PELUSA Y EL DRAGÓN LENGUA DE FUEGO – Lucía Inmaculada Valero Portillo

Por Lucía Inmaculada Valero Portillo

Érase una vez un niño al que llamaban Pelusa. Tenía prohibido salir de su casa porque era muy delgadito y sus padres temían que el viento se lo llevara volando.
Pero un día que estaba sólo en la vivienda, desde la ventana descubrió que enfrente de su casa había una tienda con muchos colores, llena de chuches, globos y juguetes.
Miró al cielo y no se veían nubes, se fijó en los árboles y no se movían las hojas, por lo que pensó que iba a cruzar la calle y ver lo que había en aquella tienda.

Se puso su chaqueta azul y su gorra negra, de la que le sobresalían sus pelos negros de punta y cogió su mochila. Se llenó los bolsillos de canicas para tener más peso y se sujetó sus gafas con una cinta, para no perderlas y bajó las escaleras sigilosamente, aunque le temblaban las piernas un poco.

Entró en la tienda y quedó maravillado de todo lo que encontró allí. Junto a él había una niña muy menuda también, con una larga trenza en el pelo, con la que empezó a hablar.
– ¿Cómo te llamas? Le preguntó la niña.
-Me llamo Pelusa, y ¿tu cómo te llamas?
-Yo me llamo Carolina
-Que cosas tan chulas hay en esta tienda, ¿verdad? Dijo Pelusa
-Sí, me gustan mucho. ¿quieres que busquemos juntos?
-Claro, podemos buscar lo que más nos guste y luego jugar.
-Vale, le contestó Carolina
Encontraron una flauta, una espada y una caja con bolitas de colores, que metieron en la mochila.
Fueron revolviendo en todas las cajas de chuches y leyendo para qué servía cada cosa, hasta que, de pronto, Pelusa vio una bolsa pequeñita de colores, que estaba medio escondida y le llamó mucho la atención. Miró con atención y vio que tenía un mensaje escrito que decía:
Maravilla maravillosa
Lo que hay en esta bolsa
No es cualquier cosa
Si valiente te consideras y
Te decides a probar
Grandes poderes conseguirás

-Mira Carolina lo que pone aquí, le dijo Pelusa a la vez que la cogía del hombro para que le prestara atención. Y sin pensarlo dos veces, abrieron la bolsa y se comieron todo lo que había dentro. Inmediatamente empezaron a despegar los pies del suelo y a volar, sin sospechar lo que les esperaba.
¡Casi se dan un golpe en la cabeza al pasar volando bajo la puerta de la tienda!
El hombre que estaba en la tienda, al ver que se escapaban sin pagar, salió corriendo detrás de ellos, gritando: ¡Socorro, socorro, que se escapan! ¡Al ladrón, al ladrón!
Los miraba como subían sin parar, pero no pudo alcanzarlos.
Abrieron sus brazos como si fueran alas y comenzaron a subir hacia el cielo. ¡Qué maravilla! Se veían las casas, los coches, los árboles, todo muy pequeño. Se dieron la mano para volar juntos y llegaron hasta donde empezaba el río del pueblo.

– ¡Vamos a bajar a bañarnos en el río!, dijo Carolina, pero no sabían cómo hacerlo. Por más que lo intentaban siempre seguían subiendo por el aire. Habían conseguido el poder para volar, pero no habían conseguido el poder para aterrizar.

Empezaron a preocuparse por si no podían volver nunca a sus casas. Justo en ese momento vieron cerca de ellos que volaba un dragón. Daba vueltas y vueltas alrededor de los dos, asustándolos mucho.

Era enorme, tenía la piel verde con escamas, la cabeza dorada y roja y echaba fuego por la boca. Les dio un poco de miedo, nunca habían visto un dragón.
Se dirigió hacia ellos con la boca muy abierta y les preguntó
– ¿Qué hacéis por aquí? Nunca os había visto. ¿Queréis que os caliente un poquito con mis llamas? A la vez que echaba una buena llamarada por la boca.

