TAMATINA,BURBU Y GLOP – PERDIDOS EN LA NIEBLA

Por Rosa Mª Martín Fernández

Una osa pequeña paseaba por la orilla de un río cercano a la madriguera donde vivía con sus hermanos.

Las aguas cristalinas dejaban ver pequeñas piedrecitas y plantas.

Un día, le llamaron la atención dos pececitos de colores, uno más gordito que el otro, que nadaban muy pegaditos. – Serán hermanos- Pensó.

Se llamaban Burbu y Glop, eran amigos, y durante un tiempo habían vivido juntos en un estanque. El color azul de Burbu era muy vivo y Glop era de color calabaza con rayas moradas en el lomito. El chico que les había llevado a ese lugar era un joven de unos  veinte años, al que le divertía sacar peces del río y cambiarlos de sitio, poniéndolos en estanques de las casas de los pueblos más cercanos.

Pero un día, Burbu  y Glop se cansaron del estanque y decidieron escapar. Tenían un plan. Cuando volviera el joven, saltarían a la vez a la misma pecera que llevaba la mochila , la que les había llevado allí, cuando el muchacho se diera la vuelta.

Así volvieron al río, nadaban deprisa porque querían regresar pronto y reencontrarse con sus familias. Pero fue la osita Tamatina con quien se encontraron. Ella les vio pasar; nerviosos, apresurados. Les propuso quedarse en su casa, donde ella les orientaría mejor en el camino de vuelta mar adentro.

Esto para ellos fue una alegría que celebraron con la osita descansando en el riachuelo cercano a la madriguera. Comieron y durmieron. Como gran conocedora de la zona, Tamatina trazó con sus zarpas en la arena los canales más adecuados para aprovechar las corrientes, señalando los peligros de las hierbas y de las rocas puntiagudas.

Y así, cuando Burbu y Glop desperataron, pudieron estudiar muy bien dónde se encontraban y cuánto les faltaba para llegar a casa.

Como una hermana, Tamatina les despidió con grandes abrazos y Burbu y Glop respondieron con saltos pequeños. Sus boquitas de pez  hacían burbujas en honor a la hospitalidad de la osita.

Atardecía y Tamatina preparaba la comida ante la llegada de sus hermanos, Tino y Mina, y con más ilusión que otros días, porque había ayudado a dos pececitos, que ahora ya eran sus amigos.

 

PERDIDOS EN LA NIEBLA.

De un sueño nace otro sueño. Y van haciéndose uno tras otro. Me ilusionaba volver a ver a mi amiga Ana Mari, después de que acabáramos la Secundaria, pero no la he vuelto a encontrar. Quedé dormida pensando en mamá, supongo que al cabo de un rato empecé a soñar. Necesitábamos pasear y encontrarnos con la pandilla. Unos llevarían su bicicleta, otros iríamos andando con nuestras mascotas, en mi caso con Tímor, pero en mi cabeza permanecía una idea: encontrar a Ana Mari.

Al amanecer, bajamos la calle hacia la playa. Tal y como habíamos previsto, Jenna  y Adal se adelantarían y nos esperarían en el faro. Mari Carmen vendría algo más tarde, pero Juan saldría a nuestro encuentro en el cruce de la playa. Ahí estarían Pablo, Toni y Sara.

A medida que Jaime, Tímor y yo bajábamos, un vapor envolvente, que parecía salido del suelo, subía y difuminaba los coches y los portales de la calle…Extraña niebla,  pensé. Más abajo, a unos diez o quince pasos, ya no se veía nada más que las siluetas borrosas de algunas ventanas de edificios cercanos. Las luces de las farolas permanecían encendidas, y gracias a ellas estábamos menos asustados ante un paisaje tan gris y tan en silencio. No se podía escuchar ni el suave rumor de las olas cuando llegan a la orilla.. Entonces, Jaime me apretó más la mano y me dijo:- Ruth, tengo miedo, que Tímor no se despegue de nosotros, hermana. A lo que respondí: No te preocupes, Jaime, lo llevo bien sujeto. Él nos acompaña y nos orienta, porque como ves, la niebla se va espesando y no vemos casi nada. No nos angustiemos. Estamos cerca de casa y tú sabes que el faro no está muy lejos de aquí. Pero Jaime no hacía más que mirar hacia atrás. Ruth, hermana, no se ve nada de nada, ¡ fíjate!- gritó. Tranquilo, Jaime, dame bien la mano, no te separes de mí y así caminaremos los tres al mismo tiempo, iremos despacio y nos fijaremos también en el suelo para no tropezar.

