LUCES DE NEÓN – Amy Alexandra Vega Somers

Por Amy Alexandra Vega Somers

5 de marzo, año 3035
Las calles son tan oscuras y desoladas como siempre, llenas de borrachos y criminales, lo único que aviva la escena es la leve música electrónica que escapa de los clubes ilegales. Cruz se adentra en la calle, camuflándose entre las sombras hasta llegar a su destino. Frente a él se alza un local casi en ruinas, las luces led que anuncian que el lugar está abierto se ven torcidas, descolgadas. Echándole un último vistazo al cartel, gira el pomo y entra en el edificio. Un largo pasillo le guía hacia el mostrador donde se encuentra una joven de unos 24 años, pelirroja y con tatuajes que se extienden por sus brazos. Está distraída, mirando la pantalla de lo que parece ser un ordenador. Cruz toca el timbre del mostrador asustando a la chica quien le lanza una mirada amenazadora.
–¿Qué quieres?
–Venía a hablar con el coleccionista.
–¿Nombre? – preguntó con recelo
– Cruz.
– Sígueme.
El camino hacía el despacho del llamado coleccionista no es demasiado largo, pero lo es lo suficiente como para que Cruz se plantee qué es lo que hace aquí. Ser un miembro de la clase baja quiere decir que en ocasiones tienes que realizar ciertos tratos no tan lícitos. Cruz nunca había tenido que recurrir a ello, su madre siempre había sido partidaria de vivir honestamente. “Que nos traten como criminales no quiere decir que tengamos que serlo” Es lo que le solía decir a Cruz cuando era niño. Desde que murió todo es diferente, Cruz es diferente y los tratos que hace para sobrevivir también. Aunque esto más que un trato es coerción. Su hilo de pensamientos fue interrumpido por Rin enseñándole las puertas del despacho.
–Aquí está, no quiero sorpresas.
–No te preocupes, me portaré bien. – contestó Cruz con una sonrisilla que no fue apreciada.
La habitación es grande, llena de esculturas y artilugios de sospechosa procedencia, al centro una mesa presidencial en la que se encuentra la persona a la que estaba buscando. Lleva un atuendo extravagante, de colores intensos y una voluminosidad que no hace mucho para ocultar las armas que lleva en la cintura.
–Sutil.
–Es únicamente una precaución, no pienses mucho en ello. – dijo con una sonrisa que rozaba la locura -. Bueno, Cruz. Veo que has pensado en mi propuesta.
El mencionado, que hasta ahora había estado curioseando por la estancia, se guardó las manos en los bolsillos y dirigió su mirada hacia su acompañante.
–Tampoco tenía mucho en lo que pensar, al fin y al cabo era aceptar o morir.
–Deberías haberlo pensado mejor antes de juguetear con mi mercancía.
Ante esto, no dio respuesta alguna. Se encontraba ahí por un único motivo y ahora tenía que atenerse a las consecuencias.
–¿Qué es lo que tengo que hacer?
–Buena pregunta, buena pregunta.– su tono se volvió amenazador –. Por desgracia, has arruinado un golpe muy importante. Por tu culpa hemos perdido material militar muy, muy caro. – volviendo al tono carismático del principio añadió –. Pero, hoy es tu día de suerte, esta noche vamos a interceptar un camión que dispone de unos dispositivos de última tecnología que puedo vender a un alto precio y tu deuda se rebajaría más o menos un cuarenta y cinco por ciento. Lo que tienes que hacer es recoger la mercancía y traerla aquí. Asegurándote de que no te sigan, claro está. Fantástico, ¿verdad?
–¿Y si me siguen y pierdo la mercancía?– intentó bromear Cruz.
Una pregunta estúpida, producto del estrés y la frustración. El coleccionista hizo un gesto de llevarse un arma a la cabeza y apretar el gatillo, acompañado de un largo silbido. Una respuesta clara y difícil de malinterpretar. Tras recibir un “un placer hacer negocios contigo Cruz” dejó atrás el despacho y se dirigió a la salida. La chica del mostrador, Rin, le explicó los últimos detalles del trabajo, ella sería la jefa de operación. A las nueve se verían en la parte trasera del local, prepararían la camioneta y a las diez se dirigirían a la zona de recogida. Si todo sale bien, la hora de la entrega debería ser a las doce.
