NUBIA

Por Erika Rocío Pérez Martín

Me transporto al pasado y aunque evito imaginármelo en blanco y negro, me
resulta difícil poner colores, cuando naces a principios del siglo XX, en una
remota isla de la macaronesia, a punto de iniciar una guerra civil, que como
es de esperar, trae consigo miseria y desolación.
Pero como el mundo es del tamaño de quien se lo imagine, no todo es malo
y no todo es bueno. Así que lo que viene a continuación, es parte de la
historia de una mujer, cuyo nombre será lo único que evidencie lo que
significó para mí, el resto es suyo.
Nubia:
Los registros de la época datan su nacimiento entre los años de 1.926 y
1.927, pues en aquel entonces las inscripciones de nacimiento se realizaban
cuando se podía ir al pueblo y aprovechar de apuntar ante el registro civil, al
nuevo miembro de la familia. Además de las imprecisiones en los que
incurría el escribiente del registro en cuanto a los nombres, que
generalmente debían coincidir con el día de su santo, o para la perpetuación
de nombre de algún familiar o personaje importante, también solían cambiar
alguna letra o apuntar lo que se les ocurría, muchas veces sin anuencia de
los padres de la criatura.
Pero creo que ese no fue el caso de Nubia, nadie sabe porque sus padres
eligieron el nombre, ni si sabian que bíblicamente Nubia era un territorio del
antiguo Egipto, rico en oro y de gente guerrera “faraones negros” que
conquistaron tierras y promovieron cambios importantes en esas sociedades
antiguas.
Pero sin abundar mucho en detalles históricos, lo cierto es que Nubia fue una
mujer que creció en una familia de ocho hermanos y cuyo padre, era hijo de
un conocido inventor de la isla, a quien la sociedad de la época catalogaba
como «nacido fuera de tiempo» adelantado o simplemente loco, ya que se
dedicaba a construir artefactos voladores a los que llamaba pájaros de
madera, pues aseveraba que el hombre podía volar. El padre de Nubia, hijo
del “nacido fuera de tiempo” no siguió sus pasos y se dedicaba a algo más
básico y lucrativo, como lo era la elaboración de piezas de metal y como no,
a realizar trueques de mercancías, negocios que quizá a veces rebasaban
los límites de la legalidad, pues el contrabando era una forma de vida en
aquellos tiempos.
La época era complicada, pero la numerosa familia de Nubia, encontraba la
manera de propiciar momentos entrañables, veranos azules que pasaban en
chabolas improvisadas construidas en la Costa. Reuniones entre amigos, el
atardecer alrededor de una fogata en la que alguno tocaba la guitarra y
varias de las hermanas de Nubia, demostraban sus dotes para la música,
entre ellas destacaba la voz de Francisca, que cantaba coplas, malagueñas y
folias con tal entonación, que parecía increíble que apenas supiera leer y
escribir, pues la influencia artística más cercana, era la de alguna vieja radio
que apenas se lograba sintonizar y que en breves instantes, alguna melodía
dejaba escuchar.
La vida de Nubia transcurria de manera sencilla, entre sus padres y
hermanos, todos juntos, haciendo las tareas cotidianas de recolectar el trigo
para moler y obtener el gofio, ademas de buscar el agua en las galerías y
colaborar con los quehaceres del hogar.
Por aquellos lares, la gente comentaba de la experiencia de muchos jóvenes
que emigraban a África o América en busca de riquezas. Las noticias
llegaban por medio de cartas que enviaban a sus familiares. En ocasiones,
Nubia acompañaba a alguna amiga a la oficina de correos a recoger aquellas
cartas, en donde los emigrantes relataban su experiencia en aquellas nuevas
tierras ¡prosperas y grandes! Además, llegaban «remesas» que era fuente de
sustento económico para los que se quedaban. Los de lejos, enviaban dinero
para ayudar a su familia o en algunos casos, enviaban la compensación
que, por tantas ausencias, pagaban la culpa por haberse marchado y en
ocasiones, nunca más regresar. Algunos mandaban a buscar a su familia y
otros, al cabo del tiempo perdían el contacto, pues hacían otra vida en su
nuevo continente, dejando en el olvido a quienes esperaban el regreso,
anhelaban el reencuentro que, en muchas ocasiones, nunca se dio.
