EL VIAJE – Andrés Bonnet Pérez

Por Andrés Bonnet Pérez

Ernesto entra en la casa cerrando la puerta con el pie. Soraya da un respingo al oír el portazo. Mira la hora y pone el microondas en marcha. Dentro, los dos trozos de salmón envueltos en papel de hornear e impregnados en soja comienzan su danza de dos minutos y medio.

-Llegó la carta de la seguridad social – le dijo mientras se acercaba a darle un beso en la frente.

– ¿Y?

– Nada bueno. Ismael es un hacha, ya para lo bueno, ya para lo que él sospechaba.

– Mil años de médico de guardia es lo que tiene.

-ELA, en primer estadio.

– Uff- le dijo ella mientras se le acercaba con otro sobre igual, la solapa abierta con urgencia –

tampoco lo mío tiene mucho remedio.

-No jodas, ¿Otra vez el bicho? ¿Dónde ahora?

– Sin localización concreta, dicen- Soraya entorna los ojos, se dirige hacia una silla de la cocina mientras dos lagrimas resbalan sobre sus mejillas.

Los dos se miran, Ernesto da un paso hacia su mujer, no sabe si abrazarla, si comérsela a besos con sabor a consuelo, que las suyas tampoco son buenas nuevas.

-Sabes, siempre estás diciéndome que si pudieras me darías la luna. Pues te cojo la palabra.

– Mujer, esas cosas se dicen así, con cariño, sabiendo que todo lo que esté a mi alcance te lo daría.

– Pues te fastidias- dijo mientras con un papel de cocina se secaba las lágrimas – acabo de oír en la radio que con menor gravedad las células se reproducen más lentas. Sobre todo, las cancerígenas.

– Soraya por dios, que esa base allá arriba solo lleva un año, que uno dice las cosas por decir algo cariñoso, no seas niña.

-Ernesto, llévame a la luna, Ernesto regálame un poco de ilusión.

Los dos se abrazan mientras el que ahora llora en silencio es él; por impotencia, por ternura.

Semana de mil llamadas para confirmar diagnósticos. El historial de Google lleno de referencias al ELA, a la velocidad de reproducción de las células en ingravidez, al significado de células oncológicas diseminadas, de búsqueda de consuelo en testimonios, en los claritos informes de la Clínica Mayo; en fin, en cualquier cosa a lo que agarrarse.

Nada diferente, aunque ahora la información de internet se multiplica por millones, de cuando a Soraya le diagnosticaron su primer tumor de ovarios.

Lo nuevo son las diez o doce páginas sobre vuelos espaciales, sobre agencias que los facilitan, sobre lo que cuestan.

La sobremesa de la cena es la hora de repasar el día, la semana siguiente, los días, que quedan por llegar.

-Ya ha llegado la respuesta a los correos de los vuelos.

– ¿Qué tal?¿Podemos?- Soraya más práctica, querría sopesarlo todo. Ernesto, menos decidido, de todo anhelaba opinión,

-Los más económicos son los de Amazon Heaven, pero no sé si esos te llevarán allá arriba en una caja de cartón con una sonrisa dibujada. No sé yo.

-Pues mira que los de Virgin- replica Soraya- a mí que estos me suenan a compañía de discos.

-Al menos esos tenían una compañía aérea, y seguro que el hilo musical será más entretenido

– ¿Y los de Tesla? Seguro que son los más caros. ¿Te enteraste que los coches te los dan como los de los coches de choque y si quieres que hagan algo más tienes que comprar las opciones? Y no creas que se las ponen, como un accesorio, no, los muy zorros te lo venden con todo, pero desactivadas por las que no has apoquinado.

-De todas maneras, de esos, de los de Space X poco me fio, porque tiemblo cuando me cruzo con un Tesla sin conductor; todos los días hay un follón., un choque, un atropello. Ayer me crucé con uno escacharrado por el tranvía pues no lo reconoció como vehículo.

-la NASA, mírate lo de la NASA que yo soy muy marquistas; y además mientras los nuevos van, ellos vuelven- argumentó Soraya mientras metía los platos en el lavavajillas y miraba por el rabillo del ojo como el torpe de Ernesto barría las migas que él, solo él, había producido..

-Tenemos que ver lo de las perras- observó ella, siempre tan práctica.

-Di tú que tenemos que ver como se lo decimos a los niños, lo otro ya lo tengo pensado.

– ¿Venderás la Farmacia?, de los niños me encargo yo.

-Es lo más rápido.

-No hay un pasaje que baje del kilo

-Lo sé, pero tirando por lo bajo saco tres millones.

