UNA ORUGA VALIENTE – Belén Bermejo Caballero

Por Belén Bermejo Caballero

Soy una oruga y vivo en el fondo de un pozo. Cada mañana me despierto cuando la luz del sol asoma por la boca del pozo, camino en círculos, me alimento con lo que encuentro, normalmente hojas que trajo el viento, camino de nuevo en círculos y me acuesto cuando oscurece.

Ya casi no recuerdo cómo era la vida en el exterior. Pero si vienen a mi mente cada día las advertencias de mi madre. Una mañana mamá nos mandó a mis hermanas y a mí escondernos. Ya no sé ni qué peligro acechaba. Pero cuando pasó ellos salieron y yo me quede aquí. Preferí no correr riesgos y permanecer escondida para siempre.

 

Una tarde mientras caminaba en círculos concentrada en contar mis pasos, una voz y un toque en mi hombro me sobresaltaron.

-Hola, hola.

Di un brinco y me refugié en un rincón del fondo del pozo.

– ¿Quién eres? ¿Qué quieres?

-Buenas, soy Calosoma el escarabajo, pero todos me llaman Calo.

-Yo, yo, soy- balbucee- Oruga.

-Buenas tardes, chiquilla.

-Buenas -balbucee- ¿Qué hace usted aquí?

-Tutéame por Dios, no soy tan viejo. Estoy buscando, siempre estoy buscando. Pero ¿me puedes explicar qué hace una oruga en el fondo de un pozo?

-Yo entré un día en el pozo con mis hermanas para refugiarnos de algún peligro, y decidí no salir nunca más al exterior. Aquí se está seguro.

El escarabajo echó un vistazo al fondo del pozo, no tenía ni un metro cuadrado. Solo había un montoncito de hojas podridas en un rincón y un minúsculo reguero de agua.

– ¿De verdad vives aquí?

-Si-afirmó la oruga cuadrando los hombros.

-Pero esto no es vida-replicó el escarabajo dando una vuelta sobre sí mismo para contemplar con más detenimiento todo lo que les rodeaba.

– ¿Cómo pasas el día oruguita?

-Me levanto, camino, como, bebo, camino y me acuesto.

-Chiquilla aquí en el fondo del pozo tan solo sobrevives. ¿Te imaginas aquí dentro toda tu vida repitiendo la misma rutina un día tras otro?

-Claro que sí. Fuera hay muchos peligros. Mi mamá siempre me advertía: “Cuidado con los pájaros, vienen volando, no los ves y zas te comen” “Cuidado con los humanos, no los ves y plas te han despachurrado” “Cuidado con las tormentas, el agua te puede arrastrar” “Cuidado, cuidado, cuidado…”

-Oruga no voy a contradecir a tu madre pero en el exterior también hay cosas hermosas. Flores de vivos colores que te regalan su néctar, manantiales de agua fresca, árboles frondosos con hojas tiernas…

-Si usted lo dice.

– ¿Pero tú no tienes sueños?

-Sueños ¿Qué son los sueños señor escarabajo?

-Los sueños son anhelos o logros que quieres alcanzar en tu vida. Yo siempre he soñado con volar muy, muy alto y alcanzar la copa del árbol más grande del jardín. Sé que parece algo imposible, pero no dejo de intentarlo todos los días.

-No señor escarabajo yo nunca he tenido sueños. Siempre he estado más preocupada por mi seguridad.

-Bueno yo me marcho. Puedes hacer lo que quieras, pero piensa en lo que te he dicho. Y te voy a dar un consejo: En algún momento tendrás que cuestionarte las creencias de tus mayores y crear las tuyas propias.Adiós muchacha.

-Lo pensaré… adiós.

Cuando el escarabajo abandonó el fondo del pozo yo continue con mi rutina diaria, y paso tras paso seguí recorriendo la misma tierra que pisaba cada día. No quise pensar en las palabras del escarabajo. Pero cuando llego la hora de dormir, no conseguí conciliar el sueño.

A mi mente regresaban una y otra vez las palabras del escarabajo. Y por primera vez en mi vida comencé a tener dudas. E infinidad de preguntas sin respuesta cruzaban mis pensamientos: “¿Tomé la decisión correcta? ¿Es mejor arriesgarme y vivir en el exterior? ¿Debo seguir en el pozo? ¿Debo salir del pozo? ¿Yo también puedo tener sueños?…

Esa noche apenas dormí pero cuando la luz del sol alcanzó la boca del pozo había tomado una decisión. “No voy a seguir el resto de mi vida en el fondo del pozo”

Aquella mañana no di mis pasos como cada día. Preferí planificar mi viaje de vuelta al exterior y pese a estar agotada por la noche de insomnio inicié mi camino de ascenso.

