ENTRE DOS AGUAS – Bárbara Nieto-Moreno Aliaga

Por Bárbara Nieto-Moreno Aliaga

Entre dos aguas.

Así se sentía Alba esa mañana.

“Se derrumba mi Mundo, ya no sé si seguir así o doy un giro no sé hacia dónde. Quizás sea peor cambiar que quedarme quieta. No estoy preparada, pero esta sensación de ahogo no la soporto más, ¿no valgo para nada? Tengo mis dos piernas y mis dos brazos, puedo trabajar, puedo ser una mujer activa profesionalmente hablando,¿no? ¿Por qué no volver a la fotografía? ¡Lo podría intentar otra vez! ¿Pero qué pasa que tengo tanto miedo? Me siento paralizada. Soy la empujadora profesional de todo el mundo y luego yo…estoy llena de conflictos ilógicos…».
– Mi vida está confundida. Definitivamente. Dijo Alba en voz alta, negando con la cabeza y rascándose el cuero cabelludo al tiempo, como solía hacer cuando estaba preocupada.
«He perdido la confianza en mí, ya no sé ni cómo empezar un nuevo rumbo. Este sentimiento va más allá de la vergüenza». Alba se tocaba la frente estrecha, y, seguidamente, se colocaba bien la camiseta dentro del interminable mono vaquero, de forma automática.
«Iré a hablar con el padre Ángel, siempre me da buenos consejos, por algo tiene tanta fama, por su experiencia, y sabiduría, desde luego en este momento necesito más un apoyo espiritual que terrenal. Pero…no, no, creo que no, (se recogió el pelo lacio y largo en un moño, sujetándolo con un lápiz) pensándolo mejor, voy a ir a la oficina de empleo, ¡que me den herramientas para tomar el toro por los cuernos! ¡Sí! ¡Eso es! Debo cambiar mi historia, tengo tiempo para emprender mi proyecto, es mi mundo, puedo soñar lo que quiera ¿no? ¿Y si termino los dibujos del cómic infantil? Creo que están en la carpeta azul, ¿en el baúl viejo? ¡Eso es! los buscaré y haré una selección, seguro que hay buen material para el cuento que estoy ideando, o no sé, quizás me estoy inspirando demasiado…no seas tan ingenua, Alba, que en realidad no sabes dibujar tan bien, vamos a ver, porque tengas éxito entre los pequeñajos, no significa que seas buena».
– Vale. Dijo Alba en voz alta. Suspiró.
«¡Lo tengo! Me apuntaré al curso de cocina vegana, ¡el Máster Class! terminaré el libro de “Recetas Exquisitas”, aquel que empecé en el viaje a Marruecos, añadiré las recetas de Doña Petrona, (subió la mirada hacia el techo, como si estuviera buscando recuerdos) de niña mis padres estaban inmersos en la cocina, sobre todo en los postres se lucían: ese brownie de boniato, ¡Dios! ¡Esa mousse de chocolate con nueces y ese toque de Cognac! ¡Qué exquisitez! ¡Algo bueno tengo que sacar de tanto dulce ingerido!
¿No? (Alba ya salivaba) ¡Sí! ¡Sí! ¡Yeah! (Se guiñó un ojo a sí misma) Y cuando tenga éxito con el libro, el siguiente paso será buscar un local pequeñito en el pueblo, que no sobre ni falte de nada, para los jóvenes que a la tarde no saben qué hacer, que se vengan y cenen bien con la cervecita, y buena música… ¿y si creo un ambiente intelectual?» Se recolocó los innumerables anillos en sus dedos de pianista y empezó a enumerar:

