MANIFIESTO DE UNA BAYETA

Por Estella Moreno Camacho

Os podría decir que soy bonita, pero no es así. Ojalá. Si fuera así seguramente la gente me trataría mejor, porque todos sabemos que el mundo es mucho más amable cuando se es agraciado. Por mucho que intente ser más llamativa, voluminosa y adecuada sigo siendo usada y luego desechada de la misma burda manera. Así que no, no soy bonita, aunque tampoco lo pretendo. Me gusta decir de mí misma que soy profesional. Si, eso sí. A profesional nadie me gana. En cuanto me encomiendan una tarea me pongo el traje competente y allá que voy: a desempeñar mi cometido lo mejor posible. Claro que luego nadie te lo agradece. Es muy frustrante dar lo mejor de ti cada día sin que nadie se percate de ello y te dé las gracias. Seguro que alguna vez os habéis sentido así, ¿verdad? De todas maneras, supongo que tampoco hago las cosas para que me den las gracias, sino porque las cosas son así. Yo estoy para eso, ese es mi cometido, y si no, entonces vendría otra en mi lugar. Porque si algo sabe hacer la gente, es buscar sustitutos… eso y meterte en lejía cuando hueles peor de lo habitual. ¡Con lo que escuece!

Ahora bien, puede que el orden lógico de las cosas sea este y yo haga mi trabajo todo lo profesional que sé y esté en mi mano, por decirlo de alguna manera coherente, pero en realidad es una lata, y también muy repulsivo, por qué no decirlo. No es nada agradable andar todo el día pringada, mojada y maloliente. Y es que nadie se ha parado nunca a pensar lo que sufrimos nosotras sirviendo a la sociedad sin rechistar. Supongo que en realidad es porque a nadie le importa un carajo como nos sintamos. La gente anda demasiado preocupada con sus propios problemas, y es de entender, puesto que los problemas son de cada uno. A mí tampoco me interesan los obstáculos que pueda tener un hombre de negocios en cerrar un trato conveniente; y me trae sin cuidado que aquella bailarina no haya conseguido que la seleccionen en la última prueba a la que se presentó. Tampoco quiero que venga nadie a solucionarme la vida, a ver si me entendéis. Simplemente bastaría con ponerse un momento en mi lugar y tratarme con un poquito más de ternura, comprensión o, si acaso, con un pelín más de delicadeza. ¡Bastaría con unas migajas de condescendencia, córcholis!

En fin, que ir limpiando la mierda que van dejando los demás a su paso merece al menos eso, ¿no creéis?

Puede que a alguien se le esté ocurriendo la desacertada idea de que nosotras no tenemos derecho a quejarnos. Seguro que alguno lo pensáis. No sería descabellado tampoco, porque, al fin y al cabo, hemos sido creadas para ese único cometido. Pero lo cierto es que, aunque algo haya sido diseñado, fabricado y vendido para un propósito en concreto, eso no significa que el objeto en cuestión no tenga poder decisorio por sí mismo o amor propio, y reclame un trato más humano, incluso otro tipo de tarea a desempeñar. Os estaréis preguntando ¿qué demonios quiero decir con todo esto? Pues que el libre albedrío existe, señoras y señores. Sí, existe, aunque algunos quieran borrarlo del mundo al igual que muchas otras certezas que son tapiadas bajo mentiras y absurdas distracciones. Toda persona, animal y objeto de este mundo tiene alma, y por ende libertad de expresarla como mejor le plazca. ¿Quién o quiénes tienen la suficiente potestad para determinar cuál será el orden de las cosas? ¿Por qué he de conformarme con un destino que no me gusta, es más, que incluso me hace infeliz?

Sí, ya sé que al principio he comentado que desempeño mi trabajo con gusto, y en realidad no he mentido. Pero no porque el trabajo en sí eleve mi energía hasta el mismísimo Nirvana, no, es simplemente porque me siento feliz y complacida conmigo misma cuando pongo toda mi atención y empeño en hacer algo. Y disfruto haciéndolo bien, pero eso no quiere decir que no desee ser algo más.

