DESBLOQUEO – Mª Magdalena Delicado Bañon
Por Mª Magdalena Delicado Bañon
Aceptar la verdad sobre la identidad de la persona que me ha hecho daño durante toda mi vida, no ha sido nada fácil. No.
Mientras me acerco a las velas, siento una liberación interior que me hace sonreír: estoy en el punto final y al mismo tiempo, en el punto de partida de mi nueva vida.
Hoy cumplo cincuenta años y vuelvo a respirar; empiezo a dejar de sentir esa angustia permanente, las palpitaciones, las noches en vela, las dudas constantes, la inseguridad que me mata por dentro y sobre todo, el sentimiento de culpabilidad con el que he convivido desde que era bien pequeña. ¿Se acabó por fin, la sensación de no importarle a nadie?
A lo largo de mi vida, he intentado muchas otras veces liberarme de este bloqueo mental, pero no lo he conseguido en ninguna de ellas, sin embargo esta vez, siento una fuerza interior desconocida que espero me dé el impulso definitivo para empezar a vivir,
¿lo conseguiré esta vez?
—¡Ay, Emma, Emma, Emma! Nunca discutiste autoridad alguna, ¿verdad? Te lo he dicho un montón de veces: eso de ir por la vida de persona tranquila y pacífica, “happy flower”, paz y tranquilidad, etc., etc., no da buenos resultados. No. Me recuerdas a esa película de John Wayne, ¿cómo se llamaba? ¡Ah sí! “El hombre tranquilo”…Eres clavadita a él, oye. Sin embargo, si te acuerdas, en la película, llega un punto en el que a Sean Thorntor, el protagonista, no le queda más remedio que pelear y que dejar de ser “tranquilo” por unos momentos, tiene que luchar para conseguir la paz que tanto ansía.
¡Claro! Esto funciona así querida.
Te lo tengo dicho: por eso te machacan (o te hacen bulling, que se dice ahora), por ir de chica buena que no ha roto un plato en su vida. ¿No has oído esa frase que dice “las chicas buenas van al cielo y las malas a todas partes”? O ¿la de “de la bondad a la tontería sólo hay un paso”? Pues eso. A ver si aprendes guapa. Y mira que la imagen que das a quién no te conoce, no tiene nada que ver contigo: fuerte, con personalidad, segura de ti misma… ¡Qué irónico, ¿no?! Siempre me he preguntado cómo lo haces. ¿Tipo Dr. Jekyll y Mr. Hyde?
—¿Por qué no me dejas en paz?
Escribir es lo que me ha salvado durante toda mi vida, me ayuda a comprender lo que me rodea, o al menos, a intentarlo. La música, la pintura… No seríamos nada sin el arte. Desde bien pequeña sentí una ansiedad y una necesidad casi enfermiza por “crear para el alma”. Escribir me conecta con el mundo, me mantiene viva.
—¡Ya sé que clase extraescolar quiero! —dije emocionada un día al llegar a casa después del colegio. Amaba las clases de música y de pintura. Disfrutaba con las audiciones que mis compañeras de clase odiaban a muerte. Para mí, pintar mientras oíamos música clásica, era algo que me transportaba a un mundo desconocido hasta entonces, un lugar de sentimientos, de sensibilidad, en el que era feliz, en el que sentía que todo se podía lograr.
Todos los días de camino a casa desde la escuela, pasaba por una tienda de instrumentos musicales en cuyo escaparate, había siempre un piano negro ¡maravilloso! Me podía pasar horas y horas mirándolo, mientras hacía cuentas de cómo ahorrar para comprármelo con mis tres euros de paga mensual.
—¡Al fin! Venga, dinos: ¿inglés, repaso, baloncesto…? —me preguntaron mis padres.
—¡Música! Quiero estudiar solfeo—dije, sintiendo un cosquilleo por todo mi cuerpo, con lágrimas en los ojos, emocionada, feliz.
—¡¡¿CÓMO?!! ¡No estás bien de la cabeza! Harás inglés, resultará más práctico para tu futuro.
Y así, con esa frase, se me vino el Mundo encima por primera vez en mi vida, con solo siete años de edad.
Dos décadas después, ocurriría algo parecido cuando planteé que quería estudiar Bellas Artes.