Fui buscando el camino más sencillo hacia el exterior, pero algunos tramos eran muy difíciles y resbaladizos. Paraba a descansar, comía alguna hoja que me encontraba en el camino. Pero había decidido no mirar atrás. En algún momento de flaqueza volvían las dudas, pero decidí seguir a delante, mi decisión ya estaba tomada.

Aquella noche cuando oscureció aún no había alcanzado la salida, pero ya faltaba muy poco. Pasé la noche en un saliente de la roca, estaba agotada y en cuanto recosté la cabeza sobre mis manos, caí en un profundo sueño. Y por primera vez en mucho tiempo soñé. Soñé con las flores de bellos colores, con los riachuelos de agua fresca y con las hojas tiernas de frondosos árboles.  No tuve pesadillas con pájaros, ni con humanos, ni con nada.

A la mañana siguiente desperté con fuerzas renovadas, y cargada de ilusión retomé de nuevo mi camino hacia la boca del pozo. Según me iba acercando al borde hacia más calor y la luz del sol lo inundaba todo. Cuando por fin alcancé el borde, tuve que entornar los ojos. No estaba acostumbrada a tanta claridad.

Recorrí lentamente todo el borde contemplando todo lo que me rodeaba. Flores de miles de colores, grandes árboles que susurraban mecidos por el viento, insectos que revoloteaban sin cesar. Cuando volví al punto de partida alcé la vista hacia el sol y dejé que sus rayos me calentaran. Cerré los ojos. Todos mis sentidos se inundaron de olores y sonidos desconocidos. La brisa de la mañana acarició mis mejillas. En ese instante fui consciente de todo lo que me había estado perdiendo viviendo en el fondo del pozo a causa de mis miedos. Ya había alcanzado mi primer sueño. ¿Y ahora qué? Me pregunté. No quería pensar en los peligros pero no sabía hacia donde debería dirigir mis pasos.

-Pero que tenemos aquí, si es la oruguita del fondo del pozo.

Abrí los ojos y frente a mi estaba el señor escarabajo.

-Buenos días, señor Calo. ¿Qué hace usted por aquí?

-Pues lo mismo que en el fondo del pozo, buscar. Pero tutéame, chiquilla. Veo que al final te has decidido a abandonar ese inmundo agujero.

-Sí, seguí su consejo y aquí estoy. Pero, ahora que ya he cumplido mi sueño de alcanzar la boca del pozo no sé qué debo hacer. No recuerdo como era la vida en el exterior.

-Eso es sencillo, muchacha se tú misma, sigue tu instinto. Come cuando tengas hambre, bebe cuando tengas sed, descansa cuando estés cansada, pero sobre todo sigue soñando.

-Me gustaría encontrar a mi madre y mis hermanas, hace mucho tiempo que no las veo. Estaría bien saber de ellas.

-Ese es un buen comienzo, chiquilla. Reencontrarte con tu familia. Seguro que se alegran de verte.

-Yo también creo que buscar a mi familia es un buen comienzo para mi nueva vida en el exterior.

-Buena suerte, muchacha.

-Buenas suerte a usted también. Espero que encuentre lo que anda buscando.

El escarabajo siguió su camino y yo recorrí de nuevo la boca del pozo. No sabía por dónde comenzar la búsqueda de mi familia. Pero como sentí sed me deje llevar y encamine mis pasos guiada por el susurro del arroyo.

Camine por un sendero que discurría entre la hierba, a ambos lados del camino crecían flores de diversos colores, algunas como las amapolas y las margaritas las recodaba de mi vida en el exterior. Pero había muchas otras de las cuales no conocía su nombre, me limite a contemplarlas y deleitarme con sus dulces fragancias.

Por el camino me fui encontrando con varios insectos a los que saludé de forma educada. Las hormigas caminaban todas en fila describiendo un sendero que parecía no tener fin. Todas cargaban algo sobre su espalda. Y desfilaban en silencio. Yo saludaba pero ninguna contestaba. Al fin una de las hormigas se dignó a dirigirme la palabra, pero tan solo fue para soltarme una reprimenda e indicarme que dejara de molestar. Que tenían mucho trabajo y no podían perder el tiempo con una cría. Seguí mi camino hacia el arroyo, no iba a permitir que un montón de hormigas mal educadas me amargaran el día.

