YA NO PUEDO MÁS

Por Rocío Martínez

Caen las hojas lentamente de los árboles y el viento las corteja con un vals, porque el viento sopla lentamente al principio de estos meses de otoño. Como lentos y apagados se quedaron los chillidos de los niños jugando en la plaza y parados se quedaron los corazones de los amores exaltados del verano. Los truenos y relámpagos de la tormenta que hoy me abriga, asustan y no veo más que colores grises tapando el precioso dorado de esas hojas, que cansadas y agotadas por el vals, ya no se levantan del suelo. Llora todo a mi alrededor: las ventanas, los árboles, las rosas de sus rosales…deseando que pase esta tormenta. Esa lágrima que cae con más fuerza, quizás en un instante preciado se deje atravesar por un rayo de luz que me deje ver de nuevo los colores. Pero el cielo no se abre y las nubes cada vez cubren más mi paisaje y amenazan con una tormenta más fuerte aún.

El tic tac del reloj es el eco del baile de las primeras hojas, balanceándose de un lado al otro del péndulo, mientras las horas se han convertido en eternos días. Hoy he podido bajar a comprar el pan. El ascensor ha parado tres tres veces mientras subíamos. Para mí han sido como siete pisos a pie. Al entrar en casa he caído sobre el sofá. He visto en lo más alto de la estantería mi antiguo diario. En realidad no es un diario como tal, sino tres cuadernos de espirales: uno amarillo, otro naranja y otro verde. Los mantengo unidos por un hilo como se unen y dependen cada etapa de la vida una de la otra: si se cae uno se desestabiliza el conjunto.

El amarillo recuerdo que estaba lleno de una vida plácida, tranquila..

El naranja pudo ser rojo porque ahí inicié mi relación sentimental con Paula y el verde, imagino que no fue casualidad, se quedó casi todo vacío, supongo que con la esperanza de que algún día se llenase de nuevo de una vida feliz, pero aún no puedo pasar de la primera página.

Quisiera leerlos todos, o quizás me dé igual. Imagino que un día fui feliz. Apenaspuedo recordarlo.

La memoria en estos casos se hace lenta y se agota, pero aún escucho con cariño su voz llamándome papá, cuando solo era una niña. Corría a mis brazos en esas tardes de noviembre al fnalizar el colegio. Solía ser sobre las cinco de la tarde, cuando en los inviernos de Castilla buscábamos el calor del sol en algún banco, que a esas horas aún no estuviese cubierto por una sombra.

Sí, aquí está escrito. Es una anotación del cinco de noviembre, bloque amarillo. Se ilustra con una copia del dibujo de mamá , papá y María. Tenía seis añitos. Hoy ya no existen esas tardes ni ese sol ni su calor y todos los bancos tienen sombra.

María ha decidido no estar en mi vida y ya no la abrazo ni escucho su voz.
“Hoy hemos estado en el parque. Paula y yo hemos compartido miradas”. Es una notadel doce de noviembre. Bloque naranja. Jugaba con Laura todas las tardes, su compañera de colegio y amiga. Unos días en su casa, otros días en la mía. A veces, íbamos al parque que queda apenas a quinientos metros del colegio, porque desde la cafetería de la esquina, la madre de Laura, Paula,
y yo podíamos cuidarlas mientras disfrutábamos de un café y una agradable
conversación. Teresa, nosotros la llamábamos mamá, mi mujer en aquellos años, todas las tardes excepto el martes tenía turno de trabajo en ese horario lo que le impedía recoger a María del colegio, así que yo me encargaba de ello.

Imagino que estaba pasando en mi vida, del color amarillo de un día luminoso por el sol al romántico atardecer naranja para fnalmente pasar a la noche oscura sin apenas sospecharlo. Un amor exaltado como en los meses de agosto y una tormenta de otoño como en los meses de octubre. Hoy pesa más esto último y los meses de octubre son largos diciembres.

Cada vez era más anhelada la hora de los cortos cafés del juego de las niñas. Estar con Paula se había convertido para mí en uno de mis mayores alicientes y un escapepara la absurda rutina de las discusiones con el jefe, ajuste de horarios laborales y sobretodo un escape de la ausencia de mi mujer con tantas horas de trabajo en las que invertía su tiempo. Nos queríamos sí, pero ya manteníamos una relación plana, sin exaltaciones de amor y con apenas algún encuentro sexual.  Paula se acabada de separar también, era unos siete años menor que yo. Guapa, una mujer morena de pelo largo y ojos almendrados marrones que no resultaban indiferentes para nadie. Era una mujer muy elegante. Me encantaba cuando aparecía
con sus vaqueros, su camisa blanca y esos botines cámel de tacón fno que elevaban su esbelta fgura aún más, unos siete centímetros del suelo. Con su cinturón conjuntado con el color de los botines, de hebilla grande, que marcaban sus sesenta y cinco centímetros de cintura.

