Si la necesidad es la madre del ingenio no hay duda de que vivimos momentos muy fértiles. Quizá esta vez hemos tardado un poco más de lo habitual en ponerlo en marcha. No en vano la crisis nos cogió con el pie cambiado (o con ambos enfundados en unos Manolos de veinte centímetros de plataforma de los que no había manera de bajarse), pero ya está, bienvenidos de vuelta al mundo real.
A ese en el que, a diferencia del espejismo ricachón en el que vivíamos en los últimos años, las cosas requieren esfuerzo, tesón y, sobre todo, imaginación. O ingenio, como el que está, por ejemplo, detrás de ese fenómeno del que todos hablan últimamente y que se llama crowdfunding o financiación colectiva.
La idea ya la puso en marcha Barack Obama en su campaña presidencial y consiste en usar las redes sociales para conseguir pequeñas aportaciones de dinero que, todas juntas lograron llevarle, para sorpresa de no pocos, a la presidencia de los Estados Unidos en 2009. Sin embargo, las plataformas de financiación colectiva se pueden usar para muchos otros propósitos que nada tienen que ver con la política. Hay cineastas, por ejemplo, que recurren a esta forma de mini mecenazgo.
Así, hoy cualquiera puede convertirse en productor cinematográfico por una módica suma y, a cambio, su nombre figurará en los créditos de la película o recibirá entradas gratis y, por supuesto, el agradecido autógrafo de su estrella favorita. También cantantes y artistas de diversas disciplinas están utilizando dicha fórmula para financiarse, pero el fenómeno más interesante se está produciendo sin duda en el mundo de las empresas que comienzan su andadura.
En un momento en que los bancos y otras entidades dan créditos con cuentagotas, la financiación colectiva se presenta como una opción extraordinaria para aquellos que quieren poner en marcha un negocio, en especial pequeñas empresas de nueva creación. Se calcula que en los Estados Unidos en los últimos diecisiete años el 65 por ciento de los puestos de trabajo han sido creados por estas pequeñas empresas montadas con poco dinero y mucho entusiasmo.
Consciente de ello, Obama acaba de aprobar la llamada JOBS Act, una ley que pretende ayudar a que los emprendedores obtengan mayor acceso al capital, simplificando también trabas burocráticas y de toda índole con las que se encuentran. Aún está por ver cómo se implementa todo esto pero, mientras tanto, para ayudar a estos nuevos emprendedores, las redes sociales se han convertido en la herramienta perfecta a la hora de potenciarlos y darles visibilidad.
Como la plataforma de crowdfunding Rock the post, por ejemplo, creada por el jovencísimo abogado madrileño Alejandro Cremades. Su funcionamiento es sencillo. Solo hay que registrarse y luego los usuarios que lo deseen pueden exponer un proyecto dentro de la categoría correspondiente especificando el tipo de financiación que buscan. La respuesta ha sido increíble y, desde su creación hace ahora cinco meses, Rock the post recibe más de 70.000 visitas mensuales provenientes de cerca de doscientos países.
Nuevos tiempos requieren nuevas formas de posicionarse en el mundo laboral y muchos son lo que, al no encontrar trabajo, deciden emprender por su cuenta una aventura profesional. Personas que se dedican a la subcontratación, por ejemplo, o a dar servicios a grandes empresas o, simplemente alguien que ha tenido una buena idea y desea comercializar un producto diferente en el mercado.
Hasta el momento todas estas entusiastas iniciativas tropezaban con una doble dificultad, la falta de financiación por un lado, y la poca visibilidad por otro. Ambos problemas tienen solución ahora con estas nuevas plataformas. Por eso a mí solo me queda decir bienvenido sea el ingenio y bienvenida la capacidad de adaptarse para salir adelante.
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