«¿Quizás un espacio para leer e intercambiar libros? Y en el fondo una pantalla con imágenes de viajes de mochileros, que sirvan de incentivo para las próximas escapadas, ¿aunque no tengamos un duro? ¿Y por qué no? Podría buscar información sobre viajes baratos y asequibles para jóvenes, y no tan jóvenes, ¡qué carajo! Para cualquiera que quiera una vivencia diferente, y no se atreva a hacer algo absolutamente improbable en su vida, en su forma de pensar, en su correcta y responsable vida. Pues eso, que vengan a comer y les pique la curiosidad, (Alba hizo un par de palmaditas) les doy información fidedigna y de primera mano, basada en mis viajes y en los de mis amigos, secretos de viajeros que llenan el alma… ¡Qué bonito!».
– Vale. Dijo Alba en voz alta. Suspiró.
«¿Y por qué no unir a varias generaciones juntas? Intercambio de experiencias e ilusiones incipientes, mezcla de música actual con los clásicos, y así culturizar musicalmente a los más jóvenes: Supertramp, Mike Olfield, Cat Stevens, ¿why not? Podría hacer un programa musical, cada día una temática diferente: Rosalía, C.Tangana… ¡vaya mezcla que estoy haciendo!».
– ¡Olé! Exclamó Alba, exultante de emoción.
«Y, por supuesto, me haré socia de la Fundación de Uganda por los Niños». Alba buscó nerviosa en su cesto de mimbre la tarjeta de la Organización, la cogió y no pudo evitar darle un beso, y, seguidamente comenzó a abanicarse con ella, mientras rumiaba su siguiente proyecto: «compraré cantidad de material hecho por ellos, y los pondré en una bandeja en la entrada, todo muy bien empaquetado, para que llame la atención, y después de inspirar y alimentar su cuerpo y alma, no podrán evitar comprar un detalle cien por cien benéfico».
– Vale. Dijo Alba en voz alta. Suspiró.
«¿Y si busco colaboración para el proyecto?» Cogió el móvil y se dispuso a rastrear.
«Podría poner un anuncio en las redes, buscando personas que quieran reinventarse, que deseen un cambio, que lo necesiten, que aspiren a encontrarse a sí mismos, que busquen un giro en su vida, y sin saber hacia dónde, entre todos pueden salir ideas, sugerencias, que seguro serán buenas para alguien…y otro: ¡se reirá! ¡Y qué! ¡Me gusta! una unión de gente con ganas, sin edad limitada y solo con el proyecto de emprender “algo” que nunca han hecho».
– Vale. Dijo Alba en voz alta. Suspiró.
Alba cogió su libreta de “ideas nuevas”, y empezó a anotar deprisa y con mala letra, la cantidad de pensamientos que le surgían a borbotones. No podía parar de escribir, y comenzó a hacer un pequeño plano del local perfecto (e inexistente a día de hoy), poniéndole todo lujo de detalles, colocando hasta los puntos de luz y los cuadros que quería mostrar, con las fotografías de sus viajes ordenados cronológicamente en cada pared. Siguió con la lista del material que llevaría de su casa, el tocadiscos familiar y los vinilos, colección de muchos años, más los heredados de sus padres.
Estaba entusiasmada con su nueva historia hasta que, súbitamente, apareció el doctor por la puerta, encontrando a Alba sentada en su despacho, con las diferentes “libretas de ideas” sobre la mesa, (al menos había cuatro) y ahí estaba ella, esperando pacientemente a que se incorporase a su puesto de trabajo:

– Buenos días, señora, perdón por la espera.
– Buenos días doctor, nada, nada.
– ¿En qué le puedo ayudar? Dígame. Dijo el doctor, sentándose hábilmente en su silla, echándose el pelo canoso hacia atrás y dispuesto a escuchar a su paciente.
– Pues, no sé por dónde empezar, la verdad. Ya tengo edad para que esto no me ocurra, pero ha sucedido.
– ¿A qué se refiere, exactamente? Siga señora, continúe, no se preocupe, no estoy aquí para juzgarla.
– Pues, verá, doctor, tengo 47 años y me he quedado embarazada. Alba bajó la mirada, se le humedecieron los ojos y sintió una vergüenza difícil de explicar.
– Y, por cómo ha empezado, entiendo que no quiere tener el bebé, ¿es así, señora?
– Creo que no. Estoy tan confusa, que hasta me da pereza llorar.
– Bueno, tranquila, Alba. Vamos a evaluar la situación. ¿Puedo tutearte? Prácticamente somos de la misma quinta.
– Sí, sí, por favor, doctor.
– Bien, entiendo cómo te sientes, Alba, sería un embarazo de riesgo y lo más importante, leo en tu historial (rápidamente había abierto el ordenador, leyendo el informe a una velocidad increíble) que ya tienes hijos, así que no es que no sepas a qué te enfrentas.
– Eso es. Tengo tres (añadió Alba como dato importantísimo, levantando instintivamente la mano y haciendo el gesto del número tres).
– ¿Y qué dice tu marido?
– No sabe nada.
– Mmm, ¿debo pensar que a él le haría ilusión? ¿O que tienes miedo de hablarlo? Dijo el doctor, acercando su cuerpo hacia la mesa y colocando los brazos abiertos, como si quisiera abrazar a Alba, a modo de apoyo.
– No, no es eso, es que estoy perdida. Estoy en contra del aborto, yo podría tenerlo y sería bienvenido en casa. Pero justo quiero dar un giro en mi vida, reincorporarme al mundo laboral, a la sociedad a la que no me he enfrentado en estos años cuidando de mis hijos, y justo ahora que empiezo a “respirar”, me quedo embarazada, como si Dios o las estrellas no quisieran que abandone a mis hijos, y…
– Un momento, un momento. Interrumpió el doctor, arrugando la nariz pequeña y redondita.
– No estás abandonando a nadie porque quieras trabajar, perdona, pero no puedo seguir escuchando este discurso tan equivocado. Eres joven y sana, ¡más que sana, evidentemente! Ambos rieron, con esa risa nerviosa que ayuda a cortar una situación incómoda.

