PARAR PARA SEGUIR

Por Laura Calleja Ruiz

Una situación concreta, un mes de abril concreto, una tarde concreta y tu vida puede cambiar.

Clara y Juan son un matrimonio joven, felices con su vida, amantes de sus trabajos, pero sobre todo de sus hijos mellizos Nico y Lucía de 4 años.

Tienen todo lo que siempre habían soñado: progresar poco a poco en sus trabajos, y formar una familia. Viven en un pequeño piso céntrico en Madrid, aunque llevan tiempo pensando en mudarse a un chalé más grande en las afueras para que los niños puedan disfrutar más del aire libre y tener más libertad.

Si hay que poner un pero a sus vidas es la falta de tiempo que tienen para dedicarse tanto a sus hijos como el uno al otro. Sus trabajos son muy absorbentes. Clara trabaja en una agencia de publicidad y su jornada laboral es muy larga. Nico trabaja de consultor en una multinacional y esto le obliga a viajar muchos días al mes.

Suerte que cuentan con la ayuda inestimable de Carmen, una auténtica hada madrina que se ocupa de todas las tareas domésticas y del cuidado de los mellizos. Sin ella no saben qué harían pues muchas veces Clara llega a casa cuando los niños ya duermen, lo que le genera un sentimiento de culpa enorme. Un gran dilema de difícil solución pues necesitan su trabajo para poder pagar las facturas, pero es que además le apasiona lo que hace y le costaría mucho renunciar a su trabajo.

Y así continúan sus monótonas vidas. Cada mañana después de ducharse y vestirse desayunan con los niños y normalmente Clara los lleva al colegio antes de dirigirse a la oficina. Los fines de semana, lejos de descansar, siempre tienen compromisos sociales o con amigos que tienen niños de la misma edad que los suyos, o visitan a los abuelos o asisten a cumpleaños, bautizos, comuniones etc. Además, siempre que no tienen compromisos aprovechan a hacer una escapada de fin de semana, conocer otras ciudades o ir a la playa si el tiempo lo permite.

Esa semana estaban organizando precisamente una escapada a una casa rural en Cantabria. Iban muy a menudo por el trato y servicio que recibían. Estaba muy cerca de Santander y tenían caballos y muchas actividades para los niños. Saldrían el viernes 13 de marzo después de recoger del cole a los niños.

Pero ese viernes 13 ya todo cambió. En realidad, el miércoles ya se vislumbraba el gran cambio. Se cerraban los colegios y las universidades. Aun así, nadie sospechaba el gran Tsunami que se cernía sobre el mundo entero.

La Covid-19 venía amenazando semanas antes. Se hablaba de que el famoso “Coronavirus” como la gente le llamaba por aquel entonces, estaba llegando a España después de haber hecho estragos en China e Italia. Pero esa semana todavía nadie era consciente de verdad.

Se creía que en España eran pocos casos y total China e Italia estaban lejos.

 

 

El día 11 cerraron los colegios y el sábado 14, cuando se suponía que debían estar ya en Cantabria, respirando aire puro y desconectando del estrés y de la vida de locos que llevaban en Madrid, el gobierno de España decreta el Estado de Alarma y se produce el primer confinamiento domiciliario de todos los españoles en sus casas. En principio se decretaba para 15 días. Se paraba toda actividad laboral, lectiva y comercial exceptuando los servicios esenciales. Se trataba de parar los contagios que iban creciendo de manera escandalosa para que los hospitales no llegaran a colapsar.

Pero esos 15 días se convirtieron en 15 más y 15 más y así hasta finales del mes de junio. Mientras tanto, miles de muertos, familias destrozadas por no poder despedirse de sus seres queridos, miles de enfermos graves en el hospital solos y sin saber si iban a salir con vida.

Y así llegaba el gran cambio también a la vida familiar de Clara y Juan. Un confinamiento en un piso de 90 metros cuadrados con dos niños pequeños.

Sus respectivas empresas les permitieron trabajar desde casa. Eran afortunados. Conservaban sus trabajos. Miles y miles de españoles tuvieron que entrar en un ERTE debido a la falta de actividad en sus empresas, muchos otros perdieron sus trabajos y otros muchos sus negocios. España (y el resto del mundo) se enfrentaba a la mayor crisis sanitaria ocurrida en muchos años, pero también a una crisis económica de una envergadura desconocida hasta ese momento. Porque lo peor de todo era la incertidumbre de cómo y cuándo se iba a solucionar todo. No parecía que fuera a ser una crisis pasajera.

Al principio todo iba bien en la vida familiar de Clara y Juan. Estaban felices de pasar todo el tiempo con sus hijos y de compartir todo como una verdadera familia. Carmen tuvo que confinarse en su casa porque había estado en contacto con un contagiado de COVID y tenía que aislarse durante 14 días.

Así las cosas. Clara teletrabajando (con la misma intensidad o más que antes), haciendo la comida y entre Juan y ella hacían las tareas domésticas básicas. Los niños se entretenían a menudo pintando, jugando o con alguna Tablet y más o menos sobrellevaban la situación.

