LLAMARON A LA PUERTA – Belén Cazorla Guirado

Por Belén Cazorla Guirado

Llamaron a la puerta.

 

Suelo bajar el sonido de la televisión para no tener que levantarme y decir mentiras piadosas a repartidores, técnicos de telefonía o simplemente intrusos, pero, en esta ocasión, al sonido persistente del timbre le acompañaban unas voces masculinas que insistían en que abriera.

 

No me quedó más remedio que hacerlo después de observar, a través de la mirilla, a dos agentes de la policía nacional.

 

  • Buenos días.
  • Hola…¿Qué ocurre?
  • Estamos llamando a la puerta de su vecino y no nos ¿Lo ha visto últimamente?
  • Pues, la verdad que… No es habitual
  • ¿A qué se refiere?
  • Es médico, concretamente traumatólogo. Suele irse muy temprano, antes de las ocho de la mañana que es cuando oigo cerrarse la puerta. Después no sabría decirle cuándo regresa. Hay temporadas en las que pienso que no vive aquí, incluso me he cruzado con otros inquilinos que supongo que habrán sido invitados o realquilados por él. Paso de comentarle nada al propietario. Mientras no genere ningún conflicto en el bloque y al resto de vecinos.
  • ¿Esta mañana le escuchó marcharse?
  • ¿Hoy?… Es que los fines de semana desconozco si duerme aquí. No suelo oír su puerta ni cruzarme con él.
  • Nos han llamado porque anoche escucharon ruidos desde el local comercial del bajo y también desde otras viviendas. ¿No ha escuchado nada?
  • Pues Anoche estuve cenando con amigos y después fuimos de concierto.
  • ¿A qué hora regresó usted?
  • Pues aproximadamente a las tres de la mañana. ¿Quién más les ha llamado?
  • La vecina del segundo Ya hablamos con ella anoche y estuvimos aquí.
  • ¿Y por qué han regresado?
  • El vecino no contesta al teléfono. El propietario le ha llamado al móvil y al De hecho, se oye desde aquí y nadie contesta.
  • Quizás no esté en De hecho yo le tengo puesto un mote.
  • ¿Cuál?
  • Ignacio “el fantasma”.
  • ¿Por qué?
  • Pues porque nunca está, nunca se le ve, nunca se le escucha, no se ven entrar a sus huéspedes, … Puedes verle a lo lejos. Entrando o saliendo del edificio, pero casi nunca te cruzas con él.

 

  • En ese caso resulta más alarmante que hayamos recibido un par de llamadas de teléfono avisando de los ruidos que provenían de su ¿Cuánto tiempo lleva viviendo usted aquí?
  • ¿Yo?… Casi toda la En primer lugar, viví aquí con mis padres. Entonces en el piso de enfrente vivían los propietarios. Un matrimonio con dos niñas. Él era profesor de matemáticas y ella médica alergóloga. Cuando pasó más de una década decidieron mudarse a una casa más grande y dejaron el piso. Al poco tiempo llegó Ignacio. Supongo que sería compañero de ella en el hospital.
  • ¿Qué más nos podría contar sobre él?
  • Es que realmente no sé nada de su vida. Todo es a través de terceras personas y leyendas
  • ¿Cómo? ¿Leyendas urbanas?
  • Dicen que perdió a su único hijo en la mesa de Eso le hundió en una depresión crónica por la que estuvo de baja durante mucho tiempo y terminó separándose de su mujer. Después volvió a trabajar en el hospital, aunque… Creo que estoy hablando mucho. Es que ustedes con esos uniformes generan la necesidad de hablar. Lo mismo ocurría cuando Jesús Quintero en “El Perro verde” se quedaba callado encendiéndose un cigarrillo.
  • Usted vive en la misma planta y… ¿no suele hablar con él?
  • Si no nos cruzamos, ¿cómo vamos a hablar? Alguna vez hemos coincidido en el patio tendiendo la ropa, pero únicamente, hemos intercambiado unos saludos cordiales. Ya les he dicho que es silencioso e incluso
  • ¿Por qué es despistado?
  • En una ocasión, una noche en la que yo sí estaba en casa, se sucedieron varios intentos de robo en el edificio. Unos ladrones entraron al tercer piso que estaba vacío. El propietario que había sido guardia civil (ahora jubilado) tenía allí su traje y eso sirvió para que perdieran el interés por esa vivienda. Después, por el patio interior del bloque, accedieron al segundo piso, a través de la ventana del cuarto de baño. Allí sí pudieron coger algunos electrodomésticos pequeños, joyas y algo de Entonces fue cuando yo escuché ruidos y pisadas. Pero en mi vivienda había luz, se escuchaba la televisión, además hay rejas por todos sitios. Al día siguiente, cuando llegó la policía y se percató de que habían intentando entrar a las casas de la segunda y tercera planta nos avisaron a los vecinos del primero. ¿Y saben qué? Habían entrado en el piso de Ignacio con él dentro. Incluso habían cenado algo de queso, jamón y fruta en su cocina mientras él estaba en el salón. Pues ni cuenta se había dado. No quiero pensar lo qué hubieran hecho los mangantes de haberse cruzado con él dentro de la casa. Por eso les digo que es muy despistado.
  • ¿Cree que pueda tener alguna enemistad?¿Le ha oído en alguna ocasión discutir?
  • Para nada, aunque…
  • ¿Aunque…?
  • A ver, todo el mundo sabe que tiene varias denuncias de pacientes por su mala praxis como médico. Digamos que no da soluciones y huye de la medicina Lo sé por una amiga que fue a su consulta y

 

terminó poniendo una reclamación después de que no le diera solución a su cuadro de dolor de espalda y más bien la sentenciara a seguir con él de por vida. Mi amiga terminó pidiendo el cambio de especialista. Incluso he visto carteles hablando de su horrenda práctica médica en la calle. Así que… alguna enemistad tiene.

