CONFESIONES DE MUJER – Ángela Cañamares Medrano

Por Angela Cañamares Medrano

Tenía necesidad de confesarse. De abrir su alma. De llorar lo que llevaba dentro. Pero ¿Con quién lo haría? ¿Un confesor de la religión católica, en la que estaba bautizada? ¿Una amiga? No sabía a quién dirigirse. Estaba haciendo una meditación y en ese momento le brotaron las lágrimas y la idea de la confesión. La confesión como desahogo más que como arrepentimiento de culpas. Estaba, no obstante, dispuesta a pedir perdón por cualquier mal que hubiera podido hacer, pero creía que habían abusado de ella, de su ignorancia, de su necesidad de ser amada.

Nació María, la protagonista de esta historia, en Murcia capital, es la mayor de 7 hermanos. En la capital ha desarrollado su vida y sus estudios. Tenía inquietudes y tiene. Desde que la conozco, el deseo por hacer cosas nuevas y aprender es una constante en su vida. Es una persona sensible, responsable y capta fácilmente cuando la gente sufre a pesar de que lo quieran disimular.
Me llamo Esperanza. Conocí a María como compañera de clase y simpatizamos enseguida. Hemos compartido salidas juntas y cuando se ha acercado preguntándome si podía dedicarle un tiempo, pues estaba muy afectaba emocionalmente, que tenía serios problemas y necesitaba desahogarse, me ha sorprendido. Nadie se imagina que María pueda tener problemas. María es de las personas que dan la imagen, natural en ellas, de que la vida las sonríe. Desde luego, y de eso estoy segura, no es una persona que finja, pero si, por lo que estoy escuchando ahora, no habla de lo que le lastima. Se le veía tan angustiada que naturalmente dije que sí.
Al principio tímidamente, después de forma atropellada, fue contando lo que le estaba haciendo daño.
En su camino por la vida, mientras trabajaba y estudiaba María conoció a través de una amiga al que habría de ser su marido. Mario nació en un pueblo pequeño, dentro de una familia pequeña, muy religiosa y cerrada. Estudio interno en Santander, y más tarde se trasladó a trabajar a Murcia donde a través de una persona de su mismo pueblo conoció a María.
Tuvieron un noviazgo largo y eso ya fue el preludio de que algo no iba bien. La verdad es que a cada paso las alertas fueron sonando una y otra vez. En un momento del larguísimo noviazgo, él le dijo que no se iba a casar NUNCA. No sé cómo no le dio vergüenza decirle semejante cosa, ella era, es, una persona seria, y eso equivalía ¿A qué? Pero muy inocente o llevada por la intención de ayudar, estoy segura, en vez de ofenderse por el feo que le estaba haciendo, le preguntó los motivos, y después de convencerle para que le contara y escucharle, decidió ayudarle. Le comento a María que yo hubiera estado muy enfadada, ofendida más bien, que después de tanto tiempo de relación, de ilusiones, me hubiera dicho que no se iba a casar. Vamos que yo le hubiera puesto verde y le habría dejado plantado.
Me ha Contestado:
– Sí. Fue un gran dolor y decepción que, solo estaba en mi corazón y en mi cabeza, hasta ahora que lo verbalizo contigo, pero sentí que podía ayudarle y lo hice.

No recuerdo:
– dice María, cuándo fui a visitar a la familia de Mario, ni cómo me lo propuso él, pero pasé allí al menos un día con su noche. La madre no vivía. Estaban en la casa; la abuela, el padre y tres hermanos, todos solteros. Mario es el mayor. Mi llegada no tuvo muy buena acogida. Cuando subí la bolsa que llevaba con las cosas para cambiarme, vi sobre un baúl antiguo, el primer mueble que se veía al entrar en la estancia, precioso por cierto con patas y cajón además del arcón, una foto enmarcada de Dionisia, la hermana mayor, después de Mario, que llevaba puesto un vestido largo que le había mandado como obsequio. Era un vestido largo de color verde, con escote y sin mangas, sencillo pero bonito y que quedaba muy bien. Bajé y comimos. En la comida Dionisia se dirigió a mí con palabras, que no recuerdo, fuera de lugar, sin duda, y desagradables. Mis ojos se llenaron de lágrimas. No entendía este comportamiento. Nadie en la mesa condenó la conducta de Dionisia. Al levantarme de la mesa pasó por mi lado y me dijo que yo no valía nada. Más tarde, la abuela que estaba ciega, estando las dos solas en una salita buscó mis manos y yo tomé las suyas. Cuando pronunció el nombre de Dionisia dispuesta a contarme algo, entró ella y yo apreté la mano de la abuela. La abuela guardó silencio y me quedé sin saber que me iba a contar. Dionisia había entrado con una cara amenazadora y con una altivez… Quise evitar problemas a la abuela y es curioso como ella entendió mi suave apretón y dejo de hablar.

