EL AMOR NO TIENE CONDICIÓN – Mónica Ibañez Ruiz

Por Mónica Ibañez Ruiz

Ray, mi amado, y yo, mantenemos un romance secreto.

Mi amor por él es puro, sincero, limpio, cada vez que nos encontramos mi corazón late tan rápido que se puede oír en el más puro silencio.

El padre de Ray era una persona correcta, dictadora, con un fuerte carácter, todos sentían miedo solo con pronunciar su nombre, su corazón era frío como el hielo. No era ni rey ni gobernador, solo un hombre rico.

Al ser un romance prohibido, nuestros encuentros los tenemos en una vieja cabaña, en medio de un bosque donde nadie va desde hace muchos años. Todos piensan que está encantada, porque allí vivía una mujer mayor a la que todos llamaban bruja por su ropaje y su estilo de vida, pero no era así, yo la conocía y era una mujer encantadora.

Por desgracia es imposible vernos todas las noches, aunque durante el día hacemos todo lo posible para cruzar una simple mirada y una sonrisa oculta a todo el mundo.

Soy una simple y humilde campesina, nunca me hubiera esperado que Ray, hijo de alguien tan adinerado, pusiera sus ojos en mí.

Serían padre e hijo, pero no tenían nada que ver el uno con el otro, no recuerdo ver a Brandon bajar al pueblo, en cambio a Ray era raro el día que no lo veía allí, incluso antes de que fuéramos pareja.

Él siempre me decía que bajaba solo para verme a mí, y aunque me lo dice a menudo, aún me cuesta creer sus palabras. Sé que es sincero, pero nadie me ha halagado ni conquistado nunca.

Mis padres, cuando les conté quién era él, no dijeron nada, todo lo contrario, se alegraron por mí, pero sé que están preocupados por lo que dirán en el pueblo.

A Ray le da igual que corran rumores que cuentan de nosotros, a mí me preocupa por su padre, el día que se entere no le va a agradar en absoluto, para su hijo quiere a alguien de su mismo estatus social.

Una de las veces que lo vi me saludó y después pasó su mano por el cabello, esa era nuestra señal para vernos esa noche.

Por fin el sol se ocultó, dejando salir a la Luna, testigo de nuestro amor.

Camino por el bosque mientras las estrellas iluminan el camino y los búhos rompen el silencio con su ulular nocturno.

Al acabar de andar el camino de piedras, llego frente a la vieja cabaña de troncos de madera. A simple vista parecía que su interior era frío, pero no era así. Una vez que entrabas podías percibir el calor que desprendía, era más grande de lo que se veía en el exterior, y había pocos muebles ya que hacía mucho tiempo que no vivía nadie allí, solo era visitada por Ray y por mí. La chimenea se encontraba en un lateral y cuando se encendía las llamas iluminaban todo el interior. En la pared de enfrente se encontraba una cama con dosel, era lo único que nosotros habíamos comprado, el resto del mobiliario era de su antigua propietaria.

Afuera hacía frío, mucho frío, tanto que mis manos estaban moradas. Horas antes había nevado y los árboles se quejaban por el peso de la nieve en sus ramas. Cuando caminaba para llegar aquí, con cada paso que daba se oía crujir la nieve.

Al entrar, Ray aún no ha llegado, pero no creo que tarde mucho, él vive más lejos que yo y la noche está pintada de blanco por la nieve. Enciendo la chimenea y me siento cerca de ella para calentarme.

Tal y como esperaba, mi amado no tarda en llegar, puedo oír cómo cierra la puerta después de entrar.

Nuestras miradas se encuentran, no hacen falta las palabras, los dos sabemos lo que nuestros cuerpos piden. Viene hacía mí, me ayuda a levantarme y sin decir aún nada nos damos un fuerte abrazo.

-No sabes lo que te he echado de menos, mi amor, he contado las horas que faltaban para poder reunirnos. –

-No eres el único. –

Nuestros labios se buscaron sin importar un mañana, por fin estamos solos, aunque sea por unas horas, pronto el sueño se romperá y la realidad volverá para desgracia de ambos.

Tumbados en la cama, fundidos en un apasionado beso, oímos como una de las ventanas se rompe. Nos asustamos e inmediatamente vamos a mirar qué ha pasado, pero no podemos dar más de un paso, porque el fuego se adentra de golpe en la cabaña.

Milagrosamente salimos sin herida alguna, pero para nuestra sorpresa, el padre de Ray está justamente delante de nosotros, con un semblante serio. El silencio de la noche solo se rompía con el ruido del fuego quemando nuestra cabaña.

-Te prohibí que mantuvieras una relación con ella y aun así no me haces caso – su voz era seria y se le notaba enfadado -ella no es digna de pertenecer a nuestra familia.