Entre tanto, la vida de Nubia transcurría sosegadamente y llegado a sus 22
años, ocurriría el evento más emblemático de su vida. Aquel día de junio, se
inicia la erupción de Volcán de San Juan. Iniciaba un verano gris, de noches
rojas, la tierra se movía incesantemente, se formaban columnas de humo, y
olores desagradables a azufre, provocados por la lava que arraso con
campos, viviendas y recuerdos, dejando un panorama desolador, de color
negro que provoco en Nubia un caudal de sentimientos difíciles de definir,
pues así como la tierra se estremeció por los movimientos sísmicos y el cielo
se volvió gris, así se estremeció el alma de Nubia y sus pensamientos
empezaron a nublarse. Aquel evento que tantas décimas y poesías inspiro,
también infundo muchas dudas, y la inquietud por saber que había detrás de
aquel inmenso océano, que todos los días Nubia admiraba desde casi
cualquier punto de su natal isla, en ese momento devastada por la fuerza del
volcán.
En aquella época nada era fácil, aunque todo era sencillo, paradoja de
tiempos pasados que nadie entiende, pues aunque comer y vestirse era lo
elemental, a veces conseguirlo no era tan fácil y sin embargo, lograbas ser
feliz con poco. Pero para Nubia ya era muy poco lo que le ofrecía aquel
lugar, golpeado por la catástrofe y la miseria, que no dejaba más opciones
que marcharse.
La posibilidad de emigrar latía incesantemente en su corazón, pero a pesar
de todo, faltaban motivos para atreverse, ya que no era fácil y menos para
una mujer. Generalmente emigraban hombres jóvenes escapando del cuartel
o padres de familia en busca de oportunidades para brindar sustento a su
familia.
Pero quizá Nubia padecía de aquel mal del abuelo “nació fuera de tiempo” y
pensaba en a pesar de ser mujer “también podría volar” hipotéticamente, y
en términos mas realistas, se planteaba emigrar, pero ¿como hacerlo? He allí
el gran dilema.
Transcurrió algún tiempo después del volcán, y a pesar de todo, el mundo
seguía girando. Al comienzo de la primavera, era habitual la llegada de los
mercaderes a la zona donde vivía Nubia. Se trasladaban desde el Norte de la
Isla, llagaban cargados de contrabando, ofreciendo enseres de toda clase y
además de vender, realizaban intercambios con aquellos que fabricaran
cualquier cosa. Era el caso del padre de Nubia.
Entre los contrabandistas, se encontraba un elegante joven de familia
conocida, que aunque se dedicaban a lo que se dedicaban, contaban con
cierta consideración social. Aquel joven llamo la atención de Nubia, era rubio,
de ojos azul cielo, hablaba poco, pausado, pero preciso; transmitía un
sentimiento tierno y sublime. Virgilio, así se llamaba, era un hombre
trabajador, sereno y de muy buenas costumbres. Era Norteño, y a la gente
del Norte se le atribuían cualidades especiales: gente culta, preparada y
quizá algo prepotentes, pues alardeaban de sus dotes y presumían de sus
idoneidades. Nubia y Virgilio comenzaron a frecuentarse, por supuesto
acorde con las costumbres y formas de la época. El mostraba interés, pero
no era bueno manifestando emociones, iba y venia y su carácter apacible no
propiciaba ningún proyecto claro. Al contrario, ella era vivaz, espontanea,
pero tampoco osaba a tener la iniciativa, cierto orgullo le caracterizaba y no
demostraría mas de lo que le correspondía. Ya en pleno verano, una tarde
bochornosa de mucha calima y calor, Virgilio le desvela a Nubia sus
intenciones de emigrar, pues el negocio del contrabando ya no era el mismo,
la presión del régimen pisaba sus talones, la amenaza del hambre y la miseri
no le daban más opción que salir a buscar una vida mejor. Nubia no
pronuncio palabra alguna ante la revelación de Virgilio, no dijo nada,
tampoco le pregunto si ella estaba en sus planes, ella simplemente bajo la
cabeza, evito mostrar sentimiento alguno y sin mas, se fue a casa. Lo que no
había empezado, tampoco podía terminar. Virgilio se marchó a America.
