ATRAVESANDO EL FUEGO

Por María Nieves Gómez

Allí estaba Elián. Era él, no cabía la menor duda. Esa silueta que se recortaba sobre el cristal de una de las ventanas del recinto, delataba un rostro de sobra conocido para ella.

Irene sintió inquietud ante la presencia de ese hombre y percibió un leve mareo que la hizo tambalearse ligeramente. Escudriñó por leves instantes el gesto mortecino que tenía ante sí. El paso del tiempo había hecho mella en él, pero aún conservaba un espeso cabello de color ceniza. La mirada del hombre, antes perdida en la nada, se clavó en los ojos de Irene. Aquella expresión seductora de antaño se difuminaba entre sus marcadas arrugas. Los labios carnosos de Elián, nítidamente perfilados, dibujaron una tenue sonrisa, e Irene sucumbió a la nostalgia.

Habían pasado casi dos décadas desde que sus caminos se cruzaron.

Ahora Irene había sobrepasado con amplitud la cuarentena y estaba preparada para dar el salto definitivo hacia el éxito profesional al que se había dedicado a conciencia. Sus investigaciones biológicas eran punteras en el campo nanotecnológico y por ello se sentía compensada y colmadas sus aspiraciones laborales.

Irene era una mujer de principios. Aceptaba no ser demasiado comunicativa,  pero admitía de buen grado y sin excesiva modestia haberse convertido en una mujer culta, educada y compañera casi perfecta de cualquier hombre. Sin embargo, sus últimos devaneos sentimentales frustrados la habían conducido  hacia un estado semi-depresivo. En el fondo el desamor teñía de apatía su vida y no sabía qué hacer para superarlo. En un intento por salir de ese fango pasional donde se veía sumida, se esmeró en alimentar su ambición profesional,  esperando así rellenar ese vacío emocional que la carcomía. Su estado se asemejaba a un pájaro enjaulado, a la presa de una telaraña emocional de la que no sabía desprenderse.

A pesar de su brillante futuro, no abonaba el terreno estéril en el que intentaban  germinar sus confusos sentimientos. Su exigencia sobre las cualidades de quien quisiera compartir su vida sería una barrena difícil de franquear. No estaba dispuesta a dejarse atrapar por cualquiera y quien intentara sanar su maltrecho corazón tendría que medir bien sus pasos.

El ritmo trepidante de trabajo la absorbía por completo y acabó por estresarla. Los resultados de sus ensayos estaban a punto de ser publicados en una revista científica de prestigio internacional. Necesitaba parar, reequilibrar su tono vital y recuperar las ganas de disfrutar de la vida. De modo que a finales de julio voló hacia su rincón predilecto a orillas del Mediterráneo. Ibiza era el antídoto de su ansiedad. Una isla dinámica donde perderse en la naturaleza de Portinatx, al norte, entre calas relajantes donde renacer con fuerza.

A pesar de su introversión, Irene se rodeaba en Ibiza de un selecto círculo de amistades que le brindaba la oportunidad de relacionarse y salir así de su agujero gris. Intelectuales de la élite isleña eran su bálsamo ante una soledad no siempre elegida. Despertaba con ellos del embotamiento emocional en el que vivía y paladeaba a pequeños sorbos el goce de vivir con optimismo.

El verano de aquel año fue en exceso caluroso y las noches cálidas dieron pie a gran diversión y algarabía, de modo que las calles de la ciudad vibraban de color. Cada año un local de moda era el punto de reunión de la noche. Tal era el caso de Flanagan´s Ibiza, un gran espacio al aire libre con ambientes diversos y decorado con placas de titanio pulido a modo de escamas de pez. Animada por la locura nocturna, entre tintineos de copas, melodías tropicales y el ronroneo de mar como telón de fondo, Irene recorrió el recinto sin ver a nadie conocido. Entabló alguna que otra conversación con desgana  interesándose por temas que rayaban en ocasiones la más tediosa vulgaridad. Pero ¿quién quiere trascendencias si lo que busca es un poco de frivolidad sana? Sin duda el alcohol tenía mucho que ver.

Se fijó en un tipo bien parecido que se apoyaba en la barra del bar y que se acercó a ella sin vacilar. Le pareció haberlo visto antes.

-Una noche hermosa, ¿no crees? -le dijo a Irene casi al oído-.

Sorprendida, Irene contestó escuetamente:

-Sí, no está mal.

-Me llamo Elián. Tal vez aceptes una copa. Los combinados de Flanagan´s son extraordinarios –sugirió él.

Galante y pausado, Elián se aproximó a Irene mientras degustaban unos sabrosos bloodymarys. Un aroma de perfume masculino  flotaba en el aire. Había algo en ese hombre que inquietaba a Irene. No quería mostrarse tensa e hizo todo lo posible por serenarse. Elián le parecía atractivo, jovial, y era conocido en el sitio a juzgar por la cantidad de saludos que recibía de gente de lo más dispar.

Decía llevar una vida sin excesos, viajando aquí y allá en busca de emociones. Resultó ser un escritor novel de unos treinta años que, a pesar de su juventud, atrajo a Irene. Ella por su parte trató no sin dificultad, de explicarle su profesión sin tecnicismos aburridos.

Quebrada por el desamor padecido en sus relaciones anteriores, a Irene le parecía imposible encontrar al hombre que ocupase el vacío que sentía. Largas horas de terapias psicológicas habían reforzado su autoestima, pero no ser correspondida sentimentalmente empezaba a minarla, como mujer necesitada de afecto que era. Con desconcierto y sorpresa, Irene reconoció que entre ambos se daba cierta atracción. Por un instante deseó que Elián la abrazara y la confortase contra su pecho protector.

