LAS TRIBULACIONES DE MAYA – Mª Carmen Aleixandre Pla
Por Mª Carmen Aleixandre Pla
Si estás leyendo esto, significa que no pude volver, y tal vez no lo pueda hacer en breve. Sabía que era una posibilidad, así que dejé esta carta para personas tan geniales como tú, porque sé que me entenderás.
Mi misión era difícil, lo sabía, pero pensé que valía la pena intentarlo. Me preparé bien, pero subestimé lo complicado que sería; ese fue mi primer gran error. El segundo, no pedir ayuda a mi abuela. Supongo que ya habré aprendido la lección a estas alturas: los buenos no siempre ganan, al menos, no por ahora. Cuando me conozcas, verás que no me rindo fácilmente.
Soy Maya Marple, y te voy a contar un poco de mí, desde mi punto de vista. Te advierto que mi familia piensa diferente la mayoría de las veces. Lo básico: estoy ansiosa por cumplir trece años en dos meses (nací el 28 de diciembre, ¡no es broma!); vivo a las afueras de una gran ciudad con mi familia; me llevo bastante bien con mis padres cuando no estoy castigada, que es a menudo; tengo dos hermanos que a veces son encantadores (¡sí es broma!); y sobre todo, quiero muchísimo a la abuela, que aunque vive en otro país, pasa largas temporadas con nosotros.
Voy al insti donde están mis mejores amigos y, aunque mis profes creen que soy tremenda y la principal instigadora de las travesuras del curso, en el fondo les caigo bien porque me ofrezco voluntaria para todas las actividades y siempre apruebo en junio. En resumen, soy una chica normal aunque poco convencional a la que le gusta disfrutar de la vida; según mi familia, no siempre mido las consecuencias de mis actos y ya se sabe: “créate la fama y échate a dormir”. He de reconocer que es mi fama la que me ha metido de lleno en el lío en el que estoy y de paso ha arrastrado a Alex.
Alex es mi mejor amigo y nos conocemos desde siempre. Es la persona más inteligente y emocionante que conozco, a pesar de ser muy reservado. No le gusta mucho relacionarse con la gente y no hay nada que no sepa o no pueda conseguir con su ordenador. ¡Hasta ha logrado que me gusten las matemáticas y que saque buenas notas, es un milagro! Y un dato más, mi abuela dice que es «muy bien parecido», o sea, guapo.
El viernes pasado, Ifigenio Rigoranza (también llamado Don Reglamento), nuestro venerado director y defensor de las normas educativas, nos citó a Alex y a mí en su despacho. Aunque yo voy bastante a menudo, era la primera vez para él.
—Lo siento mucho, Alex. Te van a castigar por ser mi amigo, pero lo cierto es que esta vez no tengo ni idea de por qué estamos aquí —le dije desconcertada.
—No te preocupes lo más mínimo. Ahora seré oficialmente un “chico malo” y mi popularidad aumentará —me respondió con una gran carcajada.
—No es gracioso; Don Reglamento es muy creativo a la hora de imaginar sanciones —le advertí con pesar.
Llegamos al despacho, entramos y nos sentamos para recibir nuestra penitencia. El director, de pie detrás de su imponente escritorio y sin tan siquiera saludarnos, soltó:
—Esta vez, Maya, te has excedido, ¡has llevado tus trastadas al siguiente nivel! Y lo peor es que has implicado a Alex—nos informó de repente muy enfadado.
—Con todos mis respetos, Don… Sr. Rigoranza, no sabemos de qué se nos acusa, y nos gustaría ver si tiene pruebas irrefutables de que hemos sido nosotros, sea lo que sea que se supone hayamos hecho —replicó Alex.
—No seas impertinente. Están desapareciendo de la red del colegio antiguos exámenes de los alumnos, unos pocos cada día. Una fechoría que solo a Maya se le puede ocurrir, pero tienes que haberla ayudado porque solo tú en este instituto tienes las habilidades informáticas para hacerlo —sentenció el director.
—¿Robar exámenes ya corregidos? ¿En serio? ¿Para qué? No le veo ninguna utilidad. ¡A mí no se me ocurren ideas tan absurdas! —exclamé indignada porque yo sólo gasto bromas ingeniosas para echarnos unas risas, no soy una delincuente.