– Lo que quiero decir, Alba, es que tienes todo el derecho a trabajar, esto por un lado, y por otro, si tu situación personal no es la adecuada para abordar otro embarazo y lo que ello conlleva, y, sobre todo, no lo deseas, debes tomar la difícil decisión de interrumpir el embarazo. Y aquí entro yo, para ayudarte en el aspecto médico, y para que no te preocupes por absolutamente nada.
Y respecto al factor psicológico y personal, puedo darte el contacto de una maravillosa psicóloga de total confianza, que puede prepararte para pasar por este trance, y su correspondiente duelo, porque sabes que es una decisión difícil pero necesaria, y hay que aceptar que es lo que toca, es el momento que lo precisa, y ya has hecho mucho, por tus hijos, por tu marido, por tu familia, ahora toca que te cuides tú, y quizás este “tropiezo”, te sirva de inspiración para colocar cada cosa en su sitio en tu vida, quizás te has cargado con demasiado, y has cumplido tanto con todo, religiosamente, que lo que te ha pasado para ti es un dilema, cuando para cualquier otra mujer, así como se entera, se “deshace del problema”.
Veo que eres una mujer espiritual y perfeccionista, y, evidentemente, esto no entraba en tus planes. Pero la vida es así, nunca pienses que no puede pasarte a ti, ¿verdad? (continuó el doctor después de beber un trago de agua), a veces la vida te sorprende y hay que tomar decisiones duras, inesperadas, y contrarias a tus convicciones e incluso diría a tu educación. Es como si en un momento dado, tuvieras que reescribir tu historia, desandar lo andado, olvidar lo aprendido, porque una decisión así te lo determina.

Estás en una edad en que toca que pienses en ti, y te lo repito, porque creo que ese es el “quid” de la cuestión. Pregúntate ¿qué es lo que quieres? ¿quieres seguir así el resto de tu vida? Busca en tus respuestas el inicio de tu progreso, de tu nuevo camino, de tus ilusiones y, ¿qué es lo que te motiva? ¿Qué te hace levantarte cada mañana? Al acostarte debes tener una sensación de satisfacción con tu día, con lo que has dado y recibido, con calma y sosiego, sin nada que te perturbe, ¡con ilusión, vamos! ¿Crees que puedes cargar algo más en tu mochila? ¿O piensas que ya es hora de volar con tu familia, hacia un camino que te dé esa ilusión que estás buscando?
Sus ojos cristalinos se clavaron en los verdes, vivarachos y chispeantes de Alba, que, atónita después de semejante speech, no alcanzaba a articular palabra.
Alba bebió un sorbo de su botella de agua, esa que llevaba a todas partes, y con las mejillas ardiendo, intentó sonreír (y relajarse) haciendo una respiración profunda al tiempo que lograba decir:
– Esto…doctor, lo cierto es que has sido muy claro. Sonrió.
Y creo que no necesito una psicóloga, pues siento que me has ayudado lo suficiente, diciéndome las palabras clave que, sin saberlo, venía buscando.
– Vaya, ¡me alegra escuchar esto! Sonrió el doctor, hinchando su pecho de orgullo.
– Voy a resolverlo lo antes posible. Dijo Alba irguiéndose en la silla.
Lo único que pido, doctor, es que esto quede entre nosotros, mi familia sabrá lo ocurrido a posteriori. No quiero afrontar sus caras de decepción. Ahora no. No estoy preparada para eso.
– Tranquila Alba, ¡eres adulta, así que no necesitas consentimiento! Esta vez rieron de verdad, mirándose a los ojos, con una complicidad que se había creado hacía cinco minutos, y, que sin saberlo ellos en ese instante, duraría toda la vida.

Alba se levantó y le ofreció la mano al doctor; se estrecharon las manos, fuertemente, como su padre le había enseñado, y en ese momento supo que estaba ante un hombre mágico, le había servido de inspiración, y estaba convencida de que le ayudaría en esta etapa complicada de la vida, y que saldría adelante. Seguro.
– Vale. Dijo Alba en voz alta. Suspiró.
FIN

RELATO DEL TALLER DE:
Taller de Escritura Creativa

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Esta entrada tiene 2 comentarios

  1. Mª Fuensanta Zamorano Buitrago

    Buenas noches, Bárbara, soy compañera en esta Escuela de Escritura, aunque no hemos podido establecer contacto anteriormente mientras realizaba el curso. Bueno, he leído tu relato, y me ha gustado tu forma de expresar tu vivencia a través del personaje, Alba. No sé si, se trata de experiencia de tu vida o escuchada en otros, eso no importa mucho, queda reflejado en tu texto el contexto sociocultural en el que te encuentras.
    Respecto al tema principal que describes, habría mucho que hablar, pero no es este el lugar porque aquí lo que vemos es cómo se expresa a nivel de recursos literarios un suceso de la vida, sin entrar en juicios, sino, sí tal como se cuenta, llega al lector. Y sí, sí que llega.
    Sigue escribiendo.

  2. Ingrid

    Buenos días Bárbara, me encanta ver tu relato publicado. Enhorabuena porque ha quedado muy redondo. Me gusta el tema y cómo lo tratas. Sin prejuicios y sin tapujos. Felicidades!

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