JAQUE MATE A LA REINA

Por Rosa María Espino

La amenaza de la derrota es más terrible que la derrota misma.

  1. Karpov, exCampeón mundial de ajedrez

Estaba algo nerviosa y emocionada, no todos los días te proponen ocupar un cargo de directora. Mi nombramiento estaba cerca -¡había trabajado tanto durante años!- que hoy  recogería los frutos de tanta dedicación.

Sería una gran noche, ¡o eso es lo que yo creía!, el evento se celebraba en la sala del hotel Alimara de Barcelona. Elaboré mi discurso dos semanas antes, lo ensayé delante del espejo, hasta conseguir que mis movimientos, y mi tono de voz se acoplaran, mi idea era realzar mis palabras para darles credibilidad y fuerza. Allí estaba yo, con un elegante traje de Chanel, con los zapatos de salón que me hizo comprar mi hija Nicole,  mi dulce niña, ella siempre me aconsejaba con los modelos y diseñadores.

Las primeras palabras del fundador no se hicieron esperar.

-Buenas noches, hoy celebramos el treinta aniversario de Technolgy Ream, estamos muy orgullosos de contar entre nosotros con representantes de todas nuestras filiales, les damos la bienvenida ¡Queremos presentar a nuestra nueva directora, la señorita Lauren Clarke!, estamos seguros de haber dado un gran paso, en este nombramiento. ¡Lauren por favor cuando quieras!

Subí al atril, con paso seguro, mire la sala y me dispuse a empezar mi conferencia.

-Estoy muy agradecida, no les defraudaré, tengo aceptadas operaciones que suponen un beneficio… En este punto tuve que parar, las frases se hacían borrosas, me temblaban las piernas, pensé que eran los nervios del momento.

– ¡Agua, agua…  por favor!- pedí a una azafata.

Empecé a sentir palpitaciones y mareos. Me sujeté a su brazo temiendo caerme. ¡Quería ser invisible! ¡Quería morir! ¡Me desmayé!

Ese fue el momento para solicitar mi baja laboral.  Y así me convertí, en una mujer de cuarenta y cinco años, apática e irritable. Mi hija Nicole puso muchísimo empeño en ayudarme a salir de aquel estado.

-¡Vamos a bailar, mamá! A ti, siempre te gustó, venga mami. Yo te elijo ese vestido de Guess que tanto te gusta. ¡Ah! y los zapatos perfectos son estos rojos de Uterque.

– ¡Venga, va! -insistía una y otra vez.

Y me tiraba del brazo, pero no estaba, yo no era la misma.

Después de varias bajas por diagnóstico de ansiedad y fobias, yo no levantaba cabeza.  Mi psicólogo el doctor Soler, no daba con la solución, la terapia cognitiva y la de grupo eran un verdadero fracaso.

¡Yo, que siempre había llevado las riendas de todo, que en la empresa era un ejemplo a seguir para muchos de los empleados! No estaba en condiciones de recuperar mi cargo, mucho menos de tomar decisiones. Solo me venían los mismos pensamientos  Él. Sí, él se llamaba Eric, un vampiro que se dedicaba a chupar la sangre, de mujeres vulnerables.

***

Mis problemas comenzaron dos años antes de este suceso. El día que conocí a Eric Dupont.

La primera vez que nos cruzamos fue en la recepción de un hotel de París, donde solicité una habitación individual con vistas. Casualidad o no, los dos a la vez hicimos el gesto de coger las llaves, su mano rozó la mía de una manera sensual. Seguidamente nos miramos, absortos e inmóviles no sabíamos qué dirección tomar hasta que el botones nos dijo:

-A la izquierda madame Lauren, a la derecha monsieur Dupont.

Ensimismada, pues no entendía mi comportamiento, me dirigí a la habitación. Volvimos a coincidir en el desayuno, y esta vez fue más directo, se presentó, sin más, con el aplomo de  una persona sin prejuicios.

-Hola soy Eric, ¿puedo sentarme? Veo que estás sola, y pensé que te gustaría desayunar conmigo. Perdona mi atrevimiento, conozco la ciudad, puedo recomendarte los mejores clubs ¿Te gusta el cabaré? El club Nouvelle ofrece una sesión que te encantaría.

-¿Acaso eres guía turístico? Sí, cómo no, siéntate suena interesante -le contesté con una dulce sonrisa.

Esa noche nos reunimos en el hall, estaba sentado, yo no sabía cómo disimular mi alegría, era como estar en el paraíso, sus ojos de un color verde pardo y mirada profunda, que deseaba perderme en ellos, “cursi o no, era así”. Antes de salir conversamos un rato, tomamos un Harvey Wallbanger un coctel especial que nos ofreció el barman, la música de fondo recuerdo que era The Sweetest Nighlife.

Eric me pidió bailar, no lo pensé ni un segundo, flotaba, noté sus manos recorrer mi espalda desnuda, vibraba, me atrapaba su olor, su calor, a cada movimiento mas necesidad de él tenía, levantó con un delicado movimiento mi cara hacia él, y de sus carnosos labios recibí el beso deseado.

Lo único que empañaba tanta perfección era su edad, sus veintinueve años, eran insalvables. ¡Pero qué más daba!, necesitaba aire fresco y abrí las ventanas. Era mayorcita, y nadie opinaría al respecto. “¿Por qué no?”, me dije.

Ya cerca de las nueve de la noche, nos dirigimos al Nouvelle. Disfrutábamos del magnífico espectáculo, deleitándonos con la coreografía de las bailarinas y la gran puesta en escena, cuando se nos acercó una camarera guapísima, Eric flirteó con ella de forma descarada, hasta conseguir su número de teléfono. Me sentí fuera de lugar, me preguntaba qué hacía yo allí. No era del tipo de hombre con el que solía relacionarme. Su desfachatez, era una falta de respeto hacia mí. Lo miré perpleja, pero no hice nada, ¡ni le recriminé su comportamiento!

