RELATO – Beatriz Zavala Fernández

Por Beatriz Zavala Fernández

  • ¿Quién ha dicho que no se pueda amar a dos hombres a la vez? – dijo la abuela.
  • ¿Abuela? — dije

—¿Mamá? — dijeron mi madre y las tías al mismo tiempo.

—Tanto como amé a vuestro abuelo, amé a Carlos — respondió como si no nos hubiese oído.

—Mamá, no es eso lo que tiene que oír María, se casa dentro de dos días – dijo la tía Titi.

  • No les hagas caso abuela, ¿‘amaste’ de amar a dos?, cuenta, cuenta, ¿el abuelo lo supo?

—Ay niña, yo nunca se lo dije y si lo supo se lo llevó al florero — esto último lo dijo retando con la mirada a sus tres hijas — y mira nunca lo había pensado, pero si me está escuchando no os preocupéis que donde le habéis metido, el pobre no se puede levantar.

 

—Mamá por favor cuándo vas a perdonarnos que incinerásemos a papá – dijo mi madre frunciendo el ceño — además si te empeñas en que salga, lo frotamos y a lo mejor se nos aparece como el genio de la lámpara.

Ninguna podíamos parar de reír. Tengo que reconocer que en mi familia tenemos un sentido del humor particular que no todo el mundo entiende, mi padre dice que es un gen que solo padecemos las mujeres.

– Abuela, qué pena, me tengo que ir pero si vengo a dormir me lo cuentas. Mamá nos vemos en la prueba, a lo mejor te llama Paloma para recogerte — dije mientras les daba un beso.

Estaba entrando ya en el vivero cuando me llamó Fernando.

  • ¿Qué tal? — dije contenta de recibir su llamada
  • Bien, ya en el avión — dijo él.
  • Yo en el vivero y luego voy a la prueba — dije, como quién dice que va al

—¿Va tu madre? Ten…

—¿Fernando?¡Mierda! — me había quedado sin batería.

Como siempre llegué un poco acelerada a la prueba. Solo lo habían visto Paloma porque era mi amiga del alma y mi madre porque era mi madre y no me había quedado más remedio.

—Hola buenas tardes, siento llegar tarde — dije mientras me desprendía del bolso.

—Acabamos de llegar, no te preocupes. No coges el teléfono – dijo Paloma, pelirroja, divertida, estrafalaria y loca, acercándose a mí para abrazarme.

—Sin batería desde mediodía, llevo toda la tarde en un vivero — dije señalando mis botas.

—Ya tienes el vestido sin cola en el probador – dijo mi madre desde el sofá de los acompañantes de la novia.

—Mamá ese tema está cerrado, como sigas diciendo que parece que voy de primera comunión por ir sin cola, soy capaz de entrar así a la iglesia — dije enfadada mientras entraba en el probador con las manos juntas delante del pecho y con la cabeza inclinada en pose de recogimiento.

—Paloma, quieres decirle a tu amiga que estamos a tiempo de ponerle cola— dijo mi madre en un tono que no se sabía si era orden o súplica.

—¿No era Lola Flores la de la cola? – dijo Paloma intentando quitar tensión.

 

Aunque quería llorar, me reí. Menos mal que la modista que me estaba ayudando a vestirme debía tener un máster en desencuentros filiales porque apoyó sus manos sobre mis hombros y me dijo muy bajito que cerrase los ojos y respirara muy despacio, ‘uno, dos, uno dos’.

—¿No tendrá libre el sábado? — dije a la modista ya más calmada, mientras ella abría la cortina para que pudiese salir.

Me gustó ver la cara emocionada de Paloma cuando me vio.

—Amiga estás impresionante, voy a llorar – dijo Paloma empezando a llorar.

—Si creéis que me voy a poner a llorar como en esos programas de novias gordas, estáis muy equivocadas – dijo mi madre mientras yo miraba desesperada a mi alrededor buscando a una gorda ofendida. Menos mal que estábamos solas y mi madre se centró en los detalles del vestido.

 

Ya en el coche con Paloma me sentí liberada, se había terminado el suplicio de las pruebas, Fernando estaba volando y hacía una noche maravillosa para ir a tomar una cerveza con mi amiga.

