SER ABUELA – Marnibe

Por Marnibe

Qué curiosa e inesperada resulta la vida, sobre todo, cuando encuentras alguna contradicción que te cambia totalmente la idea preconcebida. ¡Cambio de chip! Caramba, qué fastidio, para una vez que todo me cuadra, sin tener que pedir permiso en el trabajo, ni favores a nadie, me salen por peteneras. En ese momento, pongo el grito en el cielo y las lágrimas salen a borbotones de mis ojos.

Resulta que esperábamos la llegada del primer nieto. Preparamos un viaje para el mes de mayo a Milán una de esas “visitas de cortesía”, por interesarme sobre cómo iba el embarazo y, a la vez, felicitarles por lo bien que me venía la fecha del nacimiento. Coincidía con las vacaciones de verano que comenzaban el día nueve de agosto y a la criatura la esperaban del diez al doce del mismo mes.

-¡Magnífico! –dije-, puedo acompañaros y ayudaros un mes enterito.

-Mamá, mamá, queremos decirte nuestra idea, deseamos que sea íntimo, los dos solos; el niño nacerá en un hospital de Suiza porque nos pueden guardar el cordón umbilical para la familia y en este hospital solo admiten una visita a las seis de la tarde, te va a ser incómodo el regreso a Milán –

-Te vendrá bien esa semana de descanso en la playa y en unos días te esperamos en casa los tres.

-¡Quijote! hijo mío, no sabía fueras tan quijote! Supongo que estará toda la familia italiana y tú solo, solito, ¿negando a tu madre ese momento? ¡Clasistas! -les grite.

Se pusieron rojos al darse cuenta de mi disgusto al apartarme del acontecimiento. Mi nuera reaccionó la primera. Me abrazo y los dos me pidieron perdón. No, si te descuidas te anulan todos los derechos. ¡Jóvenes y modernos! A veces se merecen una zapatilla en el trasero “bien dada”. No te quita el derecho la justicia pero que sean tus hijos, no se les debe permitir. Hay que darles un toque de vez en cuando, aunque solo sea para sacarles de esa modernidad tan excluyente, sobre todo referente a la madre de los hijos.

Lindo amanecer, el de ese azul y caluroso día de agosto, yo lucía mi mejor sonrisa. – ¿Tú qué pensabas, hijo? ¿Radiarme las contracciones vía digital? ¡Anda ya! El niño nació sobre las once de la mañana; era un bebé blanquito, pelonchito, con unos ojos azules como dos zafiros. Fui discreta, me acercaba al bambino, lo miraba, le hacía “ajitos”. No lo tomé en brazos ni lo achuché hasta que los dos me lo pusieron en los brazos a la vez que mi hijo dijo:

-Mamá, el niño se llamará Alejandro cómo mi abuelo materno. ¿Te alegras? – ¡Oh!, claro que sí, mola. Un nombre de fuerza para un niño italo español nacido en Suiza… y si de mayor surge algún conflicto bélico se libra de ir a la guerra por ser nato en Suiza, país neutral. ¡Bravo!

-Mamá, eso es de siglos pasados.

-No, hijos, no, según mi profesora de Derecho Internacional Europa puede ser invadida por algún país europeo, no se fiaba de Alemania por lo de la unificación, ni de Rusia por la consunción del régimen comunista.

Sin querer hablar de política, tropiezas con la historia. Y es que sociedad, familia e historia se dan la mano. Sobre todo, por esas madres y abuelas valientes que luchan por lo que realmente importa, mantener su puesto y el respeto dentro de la familia, observando y contemplando los cambios y modas que suceden en la sociedad con el paso de los años.

-¡Hijo mío, qué suerte que tu bimbito Alejandro se alimente de leche materna. Tú chupaste tan fuerte que me hiciste grietas en el pezón. Te dio fiebre al tercer día y a partir de entonces te recetaron la leche de bote. Eres un niño de los años del famoso “Pelargón”. Tu buena o mala leche es de bote de farmacia, no de tu madre. Se puso de moda y fue como una liberación para las madres trabajadoras-

-Ahora vuelve la moda y se entiende más beneficiosa la lactancia materna para el sistema inmunológico de los bebés. Depende, porque tú, ¡mírate al espejo! Delgadito, pero fuerte y sano, que con una aspirina infantil y algún que otro antibiótico pasaste las enfermedades infantiles, sin más incidencias-

-Mírate, ¡guapo, delgado con una estatura de 1,90! Con el Pelargón. Acuérdate de lo que sufrí a tus catorce años porque te quedabas el más bajito del grupo.En tres años recorrimos casi todos los endocrinos de la sociedad privada. Me tranquilizó el diagnóstico que decía que tú organismo era fibroso, de poco hueso, por eso tú estirón se produciría a los diecisiete o dieciocho años.

-¡Menos mal que así fue!

-Ojalá que Alejandro se parezca a ti en estatura y, como trae los ojos azules de la madre, vamos a contemplar a un niño bombón, rubito, precioso y saludable.

La paternidad también sensibiliza a los padres. Mi hijo ¡me ha oído y escuchado! Amén.

 

 

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