Las abejas recogían el néctar de las flores, traté de hablar con ellas para pedir indicaciones, pero por mucho que grité no conseguí que me oyeran. Volaban bastante alto y el zumbido de sus alas era ensordecedor. Cuando dejé por imposible mi intento de entablar conversación con las abejas, se cruzó en mi camino una mariquita. Me quedé embelesada contemplado su brillante y rojo caparazón, cubierto de lunares negros.

-Buenos días señora Mariquita.

-Buenos días. ¿Tú quién eres? No te conozco ¿Qué haces tan solita? ¿Acaso te has perdido?

-Soy una oruga. Estoy buscando el arroyo, acabo se salir del interior del pozo y tengo mucha sed.

-Vas por buen camino, sigue recto y llegaras al arroyo.

-Gracias. ¿Conoce usted a mi familia? Hace mucho tiempo que no nos vemos y los ando buscando.

-Pues la verdad es que no. Conozco a muchos animales en este jardín, pero es la primera vez que me topo con una oruga.

-Pues yo cuando era pequeña y vivía fuera del pozo conocí a muchas mariquitas. Siempre me gustó mucho el color de sus caparazones, es precioso.

-Gracias por lo que me toca. Mira oruguita te acompaño hasta el arroyo y así te presento a todos mis conocidos. Tal vez ellos sepan algo de tu familia.

No tardamos mucho en alcanzar la orilla del arroyo, cuando estaba acercando mi boca al agua para beber. Unos sonidos que no había oído antes llegaron hasta mis oídos. Al fijar mis ojos en el origen de esos extraños chillidos, vi ante mí unos animales enormes. Tenían dos patas muy largas, dos alas sin plumas, que movían pero que no servían para volar y estaban cubiertos de extraños caparazones de varios colores.

– ¿Qué son esos animales? -pregunte muy alarmada a mi nueva compañera.

-Son niños humanos, son muy divertidos.

Automáticamente pegué un brinco y me escondí tras una enorme piedra. Volvieron todos mis antiguos miedos. cerré mis ojos con fuerza, como si así pudiera hacer desaparecer a esos humanos.

– ¿Qué ocurre oruga?

-Los humanos nos pueden pisar y hacer daño. ¿No tienes miedo mariquita?

-No, no tengo miedo. Los niños no suelen hacerme daño.

En ese momento uno de los pequeños que jugaban junto al arroyo se arrodillo para contemplar a la mariquita. Con cuidado cogió al pequeño insecto y lo coloco en una de sus manitas. Yo me aprete con fuerza contra la piedra, mi cuerpo temblaba de miedo ante la posibilidad de ser espachurrada y morir nada más salir del pozo.

Pero para mi sorpresa el niño dejo a la mariquita sobre la piedra, junto a mi sin causar ningún daño a ninguna de las dos. Y salió corriendo hacia el arroyo.

-Respira oruga, te estas poniendo azul. Dijo la mariquita entre risas.

-Ahhh- Solté todo el aire que había contenido en mis pulmones- pensé que te iban a espachurrar.

-Los niños siempre juegan conmigo. Y nunca me han hecho daño.

-Pero mi madre siempre me dijo que los humanos eran malos y que nos harían daño si nos encontraban.

-Oruga en esta vida todo es posible, pero no puedes vivir pensando en todo lo malo que puede pasar. Disfruta del momento.

Pensando en lo que me había contado la mariquita. Bebimos hasta sentirnos saciadas, comimos unos brotes frescos que me supieron a gloria y reposamos a la sombra de un árbol. Decidí hacer caso del consejo de la mariquita y disfrutar de lo que me brindaba mi nueva vida fuera del pozo.

A lo largo de la tarde diversos animales se fueron acercando hasta la orilla del arroyo. La mariquita aprovecho para presentarme a todos sus conocidos. Un caracol, un saltamontes, una familia de grillos y varias avispas. Todos fueron muy amables y a todos pregunté si conocían a mi familia. Y aunque todos decían conocer a alguna oruga, nadie supo darme indicaciones de su paradero actual. Tan solo el saltamontes me indico que siguiendo el arroyo hacia el Norte, vivían muchas orugas.

Cuando comenzó a ocultarse el sol sentí cierta aprensión, mis miedos volvieron a aflorar con la llegada de la noche. Todas las sombras parecían monstruos al acecho. No había encontrado a mi familia y no sabía dónde podría pasar la noche

– ¿Qué te ocurre oruguita? Te has quedado pálida.