—¡Me ofende! Si yo hubiese jaqueado la informática de la escuela, créame, no se hubiese enterado, sé hacerlo sin dejar rastro —afirmó Alex con seguridad y una tranquilidad pasmosa.
Don Reglamento estaba que trinaba y cada vez más colorado, pero de repente entendió que teníamos razón y pasó del enfado, a la confusión, luego a la sorpresa y finalmente cayó en la desesperación. Todo en menos de 10 segundos, ¡digno de ver!
Empecé a respirar más tranquila porque el castigo se esfumaba y mis padres no se enterarían de nada. Se me habían acabado los ahorros; un mes más sin paga sería el fin de mi vida social.
Después de su metamorfosis emocional, el director empezó a considerar otras posibilidades; tal vez nosotros no éramos el problema sino quienes podríamos ayudarle a encontrar la solución.
—¿Quién puede haber sido? Sin duda alguien que quiere perjudicar nuestra reputación. Si esto trasciende, padres y alumnos perderán la confianza en esta institución y ¡será el fin! —dijo sentándose en su butaca con gran dramatismo.
—¿Tiene usted la lista de los exámenes robados y los estudiantes afectados? —pidió Alex.
Don Reglamento nos entregó una copia a cada uno en silencio. Alex y yo la repasamos varias veces, no tenía ningún sentido. De repente, lo vi todo claro.
—¡Lo tengo! Los alumnos afectados son los del grupo que va a competir en la final del campeonato nacional Mentes Despiertas —exclamé con emoción.
—¿Y eso qué significa? ¿Quién necesita espiar a nuestros alumnos? —cuestionó el director.
—Sospecho que los del Instituto Azcona, que han perdido las últimas tres veces contra nosotros, están tratando de conocer a sus rivales, probablemente con las respuestas de los exámenes y la inteligencia artificial están elaborando nuestros perfiles para tener ventaja en la competición por equipos —afirmó Alex.
Ante semejante hipótesis, decidimos investigar para desenmascarar al ideólogo de este complot y descubrir sus motivaciones.
Alex descubrió en el ordenador del Sr. Rigoranza que el sistema había sido atacado desde fuera, pero con la participación de alguien desde dentro y durante la noche. La colaboración entre nosotros, antes impensable, se convirtió en clave para enfrentar esta amenaza. Con ingenio, astucia y una pizca de rebelión, estábamos decididos a descubrir el alcance de esta conspiración y ponerle fin antes de que afectara a los alumnos de nuestro instituto y pusiera en riesgo nuestra victoria en la competición. Nunca pensé que me aliaría con el director ni que tuviésemos un interés común, pero a veces la vida te da sorpresas y estábamos juntos en esto.
Acordamos con Don Reglamento que mantendríamos en secreto lo que estaba pasando para poder investigar con tranquilidad y sin levantar sospechas. Alex rastrearía al pirata informático para intentar descubrir su identidad; no era tarea fácil. Les pediríamos a mis hermanos, que son muy populares y tienen muchos seguidores, que estuvieran atentos a lo que se decía en redes sociales sobre la competición entre nuestro instituto y el Azcona sin revelar la verdadera razón por la que necesitábamos esta información. Y yo me iría inmediatamente a dormir para poder soñar. Sí, ¡has leído bien!.
He heredado un don de mi familia paterna; sólo las mujeres pueden recibirlo. Será una capacidad muy útil cuando consiga dominarla. De momento, mi abuela me está entrenando en cómo emplearla, aunque dice que es mera intuición, sicología y fijarse en los detalles de la vida para poder reflexionar; sólo ella, mis padres y Alex saben que poseo esta habilidad.
Cuando me duermo, puedo provocar los sueños que quiero tener y percibir las conciencias de las personas que aparecen en ellos; tengo que dormir muy profundo, y si mi abuela no me acompaña, todavía no puedo regresar y despertar sola.
Es una gran responsabilidad, que me tomo muy en serio, y que puedo utilizar para ayudar a los demás, resolver injusticias y nunca en beneficio propio, aunque si todo a mi alrededor está bien yo soy feliz.
Teníamos sólo el fin de semana para resolver el misterio; era una situación crítica, y tenía que correr el riesgo. Mi abuela está en la playa y no regresa hasta el domingo por la mañana; me voy a dormir.
Unas horas después…
¡Volví! Y la historia continua. Mi despertar fue lento y confuso. Las imágenes del sueño se desvanecían gradualmente mientras intentaba asimilar la realidad.