2

Como si de un susurro se tratara y fuera traído del mar, los chicos escucharon una voz no muy lejana. – Eh, vosotros, ¡ esperad!. En ese momento, Jaime y Ruth, vieron tres sombras altas y muy oscuras, vestidas con capas que se movían al unísono mientras avanzaban…Tímor echó a correr, adelantándose, y Jaime y  Ruth corrieron detrás del perro espantados. ¡Tímor!,- exclamó Ruth, ¡ ven aquí!.

A Jaime se le escapaban las lágrimas y el aliento. Ruth, muy asustada, intentó calmarle mientras aceleraban el paso. Jaime, tranquilo, vayamos deprisa pero no nos fatiguemos,- decía. Mira que con el miedo nos sofocamos más, cariño. Hermana, ¿ quiénes son?, ¿ siguen tras de nosotros?- preguntó Jaime.

Ruth contestaba a Jaime intercalando llamadas a Tímor: ¡Tímor!, ¡ven aquí!- gritaba. Lo encontraremos, se decía, se habrá querido adelantar para ayudarnos de alguna manera. Ya sabes, Jaime, que los perros son muy inteligentes y nuestros mejores aliados.

Los hombres de capas largas avanzaban, pero no lograban alcanzarles. Entre la niebla logró Ruth divisar una luz más intensa,  pero el ruido de sirena de los barcos rompió aquel silencio de mar y arena, de espesas sombras y pasos rápidos. El encuentro con los escalones que subían al paseo les devolvió la esperanza de encontrarse en el camino correcto. Las sirenas impedían escuchar cualquier sonido que pudiera orientarles y menos aún, un ladrido de Tímor.

Al subir al paseo, los hombres de capas largas parecían estar aún más lejos, ahora más lentos e inclinados hacia la orilla, como si quisiesen meterse en el mar.

Ruth y Jaime no tardaron ni un segundo en acelerar su paso y el sonido de un timbre, posiblemente de una bicicleta, les llenó de emoción. Unidos por sus manos, alzaron sus miradas que recalaron en el mayor del grupo, Juan, que les hacía señales con una luz de móvil o de linterna… Ruth corrió y Jaime casi tropezó, y ambos, casi sin aire en sus bocas, lograron alcanzar a Juan que les vio y abrazó, y finalmente, les tranquilizó: ¡ No tengáis miedo!. Por favor, Ruth, Jaime, tranquilos, estamos toda la panda esperándoos en el muelle y en la casa del Faro, no nos vamos a separar, ¿por qué os habéis asustado tanto?, ¿ os pensabais que no os íbamos a esperar con esta niebla?, ¿ por qué no habéis hecho una llamada con el móvil?…Ruth se dio cuenta entonces de que ni ella ni su hermano llevaban móvil alguno, o quizás se les había caído, no comprendían qué podía haber pasado…

Juan- dijo Ruth-  Tímor, no encontramos a Tímor, ni sé si cogimos los móviles al salir de casa, ni pensamos,  solamente sé que los hombres de las capas largas nos siguen y nos llamaron. – ¿ Quién? ¿Cómo? ¿ Los hombres de capas largas? Sombras a lo mejor ¿ no?- dijo Juan y siguió: sombras de la misma niebla, quizás como los espejismos. ¿ Qué dices Juan? ¡ No! Eran figuras altas, oscuras, que andaban deprisa, acelerando el paso tras el nuestro- replicó Ruth.

Juan alzó la vista, ya temeroso, ya preocupado por la desaparición de Tímor y el llanto casi silencioso de Jaime. No podía ver nada, las farolas alumbraban levemente la playa y el paseo,  sin conseguir claridad en aquella niebla tan espesa como extraña.

3

¿ Quién podría explicarnos por qué a veces los días se conjuran como una aventura delicada y misteriosa? Me repetía a mí misma en mi afán de proteger a mi herrmano y a nuestro querido Tímor. Íbamos enlazando el muelle con la curva del camino al faro, cuando vimos una barquita pequeña dejándose llevar por las olas hacia la arena.

Juan, ¿ crees que podríamos acercarnos? No sé, me da por querer mirar- le dije.

Bueno, vamos, acerquémonos sin separarnos ni un milímetro – me contestó.

Y miramos dentro, una vez que la agarramos los tres con fuerza. ¡ Ahí estaba Tímor!.

Juan, Juan – grité.

Calma, Ruth, espera que ya lo saco – respondió Juan.

Juan sacó a Tímor . Respira, ¡ está vivo! – chilló. Pero yo no pude evitar las lágrimas de alegría y de preocupación y Jaime era todo nervios.¡ Tranquilos! – repitió Juan.¡ Está bien! – volvió a decir.

