UN DESIERTO LLENO DE VIDA
Por Paco Casaña Marí
08/10/2021
Crecí en ese pequeño mundo que encierra la inmensidad de un desierto, mi comunidad se estableció junto a una saguia, el cauce de un rio que se llena de agua y de vida cuando llegan las lluvias, muy escasas en el tiempo pero contundentes cuando llegan. En estos lugares existe una gran generosidad con todos los que llegan y por tanto son muy bien acogidos, Malainín fue mi primer amigo y mentor, aprendí tantas cosas con él que siempre estaré agradecido a sus enseñanzas, su cariño y su amistad, existe una leyenda no escrita que dice que la amistad que se forja en un desierto nunca se la lleva el siroco.
_ Paco, este viento que te resulta tan molesto es nuestro viento, su fuerza solo es equiparable a los nómadas que lo recorren incesantemente en sus caravanas, ellos son los verdaderos hijos del desierto.
Pero, amigo es que se llega a incrustar en la piel, mira mis piernas las tengo enrojecidas e irritadas.
_ Por eso aquí llevamos ropas que nos cubren el cuerpo entero y estos turbantes que nos cubren cabeza y cara pero nunca nuestro corazón.
Ese corazón le brillaba en el negro de sus ojos que me sorprendían a cada mirada que dedicaba a cualquier rincón de aquella tierra infinita que se movía incesantemente sobre un mar de dunas.
_Paco, hoy te voy a llevar a la cueva de los chacales.
Malainín, me gustan los animales pero no tanto como para meterme con ellos en una madriguera.
_ No Paco, hace años que desaparecieron de allí como lo están haciendo otras muchas especies que habitan mi sagrada tierra.
Nos sentamos en unas rocas que estaban junto a la entrada y me hizo aprender y a conocer los sonidos de aquel viento que, al soplar, producía entre las grietas una hermosa conjunción de tonalidades que variaban según la intensidad del siroco sahariano que solo pueden apreciarse con toda su fuerza en rincones así, desde entonces me di cuenta que amaba al viento que, de alguna manera yo era como ese viento viajero y mensajero de arenas infinitas.
_ Ahora que lo has comprendido te darás cuenta que en la noche se calma y sus sonidos son más suaves e ideales para contemplar las estrellas
Está cayendo la tarde ,le dije, tal vez debiéramos volver a la cabila antes de que lanoche nos deje ciegos.
_ No Paco, me dijo, ahora debes conocer otra historia de este mundo que nos ha hecho como somos, bereberes, hombres del desierto.
Salimos de aquella cueva amplia y sonora donde se podían contemplar algunos dibujos rupestres que representaban escenas de caza en lo que debió ser un vergel de fauna y flora primitivas, era extraordinario pensar que aquel desierto pudiera haber sido una selva e incluso pudiera haber estado sepultado por el mar ya que aquella roca caliza albergaba gran cantidad de fósiles que podían encontrarse en muchas partes de aquel desierto que Malainín iba abriendo a mis ojos y a mi imaginación.
_ mira amigo, dijo, no debes preocuparte por la noche ya que en el desierto las noches son muy diferentes a las que tú has podido conocer en tu tierra. Aquí la noche es una aliada para nuestros viajes y además es más propicia para nosotros y los animales por la ausencia de calor. Ahora, sígueme y observa en silencio, deja que hable tu espíritu…
Emprendimos la subida de una duna enorme, lo hicimos por donde se debe de hacer, junto a la cresta en esa zona donde el suelo se endurece y permite hacer el camino mucho más sencillo, según iba ascendiendo, me iba maravillando del espectáculo que la naturaleza estaba desarrollando, el sol tenía un tamaño muy superior al de los atardeceres que estaba acostumbrado a ver en muchos sitios de España de una belleza extraordinaria pero incomparable con lo que estaba aconteciendo ante mis ojos en la cresta de aquella hermosa duna dorada que se iba tiñendo de un rojo intenso según se iba enterrando ese astro inmenso en el infinito. Malainín llenó de tabaco una pipa alargada con algunos dibujos tribales y coloridos, miraba al horizonte con sus ojos negros, hechos a la dureza de aquel desierto al que conocía y amaba como parte indisoluble de su ser , no es lo mismos contemplar un atardecer con este silencio y la limpieza de su cielo que con la música que puedan ponerte en algunos de esos destinos turísticos donde el mismo sol forma parte de ese negocio de muchedumbres que solo alcanzan a quedarse en la anécdota de esa experiencia.
_ Paco, has visto las geodas que tanto te han deslumbrado por el brillo de sus cristales y el color limpio y brillante que encierran cuando se exponen al sol o incluso a la luz de una vela, pues ahora, cuando el reflejo del sol se extinga en el horizonte mira al cielo y verás los caminos del desierto escrito en sus estrellas.
Malainín seguía fumando su pipa, el humo dejaba en el aire un olor intenso y amargo, su mirada perdida en aquel paisaje tal vez estuviera rememorando algún pasaje de su vida, la muchedumbre de sus nueve hijos, o las penalidades de algunos de aquellos viajes que los nómadas no dejan de realizar constantemente de una a otra parte del desierto. Yo observaba su perfil recortado en la noche con su turbante negro y largo que utilizaba de muchas maneras diferentes, su barba que asomaba por encima de la tela y su nariz, aguileña que ofrecía un aspecto agradable y homogéneo.
