LAUREANO LAUREADO

Por Teté Casas-Arruti González

Corría el año 2013. En el suave verano de las Rías Altas gallegas, una pareja decide pasar unos días de vacaciones en el pueblo coruñés de Carnota; conocer la playa más larga de Galicia, y subir al mítico Monte Pindo, una de las cunas druídicas. Una vez hospedados en una preciosa villa: «Xanela Da Lúa» (Ventana de la luna), después de recorrer el pueblecito, cenar en el bar de pescadores y disfrutar de la noche cerca del muelle, se dirigieron a la casa de huéspedes para descansar. A la mañana siguiente aparcaron el coche cerca de una de las subidas al monte Pindo, la que ascendía ofreciendo el panorama más impresionante sobre el pueblo y el Atlántico. Miriam y Alejandro habían leído sobre la existencia de plantas endémicas de esa zona, así que además del objetivo de llegar a la cima del monte, iban observando la vegetación. Una de las especies en peligro de extinción; La Armeria Carnotana, era conocida por su uso en medicina popular y céltica, como hierba de enamorar. Miriam consiguió encontrar un ejemplar, con la corola de color nazareno. Se preguntó cómo sería su uso mágico en los tiempos de los sacerdotes celtas. • El monte había ardido el verano anterior. Casi cada verano las llamas devoraban el bello paraje, considerado parque natural protegido, cuidado por los bomberos, guardia civil y lugareños. Era la identidad carnotana, con sus rocas enormes y sus leyendas. Observaban el aspecto del maltrecho monte donde sobrevivían los matorrales y empezaba a crecer el carballo enano, la flora autóctona. Al llegar a la cumbre, exhaustos por la fuerte pendiente, contemplaron los montes arrasados y la duda inquietante: su posible uso como parques eólicos, que asombrarían al mismísimo Don Quijote. LA NOCHE DE LAUREANO Al día siguiente, se dirigieron a la famosa playa. Miriam paseaba, planeaba caminar unos cuatro kilómetros por el arenal, cuando decidió mojarse los pies en las frías aguas atlánticas. Aún se encontraba algo cansada de la subida al monte y contenta de haber visto el lirio de Carnota con su corola de un bello color amatista . El agua no estaba tan helada, sino a una temperatura agradable. Así que nadó en dirección al horizonte en aquellas aguas transparentes debido al reflejo del sol en el lecho de arena tan clara. Siguió braceando , hasta que notó el cambio en el color del mar, debido en parte a la profundidad, y a las algas pardas. Sintió temor a ese azul marino impenetrable y giró para volver a la orilla. De repente flotaba en una ola inmensa, todavía sin formar, y fue consciente de que apenas avanzaba; de cada dos brazadas que daba, conseguía avanzar muy poco. Veía como rompían las olas en la orilla, aprovechaba la fuerza de la marea para avanzar, pero un flujo opuesto la empujaba mar adentro Empezó a palpitar, el peligro era real. Por primera vez en su vida era arrastrada por las corrientes. No entendía cómo ese lomo azul inmenso pretendía alejarla de la playa y temió por su vida. Se tranquilizó, y siguió su lento avance hacia la playa. En la orilla, Alejandro la observa inquieto. Ella no solía alejarse tanto, así que le preguntó: -Miriam, ¿te encuentras bien? estás bastante lejos de la orilla… -Sí… bueno, noo..Tenía miedo de que fuese a rescatarla de aquella corriente. Sabía lo peligroso que puede llegar a ser un rescate. Al escuchar sus palabras entrecortadas, él se zambulló en el agua dando fuertes brazadas, para ayudarle. Sintió la resaca de la marea, la alcanzó y le dió su brazo hasta llegar a la orilla. Por la tarde, hablando con unos lugareños, un anciano de penetrantes ojos azules, les explicó el peligro de la playa de Carnota, que todos los años se llevaba algún bañista. Les indicó también dónde era la zona más peligrosa en la bajamar. Miriam quiso ir a ver ese punto, donde el riachuelo llegaba al mar, llamado » a boca do río» con sus remolinos pequeños, que giraban en el sentido de las agujas de reloj, mientras que al tomar contacto con la orilla, se encontraban con los más temibles, que giraban desorbitados escondidos entre las olas, arrastrando hacia el fondo cualquier cosa. Los días de mareas vivas de verano se podían observar