Entonces me preguntó:

-¿Lauren, qué te parecería una relación a tres?

No lo dudé, y le dije:

– No soy de este tipo de mujeres, creo que te equivocas.

Me levanté agobiada. No me apetecía escuchar la siguiente pregunta. Salí del club, como alma que lleva el diablo. Anduve sin rumbo un gran trayecto, miraba las farolas del puente Alexandre III, cuando escuché a lo lejos la voz de Eric.

-Espera, espera… ¡vamos no seas tonta! ¡Era una broma!

Me giré hacia él, muy enfadada, mis reproches surgían uno tras otro, el tono fue subiendo,  y perdí los nervios.

-¡Una broma! –contesté-. ¿Pero tú, con quién crees que hablas? ¿Crees que soy una de tus ligues de orgía?

– ¿A qué juegas conmigo?- continúe increpándolo- ¡No te das cuenta de que soy mayor que tú! No soporto que me dejes en ridículo, no voy a perder mi reputación ante mí misma, ante mi familia y ante mis amigos. ¡No te lo consiento!

Se acercó, me cogió de las manos y las bajó a la altura de mis caderas, muy dulcemente, mostrando gran tranquilidad. Durante largo rato, me miró fijamente casi sin pestañear. Me eclipsó, el destello de su mirada, cegaba mi ira, destensando el turbio ambiente, la calma se hacía presente. Dejé de dominar la situación, ¿qué estaba pasando?

Me atemperó como un domador a su leona. Leía en él, resultaba excitante no me incomodaba,  quería seguir leyendo…pasé a ser su alumna.

A partir de esa noche las estrellas, el universo, ¡estaban tan cerca!

Terminó mi estada en París, volvía a casa feliz. Regresaba a la rutina, pero sabía que reencontraría a Eric.

No tardó mucho en ocurrir. El puma como felino que es, se mimetiza con el entorno. Así era él.

***

Habíamos conseguido liderar la salida al mercado de un proyecto, que supondría grandes ingresos en breve. El estudio y su ejecución nos llevaron unos días de durísimo trabajo, los integrantes del grupo que formábamos la ejecutiva salimos a celebrarlo. Nos reunimos en una sala de fiestas de Madrid, donde se encontraba la jet set española y algunos deportistas de élite.

Necesitaba aire, tomé la copa que me había ofrecido uno de los camareros para dirigirme a la terraza norte. La noche fresca y cerrada, pedía compañía, calor humano. Mi cuerpo empezó a estremecerse unos labios carnosos besaban mi lánguido cuello, unos manos recorrían mi cintura, sabía quién era, así que dejé que mi cuerpo disfrutara de ese momento. No hubo rechazo, más bien consentí, mi cuerpo pedía a gritos que me hiciera suya. Me arrastró hacia la zona más oscura, donde el frondoso follaje de unos arbustos ocultaría a las miradas curiosas, el apasionado y salvaje roce de nuestros cuerpos.

***

El siguiente movimiento de mi depredador, sería mucho más audaz

-¡Buenos días princesa! Allí estaba Eric, sentado en la mesa del jefe de marketing. No daba crédito a lo que veía. No sabía si sentirme halagada o intimidada, tenía sensaciones contradictorias, me asusté, de veras que me asusté.

Me tropezaba con él en los pasillos, en reuniones, en eventos, en viajes…hasta en el baño.

Accedí a salir con él, a escondidas de todos. Las llamadas a mi casa eran diarias, me sentía controlada, al principio me pareció divertido, pero después de dos años aquello se convirtió en una emboscada.

Eric ya sabía todo de mí, conocía mis movimientos, dentro y fuera de la empresa.

El tablero de ajedrez se hizo visible, las piezas se movían de un lado y otro, pero mi contrincante tomaba ventaja, sus movimientos eran estudiados, jugaba con el amor, con la familia, y con el trabajo.

¡Ya no me parecía tan interesante! Sus movimientos eran poderosos, sí,  lo eran. Conquistaba puestos de relevancia en la empresa, como a mujeres en su lista. Francamente no subestimé a mi rival,  en eso se convirtió, ya era un ser sin escrúpulos y fuera de control.

Yo no dominaba la situación. No la había dominado nunca pero tonta de mí, no supe verlo.

Hasta mi hija Nicole me hablaba bien de él, halagaba lo caballeroso que era, lo inteligente y preparado que estaba para ocupar un puesto en mi grupo. ¡Me sorprendía la posición de mi hija! Claro que yo no le había contado mis sensaciones ¡qué podría contarle! ¿Que su madre salía con una alimaña?

Estaba volviéndome loca, perdí los papeles, no me centraba, empecé a beber más de lo habitual, no descansaba ni me relajaba siempre en un pulso constante, iba a por mí, a por mi puesto en Technology Ream. Lo había visto reunirse y salir de copas con el director.

Decidí dar el movimiento de echarlo de mi vida, de sacarlo del tablero, de ejecutar el jaque mate, no había otra solución, no lo tenía fácil, pero era mi momento.

***

Preparada la noche de mi nombramiento para desplazar a Eric, para darle un adiós. Tenía mi estrategia para acabar con él, el golpe perfecto.

En ese atril desde lo alto, desde la sala del hotel Alimara, ese día rompió mi vida,  después de haber saqueado a la reina del tablero, haría su último gran movimiento un jaque mate delante de mis narices, sí, así fue como la reina quedó desplazada del tablero, y como el recién proclamado rey entraba a la sala de la mano de una dama blanca, mi hija Nicole.

¡Quise morir, desaparecer! ¡Había ido a por mi hija!

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