_Paco, me dijo, no mires al hombre que es finito, mira al cielo que es eterno y enseña las maneras de poder andar por la noche a nuestras caravanas sin perder nuca el camino aunque ,como sabes, cambie constantemente su paisaje por la acción del viento de la arena.
Cuando mire la bóveda celeste, debo decir que quedé absolutamente absorto, maravillado por tanta belleza, ensimismado al descubrir una pléyade de estrellas como nunca antes había visto, en él estaban todas las constelaciones, con tal detalle que podían reconocerse sin ninguna dificultad, la aurora boreal era un arco rebosante de infinitas estrellas como nunca había imaginado, me deje caer de espaldas sobre la arena aún caliente que contrastaba con una acusada caída de la temperatura en el ambiente, no me di cuenta del paso de las horas, Malainín me tocó despertándome de aquel maravilloso espectáculo,
Me invitó a su jaima, esa carpa grande de lana y pieles de camello cosidos que formaban su hogar ambulante donde habría de tener el honor de conocer a su numerosa y esplendida familia. Aquella jaima albergaba el calor de una especie de anafre de barro circular en el que ardía el carbón que ya calentaba una gran tetera metálica que habríamos de compartir entre todos los miembros de su gran familia cuya generosidad y atenciones hacia mí llenas de sinceridad y alejadas de todo formulismo, en ellas estaba presente la cercanía, las palabras llenas de sinceridad y gestos amables que hacían mi estancia confortable y mi ánimo se llenaba de buenas sensaciones, de miradas curiosas y alegres de los hijos más pequeños que lucían unos cortes de pelo típicamente bereberes de crestas y mechones de pelo por distintas partes de sus cabezas. Las chicas ayudaban de una manera natural a su madre en todo lo referente al trabajo en el hogar, los chicos se encargaban de los animales, de su alimentación y ordeño de las camellas así como de los montajes y desmontajes de la jaima con todos los trabajos que implica así como su acomodo por piezas en los lomos de los camellos mas fuertes.
Acomodados alrededor de aquel pequeño pero agradable fuego, se levantó Aisa, la mayor de sus hijas y me ofreció una colonia fresca para mis manos antes de disponernos a comer y beber aquel té que ya exhalaba un agradable aroma. Malainín. Con un martillo de caras planas para golpear un pilón de azúcar sólida y muy dura a cuyos golpes de deshacían lajas de ese tipo de azúcar fácil de transportar y almacenar para personas que tienen como norma de vida el nomadeo,
_Paco, no sé si conocías el azúcar de pilón, es la que usamos siempre y nos es más cómoda como puedes comprender, pero hoy este pilón y este Té que prepara mi esposa en tu honor, va a ser objeto del que vas a aprender otra bonita historia.
Estoy lleno de emoción amigo, lo que he aprendido en este día con tu amistad y tu sabiduría, son para mí un tesoro que guardaré siempre en la parte más bonita de mis recuerdos.
Mientras le hablaba, Malainín introdujo en la tetera tres trozos grandes de ese pilón de azúcar envuelto en un papel azul de estraza, tras un momento de plácido y confortable silencio, sacó la tetera del fuego y llenó un vaso de té del que comprobó su color y al no parecerle suficientemente intenso, volvió a verterlo en la tetera hasta que consideró que el color dorado del té era el apropiado, entonces llenó todos los vasos que rodeaban una bonita bandeja labrada con dibujos árabes y me ofreció el primer vaso, después todos me acompañaron y con una frase que pude entender se trataba de un buen deseo tome un sorbo de aquel liquido dorado y humeante, he de confesar que me pareció amargo, Malainín se dio cuenta enseguida y me miró sonriente, tras apurar aquel vaso, me volvió a llenar el vaso y me lo volvió a ofrecer con la misma amabilidad y me dijo.
_ Paco, Nosotros siempre tomamos tres vasos de té, ese es nuestro rito y como habrás comprobado ese primero te habrá parecido amargo
Así es Malainín, creía por los trozos de azúcar que habías echado a la tetera que estaría suficientemente dulce.
_Prueba el segundo té. Me dijo con una amable sonrisa.
Efectivamente aquel segundo vaso estaba más dulce que el primero y se lo hice saber a mi amigo que asintió con sencillez y me dijo
_Paco, como has visto, he echado tres buenos trozos de azúcar del pilón, también has visto lo duro que está, que hasta al martillo le cuesta romperlo
Es verdad Malainín, he visto que golpeabas fuerte esa pieza de azúcar, que más bien parecía una roca
_Así es paco, es dura como una roca, también así se llama,
Debido a su dureza, se va fundiendo lentamente en la tetera por eso este segundo té lo encuentras más dulce pero será el tercero el que saborearás verdaderamente con todo su dulzor
Ahora lo entiendo amigo, pero no logro extraer la enseñanza.
_ Paco, este proceso del lento fundido del azúcar lo trasladamos a nuestra filosofía de vida, así decimos que el primer té, es amargo como la vida, el segundo suave como el amor y el tercero dulce como la muerte,
Me encantó la similitud que me dejó sin palabras, tan solo saboreé aquellos tres vasos de vida, amor y muerte recogido en mis pensamientos, con el sonoro sorbo de cada trago de té y sintiendo en mi interior el espíritu de un desierto que ya formaría para siempre parte del resto de mi vida.
RELATO DEL TALLER DE:
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María Isabel López Ben
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