las espirales a dos palmos de la orilla, desde una ola pequeña, hasta la lejanía. En las noches de luna los pescadores se reunían para pescar calamares a caña, en la orilla. Solían llevar a su perro; si éste no mojaba las patas, la marea era peligrosa, incluso para los canes, así que recogían los trastos. Miriam quiso ver el riachuelo, chapoteó en su lecho claro y poco profundo de apenas medio metro No quería sentir aquél salitre en su cuerpo, en su boca, en su miedo. Después de descansar de aquella enconada mañana decidieron comer algo en un bar pequeño, alejado de la zona turística. Mientras esperaban a ser atendidos, apareció un coche descomunal, un Cadillac De Ville 60, de color rosa chicle que recordaba lo más hortera de las bodas en las Vegas. Sonaba atronadora la canción The Passenger, del escuálido Iggy Pop, muy acorde con el coche y su conductor. En un momento dado, el conductor abrió las enormes puertas delanteras, se dirigió a las traseras y también las abrió, de forma que se podía ver el tapizado en cuero blanco, con nécoras de plástico incrustadas, que se encendían y apagaban, siguiendo la percusión. Miriam y Alejandro observaban atónitos. Algunas nécoras eran rojas, como recién cocidas; otras verdes o moradas. Todo un espectáculo de marisquería galáctica. Mientras escuchaban la música atronadora, el conductor, Laureano, se acercó a ellos, y les invitó a bailar. Les hizo tanta gracia que sacaron su lado más salvaje , con unas contorsiones que dejaron atónita a la camarera . Todo en el coche era estratosférico. Le invitaron a tomar algo, unavez hechas las presentaciones, y Laureano les invitó a beber un suave aguardiente de hierbas que llevaba en el coche, macerado con hierbas del monte Pindo y alguna del huerto de su vecino. Tomaron aquella supuesta poción druídica, mientras las nécoras de plástico seguían encendiéndose y apagándose al ritmo de la música. Tararearon, bebieron, bailaron y Laureano les propuso un viaje por los bares de Carnota, a bordo de su alucinante Cadillac. Miriam entró en un estado de sopor, y le comentó a Laureano: -No sé qué tiene ese licor, pero te diré una cosa; las meigas no sólo están en el Monte Pindo; si quieres te lo demuestro leyéndote las manos, dijo ante la mirada atónita de Alejandro. Laureano pensó…otra turista más a la que le sienta mal el licor café. Miriam le tomó primero la palma de la mano derecha, luego la izquierda y muy seria le dijo: -Veo que hubo un naufragio en el mar; cuatro coronas; uno de ellos era un hermano tuyo. Laureano palidece y le dice si le han contado algo en el pueblo, lo que Miriam niega. Después de esta revelación, la chica le pregunta qué lleva el licor de hierbas, aunque un ligero gusto a marihuana le pone sobre la pista , se encuentra un poco mareada y muy alegre. Laureano, comenta que sólo lleva las hierbas del aguardiente, y una innovación suya, algunos capullos y hojas de una planta de su vecino, a quien observa afanarse en cuidarla a diario. Pasaron una noche de cánticos y bailes por los escasos pubs del lugar. Años después volvieron a Carnota. Al preguntar por Laureano, les indicaron dónde podrían encontrarlo. Se acercaron a la tasca, donde se tomaba una chiquita de vino del país y tarareaba una canción con su contagiosa alegría. Vieron su Cadillac rosa aparcado frente al local. Sonaba una canción de Elvis : «love me tender «. Laureano, con su desternillante sentido del humor, había colocado una pancarta en el lateral del coche, con la frase: Cásense en Carnota con Laureano. A las sicodélicas nécoras de colores, había añadido parejas de Barbies y Ken. En el bar, les invitó a casarse por un rito creado por él. Sacó del capó del coche un hábito de sacerdote, con una estola rosa, con bordados de nécoras de colores. En su rito de bodas druídico, les ofreció un pequeño sorbo de su famoso licor de hierbas; esta vez macerado con dosis menores de las plantas del vecino. Laureano había promocionado Carnota, como Las Vegas Gallegas del casorio

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Esta entrada tiene un comentario

  1. david

    excelente relato me gustó

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