JUEGOS PELIGROSOS – Alicia Chelet Asperilla

Por Alicia Chelet Asperilla

Nunca sabes a donde te va a llevar la vida. En un momento puedes estar escogiendo la universidad a la que vas a ir y un segundo después puede estar pasándote la peor de las catástrofes. No hay nada seguro. Esa seguridad que se crea el ser humano es una mentira que nos contamos para poder ir tranquilos a dormir. Lo peor es que yo había despertado de ese sueño y me encontraba en mi peor pesadilla.

 

La oscuridad había llegado a mí y no podía pararla. Tampoco quería, es algo que todos tenemos, hasta las almas más puras.  Porque la ansiedad, la frustración, el dolor, el sufrimiento pueden hacer que una persona cambie su forma de ver las cosas. Cuando oyes en las noticias que han asesinado a una persona, nunca piensas que puedes ser tú.

Eso es lo que nos pasó a mis amigos y a mí.

Mis amigos y yo habíamos alquilado una cabaña en las montañas para pasar las vacaciones de invierno. Ninguno de nosotros quería volver a casa con nuestras petulantes familias, que lo único que hacían era ir a galas y sonreír falsamente ante las cámaras. Ninguno soportábamos la actuación de hijos buenos que teníamos que hacer cada vez que volvíamos. Allí estábamos mi mejor amiga, Savannah Walton o Sav, como la llamamos nosotros, la hija de un empresario y fundador de los supermercados más famosos de este país. Xavier White, hijo de la diseñadora de moda White, de ropa exclusiva. Y por último Damian Thorpe, mi novio desde hace dos años y nieto del senador Thorpe, el cual se rumoreaba que se va a presentar a las elecciones para presidente el año que viene. Son unos hijos de mamá y papá, pero sinceramente yo también. Te estarás preguntando quién soy. La verdad es que eso no importa porque al final de esta historia no seré nada. Pero si tanto te interesa, mi nombre es Kayla Knight, hija del fundador de la compañía Neón de tecnología.

Nosotros hacíamos lo que nos daba la gana y no teníamos que asumir ninguna consecuencia. Poco a poco nos hemos ido consumiendo hasta ser lo peor de nosotros mismos, aunque Damian era un caso aparte. Creo que la última vez que una psicóloga lo diagnosticó, lo definió como un sociópata con grandezas de poder. Su especialidad es manipular a la gente para hacer lo que él quiera, y tú no te llegas a dar cuenta de que estabas bajo su control hasta que ya es demasiado tarde. Obviamente, me tuve que enamorar de él. Nuestros juegos llegaban a un punto obsesivo, del cual una vez entrabas ya no podías parar de jugar hasta ganar.

Llevábamos dos días en la cabaña y podía ver como Damian se aburría cada vez más con cada segundo que pasaba. Siempre que Damian no estaba entretenido, las cosas se salían de desmadre. La última vez que estuvo así, empezó a pegar tiros a la pared con el pistolete que su abuelo tenía guardado. Si esto se alargaba más, las cosas se pondrían muy feas. Entonces, Xavier abrió la boca.

—¿Y si jugamos al juego de las 48 horas?

— La última vez que jugamos —contestó Sav —, casi vamos a la cárcel. Y encima aquí no hay nadie. No podemos hacer mucho.

El juego de las 48 horas consiste en salir de casa durante ese tiempo sin que nadie se entere. Quien aguante y cause más destrozos y visualizaciones en redes sociales, porque se tenía que grabar, gana.

—Podríamos cambiar las reglas por esta vez —respondió Damian con su media sonrisa y sus ojos pardos mirándonos intensamente.

—¿Qué cambios haríamos? —pregunté con curiosidad.

—Pues esta vez estaríamos fuera de la cabaña, pero en vez de causar problemas a los demás, nos cazamos entre nosotros.

—¿Cómo que cazarnos? ¿Vas en serio? —preguntó Sav mientras se tocaba su pelo rubio ondulado de manera muy rápida.