—¡Maya, al fin despiertas! —exclamó mi abuela con una sonrisa. Su presencia me tranquilizó, había regresado de inmediato ante la llamada de mis padres.
—Abuela, lo siento mucho—murmuré, aún un poco aturdida.
Le confesé que había intentado soñar sin su ayuda porque la situación era desesperada. Ella me abrazó con ternura y me recordó que aprender a usar esas habilidades lleva tiempo y paciencia de la que no tengo ni pizca.
El riesgo que asumí valió la pena, descubrí la identidad del estudiante del Azcona detrás del ciberataque: Esteban Morcuende. Aunque no mostraba arrepentimiento, sí había percibido su angustia en el sueño, y yo no lograba comprender la razón. Al compartir este hallazgo con mi abuela, ella me guió en la interpretación del sueño, a veces las cosas no son lo que parecen a simple vista y los sentimientos de las personas complicados de entender. Resultó que Esteban estaba sometido a una intensa presión por parte de sus padres para ganar el campeonato. Además, había coaccionado a su primo Roque, alumno de nuestro instituto, para que colaborara con él como infiltrado. Y Roque lo hizo con gusto motivado por el resentimiento de no haber sido seleccionado para la competición. O sea, un cúmulo de despropósitos ajenos a mí que casi me cuestan un castigo.
Mis hermanos habían vigilado las redes sociales en busca de pistas y rumores sobre el Azcona, había grandes discusiones y provocaciones en internet por parte de los alumnos de nuestro instituto rival con el hastag #ganarsinpiedad lideradas por Esteban y Roque.
Alex había rastreado el ataque y descubierto que se había hecho desde el ordenador de la notaría Hermanos Morcuende, lo de Esteban es tremendo: había cometido un delito ante notario.
La mañana del domingo, tras dos días de incansable trabajo, nos reunimos con el director para compartir nuestras conclusiones. Se confirmaba nuestra sospecha inicial sobre la utilización de los expedientes de los alumnos para anticipar estrategias en la competición escolar. Era un plan maestro para ganar a cualquier precio y una falta de ética sin precedentes.
Don Reglamento, a pesar de su inicial escepticismo, decidió hablar con el director del Azcona y ambos acordaron contar toda la verdad a los alumnos y sancionar a los infractores. No perdieron la oportunidad de arengarnos sobre la moraleja de esta historia. Esteban y Roque se merecían un castigo vitalicio por lo que habían perpetrado, al final, fueron expulsados por un mes que debían dedicar a reflexionar sobre lo que habían hecho.
La historia de cómo nos unimos con el director para enfrentar la amenaza se difundió por todo el instituto, cambiando nuestra percepción ante los demás. Alex y yo continuamos siendo amigos inseparables, y la fama de «chica problemática» que siempre me había perseguido empezó a transformarse en la de «heroína escolar».
Aprendí a valorar la importancia de la colaboración y a no subestimar el poder de trabajar juntos para superar cualquier desafío, incluso con los aliados más increíbles. Mi abuela, siempre sabia, sonreía con orgullo al ver cómo había utilizado mis habilidades especiales para el bien común y sobre todo porque mi reputación había mejorado: “estás madurando” —fueron sus palabras exactas.
Así concluyó esta historia, con el Instituto Azcona derrotado y nosotros fortalecidos como equipo. La competición se llevó a cabo de manera justa, y nuestro instituto brilló no solo por sus logros académicos sino por la integridad de sus estudiantes.
Y así, entre aventuras, amistades y lecciones aprendidas, seguimos adelante, listos para enfrentar cualquier desafío que el futuro nos deparare.
RELATO DEL TALLER DE:
Taller de Literatura Infantil y JuvenilDeja una respuesta
Esta entrada tiene un comentario
Otros relatos
Ver todosMIS COMPAÑEROS DE VIDA- María Isabel López Ben
María Isabel López Ben
07/10/2024
Felicidades a la autora. Me ha gustado que la historia transmita a los jóvenes valores como la amistad y la integridad. Valores que no abundan en estos días.
Se sigue bien este relato y se mantiene el interés pero yo soy una adulta y de cierta edad. No sé si reescribirlo dándole una personalidad propia a los tres personajes , sobre todo los dos chicos , lo enriquecería y lo acercaría más a los jóvenes