-No queremos que nos calientes, no ves que nos puedes quemar, le gritó Carolina. Lo que necesitamos es que nos ayudes.

– ¿Necesitáis ayuda?
– ¿Tú quién eres? Le preguntó Pelusa.
-Soy el Dragón Lengua de fuego.
Pelusa le contó lo que les pasaba y le preguntó si él sabía lo que tenían que hacer para poder bajar a tierra.
-Claro, yo os puedo ayudar, pero tenéis que acompañarme antes a donde yo tengo mi guarida.

Se miraron con dudas, pero al final se decidieron a seguirle.
A Dragón Lengua de Fuego se le escapó una sonrisita al pensar que habían caído en la trampa. Él tenía grandes poderes y podía conseguir lo que quisiera de aquella niña y aquel niño tan imprudentes que se iban con él.
– ¡He, He, ¡he… esto va a ser muy divertido! Exclamó Lengua de Fuego
El dragón salió delante y les dijo que le siguieran. Volaba cada vez más rápido, casi no podían seguirle. Poco a poco fueron alejándose de sus casas y veían lugares extraños que no conocían. Sobrevolaron el mar, un volcán y hasta una selva.
Para poder bajar les dijo a los niños que tenían que montarse encima de él y agarrarse fuerte de sus escamas. Comenzó a bajar a tierra en un lugar diferente.
Aquello no les gustaba nada a Pelusa y a Carolina, pero ya no sabían volver a su casa.
Por fin llegaron a tierra, pero en vez de ser una tierra normal, como la que ellos conocían, se encontraron con una sustancia verde pegajosa, que se les pegaba a los pies al andar. Empezaron a asustarse mucho y le pidieron al Dragón que los llevara a su casa, pero Lengua de fuego no les hacía caso. Cada vez se los llevaba más al interior de una especie de cueva enorme.
-Esta no es la ayuda que te hemos pedido, nos has engañado dijo Carolina llorando.
Lengua de Fuego se reía escandalosamente, Ja, Ja, Ja, ja.
– ¡Que os habíais creído insensatos, ahora os quedaréis aquí en mi guarida para siempre, y tendréis que hacer todo lo que yo os diga!!
Pelusa y Carolina se cogieron de la mano y se pusieron muy juntos, asustados, sin saber qué hacer. Se escondieron en un rincón oscuro que había en la guarida, para ver si así no los encontraba el Dragón, pero Lengua de Fuego tenía una vista fantástica y distinguía todo lo que había dentro de su cueva.
– ¡No os escondáis que os veo en todas partes! Ahora lo que tenéis que hacer es lo que yo os pida.
Lengua de Fuego tenía dos problemas, veía muy bien, pero le daba un miedo terrible de los ratones y cuando los veía se tiraba unos pedos enormes que dejaban su guarida pestosa durante mucho tiempo.
Quería que los dos niños le ayudaran a cazarlos, porque había muchos en la cueva y todo el rato tenía que salir a volar para no ver a los ratones.
Carolina y Pelusa se quedaron muy sorprendidos cuando les dijo lo que tenían que hacer y empezaron a reírse mucho.
No te vamos a ayudar, porque nos has engañado. Nuestros padres estarán muy preocupados. Ya habrán vuelto del trabajo y estarán buscándonos. Seguro que nos van a encontrar y vendrán a cazarte.
-Aquí nos os van a encontrar, decía el Dragón. Si me ayudáis os prometo que os enseñaré como llegar a vuestra casa.
– ¿Cómo sabemos que no nos engañas otra vez? Decía Pelusa.
-Porque si solucionáis mi problema con los ratones os estaré siempre agradecido y seremos amigos. Os daré una cosa especial que tengo para que me podáis llamar cuando necesitéis algo y yo acudiré en vuestra ayuda.
– ¿Qué es eso tan especial que tienes? Le preguntó Carolina.
-Es una bolita mágica que cuando la frotéis yo notaré unas cosquillas detrás de las orejas y sabré que me necesitáis, e iré volando super rápido a buscaros. ¿Queréis que hagamos una prueba?
Lengua de Fuego buscó en lo más profundo de su cueva y por fin salió con una bolita de colores preciosa, que no pesaba casi nada, pero de la que salían reflejos de colores en todas direcciones.
– ¿Quién quiere probar primero? Pelusa levantó la mano enseguida, era muy valiente y atrevido, y el dragón le dio la bola de colores. Ahora tienes que frotarla y decir las palabras mágicas:
Colorín colorado
La bola he encontrado
Cuando la frote cosquillas tendrás
Si sigues frotando me encontrarás.