Yo creo que estña durmiendo, le habrán sedado – dijo al ver que tímor no se despertaba.

Déjame que lo abrigue, Juan, mejor llevémosle en la cesta de la bici bien abrigado, mejor que en los brazos – repetí.

Juan inspeccionaba la barquita aún sin ver nada. Nada, Ruth, no hay nada. No podemos saber con certeza qué ha pasado. Y creo que debe de haber alguien que nos tomó la delantera y debió de coger a Tímor. Pero no le hizo daño. Eso es lo más importante- se apresuró a decir, con voz más tranquila.

Ya, Juan, pero después de vernos todos en el faro, hemos de llevar a Tímor a casa del veterinario, así lo revisará bien. No me dío, estoy asustada – dije llorando.

4

La alegría de mis amigos al vernos fue un bálsamos que nos regalaron esos momentos de niebla oscura que se había apoderado también de nuestro ánimo. Y sin darnos cuenta, el optimismo y la esperanza de pasar un buen rato, estaban ganando la partida.

¡Ruth! ¡un beso! – decía Sara y Jenna que llegaron junto a Adal y Mari Carmen. ¡ Juan, esperad!- gritaba una voz que no era otra que la del intrépido Pablo con su vespino y Tomás, que iba de paquete.

No podemos entretenernos mucho aquí, Tímor necesita que lo vea Sión – dije otra vez.

Bueno, tranquila, déjame sostenerlo, ya sabes que te quiero, muah, besito para mi Tímor – continuaba Sara y besaba y arrullaba  al perrito.

Ya, le veo que respira y duerme, pero todo lo que nos ha pasado, sabes, figuras que nos siguen, alguien que no vimos  y se nos adelantó, toda esta nievla, no sé, no encontrar mi móvil, es todo tan confuso…- le expliqué.

De repente, una sombra alargada se perfila en el pequeño horizonte que podíamos apreciar, un brazo se alza en el aire , se oyen tres detonaciones al vacío. Nos quedamos helados en aquel mismo momento. Tímor abrió los ojos y miró entre sorprendido y amoroso, pero fueron segundos en los que nuestros gritos de espanto fueron acompañándose por nuestra rápida avanzadilla , camino de la playa vecina, cubierta de niebla, y en dirección a la casa de Sión, nuestro veterinario.

5

Él nos estaba esperando. Ruth se había tranquilizado al ver a nuestro perrito despierto. Llegamos asustados y le contamos todo a Sión, nuestro cariñoso amigo y vecino. Mientras revisaba a Tímor nos escuchaba y aconsejó: No volváis por la playa a casa, no sabemos ni quiénes son,ni qué han venido a hacer aquí, lo más seguro es que sean contrabandistas y vete a saber quñe se traen entre manos…

Sión, nos raptaron a Tímor, ¿con qué fin crees tú que hicieron eso? – dije yo.

Mira, Juan, creo que fue para que os quitaseis de en medio, no querían testigos, mirones, aunque seáis niños o jóvenes, ¿ me entiendes? Y siguió diciendo: Peor  que peor, jóvenes, que os dais mucha cuenta de las cosas y los mayores pensamos equivocadamente que no. Y por eso os han hecho correr, seguramente que ahí cerca hacen la entrega, y les estorbabais – acabó diciendo.

Y si nos hubiesen querido matar- advirtió Ruth.

No, no lo creo, parece que esa crueldad no estaba en sus planes, solamente la de asustaron gravemente, no voy a decir que raptar a Tímor y dormirle haya sido una inocentada, pero no creo que tuvieran intención de hacerle daño- explicó nuestro amigo.

A mí no me hace gracia volver, pero si queréis puedo pasar con la moto solo, ¿ eh Tomi? Tú te quedas aquí con todos, ¿ de acuerdo?- dijo Pablo.

¡ Ni hablar! ¡ He dicho que ni hablar! Vosotros todos os quedáis conmigo hasta que pase algo más esta niebla, y luego subís calle arriba y volvéis a vuestras casas. La playa puede tener hoy peores escenas, y no quiero que os pase nada, a ninguno – insistió con vehemencia Sión.

Tienes razón, no te preocupes. Haremos lo que nos dices, ya lo hemos pasado bastante mal como para querer volver.  Además esta niebla es insoportable, da angustia y miedo…y Jaime y Ruth están cansados, ellos son los que han padecido más, ¿ verdad?  Dijo Juan. Y Ruth y todos asintieron con la cabeza.

¿ No oís?, ¿ son sirenas?- dijo Sara.

Las sirenas de la policía cada vez se acercaban más. El silencio se hizo presente en la casa. Los chicos respiraban y se miraban entre ellos. Sión hizo ademán para que se sentaran en el salón y se tranquilizasen.