María continuó con su narración:
-Cuando subí a la habitación designada, vi que la fotografía sobre la que te he hablado antes había desaparecido y el marco estaba desarmado, tirado de cualquier manera sobre el baúl. Sí, lo sé, me dice María, me dieron suficientes motivos para salir de allí corriendo porque Mario como ves, no aparece en la historia, pero es un pueblo pequeño y no tiene autobuses, sigue sin tenerlos, había que esperar al día siguiente para ir al pueblo de al lado donde salía uno para Murcia.
Me había metido directamente en la boca del lobo y yo era una caperucita a la que iban a comer. He pasado años durante mi matrimonio que ir a ese pueblo, se supone de vacaciones, a descansar era un suplicio. Toda su familia vivía alrededor de la casa donde ella vivía, donde vivía yo. Intoxicaba a su familia respecto a mi persona y yo respiraba toda esa atmósfera. Quise a ese pueblo de verdad, porque amaba a mi marido y pensé que abriría los ojos y formaríamos la familia que yo tanto anhelaba.
Un día Mario me pidió en matrimonio. Me puse a llorar. Estaba muy preocupado por si le decía que no. ¿Por qué llore? Supongo que por oír lo que llevaba tanto tiempo esperando. De emoción, eso creo.

María da vueltas y vueltas por la habitación, que se le antoja una cueva, se frota las manos una y otra vez, y va desgranando sus vivencias. De vez en cuando para un poco, coge aire y respira fuerte.

La mentalidad, la forma de ser de Dionisia es claramente la de una persona, sigue contando María, que no admitía más mujer en la familia que ella misma. Cuando compartíamos casa, en el pueblo, no quería dividir la casa de sus padres, una casa enorme, ni otras propiedades a pesar de lo que decía el testamento, y los demás acataban sus órdenes incluido mí marido. Ella era la “jefa”. Por entonces me había casado y tenido un precioso niño. Había una habitación que no tenía humedad y daba el sol. Decidí acostar allí a mí niño y nosotros con él. La habitación en ese momento no la ocupaba nadie, todos estaban fuera del pueblo y no había habitaciones designadas para nadie. Apareció Dionisia, que regresaba de un viaje, y armó un gran escándalo, se olvidó del sobrino y su bienestar, diciendo que yo no me podía acostar allí porque “todavía sobrevolaban los espíritus de sus padres” en la habitación. Pocos días después se le olvido lo del espíritu de sus padres, fallecidos muchos años antes, y ella se acostó en esa habitación, en esa cama que fue de sus padres, con un señor casado con 4 hijos que más tarde regresaría con su mujer. Esta es la misma mujer que me ha estado echando en cara que le cogí la mano a Mario delante de su padre siendo novios.
No sé si recuerdas la película Luz de Gas, en blanco y negro, donde el marido, el protagonista era el actor Charles Boyer, intentaba volver loca a su mujer. Hablo ahora de mi marido, me aclara María. A veces he sentido esa sensación, cuando he visto como ante cosas importantes o a veces nimias ha cambiado de versión. Tantas veces lo ha hecho que he llegado a pensar que yo estaba perdiendo la cabeza. En múltiples ocasiones me ha dicho que una circunstancia era de una manera y después al comentarlo yo, negarlo y decir que era de otra. Y se ríe y lo niega. Así una y otra vez. Y piensas ¡cómo va a hacer esto por maldad! ya le he dicho que me molesta. Pero sigue y sigue y asegura. Eso así, una y otra vez. Le digo que me molesta, que no tiene gracia, que por qué dice una cosa y después la contraria. Lo dice tan seguro que dudas de ti misma.
En medio de todas estas locuras y sufrimientos, tuve una fuerte depresión. Todo esto estaba afectando seriamente mi salud.
Era consciente, dice María, que me había metido en una familia no sana que estaba influyendo negativamente en lo que yo esperaba de mi matrimonio.
Yo aconsejaba a las amigas que contarán las cosas que las estaban haciendo daño cuando me contaban lo que sufrían en su matrimonio, pero era incapaz de hablar del “enganche” emocional que tenía con mi marido y que el deseo de tener una familia unida y feliz fuera satisfecho.

En la familia de mi marido no era bien recibida porque la “jefa” no admitía otra mujer. Y veía que mi marido no era capaz de poner a la hermana en su sitio y era más cómodo pensar que era “cosa de mujeres”.
La familia central se compone de la pareja y los hijos, el resto de los familiares son bienvenidos cuando cada uno sabe cuál es su lugar.
Nunca hablé de estas cosas Esperanza porque me daba vergüenza, porque me parecía increíble lo que me estaba pasando, por aguantar una y otra vez, porque tenía que reconocer un fracaso. Porque da mucho miedo sacar un dolor profundo a la luz. Tener la herida al aire.
María le digo:
-Con la herida al aire, la ves, la puedes curar, puedes sanarla. María asintió con la cabeza.

Ahora ha parado sus frenéticos paseos por la habitación y un suspiro largo y liberador se ha oído en la estancia. Se sienta junto a mí y me abraza. Gracias Esperanza. Necesitaba liberarme. Necesitaba escucharme. Necesitaba ser escuchada. Necesitaba sentirme cuerda. Necesitaba confesarme.

-Se acabó, me dice María, he estado “enganchada”, encadenada a una ilusión esperando algo que no me pueden dar.

Pasó el tiempo y después de su separación María recobro fuerzas, sanó sus heridas, acabó la carrera de psicología y ahora da cursos para mujeres con dependencia emocional a maltratadores físicos y psicológicos y a personas con familias toxicas. Es feliz

 

RELATO DEL TALLER DE:
Taller de Escritura Creativa

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Esta entrada tiene 3 comentarios

  1. Maria Elena

    Me ha encantado es un poco mi temática.
    Gracias

    1. Ángela Cañamares Medrano

      Muchas gracias Maria Elena por leerme y expresar tu opinión. Te deseo muchos exitos

  2. Mercedes Fernandez Vicente

    Me ha gustado mucho tu relato y me gustaria que te pusieras en contacto conmigo.

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