– ¿Y si sale bien?

-Lo tuyo, Soraya, lo mío, como dice Ismael el médico es lento pero seguro.

-Siempre quedaran las propiedades, con mi cochina pensión ni pienses; es lo que tiene ser autónomo, y mira que siempre he cotizado al máximo. Puñeteros gobiernos, todos, todos.

 

Clin, clin, clin.

Se iluminan a la vez las pantallas de los móviles de Beatriz, Sergio y Gonzalo.

Es María el nombre que encabeza el recuadro.

-¡Hey , hey, hey , que me han escogido!

-Escogido, escogido en qué, ¿loca?

– A la Luna, Bea, me voy a la Lunaaaaaa…¡¡¡

-Ma, ¿desde cuándo los biólogos van a la Luna?

-Biogenética, Sergio, listillo. Que ponen los canadienses un hospital allá arriba y me han seleccionado.

-¡Ohé, ohé,ohé¡ viva mi gemela,¡ me voy contigo!

-Gonza idiota, desde cuando necesitan un matemático en un hospital especializado en cáncer.

-Que le den. Me llevas en la maleta. Síndrome del gemelo, no pueeeeddddor estar sin mi otra yo.

– ¿ya se lo dijiste a padre y madre? – como buenos hijos de palmeros, poco usaban el papá y mamá, distinguiéndose con el apelativo más duro.

-No, Bea, no, a ver si.., a ver si nos reunimos todos el sábado en la pizzería esa que tanto le gusta a madre y se lo suelto. Me voy, me voy, me voyyy….

-Pero si te mareas hasta en el ferry- le contesta Sergio.

-Imposible que ese cohete se mueva tanto como el Fred OLSEN lleno de “indianos “, y ahí no vomité.

-Porque ibas cargada como un erizo, Ma, que madre no logró echar a camino el blanco del vestido ni con el Kh7 ese de las manchas que nos ha hecho comprar a todos.

-Me voy, me voy, me voy …Turi, Tura, Turi…chin pon.

– Loca, pues ya se lo dirás tú a los viejos, que aquí Beita la mía no piensa tragarse el marrón.

-Si te hacen un examen te ayudo, que para todo lo que no sea bio eres un desastre.

-Gracias Gonza, acabo que me acaba de entrar un mail de los canadienses. Yuhuuuu, ¡me voy a la Lunaaaaaa….!

 

-Los chicos quieren ir a comer a la pizzería mañana. ¿Se lo diremos?

-No sé. Yaya, no sé cómo lo tomarán.

– Pues a la loca de María le parecerá bien. Gonza es la voz de su amo de su gemela. Bea tratará de disuadirnos, Sergio nos argumentará los pros y las contras, como buen científico.

-Ojalá sea tan sencillo. Además, hay que decirles, anunciarles, sin que se asusten, nuestro futuro. –

-El mío ya se lo figuran, Nesto, lo tuyo les asustará más. Tarde o temprano ya María nos dijo que mi bicho era muy agresivo y buscaría lío en cualquier momento.

-Sergio ya se está haciendo cargo de parte de mi botica, le costará digerir que la venda. La ha hecho a la imagen y semejanza de la suya, pero en grandota.

– No me sorprendería que intente comprarla, vendiendo la suya, Nesto. Es más de números que incluso Gonzalo.

-Se lo propondré, así suavizo el golpe.

 

Dentro de la pizzería los cuatro hermanos comentan excitados el futuro de María. Lo más suave que la llaman es loca, aunque Bea se muera de envidia, a Gonza le coman los nervios por separarse de ella y sea Sergio con su ironía el que ponga más pegas.

Llegan los últimos Soraya y Ernesto vestidos de domingo. Inusual en él, normal en ella, que va vestida de día de San Miguel como dicen en la Palma cuando estrenas, todos los días al instituto

-Hola niños- siempre serán niños, sus niños, sus niñas, por mucho que hayan ya cogido vuelo, por mucho que el síndrome del nido vacío lo pasaran hace años.

-Hola, Holaaaa…- responden todos casi al unísono.

Después de despachar esas pizzas napolitanas tan ricas, tan raras, esas con mortadela y pistacho, otras con manzana y speck, por no dejar atrás la de beicon con cebolla caramelizada, llegan los postres, los cafés, y con ello la tertulia.

-Tengo que anunciarles algo- dice María casi de voz en grito para centrar la atención. –

-Nosotros tenemos también algo que contarles – dice Soraya, la madre, la anfitriona, el núcleo duro de la familia.

-Me voy a la Luna.

-Nos vamos a la Luna.

 

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