Con las horas que tenía hasta comenzar el trabajo, decidió dar un paseo por la ciudad. Tardó un rato en acostumbrarse a la abundante luz que emitían las luces, arrebatando la oscuridad de la noche que estaba por llegar. La metrópolis, el lugar donde los sueños se hacen realidad. Sin duda parecía un lugar salido de una película, multitudes paseando por las calles dirigiéndose a su trabajo. Los altos rascacielos que te hacían sentir un ser diminuto. Vehículos que en vez de circular por la carretera sobrevolaban los cielos, claro que estos solo acababan en manos de los miembros de la élite. Cubículos que parecían teletransportar a la gente de un lugar a otro. La multitud de luces cegadoras que provenían de los edificios y semáforos y que contrastaban tanto con el barrio en el que tenía que moverse. El cuerpo de policía, formado únicamente por droides sin emociones. Todo aquello, una ilusión.
¿Quién diría que una sociedad que ha avanzado tanto tecnológicamente, una sociedad que posee curas para cualquier tipo de enfermedad imaginable, tendría una mentalidad tan retrógrada? Porque sí, la ciudad de los sueños era un concepto atractivo pero solo podía alcanzarlo aquel que tenía el dinero para ello. Las personas como Cruz, no disponen de ese privilegio. La única vez que se permitió soñar le ha llevado hasta aquí, bajo las riendas del hombre más peligroso de los barrios marginales. Un hombre que decidió tomarse la justicia por su mano y prosperar en un mundo donde reina la hipocresía. Cruz no podía juzgarlo por ello, al fin y al cabo, ambos eran de la misma calaña.
Al ver el espacio y contenido del trastero dejó escapar un largo silbido. Sin duda era un lugar impresionante, cargado de una maquinaria y tecnología tan avanzada que contrastaba con los resquicios de lo que alguna vez fue una calle que desprendía vida. Al fondo se podían ver cajas fuertes con complejos sistemas de seguridad alimentados por una máquina de luces parpadeantes y cables que la conectaban a casi todo. A un lado estaba Rin apuntando notas en una libreta.
–¿Qué es eso? – le preguntó, cuando estuvo lo suficientemente cerca, señalando con la cabeza a una especie de caja rectangular con dos puertas y algunos botones.
–Es una nevera, idiota.- fue su respuesta.
–Vale, vale, perdona, ¿te han dicho alguna vez que eres muy agradable?
–Coge esas cajas y súbelas al camión, no podemos perder más tiempo-. Contestó ella, dando por finalizada la conversación.
Con todo ya preparado se dirigieron a la zona de recogida. La escena era algo incómoda, por un lado Rin hablaba por teléfono, atando los últimos cabos para la entrega y por otro lado; Landon, un hombre grande y musculoso, estaba centrado en la carretera. Los intentos de Cruz de comenzar una conversación fueron ignorados por completo. Llegaron al lugar de recogida dónde les esperaban 3 hombres. Rin habló con el jefe de equipo e hizo un breve inventario de todo lo que habían recogido. Los otros dos observaban la interacción sin decir una palabra. Llevaban una especie de rifles de alta categoría, seguramente equipo militar. Ya todo estaba listo para poner en marcha la última parte del plan. No fue hasta que se dieron la vuelta después de cerrar la puerta trasera del camión que vieron esos rifles apuntando en su dirección. Fue Cruz el que habló primero.
–Esto sí que es un giro inesperado. Vosotros sois testigos, esta vez no ha sido mi culpa.
Lo que fue recibido por un coro de “calla imbécil” y “¿no sabes cuándo mantener la boca cerrada?”.
–¿Qué se supone que es esto? Mi jefe no va a estar contento con esto, te lo puedo asegurar.– continuó Rin
–Tu jefe las tiene contadas guapa, además, esto es puro negocio. Un nuevo comprador me hizo una mejor oferta y no me pude negar. Seguro que puedes entenderlo. – guiñó.
–Ya hay que tener poco cerebro para cruzar al coleccionista.
