LA ETERNIDAD ES AZUL-VIOLETA – Loredana Vitale

Por Loredana Vitale

¡Papá!… ¡Papá!, gritó la pequeña Elisa, pero nadie contestó.

El silencio inundaba ese lugar inédito para ella. El sitio estaba plagado de flores carentes de alegría, dispuestas en fila como en una parada militar. Eran muy distintas a las del campo donde solían ir los domingos y que crecían espontáneas con anárquica naturalidad.
Esa cara tan familiar y adorada se hallaba congelada, blanca e inexpresiva.

¿Por qué estaba allí su padre? ¿Acaso dormía? Y… ¿Qué era ese lugar? ¿Qué extraño maleficio existía en ese sitio para que se quedara tan inmóvil sin poderle contestar?
Eran sólo algunas de las preguntas de un acertijo indescifrable.

De la muerte de su padre, Elisa interiorizó sólo su grito ahogado en la garganta de su llamado al no recibir respuesta y la imagen de esas flores erguidas y amenazantes. A su tierna edad, resultaba demasiado insólito ver a todo el mundo llorar y tener que llevar un vestido negro mientras, en sus manitas, sujetaba su muñeca de porcelana y una flor, rojo sangre, destinada a acompañar por la eternidad a su papá.
Entre los tremebundos acontecimientos de ese día… otro significativo para ella: su muñeca cayéndose. Se había quedado hecha añicos y, las piezas de su cara, de fino y delicado semblante, quedaban esparcidas entre los pétalos de un ramo que acababa de tirar, junto con la muñeca, por no poder aguantar más, al lado de su madre.

¿Pretendían, acaso los suyos, que se quedara “plantada” allí como esas estatuarias flores alrededor del cuerpo gélido de su padre?
Aquel día, ella se fragmentó como el rostro de la muñeca, sólo quedaban los pedacitos de su corazón roto. Creció de sopetón y, sin ser consciente, el 28 de diciembre de 1952, con cinco años, se hizo mayor.

Hoy, más de setenta años después de la muerte de su padre, mientras desencajada despide al amor de su vida, todas esas imágenes vuelven a su cabeza en un poderoso flashback.
Su Eugenio… “genio y figura hasta la sepultura”, nunca mejor dicho, tuvo siempre un carácter rudo y un corazón inmenso que escondía detrás de él. Elisa fue su gran amor, aunque discutieran a menudo a causa de sus toscas maneras. La noche antes de morir, mientras la miraba, sus ojos reflejaban aún su corazón cautivo.
En la despedida de Eugenio, las flores serían diametralmente opuestas a las del funeral de su padre. Elisa se ocupó de que así fuera, optando por alegres ramos distribuidos en forma desigual por la capilla ardiente y unas “estrellitas azules”, elegidas antes de morir por el mismo Eugenio.

En la iglesia, el gran centro que adornaba el ataúd se cayó repentinamente sobrecogiendo a los asistentes. Un ahogado alarido coral, junto a la carcajada nerviosa de Elisa, acompañarían la bendición por su alma.
¡Eugenio nos recuerda que está aquí!, diría tajante ella dirigiéndose a un cura ojiplático.

Al volver de la misa, su atención caería sobre un montoncito de cartas sin abrir; algunas condolencias, facturas … entre ellas, un sobre de papel grueso. Encima, una cruz incrustada en un aro dorado de forma almendrada, pequeñas filigranas rojas y unas ramas con hojitas verdes enmarcaban unas palabras: Capuchinos de no sé qué… estaba demasiado aturdida para prestarle atención. Le recordaba algo, pero no sabía el qué. Necesitaba descansar, y mientras recuperaba fuerzas, fue consciente de que, en todos los momentos trascendentes de su vida, había arreglos florales, de diferentes tipos, enmarcados en contextos diversos.

