¿TE CUENTO UN SECRETO?
Por Andrea Pérez García
10/12/2021
4 de marzo
Son las cuatro de la mañana. No oigo nada salvo las olas del mar bailando un vals
con la arena. Me gusta dormir con la ventana abierta, aunque sé que de madrugada la
humedad no me deja descansar. Tengo los pies fríos, la manta no llega a cubrirme entera,
pero estoy tan cansada que soy incapaz de levantarme a cerrar la ventana.
Afortunadamente, Pelusa, mi gata persa, hace las veces de calentador dormitando sobre
mis pies.
Hoy he vuelto a tener el mismo sueño de los últimos días. Es muy simple a la par
que extraño. Una espesa niebla me impide reconocer el lugar en el que me encuentro y lo
único que identifico es esa voz blanca y aguda, que tantos buenos recuerdos me trae. Me
susurra una pregunta al oído: ¿Te cuento un secreto? No tengo tiempo de contestarla
porque siempre despierto en ese mismo momento.
Mi pequeño era muy especial, solía reír a todas horas; incluso cuando estaba
llorando también reía. Tenía una energía arrolladora y, en muchas ocasiones, agotadora.
Le encantaba jugar al fútbol y correr, pero debido a su enfermedad, cada vez se cansaba
más y le costaba un mundo recuperarse. Poco a poco fue dejando de practicar deporte,
muy a su pesar. Se convirtió en un verdadero guerrero, pero no como el de los cuentos de
hadas, sino de verdad, del que te abraza por verte llorar, del que te da un beso de gnomo
cuando has tenido un duro día, del que pelea en las batallas más duras sabiendo que están
perdidas. El cáncer me lo arrebató con solo seis años y con él se me fueron las ganas de
sonreír, de sentir o tan siquiera de existir. Desde entonces, ansío el momento de poder
reencontrarme con él para siempre. Estas pequeñas ilusiones me acercan un poco a él. El
problema ocurre cuando despierto, siempre tengo una recaída y siento que lo pierdo de
nuevo. Maldito destino, la que me tenía guardada. ¡Cuánto lo echo de menos!
Un mar de lágrimas corre libremente por mis mejillas. Mi psicólogo me ha
aconsejado que cuanto más deje salir el dolor, menos me dolerá por dentro. Aunque si
soy sincera, creo que simplemente me acostumbraré a llevar ese peso o seré una muerta
en vida.
Me incorporo en la cama para buscar el cuaderno de flores que debería estar sobre
la mesita de noche. Lo encuentro debajo de las cajas de Orfidal y una torre de pañuelos
usados. Debo anotar mis sueños justo al momento de despertar, así recuerdo cada detalle
con la nitidez precisa. Mi terapeuta cree que, de ese modo, podré avanzar en mi
recuperación, aunque yo no lo creo. Pelusa camina sigilosa por la cama hasta sentarse a
mi lado mientras ronronea sin cesar. No le gusta verme mal. Desde mi embarazo no se ha
separado de mí, solo me ha abandonado cuando mi pequeño la necesitaba más que yo.
5 de marzo.
No tengo nada nuevo que contar. Otra vez he sentido a mi niño en mis sueños. Me ha
susurrado tan cerca del oído que incluso el vello se me ha erizado. Cada vez que lo
escucho, aunque no sea en la vida real, soy muy feliz. Me hace recordar el bullicio que
había en mi casa cada treinta de noviembre para la celebración de San Andrés. Mi padre
y mi peque eran los protagonistas indiscutibles, jugábamos a juegos de mesa mientras
mamá cocinaba su típico bizcocho de yogurt de limón. A mi niño se le hacía la boca agua
cada vez que lo mojaba en la leche: tan esponjoso y sabroso. Doy gracias a la vida por
haberse llevado a mis padres antes que a él, estoy convencida que lo estarán cuidando,
estén donde estén.
El insomnio se apodera de mí. Ni mil cajas de Loracepam podrían eliminar mi
angustia. Me incorporo en el borde de la cama y me abrigo con la bata de franela que me
regaló mi hermana. Bajo a la cocina a beber un poco de agua y tomarme una dosis extra
de tranquilizantes. Oigo a los vecinos discutir, creo que su relación no está pasando por
un buen momento, igual que le ocurrió a la mía. Después de la pérdida de Andrés, Rodrigo
y yo comprendimos que lo único que nos unía era él y que, de tantos baches que nos
habíamos encontrado en la vida, nos volvimos duros, insensibles y solitarios. Sobre todo,
yo. Dejo de indagar en mis pensamientos y me vuelvo al dormitorio para intentar
descansar lo que queda de noche.
