QUIÉN SABE NADA – Mª Fuensanta Zamorano Buitrago

Por Mª Fuensanta Zamorano Buitrago

Aquel día fue un momento feliz en mi vida. Nos levantamos temprano y desayunamos apresurados porque a los niños de la casa nos esperaba un momento de ilusión y de un encuentro meses atrás deseado.
Fuimos varias veces caminando hacia la mina, y allí estaba ella: la perrita mezcla de pastor alemán que estaba embarazada. Mi padre me prometió que tendría un perrito cuando le dije que querría tener uno, ¿seguro?, pensaría para mis adentros. A mi madre no le gustaban los animales en la casa, solo permitía los gatos en el patio y las palomas en el pequeño palomar. En mi cabecita de nueve años todo era posible, pero en la realidad, ya veríamos si ese sueño se haría posible. Jugando con los muñecos preparaba una camita para el perrito, pensaba en el nombre, le daría de comer con la cucharita y agua con el vaso, le llamaría pidiéndole que viniera a mí, y él me obedecería. Yo sería su mamá y él mi bebé, mi niño. ¿De qué color sería su pelo?, ¿tendría la cola larga, y sería alto o bajito?
Pasó el tiempo rápido como una gacela, y llegó el día deseado. Mi padre me cogió de la mano y emprendimos el camino andando, nos separaban cuatro kilómetros del encuentro dichoso. Preguntaba: ¿Papá, falta mucho? No te inquietes me decía, enseguida estamos allí.
Mis ojos se abrieron mucho para ver en el agujero a la perrita y los cuatro cachorros. -Este para mí, papá. – Sí.

Esta mañana me levanté temprano, y estaba feliz, pensando en la cama antes de levantarme que jugaría a buscar ropas y telas en la caja de la nevera para hacer teatro con mis amigas. Desayuné leche con Cola cao y tostadas de margarina con mermelada. Mi madre me aseó, me peinó haciéndome dos coletas a ambos lados que parecían salchichas. Salí a la calle a buscar a unas vecinas amiguitas que les gustaba jugar conmigo. Quedamos para la tarde a las cuatro. Cuando estaba separando la ropa se acercó mi padre y me dijo que se marchaba a dar un paseo, depositó dos besos en mis mejillas y yo sonriente se los devolví. Continué metida en mi fantasía de la obra de teatro, pensando en los personajes.
Pasaron las horas, cenamos, veíamos en la tele la serie de extraterrestres V, y mi padre no llegaba. Mamá acostó a mi hermano pequeño de seis añitos y me dijo que también lo hiciera yo. -No mamá, esperaré a papá. Pasó el tiempo, me acosté. Entre sueños escuché sollozar a mi madre, y oí unas voces masculinas que decían: ha sido un accidente, atropellado por una moto.
F Etna (M Fuensanta Zamorano Buitrago)

RELATO DEL TALLER DE:
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Esta entrada tiene un comentario

  1. Ingrid

    Ma Fuensanta, escribes muy bien. El relato me ha enganchado a seguir. Y el final inespereado total. Un historia muy bonita, aunque triste. No siempre todo acaba bien. También gusta tu ternura al narrar. Felicidades! Un buen relato!

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