-Ella se llama Elsa. – se enfrentó a su padre – El amor no entiende de género, de color, edad, ni estatutos y eso bien lo sabes tú. -Ray estaba muy tranquilo. –

-No sé de qué estás hablando – se le veía confuso.

-Estuve investigando a nuestra familia, y si no me equivoco, mi abuela era una humilde cocinera, y mi abuelo de muy alto estatus. -su mirada era desafiante- Si ellos hubieran escuchado a sus padres o hubieran vivido de las habladurías del pueblo, tú no estarías aquí. –

Todos los que acompañaban a Brandon quedaron mudos al escuchar a Ray, nadie sabía nada de eso, como en todas las familias, se escondía un gran secreto que esta noche fue revelado.

Brandon no decía nada, solo miraba a su hijo, algo pensativo.

El ruido de las llamas se aplacó, ya no había más nada que quemarse.

-Tienes razón hijo, el dinero me cegó, dejando los sentimientos y el amor a un lado. Tus abuelos son el mejor ejemplo a seguir, y yo no lo hice.

-Padre, lo importante es que te diste cuenta, y espero que ahora aceptes nuestra relación, Elsa es mi vida, sin ella no sabría qué hacer.

-Tenéis mi consentimiento para estar juntos, me has dado una lección que nunca olvidaré, el amor es más importante que el dinero. Quizás por eso tu madre nos abandonó. – se abrazó a él. -Si ella es la mujer que has elegido para pasar el resto de la vida, yo me hago cargo de los gastos de la boda, será mi precio a pagar por haber sido un egoísta.

-No tiene por qué hacer eso, señor, nos conformamos con que no se meta en nuestra relación.

Siempre soñé con tener una boda simple, nada de lujos, y sabía que si Brandon se hacía cargo todo sería demasiado extravagante y con muchos invitados.

-No queremos una boda de ensueño, solo una con los familiares más allegados, queremos algo íntimo.

-Todo será como vosotros digáis, yo solo pondré el dinero.

-Si es así, aceptamos.

No pasaron más de dos meses cuando llegó el día de nuestra boda, tal y como dijo Brandon, él pagó todo, incluso mi vestido de novia. Todo fue elegido por nosotros, lo único que pidió fue que se celebrara en su castillo, porque siempre había tenido la ilusión de que su único hijo se cansará allí.

La ceremonia fue muy bonita e íntima, tal y como queríamos.

Amelia, la madre de Ray, se acercó a nosotros en más de una ocasión, pero fue una cosa que nos dijo la que nos llamó la atención.

-Gracias a los dos por abrirle los ojos a mi esposo, para él siempre ha sido el dinero antes que nada ni nadie, por eso lo dejé. Hoy me ha pedido perdón y me ha rogado que vuelva con él, nunca lo he visto así y se veía sincero.

-Me alegro mucho por vosotros, madre, espero que ahora seáis tan felices como lo somos nosotros.

-No tiene nada que agradecer, señora.

-Llámame Amelia, ya formas parte de nuestra familia. – me abrazó, me dio un beso, y tras eso se marchó.

La ceremonia concluyó, en el castillo solo nos quedamos sus padres y nosotros, me sentía agotada y quería irme a casa de Ray, bueno, mejor dicho, a nuestra casa. A la hora de salir su padre nos evitó el paso.

-Antes de irnos me gustaría daros mi regalo de boda.

-Pensé que ya lo habías hecho.

-Hace dos meses cometí el error de quemar algo que no me pertenecía, me dejé llevar por la ira, me gustaría enmendar dicho acto.

Nos hizo entrega de una llave, ambos estábamos asombrados.

-Hoy ya es demasiado tarde, pero me gustaría que mañana a primera hora fuéramos juntos para que veáis vuestro regalo.

-Aquí estaremos, gracias por todo padre.

-No hay nada que agradecer.

Tras pasar una noche de ensueño con mi marido, al día siguiente fuimos acompañados por Brandon a lo que sería nuestra nueva cabaña, no era tan acogedora y encantadora, esta era más grande y todo era nuevo, pero no puedo negar que era muy bonita.

-No hacía falta que la mandaras a construir, nosotros tenemos una casa, este solo era nuestro rincón del amor, donde podíamos ser nosotros mismos.

-Lo sé, hijo, pero me sentía mal por lo que hice.

No sabía qué decir, Brandon aún no me daba la suficiente confianza, su mujer e hijo lo perdonaron, pero yo siempre tendré esa espina clavada en el corazón.

Los años pasan y nuestro amor es igual que el primer día.

Vamos a ser padres y los dos hemos hablado de criar a nuestros hijos diferente a como criaron a su padre, a valorar la vida, a respetar y ser respetados y, sobre todo, a que el amor no tiene condición de ningún aspecto, y que siempre hagan lo que su corazón le dicte.

 

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