—¿Qué quieres? ¿Morirte de hambre? Si quieres ir a la universidad, harás Derecho, una carrera con muchas salidas—fue la contestación esta vez.
—¡Más de lo mismo! Estudiaste “otra cosa”, estudiaste lo que te dijeron, lo “más práctico” por lo visto, en aquellos momentos.
¿Por qué no te matriculaste en Bellas Artes que era lo que tú querías? ¿Qué más te daba lo que dijeran? Es tu vida, ¿no? ¿Ves?, ¡siempre tan pava! De nuevo La niñita obediente. Esto sí que no es nada práctico.
Pero no acabó aquí la cosa, no. Una vez en la facultad de Derecho, además intentaste convencerte a ti misma de que, realmente, te gustaba esa carrera e incluso, “rehiciste tus sueños” y te creíste que querías ser jueza. ¡Es paranoico! ¿No tienes personalidad o qué? Esa obsesión por agradar a todo el mundo, acabará contigo. Saber decir NO es fundamental para sobrevivir entre los seres humanos.
—¿Otra vez tú? ¿Qué quieres que te diga? ¿Qué sé que tienes razón? Intenté amoldarme a la situación. Muchas veces he pensado en que debía de haberte hecho caso, desobedecer a mis padres y haberme matriculado en Bellas Artes, pero para mí en aquellos momentos, era impensable no hacer lo que se esperaba de mí. En aquellos momentos yo estaba “haciendo lo que debía hacer”.
Mientras soplo fuerte para apagar las velas de la tarta, en esos escasos segundos, como un flash, no puedo evitar recordar algunos momentos de mi vida que, con este soplido, intentó empujar lo más lejos posible de mí. Por ejemplo aquel día en que llegamos a casa desde el hospital:
—¿Te vas? Acabamos de llegar a casa.
—Veo que está todo bien, te encuentro perfectamente y tengo cosas que hacer— dijo, y se fue. Tampoco estuvo a mi lado ese día. Meses más tarde supe que había quedado con otra persona. Sin embargo yo ¡me encontraba tan mal! Sentía un fuerte dolor en el pecho que iba en aumento. Samuel había nacido muy sano y muy rápidamente, pero no quería mamar. Tenía hambre y no dejaba de llorar ni un solo momento. Como pude me incorporé de la cama para hacerle un biberón, mientras Lara, que había nacido tan solo 20 meses antes, me miraba, sin dejar de succionar su chupete, con esos ojos redondos, grandes, de un color indefinido, preciosos, profundos… Daba la sensación de que entendía todo lo que sucedía a su alrededor. Me sentía tan feliz y a la vez, tan desgraciada que no pude evitar romper a llorar mientras la abrazaba con fuerza.
Otro flash: aquellos días en los que tras el parto de Lara, estuve tres meses sin poder mover una pierna. Cuando salí del hospital me dijeron que no me preocupara, que eran los efectos de la anestesia y que en unos días me recuperaría. Pero no fue así: los médicos, dijeron que podría llegar a quedarme coja. Fueron unos meses terribles en los que de nuevo se mezclaron los sentimientos de felicidad por el nacimiento de mi primera hija, y una profunda tristeza e impotencia pues el dolor, me impedía entregarme en cuerpo
y alma a ella. Cada día me sujetaba fuertemente al carrito de Lara y salía a la calle para intentar caminar. Y durante todo ese tiempo, tampoco estuvo a mi lado, tampoco conté con su apoyo. Me dejó sola de nuevo, una vez más.
—¡Si es que nunca has querido ver la realidad! Ya en tu boda intentó quitarte el protagonismo. Por supuesto, numerito previo dramático-torturador, como siempre antes de cualquier evento social-familiar, con el fin de desviar la atención hacia su persona y sin tener en cuenta los sentimientos de nadie. Años más tarde, haría lo mismo en la boda de tu hermano, ¿te acuerdas? De hecho creo, que los modelitos eran prácticamente iguales,
¿no? Seguro que esto también forma parte de su plan de tortura psicológica (terror visual o algo así debe llamarse). Su funcionamiento mental, evoca al de una apisonadora o al de Atila, que por donde pasaba no volvía a crecer la hierba.