  • Nos parece extraño que en un bloque de viviendas tan pequeño. Tres plantas y dos casas por piso no coincidan con él en las escaleras, reuniones de la comunidad o tiendas del barrio.
  • Pues es una de las ventajas de este edificio. No coincidir con casi nadie. Sin embargo, el resto sí solemos vernos en las reuniones de la comunidad porque somos propietarios. Es verdad que, a veces, hay que darle un toque al dueño del piso de Ignacio porque se le olvida pagar la cuota de la comunidad. En cuanto a las tiendas de barrio no tengo ni idea de dónde En una ocasión coincidimos en una ruta de senderismo y solamente llevaba agua y almendras. A veces pienso que hace ayunos, de esos que ahora están de moda. Por no oírse, no se oye ni el bajante de su cuarto de baño. Solamente ha llamado a mi puerta en raras ocasiones…
  • ¿Raras?
  • Sí. Cuando se ha dejado las llaves dentro. Ya les he dicho que es muy Nunca he entendido por qué no le ha pedido que le abra el propietario. Siempre ha preferido saltar de un balcón a otro o pedir una escalera a los vecinos de la calle de atrás para acceder a su patio que siempre tiene la puerta de la cocina abierta. ¿Quieren acceder por el patio trasero?
  • Creemos que ya tenemos bastante información por su parte. Igualmente no salga hoy de su vivienda por si la necesitamos.
  • Entonces…¿qué hago?
  • Por ahora, nada más. Siga con su Muchas gracias.

 

Cerré la puerta y me quedé en blanco. Creo que aquella conversación me había dejado sin energía y más calmada que si hubiese hecho Mindfullness. En esa pausa me di cuenta del aspecto que tenía aquella mañana de sábado. Les había abierto la puerta a dos pedazo de policías con el pelo recogido con una pinza, un pijama con el tejido más fino que una cebolla que dejaba entrever mis pezones y mis calcetines sobre unas chanclas como si fuera una geisha de mercadillo. Lamentable.

Pensé qué hubiera pasado la noche anterior si me hubiese quedado en casa viendo el último episodio de “El cuento de la criada”, si hubiese escuchado ruidos alarmantes en la casa del vecino, si me hubiese cruzado con alguien en las escaleras… Hipótesis sin sentido.

Cuando llegué a casa a las tres de la mañana, me desvestí, me desmaquillé, oriné, me lavé los dientes, repasé las fotos del teléfono móvil para subirlas a Instagram y etiquetar a mis amigos y apagué la luz. Esa solía ser mi rutina habitual al llegar pasada la medianoche. No obstante, en aquel listado de hábitos ocupaba el primer lugar en el ranking el whatsapp que confirmaba que había llegado sana y salva a mi morada. En todo ese tiempo no escuché ningún sonido más allá del roce de las sábanas al taparme.

 

Estaba claro que en este instante la prioridad debía ser ducharme y vestirme de manera aceptable para poder recibir de una forma más presentable a los agentes de policía.

Justo en el momento que terminaba de secarme el pelo volvieron a llamar a la puerta.   Ahora, sin el pijama, en vaqueros y perfumada podría estar todo el día en el rellano de las escaleras.

 

  • Perdone que le molestemos de Antes nos dijo que podríamos acceder desde su patio a la cocina de Ignacio, ¿no?
  • Sí, así Suele dejar la puerta trasera abierta.
  • Pues, si nos da permiso, queremos intentarlo.
  • ¡Adelante!

 

Los dos agentes accedieron al interior de mi casa y les llevé hasta la cocina. Abrí la verja del patio y ,efectivamente, la puerta exterior de Ignacio estaba entornada. Los policías saltaron el muro de separación y entraron en la vivienda nombrando a mi vecino, el fantasma, en voz alta.

Entonces pude escuchar como gritaban más fuerte y golpeaban una puerta.

Después de unos diez minutos, volvieron a asomarse al patio. De manera sorprendente les acompañaba Ignacio. Llevaba una camiseta blanca, unos zuecos y un pantalón de pijama.

 

  • Todo solucionado. Ignacio está bien. Se había quedado encerrado en el cuarto de baño. El antiguo pomo de la puerta estaba atascado y por eso escucharon ruidos los vecinos. Intentó tirar la puerta sin éxito y, viendo que no podía salir, decidió dormir y esperar a que amaneciese.
  • Vaya tela Siempre tienes problemas con las puertas y las llaves.

Me alegra saber que no ha pasado nada grave.

  • Nosotros tenemos que hacer el informe con Ignacio y podremos salir por la puerta de la vivienda sin invadir la suya. Muchas gracias por habernos facilitado el acceso señora.
  • No hay de qué.

 

Lo de siempre. Un vecino despistado que se queda encerrado, pierde las llaves, o entran ladrones y no se entera. Por eso, yo estaba tan tranquila. Espero que no haya oído la conversación que he mantenido con los policías en la escalera. No me gustaría que todo lo que he dicho para ayudarle enturbiara la relación que tenemos como vecinos. Es verdad que apenas nos vemos, pero nunca se sabe cuándo puedes necesitar un poco de sal.

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