Pasaron los meses y le toco a Nubia ir a correos, pues ahora ella era la
destinataria de las cartas enviadas desde el otro continente. El remitente era
Virgilio, si ¡Virgilio! Que empezó a enviar cartas de amor, y es que aunque
siempre le caracterizo una excesiva timidez, al parecer escribiendo, echaba a
volar su imaginación y manifestaba sin embozo, sus verdaderos
sentimientos. En cada carta, que iniciaba con la frase “Mi Amada Nubia”
expresaba su profundo deseo de reencontrase, de formar una familia, ya que
desde la lejanía, se había dado cuenta de cuanto le quería, cuanto deseaba
besar sus mejillas, llevarle a conocer aquel lugar tan grande en donde ahora
vivía. El describía aquel país como un lugar fascinante, una tierra prospera,
donde todo era abundante y lo más importante, donde se respiraba libertad.
Virgilio no tardo en proponerle matrimonio a Nubia, casarse por poder, una
manera común para la época, que consistía en contraer matrimonio a
distancia, y lo siguiente era reclamar al cónyuge y así poder tramitar la
reagrupación familiar que daría lugar al encuentro e inicio de una nueva vida
en familia.
Nubia ya estaba próxima a cumplir 24 años y aunque a ella no le
preocupaban los prejuicios sociales, ya se le consideraba en límite de edad
para casarse, asi que era eso, o arriesgarse a quedarse para vestir santos.
Nubia no estaba segura de cual era la razón; – ¿realmente estaba
enamorada? – ¿sentía miedo a quedarse solterona? – ¿era la oportunidad de
saber que había mas allá? Lo cierto es que acepto la propuesta de Virgilio,
decisión que le hizo enfrentarse a otra situación bastante difícil, separarse de
su familia. A pesar de todo, sus padres y hermanas le apoyaron y cumplidos
los preparativos, llego el día de partir. Aquella mañana llovía suavemente,
como si el cielo quisiera disimular el dolor ante la triste separación de una
familia. Los padres y hermanas mayores de Nubia, le acompañaron al muelle
de la capital, en donde abordaría el barco que le llevaría a reunirse con
Virgilio. Fue un día gris, que escenificaba a la perfección, la pena de aquella
familia que por primera vez se separaba. Nubia dejaba atrás todo, sus
entrañables padres, hermanas y su tierra natal, junto con el recuerdo de
aquel Volcán que le cambio la vida para siempre.
El llanto le asfixiaba, Nubia no podía controlar aquel dolor en su pecho, que
nublaba sus pensamientos. Las dudas le inundaron, pero ya estaba a punto
de embarcar aquel enorme barco que le llevaría a su incierto destino.
Sostenía una maleta de madera, que contenía escasas piezas de ropa vieja,
un libro de Corín Tellado y un rosario que su hermana Francisca le había
regalado, con la promesa de que pronto se volverían a encontrar.