-Venga, ahora dilo tu.
Pelusa cogió la bola y repitió las palabras mágicas:
Colorín colorado
La bola he encontrado
Cuando la frote cosquillas tendrás
Si sigues frotando me encontrarás.

Justo cuando Pelusa hizo todo eso, el Dragón empezó a revolcarse por el suelo, muerto de la risa de las cosquillas tan grandes que tenía.
Acabaron los tres riendo. Tanto ruido hacían que empezaron a acudir los ratones, las hormigas, los pájaros, y muchos bichos para ver qué pasaba.
Entonces Pelusa y Carolina se decidieron a ayudar a Lengua de fuego.
-Vamos a ayudarte, voy a buscar en mi mochila para ver que tenemos para atraer a los ratones.
Pelusa sacó su espada, la movió, pero no pasaba nada. Sacó su flauta, empezó a tocarla, pero no pasó nada, sacó la caja con bolitas de colores y ¡menuda sorpresa! Al abrir la caja las bolitas empezaron a soltar un perfume y unos vapores que atraían a todos los animales. Se acercaron los ratones, los pájaros, las hormigas y todos los bichos que había en la cueva.
Le dijeron a Lengua de fuego,
-Si nos llevas a nuestra casa, los animales nos seguirán y así no te molestarán más en tu cueva.
El Dragón Lengua de Fuego les prometió que los llevaría hasta su casa.
Carolina y Pelusa se volvieron a subir encima del Dragón, agarrándose muy fuerte a sus escamas verdes. Empezaron a volar y vieron que todos los animales los seguían volando también.
Atravesaron otra vez todos los lugares que habían visto antes y por fin llegaron a la tienda de las chuches y juguetes.
Menudo alboroto había allí, los estaban buscando sus padres y toda su familia.
Cuando vieron llegar aquel Dragón tan enorme, que echaba fuego por la boca, en el que iban montados, rodeados de una marabunta de animales, ratones, hormigas, pájaros y muchos otros bichos se quedaron asombrados.
Los padres, que estaban tan asustados, no se lo podían creer. Los miraban, los tocaban, para ver si estaban bien y no tenían nada raro. Pelusa y Carolina les contaron su aventura y todos quedaron maravillados de aquella hazaña.
Los padres de Pelusa comprobaron que a pesar de ser tan delgadito había sabido volver sano y salvo a casa y a partir de entonces lo dejaron salir a la calle siempre que quería.
Fueron todos a llevar a los animales a un campo cercano para que pudieran vivir allí. A partir de entonces Lengua de fuego fue su amigo y cuando querían jugar con él, o correr alguna aventura, frotaban la bola y enseguida llegaba su amigo.
Y aquí acaba por hoy esta historia de Pelusa, Carolina y el Dragón Lengua de fuego.

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Esta entrada tiene un comentario

  1. Cristina Martínez

    Me encantó!! Lo he leído imaginando cómo era la tienda de chuches, qué veían desde el aire, la cara de bicho que ponía el dragón al reírse…
    Un placer divertido.

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