Me juego mi roída etiqueta a que alguno de vosotros ya estaréis pensando en los típicos prejuicios tipo: ¿y qué demonios vas a hacer, si no es limpiar?

Bueno, voy a ilustraros con algunos pocos ejemplos que puedan abrir vuestros obcecados y resecos ojos: podría servir de pequeño cubre mesillas, por lo menos tendríais la tranquilidad de que, si se derrama agua durante la noche, la madera no sufrirá daño alguno; también serviría como pitillera, si alguien mañoso supiera adaptar mi flexible cuerpo para ello, claro está; sería un bonito bolso tipo saco, como el que llevaban las mujeres colgados de las muñecas en el siglo XVIII (sé que algunos os estaréis riendo, pero os reto a que me pongáis unos poquitos abalorios en forma de cuentas, cristales y bordados y ya veremos quién ríe el último); también podría ser una buena funda para el libro electrónico, o para el móvil, ¿por qué no?, eso sí, tendríais que poner un poquito de vuestra parte y echarme alguna que otra mano para darme la forma adecuada; por último os daré otra idea, que personalmente me encanta y en la que no haría falta que movierais un solo dedo: probad a darme a alguno de vuestros hijos. Veréis que soy una excelente toalla de playa para muñecas, lona de mini vehículos de guerra, alfombra para mansiones en miniatura, o incluso, capa de reina malvada. Sé que sería muy probable que ellos me tratasen igual de desconsideradamente que sus padres, quizás incluso peor. Pero me da igual, porque por lo menos habría vivido algo nuevo, divertido y especial, y aunque mi vida terminase en el mismo oscuro y hediondo lugar, al menos ésta sí habría merecido la pena.

Como veis, podría hacer muchas otras cosas que nada tienen que ver con recoger las migajas de la cena. Solo os he dado algunos ejemplos, pero podéis ser todo lo creativos que queráis, porque en el fondo se trata de eso, de dar creatividad y magia a lo que creemos que debe ser de una manera simplemente porque otros lo han estipulado así. ¿Y qué sabrán ellos? Un mundo regido solo por las normas establecidas, sin que nadie se atreva a buscar caminos alternativos o a desafiar las leyes de lo convencional, es un mundo muerto. Es un mundo lleno de vidas vacías, perdidas e incomprendidas que solo asiste callado y triste a su propio homicidio.

En conclusión a todo lo expuesto, espero de veras que de ahora en adelante seáis capaces de mirar con nuevos y fascinados ojos a mis compañeras (y a todo lo que hay a vuestro alrededor), para que así podáis darles ese soplo de aire fresco que algunos llevamos tiempo implorando. De este modo quizás, y solo quizás, podáis abrir vuestras férreas barreras mentales y ver un mundo donde las normas de lo que hacer, y cómo hacerlo, únicamente las pongáis vosotros. Siempre es mejor empezar por algo nimio, como el uso que darle a vuestra bayeta, para continuar con cosas más esenciales y vitales en la vida. Puede que así, algún día, consigáis no tener tantos problemas en aceptar que la gente viva como le da la real gana.

 

Atentamente, Ballerina.

 

RELATO DEL TALLER DE:
Taller de Escritura Creativa

Deja una respuesta

Esta entrada tiene 2 comentarios

  1. Ana

    Estupendo relato lleno de sensibilidad y giros originales con un trasfondo más intenso

  2. RICARDO

    A partir de ahora, seré más considerado y amoroso con mi bayeta.

Descubre nuestros talleres

Taller de Escritura Creativa

85 horas
Inicio: Inscripción abierta

Taller de Escritura Creativa Superior

95 horas
Inicio: Inscripción abierta

Taller de Autobiografía

85 horas
Inicio: Inscripción abierta

Taller de Poesía

85 horas
Inicio: Inscripción abierta

Taller de Literatura Infantil y Juvenil

85 horas
Inicio: Inscripción abierta