UNA HISTORIA, UNA VIDA – Mª Julia Vicente Pelegrini

Por Mª Julia Vicente Pelegrini

Los minutos se hacían interminables, estaba muy nerviosa, caminaba de un lado a otro del salón, esperando que del ordenador saltara el sonido que indicaba, que tenía ya un correo con su destino, por puntuación en el examen, como por los méritos, que había aportado, de los meses de trabajo en la Comunidad de Madrid. Todo esto contaba para obtener plaza en el hospital que saliera. Sonó la musiquita del correo. Ahí estaba su notificación. Abrió apresuradamente para salir cuanto antes de la duda. ¡El Clínico! Dijo en voz alta. Se quedo allí, inmóvil durante un instante, entonces se dio cuenta de que se marchaba de Arganda, de su Servicio de Urgencias, de sus compañeras que ya después de tres años, eran amigas.

Dejaría atrás todo lo que, para ella, había sido salir del hoyo más profundo de su vida, para comenzar de nuevo.

Ante si tenía una escalera de grandes peldaños que subir sin mirar atrás.

Otro cambio en poco tiempo. Con lo que la trastocaba a ella los cambios, suponían salir de su zona de confort y enfrentarse otra vez a conocer gente, un nuevo servicio, ¡a saber cuál¡, aprender nuevas costumbres, y además un hospital grande, que ya no me será el lugar pequeñito donde se conocen todos y parece un pueblito.

Cerro el portátil, se levantó y se fue a la cocina a preparase un vaso de leche caliente, para ponerse a leer antes de irse a la cama.

Más cambios, parecía que solo eso la preocupaba.