-Está oscureciendo, aun no he encontrado a mi familia, no tengo donde pasar la noche, y tengo miedo de que algo malo me pueda suceder.

-No te preocupes esta noche te quedarás conmigo. Mi casa no es espaciosa, pero es muy segura. Mañana seguiremos el arroyo hacia el Norte como nos ha indicado el saltamontes, con un poco de suerte encontraremos a alguna de tus hermanas o incluso a tu madre.

-Gracias, es usted muy amable.

Cuando el sol estaba a punto de ocultarse la mariquita me guio hasta su casa, no estaba lejos del arroyo. Era un pequeño hueco entre las raíces retorcidas de un árbol, protegido del viento por unas rocas. Como me había dicho la mariquita no era muy espacioso pero se estaba calentito.

-Si quieres duerme tú al fondo, así te sentirás más protegida. Me ofreció la mariquita y yo acepté encantada.

Estaba agotada y en cuanto posé la cabeza sobre la mullida almohada que me había preparado mi anfitriona, cerré los ojos y soñé con mi viaje hacia el Norte, con mi familia y con todo lo que haríamos cuando nos reencontráramos.

Cuando desperté a la mañana siguiente, estaba sola en la casa de la mariquita. Sali al exterior buscando a mi anfitriona, la encontré charlando con su amigo el saltamontes.

-Buenos días. Salude

-Buenos días. Contestaron ambos.

-El sol ya esta muy alto. ¿Cómo no me has despertado al amanecer?

-Anoche parecías agotada, he decidido dejarte descansar. Hoy tendremos que recorrer un largo camino para buscar a tu familia.

-Gracias.

-De nada. Ahora comeremos algo y nos pondremos en marcha. El saltamontes también nos acompañara.

Los tres emprendimos el camino hacia el Norte siguiendo una estrecha senda que discurría a lo largo del arroyo. Conocí nuevos insectos que no había visto antes, las libélulas me parecieron preciosas, los moquitos eran un poco pesados y todas las mariposas fueron muy simpáticas.

Todos nos dieron indicaciones para encontrar a mi familia, por lo que nos había contado una enorme mantis religiosa todas las orugas se habían trasladado a vivir al Norte hacia unos días porque allí crecían los árboles con sus hojas favoritas. Debíamos seguir el sendero hasta una pradera en la que había tres moreras centenarias.

Caminamos un pequeño trecho entre piedras y al fin ante nosotros apareció la amplia pradera, repleta de tréboles y las tres moreras junto al arroyo.

-Buenas tarde- grito el saltamontes- Venimos del sur, estamos buscando a las orugas.

-Buenas tardes-gritaron un montón de orugas mientras asomaban sus cabezas por encima de los tréboles.

– ¿Para que busca un saltamontes a las orugas? -pregunto la oruga que parecía ser la mayor de todas.

-Verán esta oruguita está buscando a su familia- contesto el saltamontes mientras me empujaba hacia el frente para que todas las orugas pudieran contemplarme.

-Hija, hija. Mi madre corrió hacia mi y me abrazo con fuerza.

-Mamá.

-Hijas venir todas, esta es vuestra hermana, sigue con vida.

Nos abrazamos y todas las orugas e insectos que estaban en la pradera aplaudieron y gritaron de alegría por nuestro reencuentro.

– ¿Pero dónde has estado hija mía? Cuando salimos de aquel pozo te estuvimos buscando todo el día, pero no conseguimos dar contigo. Pensé que te había ocurrido alguna desgracia.

-No. No me ocurrió nada. Decidí quedarme dentro del pozo.

– ¿Dentro del pozo?

-Si. Allí me sentí segura. Tú siempre nos advertías de los peligros que nos acechaban en el exterior. Yo tenía mucho miedo de todo. Así que decidí permanecer en el interior del pozo y no correr más riesgos. Y allí seguiría si no me hubiera visitado el señor Calo, un escarabajo muy sabio que me conto como era la vida fuera del pozo.

-Hija lo siento mucho. Nunca fue mi intención meterte en miedo en el cuerpo. En lugar de repetirte día y noche todas aquellas advertencias sobre los peligros que nos acechan, debería haberte relatado todo lo que puede hacer y lograr una oruga.

-No es tarde mama, puedes contarme todo lo que puedo hacer ahora que de nuevo estamos juntas. Y que he cumplido mi sueño de encontraros.

 

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