“Cruz cállate” y “¿de qué hablas niñato? ” sonaron simultáneamente.
–No, nada, simplemente, todo el mundo sabe el poder que tiene el coleccionista y saben que, jugársela de esta manera, es una terrible idea. Hazme caso, yo estoy aquí por ese mismo motivo.
–¿De qué vas mocoso? ¿Piensas que eres más listo que yo?
–No, lo que he dicho es que, cualquier persona que se precie, es más inteligente que tú, pero vamos, si quieres te lo vuelvo a explicar.
Aprovechando el momento de distracción, Landon y Rin se lanzaron hacia sus respectivos acechadores. Cruz, con un poco de dificultad, se enfrentó al jefe. Varios disparos al aire y múltiples golpes después salieron corriendo. Cruz, sin perder ni un segundo jaló de una Rin herida, víctima de una herida de bala, hasta llevarla al camión. Una vez dentro se sentó tras el volante a la espera de su compañero. Arrancaron pero pronto notaron que sus enemigos volvían con refuerzos.
–Mierda, mierda, mierda.– Dijo Cruz al ver el reflejo de los coches por el retrovisor.
–¿Qué pasa? – preguntó Landon.
–Problemas.
Su compañero miró hacia atrás fijándose en los vehículos que les perseguían.
–¡Acelera! ¡Acelera!– exclamó alterado.
–Es lo que estoy haciendo, no me agobies.
–Tenemos dos coches pisándonos los talones– con un tono más suave– ¿Estás bien Rin?– lo que no tuvo respuesta.
–Joder Rin, que oportuna, venga, despierta. ¡Eh! Grandullón, llévatela ahí atrás y mantenla con vida, yo me encargo del resto.
Una vez se aseguró de que Rin estaba segura se centró en conducir. Es un hecho que Cruz nunca había estado presente en una persecución como esta en su vida pero la adrenalina estaba tomando todas las decisiones en ese momento. Pisó el acelerador y comenzó el caos. Giro a la derecha, giro a la izquierda, un callejón por aquí, un callejón por allá, todo bajo una lluvia de disparos. Sus perseguidores cada vez más cerca. En un momento de lucidez, Cruz vio una apertura calle abajo, si lo hacía bien desaparecerían.
–Grandullón, ¿cómo vais?
–Bien, su pulso es débil pero respira. Eso sí, nos va a hacer falta que hagas magia, chico.– Cruz rió.
–No te preocupes colega, agarraos bien porque vamos a desaparecer.
Sin previo aviso, dio un volantazo que hizo que entrara en un callejón bastante estrecho con la intención de retrasar al enemigo y dar la vuelta en dirección a la salida que había visto antes. Justo como pensaba, ambos coches frenaron para evitar una colisión, dándole a Cruz el tiempo necesario para volver y desaparecer. Por suerte encontraron una zona en la que esconderse mientras procesaban la situación. Tras esperar un rato y asegurarse de que podían volver al punto de encuentro sin ser vistos, retomaron su viaje.
El coleccionista los recibió en la entrada, una hora más tarde de la prevista.
–Bueno, bueno, bueno, pero qué tenemos aquí– exclamó pero al ver el estado de su empleada dejó de lado todo tipo de riña –. Llévala adentro, ¿qué ha pasado?
–Tu contacto te la ha jugado, de no ser por Cruz aquí, Rin y yo estaríamos muertos. Yo creo que su deuda está más que pagada.
–¿Es eso cierto? – preguntó al chico.
–A ver, técnicamente, pero no tenía otra opción.
–Nunca tienes otra opción, ¿no es cierto?– después de soltar una breve risa continuó–. De acuerdo, he tomado una decisión. Tu deuda está saldada pero como siento que te debo una tienes dos opciones. Una, irte de aquí con seguridad económica hasta que consigas mantenerte por ti mismo o dos, formar parte de mi equipo con la seguridad que todo eso conlleva.
Su mirada brillaba con seguridad. Como si estuviera viendo en Cruz su propio reflejo y supiera, sin duda alguna, sus próximas palabras. “No tengo opción” podría decir, pero sería engañarse a sí mismo. Fue la ambición lo que le hizo llegar aquí y es lo que le hará quedarse.

 

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