“Hoy nos hemos besado”, nota del ocho de enero, bloque naranja.

El ocho de enero me besó. No, no fue en la cafetería, ni en la calle al paso de todo viandante. Fue en su casa. Las niñas jugaban en el salón y ella preparaba un bizcocho de chocolate en la cocina . Yo me colé allí cuando subí a recoger a María, me coloqué detrás de ella jugando a echarle azúcar y perfectamente entendió el dulce gesto endulzándolo aún más. Se giró y me besó. Yo le respondí. Nos abrazamos con cuidado de no ser vistos por las pequeñas. Sigilosamente y jugando nos acercamos a ellas. Me despedí feliz. Creo que fui feliz un día y otro seguido.

Sí, aquí lo pone: “Soy un hombre feliz. Ayer nos besamos”, nota del nueve de
noviembre. Bloque naranja.

Me separé . Paula y yo comenzamos una vida juntos . María vivía con su madre una semana y otra conmigo. Era una niña feliz. Su madre no superó la separación. Empezó a beber. Comenzó con problemas de ansiedad y de insomnio. El tiempo pasó y mi niña dejó de serlo, creció y fue a la universidad. El abrazo de niña se convirtió en un abrazo maduro cuando regresaba a verme algún fn de semana, abrazo que se justifcó romper por la soledad de su madre. El rencor hacia mí cada día fue mayor, hasta que un día me dijo que no le llamase más, que había vivido en una
mentira imperdonable. El sufrimiento de ella era mi culpa. No puedo quitarme esta idea. Siempre pensaré que soy un mal padre y un egoísta.

Teresa ha fallecido hace doce meses como consecuencia de un cáncer de páncreas. Todo ha sido muy rápido, apenas seis meses desde el diagnóstico. Para mí ha sido una tragedia. Nunca he dejado de quererla, porque ella ha sido mi primer gran amor y por todo lo que ha supuesto en mi vida. Pero un amor más tranquilo, más calmado. Paula sigue a mi lado.

“Quisiera volver a ser feliz”, nota del ocho de octubre. Bloque verde.

“He permanecido en el sofá casi toda la mañana, fojo muy fojo. Durmiendo casi todo el rato. La tormenta sigue ahí fuera. Mis ventanas están llorando. A penas puedo ver para escribir unas líneas, si es que hay algo nuevo que contar. De vez en cuando, miro al infnito intentando recordar buenos momentos y poner fn a todo esto pero solo es un pensamiento pobre. Todo es gris”, nota diecinueve de octubre. Bloque verde.

Acaba de sonar el teléfono, vas a venir a visitarme como ya lo has hecho en otras ocasiones. La simple escucha es la mejor ayuda. Entiendes mi situación pero también me das ánimo para siga adelante. Quieres verme feliz como también me viste hace meses, años. Me conoces. Me coges de la mano, callas y noto como me acaricias y haces tuyo cada uno de mis sentimientos. Me dices que no es sencillo pero no imposible. Entonces te invito a que seas tú quien escriba en el bloque verde, yo nunca llegaría a las mil quinientas palabras. Me has contestado que sí, que escribirás siempre que yo lo necesite, que me seguirás cogiendo la mano y callarás para escucharme aunque no consigas ver los monstruos de los que te hablo, pero me
ayudarás a luchar contra ellos. Serás mi apoyo y mi luz. Esto es algo transitorio, no dura una depresión para siempre. Apuntarás por mí todo lo que yo necesite.

“ Como siempre me ha cogido de la mano, ha callado para escucharme. Una
inteligencia más racional me hace ver que es sólo la sucesión de una serie de
acontecimientos de la vida todo este terror que estoy viviendo. Mis monstruos se van a ir. He tenido un momento de calma, media hora ha durado su visita y para mí ha sido mejor que tomarme cualquier tranquilizante. Sé que es posible, mañana volveremos a intentarlo”, nota del 20 de octubre, bloque verde.

Tú paciente agradecido.

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