MIRAR Y VER – Mª Carmen Aleixandre Pla

Por Mª Carmen Aleixandre Pla

En la actualidad
¿Cuántas veces hemos mirado sin ver? ¿Cuántas veces nos han observado sin nosotros saberlo? Son preguntas que han surgido hoy de forma inesperada y me han dejado pensativa. Tal vez no soy la gran observadora de la realidad que creía ser, a pesar de haber entrenado durante toda mi vida.

Trabajo como fotógrafa a nivel profesional. Empezó como un juego cuando mis padres nos regalaron una cámara a mi hermana y a mí. Teníamos entonces ocho años, ellos conservan todavía como una reliquia el álbum con nuestras primeras imágenes: saltando en un charco, nuestros pies con calcetines de colores, un pedazo de cielo azul, un plato de brócoli o a nuestro perro Rufus posando con las muñecas. La mayoría no tienen sentido o están desenfocadas, pero, según mi madre, lo importante es que muestran el interés y la curiosidad que teníamos por el mundo a esa edad; estábamos empezando a ver los matices de la vida. Mi padre opina que son muy originales y tienen más calidad que la mayoría de lo que se publica en redes sociales en estos momentos porque la relevancia de una foto está en lo que transmite.

Pasaron los años y mi hermana se decantó por la escritura. Nos convertimos en un tándem curioso: yo hacía las fotos y ella escribía las historias que le sugerían. Era divertido y muy interesante porque, a pesar de ser gemelas, no siempre las imágenes nos provocaban las mismas sensaciones. Al mirar, nuestro enfoque es distinto: Sofía es más romántica y yo más realista.
Ambas somos periodistas y seguimos colaborando en el presente, y ella, además de sus columnas de opinión en el periódico, también se ha convertido en una novelista de éxito por la originalidad de las tramas en sus libros.

Esta mañana estaba en el estudio ordenando fotos antiguas que descarté en su momento, estoy preparando una exposición retrospectiva. Me llamó la atención la de un edificio en el casco antiguo de una ciudad centroeuropea. Percibí una sombra en uno de los grandes ventanales de la primera planta. Amplié un poco la foto y vi a dos personas. Aumenté la imagen al máximo, eran dos señoras de edad sentadas en sendas butacas. Una tejiendo con lana azul, la otra con un perrito blanco en el regazo y mirando directamente al objetivo de mi cámara. Me vio.
La admiración por la belleza arquitectónica de la fachada, estar pendiente de buscar el mejor ángulo y conseguir la luz perfecta, me distrajeron, y no fui capaz de ver ese detalle. En mi descargo debo decir que tenía menos experiencia que ahora, o al menos eso quiero pensar. Me siento mal.

Como todos los jueves he quedado a comer con mi hermana, y por una vez parece que seré puntual, estoy impaciente por mostrarle la foto y contarle lo sucedido.
Llegamos al restaurante, nos saludamos, pedimos unos aperitivos y le cuento toda la historia de un tirón. Veo en sus ojos la emoción de cuando escucha algo que le interesa.

––¡Fantástico, Carmen! Me parece fascinante, con unos pequeños cambios podría utilizarlo como inicio de mi próxima novela––dice con una gran sonrisa al tiempo que saca un pequeño cuaderno para tomar notas.
––¿En serio? ¿Cuál será el tema? ¿Fotógrafa torpe?––pregunto sin entender su entusiasmo.
–– Debo pensarlo un poco, pero se me ocurren infinidad de ideas para una historia apasionante. El secreto está en encontrar el punto de vista adecuado––alega sin dejar de garabatear a toda velocidad.
––Si no sabes lo que pasó, ¿te lo vas a inventar?––planteo con sorpresa.
––Mi relato, al igual que sus personajes, no tienen por qué ser reales, sólo deben ser creíbles. Contaré como yo entiendo la historia, una de entre muchas otras posibilidades––me explica.
––¿En qué estás pensando?––la interpelo.
––El tema va a ser el impacto que tenemos en la vida de otras personas y ellas en las nuestras, a veces sin darnos cuenta. Personas que llegan dejando huella, otras se van y ni te das cuenta, y algunas veces un instante tiene mayor impacto que toda una vida––afirma, rotunda.
–– Puede ser. Me he quedado pensando toda la mañana que, con seguridad, no haber visto a las señoras no será lo único que me habrá pasado desapercibido en la vida––contesto con tristeza.
––¡No te pongas dramática! Incluso al ojo más experto se le puede escapar un detalle. Además, no sabes lo que pasó: puede ser que no las vieses; que tu mente se negase a percibirlas por algún motivo; que te dieses cuenta, no te pareció relevante en aquel momento y lo olvidaste; o incluso que no estuviesen allí cuando enfocabas la foto… La mente y los recuerdos funcionan a veces de maneras extrañas––insiste, quitándole importancia.
––Me gustaría saber qué imaginó esa señora de mí––afirmo.
––Nunca lo sabremos, tal vez sólo miraba en esa dirección. Pero si te vio, fue tal como eres, como no te sentías observada actuaste con naturalidad––asevera con convencimiento.