—Ve bajando, busco un parking. Reservé a mi nombre — dijo Paloma después de la tercera vuelta sin encontrar ningún sitio donde aparcar.

Me bajé y esperé donde parecía que gestionaban la entrada, debía haber un partido importante porque siendo miércoles estaba lleno.

—¿Tiene reserva? – me giré y vi a un chico mirando el papel de reservas que me resultó familiar. Pensé que podría ser Juan pero no estaba segura, el pelo lo tenía más oscuro y no le recordaba tan alto. Me estaba acercando para observarle más de cerca cuando levantó la cara, no había duda, era él seguro.

  • Me caso — ¿He dicho yo eso?, pensé mirando para otro

—¿A nombre de quién está su reserva? — dijo volviendo a centrarse en la lista de reservas.

  • Paloma Cifuentes – dije respirando aliviada. Las opciones por las que no me recordaba podían ser dos, la primera y menos probable era que le habían abducido, y la segunda que con suerte había perdido la memoria en un terrible accidente.

—Sígame — y empezó a abrirse paso entre la gente mientras yo, incapaz de moverme, me veía, como en una película, subida al manillar de su bicicleta verde, bailando juntos en la plaza y andando de la mano por el camino de casa.

  • ¿Os conocéis? – dijo Paloma apareciendo de la nada, los dos nos giramos hacia ella al mismo
  • No – dije yo, sorprendida de verle otra vez mi
  • Sí, soy Juan— dijo él.
  • Ja, ¿has recobrado la memoria de pronto? – ¡socorroooo! ¿otra vez había sido yo? Si alguien no me mataba lo haría yo.
  • Juannnn ¿tu Juan? — dijo

Decidido, antes de matarme a mí la mataría a ella de forma violenta. Encima me hablaba a mí, pero le seguía mirando a él. No podía creer lo que estaba pasando.

  • ¿Su Juan? Esto va a ser divertido. Pues sí, el tonto al que dejó cinco veces y después de no verle en mil años le dice que se va a casar — dijo Juan mirando a Paloma para después volverse a hacía mí. — ¿De verdad que sigues diciendo lo primero que se te pasa por la cabeza? — me tocó la cabeza con su mano despeinándome, era evidente que estaba disfrutando. — Vámonos, aquí están todos los del futbol — y tiró de mí

 

cogiéndome por la muñeca hasta llegar a un sitio sin pantallas. — Os traeré unos mojitos, estáis de suerte, es la hora feliz.

  • Cómo has podido decir ‘mi Juan’— dije a Paloma, casi sin fuerza apoyando mi cabeza en la mesa, mientras intentaba repasar lo que había pasado en los últimos diez

—¿Y tú? ¿De verdad le has dicho que te casas? – contestó defendiéndose. Hice un gesto con la mano indicando que no iba a hablar, pero ella no podía callar, sufría de verborrea — Momento culebrón que hemos vivido, parecía un hombre de las cavernas arrastrándote a su cueva, ¿Cómo pudiste dejar a un tío tan guapo? – dijo Paloma callándose por fin.

No pensaba contestar, quién se acordaba de eso, había pasado tanto tiempo que no pensaba en ello que no encontraba una razón, realmente me gustó mucho.

  • Aquí están los mojitos – dijo Juan con una bandeja en la mano. Las dos nos incorporamos como impulsadas por un resorte. — Bueno ¿y cuando es la boda? – dijo Juan con su mejor sonrisa.
  • El sábado – respondí yo
  • Este sábado, vaya — dijo sorprendido — Y yo que quería volver a conquistarte. No te parece alucinante que después de diez años te encuentres con ‘tu Juan’ a dos días de tu boda — dijo mientras mi mirada asesina le impedía responder a

—Ha sido casualidad. Pero en serio, me alegro de verte, ¿qué tal tu familia? — dije recordando una de las razones por la que lo dejamos, nunca sabía cuándo hablaba en serio. Por fin recobraba el sentido.

