LA PARADA DE LA CALLE 36 – Dianelys Hernández Gener

Por Dianelys Hernández Gener

Viktor E. Frankl, dijo en cierta ocasión:
<<Cuando ya no podemos cambiar una situación, tenemos el desafío de cambiarnos a nosotros mismos. Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: La última de las libertades humanas – la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias para decidir su propio camino>>.

Hace muchos años, me vi inundada por una sensación de sombras oscuras cuando recordé como Miguel casi consiguió llevar a cabo su plan perverso. Era un día de verano en Varadero, Cuba. Una magnifica jornada veraniega y soleada. Varadero resplandecía lleno de turistas y visitantes nacionales.
Había terminado de trabajar en la boutique Juliette. Estaba sentada esperando mi guagua en la parada de la calle 36 como cada día. Era muy joven entonces. Cuando alcé la mirada lo vi, estaba parado frente a mí, aquel chico me miraba fijamente desde su escaso metro sesenta de estatura.
—¿Cómo te llamas?, dijo.
—Me llamo Luisa.
— Encantado Luisa, dijo con una sonrisa, yo me llamo Miguel. ¿Alguna vez te han dicho que tienes una cara hermosa? y ese lunar en tu mejilla resalta aún más tu belleza singular, dijo.
Le di las gracias con cierta timidez. Miguel tenía una mirada peculiar, una sonrisa torcida, me transmitía con su mirada un mensaje que no comprendí entonces. De repente dijo.
—Luisa hoy es un gran día, por fin te he encontrado, te estaba buscando hace mucho tiempo.
—¿Quieres ser mi novia?
Me quede en silencio, la expresión de mis ojos verdes delataba mi sorpresa, apenas me conocía y me estaba pidiendo que fuera su novia.
—No, dije. Tú nunca serás mi novio.
Miguel se puso muy serio, asintió con la cabeza y dijo:
—¡Ya verás Luisa, tú serás mi novia, serás mi mujer algún día! Recuerda esta frase Luisa. <<Las Palmas son más altas y los cerdos comen de ellas>>. ¡Tú serás mía! Remarcó con voz firme.
En aquel instante un temblor recorrió todo mi cuerpo, mis manos sudaban y apenas pude pronunciar palabra, por suerte llegó mi guagua, me monté rápidamente sin mirar atrás. Mientras iba en la guagua pensé: “una buena primera impresión puede hacer maravillas”, en aquel caso Miguel me hizo sentir incómoda con sus comentarios tan directos y la manera como me miraba sin apenas conocerme.
Pasaron los días y cada vez veía a Miguel con más frecuencia en la parada de la calle 36. Continuó insistiendo con la idea de ser mi novio, sin embargo, la respuesta siempre era la misma, no me gustaba, por lo tanto, no lo quería en mi vida.
Una noche esperando la guagua en la parada se acercó a mí un chico joven, se llamaba Alain. Estaba leyendo un libro, Alain me interrumpió la lectura. Iba vestido con un pantalón azul y una camisa dos tallas más grandes que la suya. Me dijo que me estaba siguiendo hacía ya algún tiempo, mientras hablaba retiraba el largo flequillo de su rostro dejando al descubierto sus ojos pardos, su mirada era fría. Me comentó que siempre estaba cerca de mí aunque yo no lo viera, él estaría detrás de un árbol vigilándome, el sería mi salvador. Mientras Alain hablaba me parecía irreal todo lo que estaba viviendo.
Le dije que no necesitaba su protección, no lo quería cerca de mi o llamaría a la policía. Así fue como comenzó para mí una época de acoso, un loco me estaba persiguiendo. Cambié de parada para despistarle.
Una noche de tormenta después de trabajar estaba esperando a una amiga en un bar. Aunque parecía que iba a llover hacía mucho calor. Me estaba tomando un exquisito refresco de tamarindo muy refrescante, tenía el vaso entre mis manos, cuando de repente alcé la mirada y vi al acosador que venía directo a la mesa donde yo estaba sentada. Noté un sudor frio, mis piernas no paraban de moverse, me quedé paralizada, quería salir corriendo pero mi cuerpo no reaccionaba, los nervios me traicionaron y cuando pude levantarme ya era tarde; Alain ya estaba a mi lado.
—¿Dónde te habías metido preciosa?, dijo con una sonrisa diabólica.
—Te comenté la última vez que te vi, que no te quería cerca de mi o llamaría a la policía, dije con voz temblorosa. Alain se abalanzó sobre mí, me cogió de la mano, forzándome para que me fuera con él.
—Pero… ¿qué haces loco? —Suéltame, le grité.
Por suerte apareció Miguel, le dio un puñetazo que lo tumbó, le dijo que nunca más se acercara a mí o se las tendría que ver con él. Alain salió corriendo sin mirar atrás.
Después de aquella escena terrible, Miguel y yo nos fuimos acercando cada vez más. Con el tiempo empecé a verlo de manera diferente, aunque en realidad como hombre no me atraía, sentía una gratitud enorme por el gesto que había tenido conmigo cuando me defendió del acosador. Una tarde mientras caminábamos por el paseo marítimo, me cogió de la mano y me preguntó.
—¿Luisa quieres ser mi novia?
Me quedé un instante pensando. La brisa del mar era muy agradable, miré al horizonte, respiré profundamente, inhalé el olor a mar y dije:
—Sí quiero, mi voz se escuchó sin mucha convicción.
Miguel me beso apasionadamente y continuamos nuestro paseo cogidos de la mano. Así fue como se hizo realidad la frase que me dijo el primer día que nos conocimos:
—Luisa recuerda, << Las palmeras son más altas y los cerdos comen de ellas>>. ¡Tú, serás mía!
Los días se volvieron grises para mí, una vez que Miguel consiguió lo que quería cambió su manera de actuar. En una ocasión me dio una bofetada tan fuerte que me dejó los cinco dedos marcados en el rostro. Me quería solo para él, era muy celoso, compartir con amigos y familiares era imposible pues su mundo ideal era solo él y yo.