  • Voy a prepararos un buen almuerzo, os lo merecéis- dijo.
  • Gracias Sión- respondieron todos.

Los chicos comenzaron a hablar entre ellos, y también a jugar con Tímor que se encontraba ya bastante despierto y tranquilo. Sión entró en la sala con una gran bandeja de pan con tomate y jamón serrano. Llevaba una cafetera grande y una jarra con leche. Todo olía tan bien, tan rico, que nos olvidamos de lo que habíamos pasado, aunque fuera por poco tiempo. Nos sentíamos protegidos tan solo por su presencia. Sus manos decían tanto, eran tan grande el carió que sentía por los animales y también, a veces, comentábamos lo servicial que era. Teníamos con él a un hermano mayor, un segundo o casi primer padre, en el caso de Juan,  aunque Juan no se daba ni cuenta…

6

La merienda se hizo muy amena. Sión nos hablaba de los animales, concretamente de los perros, su procedencia, y de los gatos. También de los caballos, a mí me encantan los caballos. Y los pajaritos. Cómo me gusta escuchar a un pajarito al amanecer, nada es igual sin aquel pajarito que revolotea en tu terraza y se posa en alguna mesa o maceta… Los pájaros, qué pensarán, cuántas cosas querrán decirnos… Pero en aquella mañana de niebla nada había que hablar y casi que escuchar, pensaba yo, y me equivoqué, porque unas notas de piano sonaron fuertes en el mismo momento en que retomábamos el tema de la persecución en la playa.

Pablo empezó a mirar a través del cristal de la ventana que daba a la calle y nada, no se veía nada.

  • Creo que tendríamos que ir a echar un vistazo, a lo mejor nos encontramos con la policía y nos pueden decir algo y luego nosotros podemos poner la denuncia para que a nadie le pase esto, sobre todo por el rapto y los tiros al aire, Dios mío, dije finalmente.
  • De acuerdo, vamos, pero nos acercamos al punto de vuestro encuentro y si ahí encontramos a la policía les preguntamos. Venga, yo abriré el camino delante , eh Juan, contestaba Sión.
  • Tienes razón, yo estoy de acuerdo y creo que todos lo estamos. Tímor y Jaime se quedan en la casa- dijo Juan.

Al salir la música seguía y cada vez más fuerte, no comprendíamos lo que la hacía tan estridente y después se quedó en silencio, el silencio de la niebla que nos envolvía a cada paso. Ya en la calle y avanzando,  Mari Carmen dio un salto porque había visto la luz de una patrulla. Y poco a poco nos íbamos acercando y al mismo tiempo las figuras de dos agentes se nos hacían visibles.

-¿ Qué hacen ustedes aquí con este día?- dijo el policía.

– Mire, es que estos chicos, que son mis amigos, se encontraron esta mañana con tres hombres y un cuarto les espantó con tres tiros de pistola al aire, para resumirle un poco. Además les desapareció el perrito y lo encontraron sedado en una barca, ha sido una experiencia muy desagradable, afortunadamente el perrito ya se encuentra bien, ellos también pudieron llegar a casa- les relató Sión.

– Bueno, vamos a ver, mañana ustedes pasan por la comisaría y hablamos, si quieren pueden traer también al perrito, que vengan todos con usted- nos dijo el policía.

Y todos asentimos contentos, expectantes. Hubo un momento de alivio, nos miramos, decidimos volver a casa.

  • Han aparecido unas capas y una pistola en la arena, dijo otro policía que venía deprisa.
  • Vamos, vamos, chicos, vamos a casa- terminó diciendo Sión.

 

Pasaron las horas y el grupo no aparecía. Los padres de Ruth y Jaime estaban en la casa de Sión muy preocupados. Habían avisado a la Guardia Civil y a los padres del resto de la pandilla. Jaime y Tímor se sentían angustiados y se acurrucaban en el sofá del salón.

Al anochecer la patrulla de la Guardia Civil costera informó a tierra del encuentro de varias personas dormidas en una barca que iba a la deriva, en esa misma barca se encontraban tres hombres vestidos de negro y que parecían extranjeros. Todos fueron conducidos al hospital y no parecía que peligrara la vida de ninguno.

A la mañana siguiente nos encontramos con nuestros padres y yo con mi hermano en el hospital, no me acordaba de nada. El médico me tranquilizó, me dijo que en los próximos días recordaría algo y que todos nos encontrábamos bien. También se detuvo a los tres hombres que nos siguieron, traicionados seguramente por aquel cuarto que nos adelantó y pudo adormecernos a todos y pillar su botín escondido en algún lugar del puerto.

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