  • Bien, de hecho, los he visto a casi todos porque he comprado su parte de la casa de los abuelos, en realidad hice el viaje para firmar la venta, teníamos unos compradores, pero me sentí incapaz de desprenderme de ella, nunca he sido tan feliz en ningún otro Demasiado desarraigo, necesito estar más tiempo con los que quiero.

—Me alegro de que te la hayas quedado, siempre pensé que esa casa era especial, sobre todo el pasadizo de las flores ¿te acuerdas? El olor era maravilloso, entrabas y parecía que estabas en otro mundo, qué recuerdos tan bonitos — menos mal que me callé a tiempo, porque el primer recuerdo que me vino a la cabeza fue nuestro primer beso. —¿Qué estás haciendo aquí? — dije para desviar la atención a otra cosa.

  • Ayudando a un amigo, le ha fallado gente y me he ofrecido a echarle una mano, solo estaré hoy. Justo cuando llegaste, te estaba llamando, le pedí tu teléfono a la prima Ana.

—Juan, te necesito— dijo el que debía ser su amigo desde la barra.

—No os vayáis, no queda tanto para que se quede esto más tranquilo — dijo Juan confiando realmente que le esperásemos.

—No te preocupes, ya nos teníamos que ir, duermo en casa de la abuela y no quiero llegar muy tarde — dije sintiéndome aliviada.

  • Vale, vale, pero ¿no tienes curiosidad por saber por qué te llamaba? – dijo
  • Yo sí — dijo
  • Yo no — Creo que no pudo oírme porque justo en ese momento todos los que estaban viendo el fútbol cantaron un gol como locos, hasta unos que estaban cerca vinieron a abrazarnos. Entre el alboroto me acerqué a él para darle un beso de — Adiós me ha encantado verte — dije esperando a que también se despidiese Paloma.

—Me voy andando, me apetece un paseo — dije a Paloma ya en la calle.

 

—No huyas amiga, ¿tú sabes la alineación de astros que tiene que haber para encontraros dos días antes de la boda?, ¿y lo de conquistarte? — dijo mientras me alejaba lanzándole besos con la mano.

 

  • ¿Eres tú María? — dijo la abuela cuando me oyó entrar.

—Sí abuela— dije alegrándome de que estuviese despierta.

—Pasa a darme un beso — ni me cambié, vestida como estaba me tumbé a su lado.

  • ¿Qué tal se ha portado tu madre? — dijo después de un rato.
  • Aunque no lo dice creo que le gusta — dije recordando lo que había pasado por la mañana — Abuela, ¿de verdad quisiste a dos hombres a la vez?

—Ay niña, lo que dije era para hacer rabiar a mis hijas. Aunque no niego que alguna vez sentí alguna inclinación por otro hombre, en absoluto se podía comparar con el amor que todavía siento por tu abuelo.

  • Abuela, eres mala, hasta me he llegado a imaginar al pobrecito abuelo lleno de cuernos colgando de una pared como trofeo — dije zarandeándola un

—A tu abuelo déjalo tranquilo en el florero — dijo contagiándome su risa, así estuvimos sin poder parar un buen rato.

—Me voy a la cama, me levantaré pronto para ir a buscar a Fernando al aeropuerto— dije incorporándome para darle un beso.

—Ah, se me olvidaba, me he enterado de que por fin han vendido la casa de Rosa y Pedro, por esas cosas del destino se la ha quedado un nieto, el que vivía fuera. —dijo la abuela apagando la luz.

—Ha sido Juan, me alegra que se la haya quedado.

—Descansa niña.

Ya en la cama miré el teléfono que había puesto a cargar mientras me cambiaba. Mensaje de Fernando — Lo siento, con el jefe pegado. Ten paciencia con tu madre. TQ. Mensaje de mamá — No me he enterado cuando os habéis ido. Estabas muy guapa, un beso.

Mensaje de Paloma — ¿Novia a la fuga?, llámame si Juan te dejó mensaje.

Mensaje de Juan —Soy Juan, me ha dado tu teléfono Ana, quiero verte para contarte que he comprado la casa de los abuelos y el jardín está en ruinas, te necesito para salvarlo. Ah, ¿cuándo ibas a contarme que te casas?

Mensaje a Juan — jaja, ¿te has divertido? Cuenta conmigo.

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