Para ser honesta, a mí no me sorprendió nada. Pero Sav era la más inocente de los cuatro, aunque es la que tiene más carácter.

—¿Y cómo nos cazaríamos? —preguntó Xavier con intriga, alentándolo.

—Fácil, ponemos cuatro papeles doblados en un cuenco. Cada uno coge un nombre, el que te salga es la persona a la que tienes que cazar —empezó a explicar Damian —. Una vez hayas cazado quien te tocaba, coges su papel y cazas a la siguiente persona. El ganador se lleva tres favores de los perdedores, uno por cada perdedor. Y la mejor parte es que no hay reglas a la hora de la caza, puedes usar lo que quieras para atrapar a tu presa —terminó de explicar Damian, sonriendo como si fuera la mañana de Navidad.

Sé que Xavier estaba ya metido de seguro. Damian no tardaría en tratar de convencerme. La que no estaba convencida era Sav, pero estaba enamorada de Xavier. Así que haría cualquier cosa que hiciera él.

—Vamos cariño, ¿no te parece algo interesante y entretenido? —me preguntó Damian a la oreja— Sé que te gusta el riesgo, te encanta la adrenalina que le da a tu cuerpo, te pone caliente, muy caliente. Cuando terminemos este juego de niños, haré todo lo que quiera contigo.

— Solo jugaré si Sav también. O todos o ninguno —le respondí con cara seria.

—¿Sav? —preguntaron los chicos a la vez.

—Juguemos —respondió con duda.

—¡Bien! —gritó Damian— A media noche salimos, si alguien se queda, está eliminado. Prepararos, empieza la caza.

Esas fueron las últimas palabras que escuche antes de salir por la ventana del baño, media hora antes de la media noche.

Dos horas después caminaba por el bosque, con las botas llenas de nieve. Me estaba congelando y lo peor, mi presa era Xavier. Era fácil y aburrido.

De pronto un ruido me sacó de mis pensamientos. Hacía rato que había sentido la presencia de alguien, así que decidí dejarle atacar primero. La lucha cuerpo a cuerpo era mi mejor talento, había sido entrenada desde pequeña en karate y judo.

Poco a poco le notaba más cerca de mí, quería que saliese. Me estaba hartando de este juego del gato y el ratón.

—Sav, sal ya de ahí, sé que eres tú desde hace rato —anuncié con furia.

—Joder, ¿cómo lo has sabido? —me preguntó mientras salía de detrás de un árbol.

—No te voy a contar mi secreto, pero la próxima vez recógete el pelo. Además, ¿por qué me sigues? Estoy bastante segura de que no te he tocado yo.

—No, me ha tocado Damian. Por eso te estaba siguiendo, no quiero enfrentarme a él y sé que me defenderás de los demás.

—¿Cómo sabes que no me has tocado tú?

—No lo sabía, pero confío en ti.

No debería haber confiado en mí. Pero al menos, en ese momento pensé que me podría servir de algo tenerla al lado. Porque todo terminaría esta noche.

 

Antes de salir de la cabaña, me había armado con cuchillos. Sabía que Xavier tenía un rifle en su coche y seguramente lo llevará encima. Damian no necesitaba nada. Y Sav como había dicho, soy su única esperanza para salir de aquí. Lo que nadie sabía es que yo tenía mis propios planes.

De repente, Sav interrumpió mis pensamientos.

—¿Has oído eso? —me pregunto asustada.

—Sí, será uno de ellos o un oso o animal salvaje.

—¿Cómo puedes estar tan tranquila?

—Porque no me preocupa y aligera el paso.

Era la verdad, no me preocupaba nada, al fin y al cabo, todo era un juego para ellos.

A la media hora después habíamos llegado al río.

Ahí es donde todo se descontroló. De la nada, oímos a lo lejos ruidos de disparos seguramente del rifle de Xavier, pero no estábamos seguras.

— Voy a por agua, quédate aquí y no hagas ningún ruido —le dije a Sav.

