidir con rapidez.

-No, Ramón, aquí no hay nada escrito- contestó todavía extrañada.-Sí, ya sé que te acabas de ir; a pesar de que no te hayas despedido, he oído la puerta. No, Ramón, no veo ningún número.

Rita colgó el teléfono disgustada, apuntó el número en un papel y lo guardó en el bolsillo de la bata, haciéndose mil preguntas.

Pasó una semana y en apariencia todo seguía igual. No volvieron a mencionar el tema, pero Ramón la notaba distante y le preguntaba continuamente:

-Rita, a ti te pasa algo y no quieres decírmelo.

-No. Ramón, es lo de siempre, ya sabes que estoy muy cansada, es por el trabajo, pero no, no me pasa nada, no te preocupes.

-Sí que me preocupo porque te noto rara, llevas unos días que no eres la misma.

Se acercaba la Navidad y en la calle todo eran preparativos para las  fiestas. Ramón y Rita las pasarían con sus respectivas familias y por las noches seguirían  viéndose, pero aún faltaba otra semana para que esto llegara. Rita se había propuesto no volver a pensar en aquel número y lo aparcó voluntariamente, aunque a veces al recordarlo, dudaba y desconfiaba, por otro lado cada día estaba  más segura de sus sentimientos y temía perderlo.

– A ti te pasa algo, no estás comunicativa como siempre- le insistía,-estás conmigo pero te noto ausente, metida en  tu mundo.

Aquella noche, cuando faltaban dos días para Nochebuena, Rita notó un cambio. Sin motivo aparente, Ramón estaba más cercano y cariñoso con ella, volvió a ser el amante apasionado de las primeras citas y con ello parecía querer  decirle lo que nunca pronunciaba con  palabras. Después de hacer el amor, no se durmió como hacía siempre, si no que le habló de sus planes y proyectos más inmediatos  y de la ilusión de compartirlos  en un futuro.

Por la mañana, Rita creía  haber soñado todo aquello; intentó despejarse y comprobó que Ramón no se había vestido. Le llegaba el aroma inconfundible del café desde la cocina y  llena de curiosidad fue corriendo por el pasillo hasta asomarse a la puerta. Allí estaba Ramón con la tostadora en marcha y exprimiendo naranjas. Su primera reacción fue de incredulidad:

-¿Ramón, qué haces aquí todavía?  ¿me estás tomando el pelo? ¿Tú haciendo el desayuno? ¿y tu oficina…?-

Ramón dio media vuelta e hizo esfuerzos para contener la risa ante su cara de asombro.

-Ven aquí, cariño-  la abrazó con fuerza -¿no te gusta el café? ¿No es esto lo que querías? ¡A la mierda la oficina, si llego tarde un día! ¿No te parece?

-¿Qué demonios está pasando?, dímelo Ramón, porque me tienes intrigadísima y me va a dar algo.

-Pasa Rita-le dijo, atrayéndola hacia él- pasa que soy un hombre que cumple sus promesas y a lo mejor hoy sí que llego tarde a la oficina. Sé que me quieres y vamos a compartir muchas cosas, empezaremos por el café, como tú querías.

Rita  cada vez más confusa se limitaba a escuchar.

-Pasa, señora incrédula y desconfiada- seguía hablando Ramón- que soy un hombre que recuerda los números que escribo, pasa, que este número ha cambiado mi suerte y la tuya, si quieres. ¡Nos ha tocado un buen pellizco en la lotería!

Rita apretó con fuerza el papel que tenía en el bolsillo de la bata, arrugándolo hasta hacer de él una pequeña bola cada vez más pequeña y suspiró con fuerza.

Mirando a Ramón a medio vestir, río con ganas.

RELATO DEL TALLER DE:
Taller de Escritura Creativa

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Esta entrada tiene 7 comentarios

  1. Maria

    Muy requetebién escrito, las descripciones estupendas, se entiende todo clarísimo, sin tener que recurrir al «dice Rita y dice Ramón» gracias a las puntuaciones y encima te mantiene intrigada para saber lo que está pasando. Felicidades ¡

  2. Elisa

    Muy bien, para mi una buena sorpresa

  3. Lupe Redón

    Me encanta tu relato, Carmen. ¡Buen trabajo!

  4. carmen portabella

    Gracias Andrés, por tu comentario, siempre animan. Eres del curso? Un saludo

  5. carmen portabella

    Gracias Lupe, mande una respuesta a tu comentario, como no se si te ha llegado,
    vuelvo a hacerlo para darte las gracias. Tu relato es muy bueno y muy bien descritos los personajes, situacion y entorno, pero el final te emociona por la profundidad de sentimientos, que cierran el relato. Espero volver a coincidir en el próximo curso tal vez? Un abrazo.

  6. Andrés

    buenas tardes, Carmen,

    Me ha parecido muy interesante relato, muy bien escrito, ágil, y sobre todo me gusta mucho el final. Gracias por compartirlo.

  7. Lourdes

    Me gusta como se desarrolla la historia y el giro del final. ¡Sigue así!

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