Cinco años antes desde la ventana de un edificio en Viena

Hace unos meses que regresé a la casa familiar en mi querida ciudad natal. He pasado más de cincuenta años en el extranjero, viajando por el mundo. Soy reportera gráfica, aunque ya no ejerzo profesionalmente. La ciudad es la misma, aunque ahora la percibo diferente, tal vez sea porque la modernidad la ha cambiado o porque también yo soy distinta con el paso del tiempo y tengo otra mirada.
Vivimos en una plaza céntrica frente a los principales monumentos de la ciudad, el nuestro es también un inmueble histórico.
Tenemos amplios ventanales en el salón que son nuestra principal fuente de entretenimiento, aunque mi hermana parece no estar de acuerdo, dice que sólo busca la buena luz que entra para hacer su labor.
Contemplar a las personas me parece una actividad interesante y muy útil para estar informada de las principales curiosidades del barrio y las rutinas e inquietudes de nuestros vecinos. Es sorprendente lo que puedes descubrir de una persona cuando la observas sin que ella se dé cuenta, es una fuente de información más importante que todo lo que te puedan contar. Por ejemplo, la semana pasada pude confirmar que la hija del joyero tiene una amistad especial con el panadero, a pesar de que los rumores apuntaban en otra dirección…
Por las tardes ocupo el sillón al lado de Ivana con nuestra perrita Lady en el regazo y me dispongo a disfrutar del espectáculo cotidiano.

––¡Sonríe, que te van a inmortalizar de nuevo en una foto!––le digo a mi hermana con ironía.
––Ana, me alegro de que al menos tú te diviertas. ¡Con lo tranquilos que estaríamos todos en esta ciudad sin turistas!––responde enojada mientras continúa tejiendo.
––Por cómo se mueve esta joven diría que es una fotógrafa profesional, sé reconocer a una colega. Tiene un equipo de primera––explico con creciente curiosidad.
––Estupendo, ¡no saldremos desenfocadas! Me parece inquietante que me observen con tanta atención y me hagan fotos estando en mi propia casa, ¿qué va a hacer con las imágenes?––pregunta, cada vez más alterada.
––Seguro que ya estás en álbumes de vacaciones por todo el mundo. Lo que está a la vista se puede retratar sin problema, pero estoy segura de que si quiere publicarlas en una revista especializada en arquitectura nos borrará––replico sin dejar de observar a esa persona que parece que no nos ve.
––¡Pues me parece muy mal!––afirma categórica.
––¿Qué te parece mal? ¿Que te hagan la foto o que te eliminen de ella?––expongo con sorpresa.
––No quiero salir en la foto, pero tampoco me parece bien que se puedan manipular distorsionando la realidad. Al final acabamos viendo lo que otros quieren hacernos ver––afirma con rotundidad.
––Debo darte la razón, una buena instantánea es capturar la esencia de un momento único, especial o significativo que transmita emoción o cuente una historia, sin filtros ni retoques. Lo que narra la foto con o sin nosotras es muy distinto––contesto mirando a mi hermana que asiente con la cabeza.
––Me alegro que coincidamos en este punto, pienso que la tecnología puede traer beneficios para la sociedad, pero si se usa con cautela. Aterra pensar que se pueden manipular las cosas con tanta facilidad y sobre todo tener la inquietud sobre si lo que veo es real––sentencia.

Sigo observando los movimientos de esa extraña un rato más. Finalmente se marcha sin habernos visto y ajena a la discusión y reflexiones que nos ha provocado. Es todavía muy joven y estaba más pendiente de dominar la técnica que de dejarse llevar por la intuición y la creatividad. Con el tiempo aprenderá no sólo a mirar sino también a ver y se rendirá a la magia de los detalles.
Después de ver un magnífico atardecer cerramos las cortinas y nos retiramos a descansar.

En la actualidad

Estamos unos minutos en silencio mientras Sofía acaba de registrar sus anotaciones antes de seguir con nuestra conversación.
––Carmen, estoy encantada con lo que me has contado, no veo el momento de ponerme a escribir––declara muy feliz.
––Te ayudaré con la foto de portada, la que te he mostrado no la podemos usar, pero encontraremos otra que encaje con la historia.
Nos despedimos hasta la próxima semana para seguir inventando historias que podrían ser reales. Como mi hermana afirma: “si no te gusta una historia, siempre te puedes inventar otra que te haga más feliz”.
Camino del coche recibo un mensaje, es ella de nuevo, me envía un párrafo de su próximo libro. Hoy lo ha empezado y sé que no va a parar hasta que lo termine. Dice así: “Los recuerdos son algo que recomponemos y moldeamos nosotros mismos. Son fragmentos que ensamblamos para crear lo que creemos que ocurrió o simplemente lo que esperamos que sea cierto. Nuestros recuerdos rara vez son precisos, son recreaciones sesgadas y la mayoría de las veces vemos lo que queremos ver”.

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