Pasadas unas semanas, Carmen sufrió una depresión debido al fallecimiento de un familiar suyo y pidió la baja laboral. Los niños ya no se entretenían tanto, y Juan ya no colaboraba como antes. Cada vez pasaba más tiempo en la habitación en reunión por videollamada y no se le podía molestar. Ella también tenía reuniones importantes, a ella también le hubiera gustado encerrarse en un cuarto y que nadie, NADIE le molestara. Pero no podía. Tenía dos hijos muy pequeños que atender y una casa que organizar si no querían morirse de hambre. Ella se ocupaba de hacer la compra online y de “desinfectar” todo cuando llegaba a la casa. Juan estaba cada día más ausente, y cuando salía del cuarto estaba triste y malhumorado. Discutían con mucha frecuencia y eso alteraba también a los niños.

 

 

Pero cuando realmente el mundo de Clara se vino abajo fue una tarde de confinamiento. Como cada tarde salían a la ventana a las 8 a aplaudir a los sanitarios. Un gesto espontáneo que se puso en marcha poco después del confinamiento para agradecerles todo lo que estaban haciendo y darles fuerza y aliento para continuar.  Juan se fue a la ducha poco después de terminar los aplausos.  Sonó una notificación en su teléfono que estaba encima de la cama. Clara pensó que era su teléfono y fue a cogerlo. El mensaje de “Ella” era claro: “no puedo soportar estar un jueves más sin ti” seguido de 100 o 200 emoticonos de corazón. Esa tarde era jueves y debido al confinamiento Juan no tenía su reunión semanal de comité de dirección en la empresa y su posterior cena con los compañeros.

¿Desde cuándo me engaña? Pensó ¿La conozco? ¿Es una compañera de trabajo?  ¿Por qué? Somos felices. Lo tenemos todo. Así que ese “no puedo soportar estar un jueves más sin ti” lo cambió todo, derrumbó la vida de Clara. Más de lo que había derrumbado la pandemia la vida de todos.

Juan salió del baño secándose aún con la toalla. Miró a su mujer, miró el móvil tirado encima de la cama y lo entendió todo. No tuvieron que decirse nada. No pidió ninguna explicación. Todavía faltaban semanas para el fin del confinamiento.  Él no podía ir a ningún lado y ella tampoco. Tenían que soportar la situación como pudieran de la manera más civilizada posible por los niños y una vez pasado el confinamiento, hablarían y tomarían los pasos necesarios para tramitar el divorcio.

Así, sin más. Una tarde de abril todo se esfuma.

Esa tarde de abril de 2020 la vida de Clara se derrumba. Pero al fin y al cabo se derrumbó su matrimonio y su modo de vida tal como lo conocía hasta ese momento. Pero cuando Clara ponía las noticias en la TV y veía las cifras de muertos, de enfermos en la UCI, de los médicos y enfermeros exhaustos, de los pobres abuelitos muriendo solos en las residencias, pensaba “Tengo salud, mi familia tiene salud. Con salud podremos con todo”.

Y ese día, Justo después de ese momento nació una nueva Clara.

Es de sobra dicho y conocido que cuando pasamos por una crisis algo nuevo nace porque es una oportunidad para cambiar o para “renacer” de alguna manera. Y así pasó.

Ese día de abril Clara se puso a pensar y se puso a escribir. Y escribió un día y otro y otro. Era su manera de desahogarse por todo lo que estaba viviendo. Y pensaba y pensaba en todo lo que estaba ocurriendo.

Han pasado ya 10 años y Clara, enfrascada en una de sus varias mudanzas de los últimos años encontró un cuaderno donde tenía anotados los pensamientos que había tenido en aquellos días grises de la primavera del 2020. Abrió el cuaderno y comenzó a leer:

“De repente todo se ha parado, las prisas, los abrazos, los atascos, los ruidos de la cafetería por la mañana y los de los pubs y discotecas por la noche. Las compras en los centros comerciales, las tardes de cine y palomitas, las comidas en restaurantes, las cañitas con amigos y el aperitivo del fin de semana, las celebraciones familiares. Todo.

 ¿Será que esto ha pasado por algo? ¿Será que es un aviso de que teníamos que parar para poder seguir, será que de verdad esto servirá de algo y nos hará reflexionar sobre cómo vivimos? ¿Será que después de esto viviremos más “hacia adentro” cuidándonos y cuidando?

Seguro que sí. Confío en que sí y en que esta crisis sea, como todas, una nueva oportunidad para parar y poder seguir renovados”

 

Clara cerró el cuaderno y pensó en lo agradecida que estaba por haber tenido esa oportunidad de renovación.

 

 

Laura Calleja Ruiz

RELATO DEL TALLER DE:
Taller de Escritura Creativa

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Esta entrada tiene un comentario

  1. Covadonga Velasco

    Es un buen relato de la vida real, me ha gustado. Refleja lo cotidiano de lo que nos ha tocado vivir muy bien.

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