6 de marzo
A la mañana siguiente, me despierta la llamada de mi hermana mayor. Siempre
tan pendiente de mí, y a la misma vez, tan agobiante. ¿Estás bien? ¿Has comido? ¿Has
ido a terapia? ¿Te has tomado las pastillas? No quiero hablar con ella, no me apetece.
Apago el móvil y me giro sobre mi costado izquierdo, cara a la pared, dándole la espalda
a mis miedos. Quiero seguir durmiendo, necesito verlo una vez más.
Hoy el sueño ha sido muy diferente. La bruma de los días anteriores se ha
esfumado y puedo verlo todo. Allí está, lo diviso al fondo. Claramente veo su cara
redonda en la que resaltan esos faros luminosos que tiene por ojos. Su cuerpo sigue
estando igual de delgado que siempre. Está jugando con su balón reglamentario en el
patio de casa, le acompañan su sonrisa reluciente y su inseparable peluche de oso panda.
Lleva puesto el chándal azul que le regalé para su último cumpleaños y huele a jabón de
baño infantil, como si acabara de salir de la ducha. Me lanza la pelota que acaba entre mis
pies, siempre disfrutaba jugando conmigo al fútbol. Tengo miedo de acercarme y que el
sueño se acabe. Le devuelvo el balón sin quitar mis ojos de los suyos. Si el sueño va a
durar un instante, extraeré todo lo que pueda de él. Con su diminuta mano me invita a
acercarme. Voy descalza y me pincho con las pequeñas piedras del suelo. Cuando estoy
a escasos centímetros de él, me detengo y lo dejo actuar. Arruga esa nariz que adoraba
morder en nuestras tardes de juegos, y entonces comprendo que quiere un abrazo. Me
lanzo hacia él con toda la intención de sumirme entre sus brazos. Lo abrazo tan fuerte que
creo estar dejándolo sin respiración. Me susurra nuevamente algo al oído.
– Te estaba esperando.
No puedo dejar de abrazarlo. Debo acordarme de todo lo que estoy viviendo para
poder luego contárselo al psicólogo. Jugamos al escondite, su juego favorito. Él se
esconde detrás del sofá donde solía acurrucarse con Pelusa cuando hacía alguna travesura,
y yo lo encuentro rápido. Luego me toca a mí. Me escondo en mi cuarto, dentro de la
cama, mi lugar favorito desde que se fue. No tarda mucho en encontrarme.
– Y ahora mamá, los dos buscamos juntos, ¿vale? – me dice con su típica
efusividad.
– Muy bien cariño- le digo mientras me pongo de cuclillas para que pueda sentarse
sobre mis piernas- pero, ¿a quién buscamos ahora? – pregunté extrañada.
– A ti mamá, te buscaremos a ti.
No entiendo nada. Mi niño es un chico con mucha imaginación, lo mejor es
seguirle la corriente y ver hasta dónde me lleva. Nos damos la vuelta y empezamos a
contar hasta diez apoyados sobre la columna de mi dormitorio.
– ¡Quién no se ha escondido, tiempo ha tenido! – gritamos a pleno pulmón.
Al girarme veo a una persona tumbada en mi cama. Soy yo, como siempre rodeada
por Pelusa y abrazando el oso panda de mi pequeño. Parece que descanso a pierna suelta.
Me preocupa despertarme del sueño y venirme abajo. Hoy me va a costar mucho
reponerme. Andrés me coge de la mano y vuelve a sonreír.
– Hoy es el día, mami- me besa la mano como solía hacer de camino al parque.
Y entonces, lo veo todo claro. Los libros de la estantería están por los suelos, el
diván que hay a los pies de mi cama, reposa patas arriba, el cristal del tocador está en el
suelo hecho añicos. He debido de tener una crisis de ansiedad grave. Contemplo una
botella de whisky escocés vacía al lado de la mesita de noche. Nunca me gustó beber
demasiado. Todos los blísteres de Orfidal están abiertos. Abiertos y vacíos.
Ahora no puedo parar de sonreír. Ya no tengo miedo a despertar. Y me doy cuenta
que hay veces que la muerte puede ser el mejor sueño de la vida.
Andrés y yo estamos tumbados en su cama, viendo las estrellas luminosas del
techo mientras le leo un cuento. Vuelve a susurrarme al oído.
– ¿Te cuento un secreto, mamá? – Asiento con la cabeza a la espera de la respuesta
que llevo tanto tiempo esperando.
– Que te quiero hasta el infinito y más allá.
RELATO DEL TALLER DE:
Taller de Guion para Cine y TelevisiónDeja una respuesta
Esta entrada tiene un comentario
Otros relatos
Ver todosCUIDADO CON EL BOTÓN, LA VOZ QUE TE CUIDA- Carolina Rincón Florez
Carolina Rincón Florez
04/11/2024
Increíble Relato👏👏 ,Me Encanto