Desde niña, germinó en ella la pasión por las flores, como forma inconsciente de purgar esa imagen aberrante del funeral paterno. Su afición resultó ser “cómplice” del encuentro con Eugenio. Él enloqueció de inmediato con el paradisiaco vergel de belleza de esa “niña-mujer, viéndola mientras curioseaba en un puesto callejero, e hizo lo imposible por conocerla.
Elisa se enamoró pronto de ese insistente joven y, después de un prudencial noviazgo, se casaron. La frescura de su “cara lavada” y un ramo de sencillas flores blancas serían el adorno perfecto en el día de su boda. Entre los regalos, un sobre con una cruz con unas filigranas rojas… pero Elisa, rápidamente lo había perdido de vista.
La maternidad llegaría un año más tarde. Una niña teniendo a un niño, típico de una época en la que la infancia, de una cría especialmente, tenía un fugaz recorrido. En esa ocasión, Eugenio le regalaría un ramo atado con un lazo azul en honor del nacimiento de su primogénito: una rosa roja rodeada de rosas blancas, símbolo de su pasión por ella una y devoción las otras.
Él siempre le compraba flores, incluso sin motivo especial.

En los años de ascenso profesional de su marido, comprarían casa en el décimo piso de un gran edificio, con un pequeño balcón que recibía luz en abundancia. Allí, Elisa crearía su pequeño cultivo de flores, su pasatiempo. Su existencia transcurría como compañera en la sombra del único hombre de su vida, en un anonimato impuesto por los tiempos. Su juventud y madurez estarían marcadas por la alegría de los nacimientos y la tristeza de los fallecimientos de sus familiares más próximos.

Ahora, sesenta años después de la fecha de su boda y casi a los ochenta de edad, los días se arrastran todos iguales, con un ritmo del que nadie lleva la batuta.
En sus hombros, el peso de todas las pérdidas sufridas. La de su marido pesa más que cualquiera. Sin Eugenio se siente frágil, susceptible de romperse como la muñeca de porcelana de su niñez.

Discreta y de pocos amigos, es su hija pequeña la cómplice de sus confidencias.

– Estás “despeluchada”, mamá, desde que papá se fue. ¡No puedes seguir así! – le repite constantemente su hija Alba. – Te he cogido hora en la peluquería la semana que viene. Te llevaré y nos daremos una vuelta. Los niños quieren que te vengas a casa con nosotros una temporada. ¡Piénsatelo! –
La apenada viuda sabe que su hija, aunque no lo dé a ver, está viviendo un doble luto: el de su madre y el propio.
Alba desearía hundir la cara en el cuello de Elisa, donde para ella está todo el aroma del hogar, llorar hasta agotar todas sus lágrimas y sanar ese dolor desgarrador que la invade también.
Pero Elisa descuida las continuas llamadas de atención de Alba. Sólo quiere regodearse en los recuerdos, quedarse en casa sin más.
En la mitad del colchón que ocupa cada noche se cobija en las madrugadas en las que no logra conciliar el sueño. Sin su marido, se acuesta excesivamente pronto. Sus noches transcurren en un pestañeo que, para ella, dura una eternidad. Se despierta temprano en su impoluta habitación y vuelve a su tediosa cotidianeidad: mover la pesada rueda de su jornada sin Eugenio. Como una de esas piedras para moler el trigo sobre las que hay que ejercer mucho esfuerzo para obtener, al final, poca harina. Lo justo para el subsistir diario.
Un cuadro de una maternidad protagoniza la pared encima de su cama. Ella es igual de acogedora que esa Virgencita con su niño Jesús: un alma suave y liviana; una mujer atrapada eternamente en el corazón de una niña.