Los abrazos y besos fueron intensos, y dejar de sentirlos ¡insoportable! Pero
Nubia se lleno de coraje y con temblor en su cuerpo y dolor en su corazón,
se dirigió hacia aquellas escaleras de metal, escoltadas por caballeros
vestidos de blanco que ajenos a su tristeza, le daban la bienvenida a aquel
trasatlántico que estaba abordando. Intento mirar atrás, pero recordó que
alguien le dijo que no lo hiciera, que mirar atrás era cuestionarse a si mismo
y alimentar la duda de si estaba haciendo lo correcto. Así que no volteo su
mirada. Se dirigió rápidamente a la cubierta y entre la muchedumbre, logro
acercarse a las barandas del lateral del barco que ya empezaba a alejarse
del muelle. Nubia perdía de vista todo lo que era: su familia, su tierra, sus
recuerdos. Iniciaba el viaje de su vida, rumbo a lo estaba detrás del océano
que tanto admiraba, sin saber con lo que se iba a encontrar, preguntándose
si estaba en lo correcto, si en verdad Virgilio era el motivo, o la excusa que le
brindaba la posibilidad de descubrir que había más allá de sus
pensamientos. Tubo tiempo de pensar, pero sin llegar a ninguna conclusión,
y luego de 13 días navegando, se avisto tierra firme y aunque no era el
destino final, el barco atraco en aquel lugar y los pasajeros pudieron bajar y
conocer aquella tierra, que seria el preámbulo al nuevo continente. Nubia
viajaba sola, pero coincidió con algunos conocidos de su pueblo, así que en
su compania, bajaron del barco y recorrieron calles y plazas de aquella isla
caribeña, iluminada por el sol radiante, los colores vistosos de las casas
coloniales, aquel olor a caña y palmeras, que provocaban mucho estupor en
Nubia, y es que a pesar de su pena, sentía satisfacción por la experiencia
que estaba viviendo y es que ella sola había llegado hasta allí, cambio el
panorama gris de su golpeada isla, por un esplendoroso azul del cielo, lleno
de nubes blancas, que como algodones de azúcar adornaban aquel
maravilloso lugar que tanta euforia provocaba en Nubia. Solo un dia
permanecieron allí, al día siguiente continuo la travesía rumbo a su destino,
El puerto de la Guaira, Venezuela.
Les acompaño buen tiempo y el día señalado, el barco atraco en el puerto de
destino. El padre de Nubia, había enviado un telegrama a unos primos
lejanos, avisando que Nubia iba en camino y encomendando que le
recibieran en el muelle, pues no era correcto que el novio, o recién marido
por poder, fuera a recibirle, por lo que el padre de Nubia encargo a aquellos
familiares para que la recibieran, pero por trágicas razones estos nunca
llegaron al muelle. Nubia desembarco con el resto de los pasajeros, que en
su mayoría eran recibidos por sus familiares. Mujeres reencontrandose con
sus maridos, padres recibiendo a hijos, hermanos abrazándose, amigos
dándose la bienvenida y aquella algarabía en medio de un calor insoportable
entre una multitud de caras diferentes, gente de todos los colores y rasgos,
todo nuevo y totalmente desconocido para Nubia, a quien aun nadie le había
dado la bienvenida. Ella observaba todo al detalle, intentando mantener la
calma, mirando a todos lados, esperando que alguien le reconociera o ella
reconocer a la familia que le esperaba. Pero aquel muelle comenzó a quedar
solo, todos se marchaban y empezaba a caer la noche, por lo que
encontrándose sola en un país extraño, sin familia, con escasos centavos y
sin idea de lo que debía hacer, Nubia entro en pánico. La tierra no temblaba
y aunque el cielo ya no era gris, sentía que el mundo se le venia abajo.
Algunos trabajadores del muelle se le acercaban preguntando que si
necesitaba algo, ella fingió tranquilidad y afirmo que sus familiares estaban a
punto de llegar. Fue y se sentó en un banco a la entrada de la estación
marítima, disimulando su angustia y poniendo en practica la Fe que le
caracterizaba. Nubia no era una asidua prácticamente de la religión, pero si
que tenia una conexión especial con sus creencias, fundadas en un Dios
omnipotente, creador del cielo y la tierra, en Ángeles y en Santos a quien
siempre encomendaba su existencia. Algo le habían enseñado, pero el
ímpetu invencible de la Fe, nació con ella. A pesar de la adversidad que
atravesaba, estaba segura que saldría de eso. Cuando de repente, a lo lejos,
se diviso una sombra de alguien que se aproximaba, la silueta de un hombre
de caminar lento y apacible. La oscuridad no dejaba desvelar su identidad,
pero se dirigía directamente hacia Nubia, quien logro distinguir de aquel
hombre que se le acercaba, que vestía de pantalón negro y camisa blanca
remangada, que apurando el paso y dirigiendo su mirada a Nubia,
extendiendo sus brazos grito ¡Nubia, estas aquí!
Nubia sintió una explosión en su pecho, sus piernas temblaron, su corazón
se acelero y es que su razón o su excusa le había ido a buscar, y es que
aquel hombre que apareció de la nada, era Virgilio.
Autora:
Erika Rocio Perez Martin

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