NAVIDAD Y MUCHEDUMBRE – Victoria Eugenia Martínez Ales

Por Victoria Eugenia Martínez Ales

PRIMER RELATO

Un cuerpo medio activo por secuelas de poliomielitis infantil se movía sin dificultad. La silla de ruedas ultraligera le transportaba al son de sus fuertes brazos y manos. La calle asfaltada y lisa contrastaba con la arrugada acera llena de irregularidades y orficios. Suerte que la quinta rueda delantera era grande y parecía un sabueso buscando veredas sin riesgo.

Invierno sin frío en un año de sequía. Barcelona ya estaba engalanada de Navidad y en las calles los altavoces gritaban músicas y productos. Rodandando apresurada entre tanto color y luz, adelantaba, en las calles sin desnivel, a la muchedumbre indecisa entre neones y ofertas. En algunos tramos, cuerpos envueltos en roídas mantas señalaban con su mano extendida la necesidad de recibir alimento, bebida o ropas. El AMOR y la ALEGRÍA de las canciones navideñas no parecían entrar en los corazones de tantos que eran. La soledad y la miseria de muchos aparecía, casi, en cada rincón, pero los ojos de los compradores solo se detenían ante el regalo protocolario de cada Fiesta Navideña.

El río humano jugaba a ser feliz en grupos familiares, con niños, o en parejas preocupadas por llegar a tiempo con los objetos comprados. De vez en cuando, un parón para un selfi del momento. El roce entre cuerpos apretujados se evitaba extendiendo los puños para apartarse los unos de los otros.

La iluminación adictiva partía del cielo. Las cabezas seguían su rastro mirando siempre hacia arriba. Las sillas de ruedas de todo tipo eran literalmente engullidas por los cuerpos verticalizados que no llegaban a ver el suelo que pisaban. Pisotones entre sus pies y pilladas de ruedas motorizadas, no conseguían abrir el camino de los rodantes sentados, que no alcanzaban llegar a su objetivo: ver escaparates para elegir su compra.

Una bocina-campana anunciaba que un trenecito navideño paseaba gratis a quien deseara. En su parada, la avalancha de gente hizo posible la apertura de un pasillo callejero ideal para rodandantes.

Todas las sillas de ruedas de la zona invadieron la proa del vehículo navideño. Las personas sentadas sobre ruedas, dentro y fuera del convoy, tenían panorámica y podían encontrar dónde querían ir.

Las calles peatonales por donde paseaba la comitiva se llenó de vítores y aplausos como si de una cabalgata fuera. Desde las sillas de ruedas que guiaban, los usuarios reaccionaban con asombro y agradecimiento, siempre mirando al suelo donde pasaban, al frente por si chocaban, y a los lados por si algo les embestía.

La foto dio la vuelta al mundo y, desde ese día, las sillas de ruedas con personas activándolas, tienen un puesto de liderazgo en las CABALGATAS DE REYES.

¿Y qué pasó con aquella persona sobre una silla de ruedas manual que inició este relato paseando por las densas calles de Barcelona la víspera de Navidad?

Ah, sí. Esa persona fue atropellada por un transeúnte despistado con mucha prisa para coger el trenecito navideño y luego, los demás pasajeros se encargaron de pisotearla “sin darse cuenta”. Otro sillista se dio cuenta del amasijo de persona que intentaba salir desesperadamente de aquel nudo humano, extendiendo sus brazos al máximo. El motor de su salvador la arrancó sin titubear cuando ella se agarró a la desesperada. La ambulancia se hizo cargo, más tarde, de lo que pudo ser una muerte segura.

Ahora, ella, desde la UCI, sueña con el día que instauren una cabalgata para mirar al frente y a los pies o ruedas de los demás.

 

SEGUNDO RELATO

Han pasado 2 años desde el ingreso de nuestra protagonista en la UCI. Despertó y volvió a revivir la pesadilla del accidente anterior a los 18 años cuando un mal salto por fallo en la estructura del potro, le hizo caer mal en pleno campeonato de gimnasia rítmica organizado por la federación española.

Fue muy duro abandonar su prometedora carrera deportiva. A pesar de ello, supo reinventar su vida en silla de ruedas.

Ahora, y con 30 años, su lesión comprende desde las piernas a los brazos, ello supone insesibilidad hasta el esternón. Durante su estancia en el Instituto Guttmann de Badalona, especializado en lesionados medulares, ella siguió fielmente el tratamiento terapéutico, el fisioterapéutico y el del aprendizaje a ser autónomo en silla de ruedas..

Ya, fuera del mundo hospitalario, le ha dado tiempo de terminar la carrera universitaria iniciada, pero que el mundo laboral no contempló contratarla como profesional. Mejor diagnosticarle una discapacidad y donarle una pequeña pensión porque no cotizó. Ella, de esos accidentes que la convirtieron en rodandante, recibió indemnizaciones que ha empleado en emanciparse de sus padres y vivir en una casa ecológica y totalmente accesible para sus necesidades.

¿A qué dedica su vida? Inició, con un coreógrafo, la danza inclusiva. Ahora, ese grupo de danza es un referente en Catalunya, España y Europa. Ella sigue investigando el cuerpo en las artes escénicas, creando performans individuales representados con cuerdas, payasadas irónicas… Además, da conferencias y cursos, tanto en el Guttmann como en universidades o centros fuera de Catalunya. Su cuerpo todavía se acuerda de lo elástico y fuerte que era cuando era deportista. Ello ha potenciado las capacidades que creía muertas y su actitud desafiante ante la adversidad.

¿Qué pasó con aquel caballero que la salvó de la muchedumbre tirando de ella apalancado en su, también, silla de ruedas? Pues, durante toda la convalecencia hospitalaria y posterior estancia en el Guttmann, la visitaba cada semana. Él le contó que se dedicaba a esquiar, a jugar al rugby y a viajar en handbyke por las vías verdes. En resumidas cuentas, que estaba en forma de cintura para arriba, pues era parapléjico (afectación desde la cintura hasta las dos piernas) y no tetrapléjico como ella (afectada desde las piernas a la cabeza). Tenía ya 40 años y había trabajado 20 años de administrativo en una empresa hasta que tuvo el accidente de moto. Le despidieron del trabajo y recibía una pensión por su discapacidad.

Ahora, ambos tienen sus viviendas, son independientes y muy amigos. El amor entre ellos ha surgido, sí, pero abierto y sin dependencias. Necesitan sentirse autónomos en todos los sentidos aunque compartan aficiones y proyectos deportivos o sociales.

Para concluir mi historia, quisiera hacer referencia a la enfermedad del estigma que todos los seres humanos padecemos. Es un hecho cultural y no ancestral. Nuestra sociedad industrial nos ha predicado que el cuerpo ha de funcionar en su totalidad para ser eficientes laboral y sexualmente. Ello se representa en imágenes de personas con proporciones parecidas a las estatuas de la Grecia Clásica, todos queremos tener el cuerpo perfecto que nos han inculcado, quien no lo consiga o haya sufrido alguna diferencia en su aspecto físico, es considerado poco útil o minusválido. Vivimos mirando al otro, pero no viéndole.

Salirse de lo socialmente previsto es una especie de revolución que el demonio prejuicio no soporta. El prejuicio es muy amigo del estigma y por eso reacciona con la ignorancia de la pena o de considerar al otro superhéroe.

¿Algún día podremos cambiar nuestra percepción prejuiciosa de las personas no estándar?

 

 

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