Al amanecer, mientras el sol se adentra entre los tejados y el ruido de los coches es atronador ya al comenzar el día, toma un café, y si el tiempo es clemente, sale a la terraza para hacer inventario de los “neonatos” de entre las plantas que tiene allí. Casi en trance, enfoca su atención en los tiestos de su pequeño balcón. Un delicioso oasis florido en la actual desolación de su vida en la gran ciudad.
Un recipiente, entre todos, es su alegría. Hace pocos días han aparecido unas diminutas florecillas de color azul-lila de cinco pétalos, con un pentagrama amarillo en el centro y, dentro de éste, un “corazoncito” rojo.
Elisa ni recuerda haberlas plantado, pero… ¡Qué casualidad! Son iguales a las elegidas por Eugenio para su funeral.
A diario, ese gracioso brotar atrae su atención. Las flores germinan en simpáticos grupitos y danzan entre sí con el soplo matutino, como en esas películas de época donde las mujeres bailan al unísono en el medio de un gran salón.
Elisa, por cuanto se esfuerce, no logra recordar su procedencia.

Un día, la llegada de una carta metida en un sobre de papel mineral:

“Estimado Eugenio,

Nos complace escribirte para decirte que hemos hecho fructificar, en obras para los más necesitados, tantos años de donaciones. Deseamos que la prosperidad y las simientes que te enviamos, en agradecimiento a tu última aportación a nuestra congregación, hayan florecido en tu hogar, así como tu generosidad lo ha hecho en muchos más.
Gracias y que el Señor te bendiga.

Hermanos Capuchinos de Petri Santis».

Ese papel, la cruz en el sobre, las filigranas, las hojas… encajan ahora entre los recuerdos de Elisa; las piezas de un rompecabeza que había comenzado a fraguarse en el banquete de su boda.
Al retirar del buzón la carta de los Capuchinos, de inmediato recuerda las otras cartas: la de entre los regalos, la de la mesa después del funeral… e invadida por la curiosidad, se dispone a resolver el misterio revolviendo la casa y los cajones de su marido, ordenados exactamente como cuando vivía. Encuentra sesenta cartas, una por cada año de matrimonio.
Elisa descubre así el voto que Eugenio hizo el día de la pedida de mano: cada año, en su aniversario, haría una donación a los hermanos capuchinos en agradecimiento por la fortuna de haber encontrado a Elisa.
Además, cae en la cuenta de que, incluso en el día en que le sentenciaron de muerte, Eugenio llegó a casa con una sonrisa y una carta en las manos: el mismo papel, símbolos, cruz… y sin decir nada, debió de enterrar las semillas recién llegadas.
Finalmente, parecía aclarado el enigma de las “estrellitas azuladas”, aparecidas justo al cumplirse el primer aniversario de la partida de Eugenio.
Como ahora es “experta” en internet – sus hijos la tienen siempre localizada y entretenida con diversos artilugios e instalando conexiones ultra rápidas en la casa – alardeando de su independencia digital, fotografía a sus florecillas para buscarlas en Google.
Una enorme emoción la invade al ver el resultado, tanto que se apresura a llamar a su hija.
-Alba, cariño… ¡no te lo vas a creer! ¿Sabes las florecillas azules, las de mi tiesto y del funeral de papá? – le pregunta emocionada a su hija, que se caía de un guindo-.
¡NOMEOLVIDES!… Se llaman: ¡¡¡NO – ME – OL – VI – DESSS!!!
Acabo de descubrirlo. Este es EL MENSAJE DE PAPÁ – le dice antes de contarle la historia de los Capuchinos, el voto de su padre y de las sesenta cartas.
Alba no daba crédito. ¿Podía haber algo tan bonito y romántico? Su padre manteniendo en secreto un voto de amor durante tantos años. Claramente, no existía para él nada más poderoso que la FE y el AMOR.
De pronto en Elisa, consumida por la rutina y el hastío, esas flores prenden: una llama, unas nuevas ganas de hallarse, una renovada comprensión de la vida.
Cada una de ellas, y especialmente esas de pétalos azul-violeta, son recuerdo y símbolo de trascendencia y eternidad; acompañantes silenciosos de los amores de su vida.
La sutil línea entre la vida y la muerte, en la que había surfeado siempre Elisa, queda borrada. Todo encaja pieza a pieza. El misterio de la vida brotaba entre las tantas flores que la habían acompañado en momentos de trascendencia o cotidianeidad y el de la muerte queda revelado en la simple y silvestre belleza de esas inflorescencias.

