FAMILIA MODELO – Mª Jose Jiménez Martínez

Por Mª Jose Jiménez Martínez

-Lola, siento decirte que te ha dejado sin nada, ha vaciado la cuenta de empresa.

-Pero Luis, ¿cómo puede ser? -¿Cómo ha podido hacerme esto?

Estaba sudorosa, sujetaba su frente con fuerza y notaba cómo todo su cuerpo empezaba a temblar, a la vez que un calor interno y sofocante la invadía.

Luis, su gestor, amigo incondicional y hombre de confianza de su padre, intentó tranquilizarla:

-No te preocupes, intentaremos arreglarlo, vamos al bufete y te ayudaremos a buscar una solución.

En el coche, camino del bufete, no podía ni siquiera razonar, no entendía nada, le vino a la cabeza el primer día que conoció a Robert en su atelier de moda.

Fue hace dos años, él era el mánager de Cuca Abril, nominada a mejor actriz ese año, quería llevar un vestido de Lola para la gala de los premios Goya.

Aquel encuentro fue amor a primera vista, intenso y verdadero, del que solo con mirarse se pueden ver las chispas saltar alrededor, al menos así lo sintió ella.

Era alto, de pelo castaño, ojos aguamarina casi transparentes, piel siempre bronceada, sonrisa embaucadora y ese acento francés que con solo escucharlo susurrar te traslada a otro universo, ¿cómo resistirse?

Al mes de conocerse él se trasladó a vivir con ella y, casi sin darse cuenta, le dirigía la agenda y por qué no decirlo, su vida.

Él siempre estaba ahí para apoyarla y alabar su trabajo, “pecosa, eres la mejor” o “recuerda que yo creo en ti”, son las frases que le regalaba y a las que ella se aferraba, quizás porque en su familia nadie apostó por ella y porque siempre ha estado necesitada de cariño y comprensión. Y, precisamente ese fue el punto débil que Robert descubrió, porque realmente a Lola no le faltaba de nada, se había criado en una familia acomodada. Es cariñosa, risueña, simpática y soñadora, tiene pelo rizado y pelirrojo, ojos almendrados, nariz pequeña, labios finos, piel clara y curiosas pecas juguetonas por la cara. Es bajita, muy bajita para su gusto, siempre se queja porque no puede ponerse algunos de sus diseños de alta costura.

Y es que Lola es ante todo, diseñadora de moda, a día de hoy se puede decir que una de las mejores del país, porque la moda brota por los poros de su piel. Cuando era pequeña, le encantaba sentarse junto a la yaya Virtudes, costurera de vocación, a coser ropita para sus muñecas.

Pero no lo tuvo fácil, estudió la licenciatura en Psicología, porque su padre, don Rafael de Torres, abogado de prestigio, no la dejó estudiar diseño.

-Eso son tonterías —le decía siempre sin dejarla hablar más—, coser no te va dar de comer.

Al acabar la carrera se presentó a un concurso de diseño y ganó una beca de estudios en Milán, volvió a España y montó su propio atelier. No le costó mucho hacerse notar, pues sus diseños eran realmente espectaculares, de ahí que Cuca quisiera ir vestida por ella en su noche más especial.

Llegaron al bufete “Torres & Asociados” propiedad de su padre y de sus hermanos. Al entrar por el hall las piernas le temblaban, fueron directamente al despacho principal donde les esperaba don Rafael.

-Luis, por favor, cógeme la mano -susurró.

-Tranquila, vamos allá.

Tocaron a la puerta y los recibió al fondo don Rafael, que enarcó sus cejas pobladas, dejando ver mejor sus grandes ojos verdosos, aún se mantenía en buena forma física, aunque algunas canas iban ocultando su pelo negro perfectamente engominado, pero su altura y corpulencia seguían imponiendo. Vestido con traje de chaqueta oscuro, como acostumbraba desde que su amada esposa falleció,  con su mano derecha acarició el mentón de su barba, en gesto de preocupación, se sentó en su gran sillón de piel negro, y apoyó los codos en su mesa de madera de roble, entrelazó los dedos de las manos y la miró fijamente.

-Papá, no sé cómo…

-No te he preguntado nada, Luis ya me ha puesto al corriente -dijo con voz autoritaria y con semblante muy serio.

De repente, entró Vicente, el hermano mayor de Lola:

-¡La que has liado hermanita! te dije que no me caía bien ese sinvergüenza.

-¿Y quién te cae bien a ti? -increpó Lola.

-¿Acaso lo vas a defender? lo que nos faltaba, a ver si vas madurando ya.

-¿Que madure yo? ¿Pero tú de qué vas?

-¡Silencio los dos! -gritó su padre, dando un fuerte golpe en la mesa.

Lola y Vicente nunca se habían llevado bien, él era el perro fiel de su padre, siempre disponible, estudió Derecho solo por contentarlo, aprobó las oposiciones a fiscal con el número uno de su promoción, estaba casado con la hija de un magistrado y era padre de cinco hijos. Nunca apoyó a Lola en nada, ni siquiera se acuerda cuándo fue la última vez que le dio un beso o un abrazo de hermanos.

-Bueno, ya que estamos todos calladitos, Luis puede proceder a contarnos todo lo que sepa -dijo don Rafael.

-Según las investigaciones de Borja, esta sería la cuarta estafa que ha llevado a cabo y la que más tiempo le ha costado, las demás las hizo en un plazo de unos seis a ocho meses.