Nunca me imaginé que esas serían las últimas palabras que le diría. Porque cuando volví estaba tirada en la nieve roja con un traumatismo craneal, y sus ojos marrones sin vida mirándome fijamente. Jamás he sido sentimental y no iba a empezar a serlo. Cuando vi su rostro sin vida, no me causaba perturbación o rechazo, ni siquiera pena. Me causaba fascinación y curiosidad, pero eso sí de una cosa estaba segura, no quería morir. Eso es lo que él quiere, que me derrumbe, que ceda, esta noche no, ni ninguna otra. Esto termina con él.

Me adentré más en el bosque, sabía que me había dejado para el final por algo.

—Vamos, Damian, sé que estás aquí. Solo quedamos tú y yo —dije gritando —. Sal y así podemos terminar el juego.

En aquel momento una sombra se movió entre los árboles, era él, tenía que ser él.

—Mmm, mi inocente Kayla, llevaba mucho tiempo esperando esto —dijo mientras salía de las sombras.

Yo seguía en medio de dos árboles, no me movía, ni siquiera parpadeaba.

—¿Puedo hacerte una pregunta?—Asentí lentamente en modo de respuesta.

En ese momento se puso delante de mí y agacho la cabeza para susurrarme.

—¿Qué se siente?

Su aliento me llego a la oreja de forma excitante.

—¿Qué se siente con qué? —le pregunté con curiosidad.

—Perder —respondió sonriendo como un maniaco. Al segundo de terminar de pronunciar perder, me entró un escalofrío por todo el cuerpo.

—Al principio pensaba que solo me aburría. Que todo lo que me pasaba, cada pensamiento, cada acción estaba solo en mi cabeza. Un día probé lo que se siente al tener la sangre de tu víctima por todo tu cuerpo y sus ojos sin vida mirándote. Como gritan para salvarse, el miedo que se les queda en la mirada, tan primitivo que lo puedes saborear cada vez que la apuñalas o golpeas, ¿y sabes lo mejor? —seguía sin moverme, no tenía miedo y mucho menos de él, pero necesitaba que lo creyese—Que se siente genial.

—Has matado a Xavier y a Sav.

No era una pregunta, sino una confirmación. Respondió igualmente.

—Sí, no me servían de nada, pero tú Kayla con tu pelo castaño, esos ojos grandes verdes. Me cautivaste desde el primer momento, pensé que podíamos hacer grandes cosas, pero me has decepcionado como los demás o te crees que no sabía tu pequeño plan de matarme, ¿por qué? ¿Tan malo he sido contigo? No hace falta que contestes, ya sé la respuesta. Yo siempre sé todo.

—En tal caso, sabrás que esto no va a acabar bien para ti.

Entonces le clavé una pequeña aguja, la cual estaba envenenada en el bajo vientre a Damian. En aquel momento Damian…

 

—Inés cariño, ¿ya has sacado el lavavajillas?

—Mamá, me has interrumpido, estaba en medio de una escena buenísima.

—Vamos, deja el libro, ya volverás más tarde a él.

—¡Grr, está bien!

—Gracias…

 

Como te había dicho desde un principio, no soy nada, solo palabras escritas en un libro. Solo existo en tu mente, pero te puedo llevar, hacerte sentir miedo, ansiedad, dolor o sufrimiento. Nunca te fíes de nadie, ni de nada, ni siquiera de tu propia mente.

 

 

 

Alicia.

 

 

 

 

RELATO DEL TALLER DE:
Taller de Escritura Creativa

Deja una respuesta

Descubre nuestros talleres

Taller de Escritura Creativa

85 horas
Inicio: Inscripción abierta

Taller de Escritura Creativa Superior

95 horas
Inicio: Inscripción abierta

Taller de Autobiografía

85 horas
Inicio: Inscripción abierta

Taller de Poesía

85 horas
Inicio: Inscripción abierta

Taller de Literatura Infantil y Juvenil

85 horas
Inicio: Inscripción abierta