Entiende ahora, en el ocaso de su existencia, que nada ni nadie muere si queda en el recuerdo de quien le ha amado. Ese el legado de Eugenio para ella.
Elisa, Eugenio, su pasión por las flores y especialmente por las florecillas azules-violeta, daban entidad y nombre a la eternidad: NOMEOLVIDES… NO – ME – OLVIDES.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

RELATO DEL TALLER DE:
Taller de Escritura Creativa

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Esta entrada tiene 29 comentarios

  1. Ester

    Me encantan tus relatos Loredana.!!

  2. Alumnos YQE

    Autor: Rosario (dirección IP: 192.168.200.11, 192.168.200.11) Correo electrónico: canariasmiamor@gmail.com
    URL:
    Comentario:
    Precioso. Lo he leído varías veces y sigue enamorándome. Gracias.

    1. LOREDANA

      Mil gracias Rosario, agradezco mucho tu amable comentario. Espero escribir más y más. Abrazo

  3. Alumnos YQE

    Autor: Mercedes (dirección IP: 192.168.200.11, 192.168.200.11) Correo electrónico: locaporvivir@hotmail.com
    URL:
    Comentario:
    Loredana, gracias por obsequiarnos con este relato tan cuidadosamente escrito ,de manera que pierde la rigidez del nuevo escritor. Es un relato que fluye por si mismo y que me apetece seguir y seguir…como si fuese un libro

    1. LOREDANA

      Querida Merce, mil gracias por tu atento comentario. Espero que sea el principio de muchos más relatos. Ojalá uno de mis relatos acabe siendo una novela.
      Abrazo

  4. Ana María Murillo

    Un relato muy bonito y emotivo, con un título sugerente y un final inesperado. Es un relato que aporta paz tras una tragedia personal. He disfrutado mucho leyéndolo.

  5. Alumnos YQE

    Ana María Murillo
    murilloanama@gmail.com
    192.168.200.11
    Un relato muy bonito y emotivo, con un título sugerente y un final inesperado. Es un relato que aporta paz tras una tragedia personal. He disfrutado mucho leyéndolo.

    1. LOREDANA

      Muchas Gracias Ana María. Me alegro te haya resultado sugerente a la vez que sorprendente.
      Abrazo

  6. ANTONIO

    Un relato sentido, emotivo, esperanzador… Encuentro en la forma de escribir de Loredana mucho sentimiento alejado de banales lugares comunes y una forma muy singular de expresarse, que destaca especialmente por ser escritora novel, por lo menos en cuanto a relatos.

  7. Rosa

    Maravilloso . Me ha emocionado . Tan sencillo como las florecillas y tan profundo que nunca lo olvidare .
    Me encantaría conocer a los personajes en una Novela .
    El relato se hace muy corto . Quiero más !!!
    Gracias .

  8. Arancha

    Muy entretenido. Me ha gustado mucho.

  9. Alumnos YQE

    Rosa
    rosaeiz@hotmail.com
    192.168.200.11
    Maravilloso . Me ha emocionado . Tan sencillo como las florecillas y tan profundo que nunca lo olvidare .
    Me encantaría conocer a los personajes en una Novela .
    El relato se hace muy corto . Quiero más !!!
    Gracias .

    1. LOREDANA

      ¡Qué alegría Rosa que te haya llegado tan adentro! Cada escritor desea siempre tocar un poco el corazón de sus lectores. Es un honor tu comentario y una gran satisfacción para mí.
      ¡Gracias!