Elián divagaba contando historias estimulantes, y parecía interesado en plasmar ideas humanitarias en sus escritos. Con su entusiasmo creó el escenario perfecto para que Irene cayera en sus redes. El embeleso de sus palabras la sedujo. Poco a poco Irene se liberó de su coraza y enterró el hacha de guerra.

Como descubriría más tarde, todo no fueron sino hábiles falacias argumentadas con la inteligencia de un individuo creativo.

Elián halló en ella la mujer con quien nutrir sus ideas de escritor en ciernes. Irene era independiente, luchadora, sensible, llena de matices sugerentes como posible protagonista de su próxima novela. El ensamblaje perfecto para construir una historia que tuviese buena acogida en el mercado literario.

Elián y ella iniciaron una relación que fue consolidándose en sucesivos encuentros. Esa amistad dio paso a un enamoramiento por parte de Irene, tan repentino que apenas tuvo tiempo para cuestionarse miedos y dudas.  Fue tanta la perspicacia con que Elián la trató, que Irene se dejó hacer.

Durante tres años vivieron juntos formando una relación flexible, que se transformó con el quehacer diario en confortable, consistente y llena de ilusiones. ¿Acaso ella no era merecedora de esa magia amorosa que todo lo transforma?

La plenitud sentimental que vivía Elián junto a Irene, lejos de mermar su productividad literaria, la intensificaba.

Lo que vivía Irene no era una quimera. Creía tener entre sus manos un pasaje hacia la felicidad, catando a pequeños sorbos ese brebaje de saberse amada sin condiciones, como un torbellino de locura. ¡Cuántas veces tanteó esa dicha de amar enfrentándose a interrogantes para los cuales  no tenía respuesta!

Seguía apoyada en el quicio de la puerta de la fría sala del hospital, cuando una voz la devolvió a la realidad. Una enfermera que traía medicamentos la hizo retroceder para cederle el paso. Elián tenía una lesión medular irreversible que le había dejado tetrapléjico, postrado en una silla de ruedas y condenado a un feroz olvido. Como un muñeco frágil, sin carisma, insignificante como un vagabundo.

Irene recordaba cómo la distancia entre ambos no había tardado en llegar. Elián había escrito varios textos de bajo impacto, pero su último libro tuvo una notable aceptación. En él narraba los entresijos de su relación con Irene. Se había adueñado de la intimidad de ella sin pedirle permiso.

La marcha de Elián para una gira promocional europea la golpeó como un latigazo. Desconocía que era el principio del fin, previsto hábilmente por él ya desde el inicio. Irene sabía que la distancia era una aliada del olvido, pero confiaba en que no fuera así.

Así las cosas, Irene evitó a Elián hasta que sus llamadas se espaciaron cada vez más y acabaron por no llegar nunca. No iba a rendirse ahora. No merecía caer en el oscuro pozo del desencanto.

En esa nueva vida de escritor talentoso, a Elián la renuncia de muchas de las aspiraciones que Irene había llevado a cabo y el amoldamiento a pequeños ideales comunes por el certero amor que se profesaban y que creía era correspondido con sinceridad, debieron parecerle un tedioso atisbo de algo ya pasado.

Ahora lo tiene ante sí solo, olvidado por quienes le adulaban mientras cumplía sus funciones con la pluma y la imaginación. Ahora ya no les era útil. Duro golpe difícil de encajar para su ego vanidoso. Fue el de ambos un diálogo sin voz. Las lágrimas asomaban en los ojos de Elián pero Irene no se sintió conmovida.  Había acudido a verlo tentada por la curiosidad de admirar a quien fuera el ídolo de sus sueños; ahora un ídolo caído. Ya no podía quererlo, era incapaz de sentir otra cosa que no fuera compasión.

Durante los años que siguieron a la huida de Elián, Irene se había sentido desesperada, angustiada, iracunda y presa de un odio profundo. Sufría la terrible certeza de que le habían robado el alma. Lo mejor de sí misma puesto a disposición de un mezquino impostor, usurero del sentimiento más puro. Entendía que su amor pudiera desembocar en un desengaño pero no de aquella forma tan rastrera.

Ahora la felicidad de Irene no era más que cenizas, que le habían dejado una herida difícil de borrar. Pero Elián fue premiado con la misma moneda, un desgraciado y azaroso accidente que había destrozado su vida.

Lejos de alimentar venganzas, los avatares de su destino pulieron la personalidad de Irene hasta llegar a ser una mujer poderosa e inquebrantable, loca apasionada por vivir y esperanzada a pesar de la decepción. Presintió que le costaría remontar el vuelo. No sabía cuánto tiempo le llevaría recuperarse de la vileza de Elián; un tiempo precioso que se evaporaba como un suspiro y que no estaba dispuesta a desaprovechar.

Sólo quería sentirse libre para volver a soñar.

RELATO DEL TALLER DE:
Taller de Escritura Creativa

Deja una respuesta

Descubre nuestros talleres

Taller de Escritura Creativa

85 horas
Inicio: Inscripción abierta

Taller de Escritura Creativa Superior

95 horas
Inicio: Inscripción abierta

Taller de Autobiografía

85 horas
Inicio: Inscripción abierta

Taller de Poesía

85 horas
Inicio: Inscripción abierta

Taller de Literatura Infantil y Juvenil

85 horas
Inicio: Inscripción abierta