 

El sábado pasamos el día en la playa, hicimos un picnic. Es extraordinaria la conexión que siempre he tenido con el mar. Al caminar por la arena, la brisa del mar despeinaba mi larga cabellera morena y el reflejo del sol reflejaba en la arena mi figura esbelta y delgada. Disfrutaba viendo el vaivén de las olas. También pensé en mi relación con Miguel, era tan variable su carácter que no lograba comprenderle. Sabía que nuestra relación no tenía futuro. Aun así, aquel momento en la playa fue perfecto.
Mientras almorzábamos nos mirábamos fijamente, analizándonos sin decir nada. Presentí que muy pronto ocurriría un acontecimiento que cambiaría nuestras vidas para siempre.
El domingo por la tarde iba caminando con una amiga por Varadero, me llamó la atención lo concurrida que estaba la terraza del bar Los cocos de la calle 54, de repente me paré en seco cuando vi a Miguel en una mesa en la esquina del bar; estaba bebiendo cerveza con Alain el acosador. En ese momento lo comprendí todo, Alain era su amigo, con él tramó su perverso plan. El complot ya se había ejecutado de forma brillante por parte de Miguel.
Me marché rápidamente para casa, no quería que Miguel supiese que lo había descubierto. De camino a casa las lágrimas brotaban por mis mejillas, me dolía el engaño, la manipulación y la manera tan fría como había actuado Miguel para conseguir su objetivo que era estar conmigo a cualquier precio. Aunque sabía que me había dejado llevar por las circunstancias, nunca debí haber aceptado estar con Miguel y aquellas fueron las consecuencias de una mala decisión.
Al llegar a casa me puse mi pijama a rayas, estaba descalza, me encantaba el contacto de mis pies descalzos con el suelo. La habitación era pequeña, en el centro había una mesa sobre la cual estaban esparcidos mis rotuladores y mis mándalas, me disponía a pintar ya que las mándalas me relajaban. En la pared había un cuadro precioso con una foto de una puesta del sol. Justo en el momento que me senté en la silla para comenzar a pintar se abrió la puerta de casa, era Miguel.
Estaba borracho, el olor a alcohol le salía por sus poros, tenía puesta una gorra de pelotero, resaltando aún más sus grandes orejas y su larga nariz respingona. Cuando me vio, gritó:
—¡Vístete Luisa!
—¿Dónde vamos Miguel?, pregunté.
—Luisa, ahora mismo tú y yo vamos a ir al registro civil, vamos a casarnos. — ¡Estoy harto de esperar, quiero que seas mi mujer por el juzgado!, dijo con voz cansina.
—¿Qué dices? —¡estás loco! —¿cómo me voy a casar contigo? —tú que lo planificaste todo para llegar a mí a través de tu amigo el acosador, —¿Qué pensabas?,—¿Creías que no me iba a enterar? —hoy te vi con él en el bar y en un instante lo entendí todo, —¡Basta ya de mentiras y de manipularme!, dije con firmeza.
—¡Bueno!, si ya lo sabes pues mucho mejor, no me interesan tus palabras, —tampoco me importas tú. — Solo quería estar contigo para vivir en Varadero, nunca te he querido. —Un ingeniero emprendedor como yo con la dirección de este municipio especial podría llegar muy lejos, solo por eso te escogí a ti, esa es la verdad Luisa.
—Mmm, suena raro lo que dices Miguel, así que quieres la dirección de Varadero porque es un municipio especial, ¿verdad? —Aunque tu perverso plan casi te sale perfecto, dije.
—¿Cómo que casi?, dijo.
—Te he dicho casi, Miguel, porque tú nunca te vas a casar conmigo. Tendrás que volver a tu pueblo; le dije con lágrimas en los ojos.
Sus grandes ojos negros parecían témpanos de hielo, estaba que echaba humo, se mordía las uñas, mientras miraba su reloj constantemente.
—¡Tú serás mi mujer!, gritó fuera de sí.
De repente cerró de un portazo la puerta principal, apenas se podía ver porque la habitación estaba casi a oscuras. Mi cuerpo temblaba, mientras con la mirada buscaba desesperadamente la puerta de entrada para huir. Fue imposible, Miguel le dio una patada a la mesa, me agarró bruscamente del brazo y me lanzó contra el suelo pegándome con todas sus fuerzas. Aunque yo traté de defenderme, su fuerza era superior, Miguel estaba fuera de control. Comencé a gritar, —¡Auxilio!¡ Auxilio!
Mi padre escucho mis gritos, rompieron la puerta, evitando así un desenlace fatal. Vino la policía y se lo llevaron preso.
Por la mañana mientras me mojaba los ojos hinchados por falta de sueño y de tanto llorar, caí en la cuenta que no podía continuar con aquella vida. La vida es mucho más que sobrevivir. A pesar de todo lo ocurrido sentí una paz profunda e indescriptible. Así termino mi relación con Miguel. Nunca más lo volví a ver.
Seis meses más tarde estaba en la boutique, llevaba puesto un traje de chaqueta blanco muy elegante. Estaba resplandeciente y feliz porque me habían seleccionado para trabajar en una boutique muy exclusiva en España, acepté encantada la oferta de trabajo, era un gran reto para mí y el comienzo de una nueva etapa de mi vida.
Todo comenzó en la parada de la calle 36.

 

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