—Sí, de nuevo tienes razón. Lo sé ahora, lo sé desde hace no mucho. Y te agradezco que hayas estado ahí, durante todo este tiempo mostrándome la realidad tal y como es, aunque yo no la quería ver. Pero déjame que termine mi relato, por favor. Necesito sacar todo fuera de mí.
El último flash que me viene a la memoria es aquella ocasión en la que me hicieron una entrevista en el trabajo, para colgarla en las redes sociales. Fue una charla muy entretenida con mi compañera de Recursos Humanos, en la que hablé un poco de mi experiencia laboral. Por suerte o por desgracia, he tenido que cambiar muchas veces de curro y la verdad es que esto, me ha dado un bagaje interesante y muchas anécdotas divertidas.
—He leído la entrevista ¡ha sido genial! —me dijo. —Eso sí, la he tenido que leer varias veces… y finalmente, he llegado a la conclusión de que no te conozco en absoluto.
¡Cuántas cosas interesantes has hecho!¡Me encanta! —añadió.
Me quedé totalmente desconcertada, ¿cómo era posible que tuviera que oír aquello? ¡No me conoce! Después de tantos años dice que ¿NO ME CONOCE? Lo peor fue que en sus palabras detecté que le gustaba más la persona que había descubierto en esa entrevista, que yo, aunque fuera la misma.
En fin, que tras treinta años de capítulos similares a los descritos, esta mañana me he despertado, y sin saber cómo, de repente, lo he entendido todo. Sí. Las palabras se han apelotonado en mi mente sacudiéndome con fuerza la cabeza y aunque no me ha costado mucho ponerlas en orden, sí ha sido difícil pronunciarlas en voz alta:
—No me quiere, no me ha querido nunca y nunca me querrá. Da igual lo que yo haga o deje de hacer, que me esfuerce o no. Es una persona egoísta y en su corazón no hay sitio para nadie. Por supuesto, para mí, tampoco. Es una persona que no me gusta— me ha costado decirme a mí misma.
—¡Bravo! ¡Ya era hora! ¡Al fin lo has visto! Llevo años diciéndotelo, pero tu nada, erre que erre, las cosas son como son y “punto pelota”. No hay que darle más vueltas al tema y sobre todo, ya sabes, hay que huir de las personas tóxicas. ¡Ya! ¡Corre!
—Sí. De nuevo, y como siempre, tienes razón. Me encuentro bien, sin embargo me siento culpable. No debería, ¿verdad conciencia?
—¡Ya estamos! No, no deberías. Tú no has hecho nada malo. Tú, no eres culpable de los sentimientos de los demás.
—Me lo imaginaba, aunque no puedo dejar de preguntarme cómo puedo sentirme bien, con lo que acabo de descubrir, ¿tan mala persona soy? ¿En qué he fallado yo para que no me quiera? ¿Qué he hecho mal?
—¡Absolutamente nada! Sopla las velas y ¡toma de una vez las riendas de tu vida!
Abro los ojos tras soplar las velas de mi tarta de cumpleaños y todos me aplauden y felicitan. He pasado muchas otras veces por este momento, sin embargo hoy todo es diferente. Soy feliz. Soy muy feliz. Siento paz interior. Y me gusta. Todo está tranquilo. Todo está claro.
Abrazo y beso a mis hijos y a mi marido que me miran asombrados: —¡Qué guapa estás mamá! —me dicen.
Sí, a partir de ahora, yo y solo yo, soy la dueña de mi destino. Se acabaron las quejas y lamentaciones, de ahora en adelante, yo llevaré las riendas de mi vida.
Se hace el silencio. Todos me miran. Me dirijo lentamente hacia ella sin apartar mis ojos de los suyos. Son apenas unos segundos que se hacen interminables. La tensión se palpa en la habitación. Tomo sus manos y mirándola fijamente a los ojos, le digo:
— Así no, mamá. Así, no. Se acabó.
FIN
RELATO DEL TALLER DE:
Taller de Escritura CreativaDeja una respuesta
Esta entrada tiene un comentario
Otros relatos
Ver todosMIS COMPAÑEROS DE VIDA- María Isabel López Ben
María Isabel López Ben
07/10/2024
Muy bueno.
Cuánto importa alumbrar la vida y no escondernos, y no quedar al margen.