Se sentó en su rincón de paz. Empezó a pensar todo lo que había pasado en poco tiempo, a veces el tiempo no corre y otras ocasiones nos traga.
Lo que llevo encima en unos meses. Como ha cambiado mi vida desde que mi marido me abandonó sin darme ninguna explicación, quizá esta etapa ha sido la peor de mi vida tanto económicamente como emocionalmente. Ahora si miro hacia atrás y veo la persona conformista que era, lo frágil que parecía para tomar mis propias decisiones, ahora mismo me siento orgullosa de ver de donde he sacado fuerzas para superar algo tan fuerte como el abandono de la persona que amabas.
Se me rompió el corazon literalmente del dolor que sentí, hasta que poco a poco como si de un duelo se tratase logré olvidarle.
Dejo de ser para mí, la persona que he amado con todos mis sentidos, a ser simplemente, el padre de mis hijos.
Cómo, asumida en esa tristeza pude sacar a mis hijos adelante.
Daniel y Sofia, estaban en la Universidad y yo quería evitar que sufrieran, pero la situación nos desbordó a los tres.
Recuerdo aún nerviosa aquel día que sentada en mi cama no podía dejar de llorar mirando mi monedero vacío. Necesitaba comprar a Daniel un libro para la Universidad y no encontraba palabras para decirle, que no podía darle el dinero para su libro, porque no tenía.
Qué duro es para una madre pasar necesidades, porque hasta que no saliera la sentencia del Juez de familia, lo estábamos pasando mal. Y todo es tan lento, que aquello me desgarraba el alma. Tuve que pedir ayuda a mi padre para poder llegar a fin de mes, porque la situación no podía ser peor. Sin pagar los recibos del agua y de la luz, esperando que en cualquier momento la cortaran. Yo no quería preocuparle, pero tuve que contarle la situación en la que me encontraba. Gracias a su pensión pudimos sobrevivir. En este punto también decidí hablar con mis hijos y que realmente se dieran cuenta por la situación que estábamos atravesando, hasta en las tiendas de mucha confianza me fiaron para poder comer. Nunca podré expresar, mi agradecimiento hacia estas personas que sin mediar palabra se dieron cuenta de lo que estaba pasando en aquellos momentos. Mi agradecimiento eterno para ellos. Realmente puedo decir que ha sido con creces la peor etapa de mi vida. Y mis hijos aprendieron, a ser valientes en las adversidades, a valorar lo que tienen y sobre todo a ayudar a la gente. Porque la vida te cambia en un minuto. Esta es la más valiosa lección de vida que jamás podrían aprender.
Daniel me ayudó mucho, dando clases a los vecinos más pequeños y así aportaba su dinero a la casa. El siempre a mi lado, animándome, sacándome una sonrisa y unas notas brillantes. Hoy trabaja para uno de los bufetes más importantes de Madrid. Se pasa la vida viajando entre Madrid y Nueva York.
Mi hija Sofia, es todo corazon, es sensible y su vocación es la enfermería y se especializó en matrona. Porque no hay nada más bonito que traer a un niño al mundo.
Esta época la superamos los tres juntos y los tres subimos otro peldaño en la escalera de la vida.
Y por cierto también tuve buena suerte con mis amigas, no todo iba a ser malo, siempre de mi parte, animándome y dando los mejores consejos y los más certeros.
Lola trabajaba en un hospital, ella era Auxiliar de enfermería. Cuando las conté por lo que estaba pasando enseguida empezó a decirme tienes que sacar el título de Auxiliar, recuerdo cómo me prometió que hablaría con su Supervisor, para que me diese una oportunidad cuando terminara.
¡Madre mía estudiar ¡Dos años, con gente más jóvenes que mis hijos! Aquello me pareció muy complicado. Pero hay que ver la realidad, nadie me contrató de nada.
En septiembre, comencé a ir a clase. No sacaba la cabeza de los libros, me costaba concentrarme, aprenderme las lecciones. Necesitaba sacar muy buenas notas porque de eso dependían mis prácticas.
Yo quería hacerlas en el 12 de octubre. Al final con mucho empeño lo conseguí, aprendí de grandes profesionales. Ahora a tiempo pasado que bien lo hice, mi esfuerzo tuvo su recompensa.
Nunca había creído en mí y subí otro peldaño en la escalera de la vida. Superando obstáculos que a mi paso se iban levantando para tomar distancia y saltar aún con más fuerzas, para llegar aún más lejos.
Ya no era aquella persona que tan solo cuidaba de su marido y de sus hijos, sin ninguna aspiración que la de tener limpia la casa, atendido al marido y acompañar a los niños al cole, las actividades, a los cumpleaños, las competiciones, aquella vida plana que por cierto era la tónica de muchas mujeres en nuestro país. Dejabas de trabajar y automáticamente te convertías en: enfermera, secretaria, acompañante, mamá, esposa, ¿Y dónde quedaba yo?, si con 19 años estaba embarazada de mi primer hijo.
Cuando me saque el título, Lola me aconsejo buscar trabajo en una Residencia de Ancianos para coger soltura. Superé aquella entrevista con la Gobernanta, aquella mujer que conocías de la puerta del cole. Que mal bicho, da poder a una ignorante y se volverá una dictadora.
Entre en aquel lugar, donde no dejaría nunca a nadie de mi familia, lo tengo muy claro. Yo llevaría 35 ancianos a mi cargo. Para una persona sola era una locura, nunca podrías hacer bien tu trabajo. Y después, la culpa es del personal, que era muy lento y no llegaba a atender bien a los ancianos por dejadez. Más de una noche, salí llorando de allí, de la impotencia que sentía. Llego el COVID esa extraña enfermedad que terminó con los ancianos que estaban a mi cargo y me despidieron. Pero meses más tarde la imputaron y salió en televisión como una de las primeras Residencias que no se preocuparon de sus Residentes. Ese fue otro duro aprendizaje para mí, una cruel enfermedad se llevó a una generación, que murió en la más triste soledad.
Lola cumplió su promesa y hablo con su Supervisor para que la incluyera en las suplencias de verano.
Es cierto que ella hablo por mí, llevo mi currículo, pero me lo curré porque si no, nadie se casa con nadie, me he recorrido el hospital desde la medicina interna hasta Urgencias. Y allí he estado trabajando, aprendiendo, porque en esta profesión no se deja de aprender cada día.
Y entre col y col salieron las oposiciones que estábamos esperando, y a por todas que tenía que ir.
Me las preparé a conciencia, estudié muchísimo porque necesitaba aprobarlas y poder vivir tranquila. Un 7 me saqué en el examen, compensé el poco tiempo trabajado con una de las notas más altas que hubo.
Recuerdo la cara de mi Lola cuando se lo conté. No dejaba de abrazarme y darme besos. Era una felicidad contagiosa.
Como me había visto resurgir de mis cenizas, como el “Ave Fénix”. Era tal cual mi historia. Nada define mejor que esto, esta etapa de mi vida.
Llegué al final de la escalera gracias a mi voluntad y a mis ganas de vivir una vida tranquila y mejor.

RELATO DEL TALLER DE:
Taller de Escritura Creativa

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Esta entrada tiene 7 comentarios

  1. Esther

    Precioso relato,. Te pones en todo momento en la piel de la protagonista,. Es muy realista y hasta te crea angustia las circunstancias y situaciones que vive el personaje principal, al igual que da alegría ese resurgir personal

    1. Julia

      Muchísimas gracias Esther. Me alegro muchísimo que te haya gustado. Gracias por tu comentario. Un saludo.

  2. Blanca

    Me ha encantado el relato,cómo relata tantos años vividos ,en circunstancias difíciles,en esta cantidad de renglones.
    Con una narrativa ,que llega dentro y puede entender cualquier persona.
    Me ha encantado

    1. Julia

      Muchísimas gracias Blanca. Me alegro que te haya gustado.

  3. Maria

    Gran relato!! Real.como la vida misma….o no. Quien sabe. Desde luego muy bien descrito. Transmite empatía con la protagonista.

  4. Corin

    Un relato precioso. Muy realista, donde te das cuenta como te puede cambiar la vida y que gracias al tesón y esfuerzo se puede resurgir tal y como lo relatas en el personaje principal. Enhorabuena, me ha encantado.

  5. Lola

    Maravilloso relato, me ha emocionado y llegado al corazón, eres increíble Julia, una gran persona y mejor madre, y maravillosa amiga, sigue escribiendo, te mando un besazo.

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