-¿Cómo que Borja? ¿Qué tiene que ver Borja en todo esto? -dijo Lola cada vez más confundida.

Borja es el hermano mellizo de Lola, también estudió Derecho como su padre y trabaja en el bufete, pero por sus contactos en la Administración y con las Fuerzas de Seguridad, cada vez lleva más casos de investigación por su cuenta, su padre no dice nada, porque sabe que hace un buen trabajo y eso le da más prestigio al bufete. Lola y él se adoran, solo con mirarse ya saben lo que piensan. Quizás por eso su mala relación con Vicente, que siempre se ha sentido apartado de ellos.

-Lo siento Peli, (así la llama Borja cariñosamente) no te podía decir nada, entiéndeme por favor. Hace tiempo que sospechábamos de Robert, no era normal enana, ese amor repentino, te tenía anulada, te estaba alejando de todos, has llegado a rechazar encargos buenísimos solo porque él te lo decía…

 

-No sigas por favor, es que ahora no puedo ni pensar, tengo la mente parada, no puede haber sido una farsa, me quería de verdad, ¡yo lo sé! y Lola se lanzó a sus brazos y rompió a llorar desconsolada.

En efecto, Borja y Luis sospechaban de Robert desde hacía unos meses. Fueron los tres juntos a la clausura de unas jornadas de derecho penal patrocinadas por el bufete, cuando de repente Robert desapareció sin más.

El comisario Guillén gran amigo de Borja, le presentó a su homónimo francés que había sido invitado por ellos a las jornadas.

-Y dígame, señor Torres, ¿hace mucho que conoce a Dominique? -preguntó Bernard.

-¿Dominique? no sé de quién me habla, creo que se equivoca.

-Oh, ya veo, ¿cuál es el nombre entonces del caballero de ojos verdes que le acompañaba hace un rato?

-Ah, es Robert de la Vera, el novio de mi hermana.

-Pues mucho me temo que no le va a gustar lo que tengo que decirle sobre él. Como le he dicho se llama Dominique Dupont y es un viejo conocido de la gendarmería francesa, estafador y ladrón de guante blanco.

A su última víctima la dejó sin blanca en menos de seis meses, es un seductor nato, las enamora y cuando se ha ganado su confianza las deja sin nada.

Borja y Luis no podían creerlo, estaban atónitos. Borja solo pensaba en Lola, ahora que por fin parece que todo le iba bien y era feliz de verdad, cómo iba a decirle que el amor de su vida era un estafador.

Al día siguiente, quedó a comer con Robert y Lola.

-¿Qué te pasó ayer durante la clausura? cuando te quise buscar ya te habías ido.

-Ya, perdona, no dije nada, un fuerte dolor de cabeza me invadió y no podía aguantar más -contestó Robert con voz cansada.

-Vaya, lo siento, ¿te encuentras mejor?

-Sí, por supuesto, unos mimos de mi pelirroja favorita te quitan todo el dolor -sonrió mirando a Lola.

Al salir del restaurante, Borja llamó a Tony, jefe de la UCO y amigo suyo desde el instituto, para confirmar lo que le había contado el comisario Bernard.

Tony consiguió sacar de la base de datos de la INTERPOL la ficha policial de Dominique Dupont, donde figuraban ocho delitos y dos de ellos cometidos en España, todos por estafa, con el mismo modus operandi y lo peor de todo es que no había duda de que era Robert.

Borja y Luis se adelantaron al plan de Robert. Se reunieron con el director del banco de Lola y le contaron lo que estaba sucediendo. Acordaron con él que en caso de que Robert intentara de alguna manera llevarse el dinero de Lola, le dieran vía libre a la operación bancaria, haciéndole creer que había logrado su objetivo, pero en veinticuatro horas el dinero regresaría a la cuenta de Lola, sin haber llegado a transferirse realmente a ninguna otra cuenta.

Ya solo quedaba esperar.

Después de dos horas en el despacho de don Rafael, la secretaria pasó la llamada del director del banco.

-Entonces, ¿todo en orden? —dijo don Rafael— muchas gracias por todo, te debo una de las grandes. Colgó el teléfono, miró a Borja y le dijo: “Enhorabuena, hijo, nos has salvado de una buena tormenta”

-¿Qué pasa ahora? -preguntó Lola confundida.

-Nada, enana, todo se ha solucionado, no sabemos nada de Robert, pero no has perdido tu dinero, lo tienes de nuevo en el banco. Lo siento de verdad, había que intentarlo, tenía la esperanza de que te quisiera y hubiera cambiado.

Le contó a su hermana todo el plan que habían llevado cabo, que aún confusa intentaba ir asimilando.

-Tenemos todas las pruebas hermanita, y tienes el teléfono de Tony para lo que quieras, tú decides.

Entonces don Rafael se levantó de su sillón de piel, se dirigió hacia Lola, la miró con una mirada tierna, desconocida en él, y pellizcando suavemente su pecosa cara, le dijo: “Hija mía, nosotros creemos en ti, tú vales mucho, te hemos mantenido al margen del plan para protegerte de ese sinvergüenza” y sin más, la abrazó y le dio un beso en la mejilla.

El corazón de Lola se desbordó, comprendió que de una manera o de otra los lazos familiares hacen la fuerza, pues toda su familia la apoyaba y por fin sintió paz interior.

 

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