  10. Alumnos YQE

    ANTONIO
    antoniojimenezdebagues@gmail.com
    192.168.200.11
    Un relato sentido, emotivo, esperanzador… Encuentro en la forma de escribir de Loredana mucho sentimiento alejado de banales lugares comunes y una forma muy singular de expresarse, que destaca especialmente por ser escritora novel, por lo menos en cuanto a relatos.

    1. LOREDANA

      Mil gracias Antonio, un honor para mí leer tu cometario. Me alegra enormemente que encuentres que mi «voz literaria» destaque a pesar de ser una escritora novel.
      Abrazo

  11. Maria Eugenia

    Qué sensibilidad! Preciosa historia! Me ha chiflado!!👏🏻👏🏻👏🏻

  12. Mario

    Loredana nos brinda en este relato una exploración del amor que se desenvuelve a través de los recuerdos de una mujer de tiempos pasados. El relato teje un suspense humanista que, al igual que en los relatos más destacados de James Joyce, guarda hasta el final el enigma de un amor que desafía el tiempo con su profunda intensidad. Su estilo de escritura es firme y fluido, guiándonos con pinceladas de palabras siempre precisas y significativas, evitando la banalidad. Nos sumerge en la vida de una mujer que habitó otra época, y justo cuando parece que todo está perdido, descubre que nada fue en vano. Loredana demuestra ser una escritora sumamente interesante con una perspectiva personal distintiva. Espero con ansias más textos suyos que nos deleiten con esta amalgama de amor y suspenso, reflejando la esencia misma de la vida.

  13. Imanol

    Para mi una bella declaración de amor,.

    Por otra parte este escrito tiene una nota de meritoria reflexión.:
    Yo suelo escribir sobre temas profesionales en linkedin y he de reconocer todo lo que me cuesta encontrar las palabras, la sintaxis para expresar lo que mi cabeza piensa pero reflejarlo en palabras yvesobque escribo sobre lo que se supone que conozco bien.

    Cuando leo el texto de Loredana Vitale (italiana de origen) puedo suponer que la dificultad se multiplica, por lo tanto conseguir hacer un bello texto en un idioma que no es el tuyo tiene doble mérito.

    Yo no me atrevo a escribir ni siendo oriundo en lengua castellana así que mi felicitacion Loredana por tu desenvoltura en nuestra lengua a la par que transmites una bella historia.

    Te animo a seguir creando historias bonitas.

    1. LOREDANA

      Ma han emocionado tus palabras Mario, es un honor para mí que veas todo esto en mis escritos y encuentres mi voz literaria tan interesante.
      Gracias de corazón.

    2. LOREDANA

      Muchas gracias Imanol, ya soy «italomaña» como suelo decir bromeando. La belleza del castellano es muy similar a la de mi lengua de origen. Yo le añado alguna floritura típica de mi rico idioma y forma de expresar. Muchísimas gracias por tu cometario. Amenazo con seguir escribiendo.

  14. Adela

    Un relato conmovedor que acaba dejándote el corazón con esa paz que se necesita cuando se va un ser querido.

    1. LOREDANA

      Mil gracias Adela, ver tu comentario me conmueve sobremanera. Una suerte que tú que perteneces al staff hayas tenido la amabilidad de dejar unas palabras.
      Abrazo

  15. Francisco Romero

    Un gran relato Loredana, muy bien guiado e hilvanado para llegar a un desenlace inesperado. Sigue escribiendo y deleitándonos con ello. Un abrazo.

    1. LOREDANA

      Mil gracias compañero, me alegro enormemente que te haya gustado. Seguiremos…

  16. Inés Alicia Espinosa Charry

    Es un relato muy bien escrito. Además, describe los sentimientos con mucha ternura y el amor flota en cada línea. Me ha gustado muchísimo.

    1. LOREDANA

      Muchísimas Gracias Inés. Agradezco enormemente tus palabras, me animan a seguir escribiendo.

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